Nietzsche
Nietzsche
Nietzsche
NIETZSCHE
Nietzsche vive desde 1844 hasta 1900. El clima intelectual y cultural en el que nace
el pensamiento de Nietzsche es el Romanticismo, que pretende aplicar el sentimiento
a todas las esferas de la vida y del arte reaccionando contra los excesos racionalistas
de la Ilustración.
Desde el punto de vista histórico y sociocultural, los fenómenos más relevantes de
la segunda mitad del siglo XIX son:
El auge de los nacionalismos, que tuvo como consecuencia la unificación alemana e
italiana. Precisamente Nietzsche fue uno de los adversarios de la Alemania unificada.
El ascenso del liberalismo vinculado a la industrialización que había provocado la
aparición del proletariado y el desarrollo y apogeo de la burguesía. La máquina se
aplica al trabajo, los campesinos emigran a las ciudades, el medio ambiente se
degrada, las diferencias sociales aumentan provocando la proletarización de la
mayoría. Surgen los movimientos obreros, el socialismo y el anarquismo. Nietzsche
criticará el socialismo por considerar que ha heredado del cristianismo, al que
también criticará duramente, la idea de igualdad entre los hombres, convirtiéndolos
en animales de rebaño, promoviendo la mediocridad y el odio hacia los hombres
superiores.
El gran desarrollo de la ciencia y la tecnología, vinculado al avance industrial. Tal
desarrollo va a modificar radicalmente la vida humana (medicamentos, agricultura,
industria química, armamento,...) y, al mismo tiempo, se va a traducir en la adopción
de una actitud cientificista ante el mundo. Esta actitud se caracteriza por la
consideración de que la ciencia y el punto de vista científico son los únicos aplicables
a la comprensión del mundo.
El puritanismo y la rigidez de costumbres en el terreno moral, incluida una enorme
represión de la sexualidad que condujo a una doble moral. Una moral que Nietzsche
considera moral de rebaño, de sometimiento y obediencia y que tiene su paralelo en
política.
Desde el punto de vista filosófico, la primera mitad del XIX estuvo dominada por el
Idealismo alemán, movimiento que diviniza la razón y cuyo principal representantes
es Hegel. La segunda mitad del siglo XIX estuvo dominada por el Positivismo,
filosofía de marcado carácter cientificista cuyo principal representantes es Comte.
Esta filosofía sostiene que sólo es válido el conocimiento científico pues sólo éste es
objetivo y verificable. Nietzsche criticará esta idea por considerar que si la ciencia
sólo acepta el conocimiento de lo objetivo, verificable y calculable, entonces se le
escapa la vida. En la época de transición al siglo XX surge una fuerte reacción contra
el positivismo y contra la pretensión de la ciencia de convertirse en la única
interpretación correcta de la realidad. Surgen los Movimientos Vitalistas e
Historicistas que, siguiendo la línea romántica, pretenden revalorizar aspectos que el
positivismo había desvalorizado, como son: la vida, el espíritu, la libertad, los
valores, la historia y el arte.
Para los Historicistas el ser humano y sus realizaciones sólo pueden entenderse desde
una perspectiva histórica. Pero también Nietzsche criticará el historicismo cuando se
presenta como simple acumulación de datos y conocimientos.
A Nietzsche podemos incluirlo dentro del grupo de los Vitalistas, como también
podemos incluir en él a Ortega y Gasset, pese a las diferencias que existen entre ellos
en el significado que dan al término "vida".
En Nietzsche el tema de la vida ocupará un lugar central. Considera este autor que la
filosofía, prácticamente desde sus comienzos, ha negado la vida. Frente a ello, él
propone un pensamiento afirmativo, capaz de reconocer la vida.
2. EL CONOCIMIENTO (EPISTEMOLOGÍA):
Para Nietzsche la forma más básica y verdadera de conocimiento es el conocimiento
sensible, la intuición, la percepción, que es un modo de conocimiento inmediato y
directo. Pero para poder expresar nuestra percepción de la realidad, necesitamos la
palabra y el concepto. Estos ya son formas de conocimiento mediatas e indirectas,
que falsean la verdadera realidad, porque se limitan a expresar lo que son las cosas
para los hombres, pero no lo que son en sí mismas. Todo concepto parte de una
falsedad porque los conceptos se forman haciendo abstracción de los casos no
iguales, olvidando las diferencias individuales. Pero ese abandono es arbitrario o, en
todo caso, responde a las necesidades y deseos del ser humano. Esto es, nuestra
conceptualización del mundo es completamente antropomórfica y arbitraria. Además
el proceso de abstracción corre a cargo de la razón y al darle ese desmesurado valor
que le damos a los conceptos como representaciones de la realidad, estamos
substituyendo la intuición por la razón, la vida por el concepto. Hemos olvidado que
todo concepto falsea la realidad, y más cuanto más abstracto y universal es.
