NIETZSCHE ( 1844-1900 )
NIETZSCHE ( 1844-1900 )
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La vida de Nietzsche ocupa casi exactamente la segunda mitad del siglo XIX, un siglo muy
agitado, donde toman cuerpo las profundas transformaciones que se iniciaron con el nacimiento de la
modernidad: proceso de industrialización, revoluciones sociales incesantes, auge de los nacionalismos,
etc.
Para explicar el contexto de Nietzsche (que precisamente se dedicó a luchar con todas sus fuerzas
contra ese contexto) hay que insistir en que recibe la herencia intelectual de la Ilustración pero rechaza
muchos de sus principios fundamentales, ya que en la segunda mitad del siglo XIX se empieza a percibir
los límites del proyecto de la Ilustración: los sueños de una humanidad fraternal y en constante progreso se
están desvaneciendo: los conflictos no cesan aunque cambia su forma, ahora predomina la lucha de clases
entre burguesía y proletariado y las disputas nacionales. La experiencia demuestra que existen otros
factores en la historia que la razón no explica.
En este siglo se extienden por Europa la revolución industrial (surgida en Inglaterra en el XVIII) y
las revoluciones liberales-burguesas (cuyos antecedentes son la independencia de Norteamérica
respecto a Inglaterra, y la Revolución Francesa). Consecuencia de todo ello es que la sociedad estamental
es sustituida por la sociedad de clases, representada por la burguesía capitalista e industrial y defensora
de un liberalismo político y económico, y por el proletariado, que va tomando conciencia de su miserable
situación e iniciando el movimiento obrero, en el que de tuvo un papel destacado Karl Marx.
Además, la ideología nacionalista y las propias necesidades de la revolución industrial dan un impulso
definitivo a la unidad alemana e italiana.
Así como desde el punto de vista histórico en el siglo XIX se enfrentan tendencias contrapuestas
(liberalismo, tradicionalismo, socialismo, anarquismos, nacionalismos...), desde el punto de vista
filosófico proliferan diversas corrientes (idealismo, romanticismo, positivismo, irracionalismo...) que se
suceden por reacción. Contra los ideales racionales de la Ilustración, el romanticismo reivindica otro
concepto de razón: la filosofía de Hegel, que seguirá influyendo a lo largo del siglo, la concibe como
Espíritu Absoluto que dirige la marcha de la historia humana. Contra estas grandes teorías totalizadoras, el
positivismo se atiene a los hechos concretos, inspirándose en las ciencias empíricas. Por otro lado,
tenemos a los antihegelianos, entre los que se puede nombrar a Schopenhauer, cuya obra El mundo
como voluntad y representación tuvo una fuerte influencia en nuestro autor. También hay críticos de Hegel
que, sin embargo, lo siguen en algunos aspectos fundamentales, por ejemplo Marx. El materialismo
(Marx), teniendo en cuenta la situación social de la época, cuestiona profundamente el papel de la filosofía.
Durante la segunda mitad del siglo XIX (la época del autor) el positivismo pretendía presentarse
como la única respuesta adecuada a los tiempos: muchos científicos creían que la racionalidad científica
era capaz de explicar no sólo las leyes de la naturaleza sino también los misterios del ser humano.
Cansados de tanta racionalidad aparecen corrientes irracionalistas que ponen de relieve las
dimensiones humanas que escapan a la lógica abstracta, a la razón. Surge así en la segunda mitad del
siglo XIX un conjunto de pensadores muy distintos entre sí, que suele agruparse en lo que se ha llamado
VITALISMO. Todos ellos se oponen a los intentos positivistas de explicar el mundo a partir de la mera
racionalidad científica y afirman que la vida es la realidad básica y fundamental a la cual deben
subordinarse todos los demás valores, defendiendo así, una subordinación de la razón a la vida.
La vida como principal principio o valor de la realidad, supone que la razón no es la que explica el
hombre y la sociedad. Por tanto, para el Vitalismo en el plano ontológico la vida es el sustrato fundamental
de la realidad humana, y no la razón, y en el plano epistemológico (del conocimiento) defiende conocer la
realidad prescindiendo del razonamiento y utilizando la vivencia, la intuición que simpatiza con lo que quiere
conocer (más que razonar sobre las cosas hay que tener experiencias vitales de ellas o con ellas).