Asociada a esta crítica va la crítica al concepto de verdad ya que para Nietzsche, la
verdad es sólo una interpretación, entre otras posibles, de la cual el ser humano ha
olvidado que lo es, sólo porque ha sido universalmente aceptada. Desde su punto de
vista el problema de la verdad se debe plantear de un modo distinto a como se ha
hecho hasta ahora. La cuestión no es si un juicio es verdadero o falso, si se acomoda
o no a la realidad, sino si favorece o no a la vida, si la conserva y la mejora o la
empequeñece y niega. La verdad, piensa Nietzsche, existiría si fuese posible una
percepción exacta de la realidad tal y como es, devenir y cambio. Pero esto es
imposible. La razón humana no podrá jamás abarcar la realidad, puro devenir, ni
simplificarla mediante los conceptos.
¿Qué alternativa nos queda para hablar de la realidad, cuya naturaleza consiste en
devenir? Para Nietzsche la metáfora es el instrumento que puede ayudarnos a hablar
del mundo. La metáfora es lo opuesto al concepto, este unifica y paraliza, en cambio,
la metáfora se mantiene abierta al mundo, surge de las intuiciones e impresiones
repentinas y actúa como una pantalla a través de la que se contempla el mundo. Por
ello el artista puede captar la realidad mejor que el filósofo o el científico.
3. ÉTICA (MORAL):
Parte fundamental de la crítica de Nietzsche a la cultura occidental es su crítica a la
moral occidental. Considera este filósofo que desde siempre han existido dos tipos
de hombres, con dos morales contrapuestas:
Los señores con su moral se señores: son los hombres fuertes, superiores, hombres
solitarios que no aceptan sujetarse a normas, que viven en permanente lucha y
peligro, arriesgando sus vidas sin temor. Su moral es autónoma porque se dan a sí
mismo sus propias normas de conducta, creando sus propios valores. No buscan la
aprobación de los demás sino solo de sí mismos. Sus valores son la plenitud, el poder,
la fuerza, la disciplina, la confianza. Son capaces de luchar y descargar toda su cólera,
y por ello, jamás les envenena el resentimiento y el rencor contra la vida y los
hombres.
Los esclavos con la moral de los esclavos: son los hombres débiles, inferiores,
cobardes, el rebaño, la masa. Valoran la compasión, el amor al prójimo y el
igualitarismo, valores que sirven para proteger su debilidad. El esclavo ve con recelo
las virtudes del poderoso y antepone las cualidades del débil para hacer así más
soportable su existencia frente al fuerte. Sus valores son, pues, compasión, paciencia,
resignación, humildad, estoicismo y mansedumbre. El esclavo es tan débi l que se
siente incapaz de exteriorizar su cólera, de ahí su resentimiento, su rencor y su deseo
de venganza. Por supuesto el esclavo no posee una moral autónoma sino heterónoma
pues carece de fuerza para inventar sus normas saliéndose de lo que la masa
establece.
Originariamente los señores eran los que dominaban, sin embargo, la religión,
fundamentalmente la religión judeocristiana, invirtió el significado de estos términos,
inventó el otro mundo y, al mismo tiempo, produjo una transvaloración: lo bueno
pasa a ser malo y lo malo bueno. Ahora se llama malo al poderoso, al lleno de vida y
bueno al débil. El cristianismo consagró esta perversión y representa la rebelión de
los esclavos, de los mediocres. Propone el amor al prójimo, la compasión y la idea de
que todos los hombres son iguales. Pero en realidad no es la religión del amor como
pretende sino la religión del odio más profundo. Del odio contra los poderosos, contra
la fuerza de la vida. El bueno, el amado de Dios es el pobre, el desgraciado, el
deforme, el abnegado, aquel que se sacrifica a sí mismo, que lleva una vida ascética,
el que renuncia a lo material, a la belleza, al deseo, a la felicidad, en definitiva, el que
no quiere nada. De ahí que la consecuencia de toda esta negación sea el nih1ismo que
caracteriza a occidente.
Pues bien, ha llegado la hora de volver a colocar las cosas en su lugar: sustituir lo
pretendidamente bueno por lo que es realmente bueno. La humildad por el orgullo, la
piedad por la crueldad, la comodidad por el riesgo. Esto es lo que se conoce como
trasmutación de los valores, la alternativa que Nietzsche ofrece.