El Vitalismo de Nietzsche hay que entenderlo en sentido biológico: la vida entendida como impulso
irracional instintivo, por eso se le ha llamado "Vitalismo irracionalista" (irracionalista no significa que
niegue la razón, sino que ésta, está subordinada a lo instintivo, operando desde ahí). La vida para
Nietzsche no es algo inmediato, no es algo fijado, sino devenir por eso, sólo puede ser captada por los
sentidos y expresada mediante metáforas (ej. el arte); no puede ser objeto de comprensión conceptual
(racional), los conceptos expresan algo estático).
Se puede entender la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo
Absoluto. La vida tiene valor por sí misma. Y la vida entendida en su dimensión biológica, instintiva,
irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón,
creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su
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oposición o afirmación respecto de la vida. Toda su filosofía es como una melodía que repite el mismo
tema: la reivindicación de la existencia de un mundo irracional y carente de sentido, la vida y la crítica a la
actitud contraria que él denomina “platonismo” que atañe no sólo a la filosofía sino a toda la cultura
occidental.
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2. LA CRÍTICA DE LA TRADICIÓN OCCIDENTAL.
Estos elementos son los constitutivos de la realidad donde lo originario, lo principal, es lo dionisiaco, la
VIDA. Representan los dos principios contrarios y en tensión pero complementarios, presentes en todo el
cosmos y en cada uno de nosotros, la realidad es la lucha de los opuestos.
Lo dionisiaco significa que la VIDA es una pluralidad de fuerzas irracionales y que se debe afirmar y
respetar esa pluralidad (la razón (lo apolíneo) debe subordinarse a ella y no negarla, pues negaría la
realidad). Este respeto a la vida en todas sus manifestaciones originarias es el punto de partida de
Nietzsche: es necesario decir sí a la vida, al placer y al sufrimiento, a lo bello y a lo terrible.
El problema es que desde Sócrates, la filosofía ha negado y anulado uno de estos principios, lo
dionisíaco, y ha valorado y considerado verdadero el otro, lo apolíneo.
Nietzsche considera a Sócrates como el “gran traidor”, ya que con él se lleva a cabo la inversión
de los valores: al identificar virtud con conocimiento, con razón (intelectualismo moral), lo apolíneo (la
razón) se convierte en lo que debe guiar la vida, frente a lo dionisiaco, (lo instintivo) que se convierte en el
exceso del que no sabe vivir la vida. Sócrates significa el triunfo de la razón sobre los instintos, sobre la
vida, y con él se inicia la decadencia en la cultura occidental: la razón mata la vida. Sócrates inaugura el
desprecio al mundo corporal y la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no-ser, con la irrealidad.
En el “Crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche encuentra la segunda parte de la traición a la
filosofía occidental: la metafísica de Platón, que al afirmar que existen dos mundos el mundo sensible
(aparente, cambiante) y el mundo inteligible (permanente) y valorar negativamente el mundo sensible,
(considerando como realidad auténtica lo ideal, lo inmóvil, lo intemporal), introduce el error más
peligroso y duradero de la filosofía occidental: admitir un mundo aparente frente a un mundo real, cuando
sólo es real este mundo en que vivimos, el mundo espacio-temporal, del devenir, el de las apariencias: “El
devenir constante del ser creando y destruyendo es el único mundo existente”
Platón al contraponer esos dos mundos y llamar “bueno” y “sabio” al hombre que busca lo ideal,
promueve la “negación de la vida”, el rechazo de lo instintivo, por eso es una actitud decadente. El
idealismo platónico consiste en la preferencia de lo ideal sobre lo real, en la debilidad de refugiarse en lo
que me gustaría que fuese la realidad, cuando ésta no se ajusta a lo que espero de ella. Para Nietzsche
esta invención es un síntoma claro de resentimiento pues sólo inventamos otra vida cuando no somos
capaces de enfrentarnos a la que tenemos.
Teniendo en cuenta esto podemos entender que Nietzsche defina la metafísica como “ciencia que
trata de los errores fundamentales del hombre, pero lo hace como si fueran las verdades
fundamentales (...). Hasta ahora se ha llamado verdad a la mentira”. La metafísica para Nietzsche
desde Platón no es sino el mundo al revés, una ficción falaz, un refugio que el hombre inventa para
escapar de la caducidad de su existencia, del devenir sensible que es la única realidad verdadera. Para
Nietzsche, la concepción del ser de la metafísica tradicional (platonismo) se basa en los prejuicios de los
filósofos contra algunas manifestaciones vitales, como el horror a la muerte, a la vejez, al cambio, etc.
Lo que la filosofía tradicional ha considerado el “Ser” como algo, único, estático, fijo, inmutable, NO
ES, no existe. No existen conceptos estáticos (como las Ideas platónicas), sólo existe el devenir (el
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mundo sensible y cambiante), entidades individuales en constante cambio. Lo real es la multiplicidad, el
cambio y la diferencia. En consecuencia, sólo hay conocimiento a partir de los sentidos aceptando su
testimonio y desarrollándolo. Los sentidos nunca mienten, pues nos ponen en contacto con lo que de
verdad hay: cambio, perecer, devenir. De ahí que Nietzsche admire a Heráclito ,el único filósofo que no ha
falseado la realidad, según él.
Sólo el devenir sensible, el que la filosofía tradicional ha considerado como falso, es verdadero; y
el presunto “mundo verdadero” (el ser inmutable de Platón.....) es una invención del pensamiento (“una
ilusión óptico moral”, ilusión porque el mundo “verdadero” de la metafísica es irreal, sólo existe en la
razón que lo inventa, moral porque esa visión de la realidad se basa en una consideración peyorativa y
pecaminosa (moral) del mundo sensible, del ser como devenir), expresada en todos los conceptos de la
historia de la filosofía. Por todo esto, Nietzsche tacha a la filosofía tradicional de "egipticismo", es decir,
algo contrario al espíritu griego, que fue contagiado a Platón por los sacerdotes egipcios. El "egipticismo"
consiste en la concepción estática de la realidad, la negación del tiempo y el odio a la idea de devenir:
para ellos "lo que es, no deviene; lo que deviene, no es", es decir, lo que posee realidad no experimenta
cambios y lo que cambia no puede ser auténticamente real.
Todos los conceptos metafísicos son “errores dogmáticos”. Para Nietzsche los conceptos son
problemáticos, ya que son el resultado de palabras, que antes de la metafísica eran imágenes, metáforas
de la realidad, y ahora después de tanta filosofía se han quedado vacíos de contenido: son estáticos,
expresan el ser inmutable, realidades permanentes que no existen (sustancias, causas, ...). ”. Por eso, en
el “Crepúsculo de los ídolos” dice que “el error (de considerar el devenir como apariencia y no realidad)
no está en los sentidos sino en la razón”: La razón necesita elaborar conceptos (unidad, sustancia, causa,
ser....) no puede funcionar de otra manera. Es decir, necesitamos los conceptos de la razón, (unidad,
sustancia, causa........) porque gracias a ellos podemos simplificar y hacer más manejable la realidad y
sobrevivir en un mundo en devenir, pero a través de las de los conceptos de la razón no captamos la
realidad que es pluralidad de individuos en devenir constante (los conceptos, expresan algo permanente
prescindiendo de las diferencias individuales: el concepto sirve para expresar una multiplicidad de
realidades que nunca son idénticas, por ej: el concepto “árbol” (esencia permanente de árbol) no existe en
la naturaleza, lo que hay son múltiples y variadas árboles en constante devenir, por tanto, está vacío de
contenido.). Por esto, Nietzsche dice que nos vemos “cogidos en el error, necesitados al error” porque
necesariamente nuestra razón tiene que crear conceptos para sobrevivir al devenir y, por eso, son útiles,
sin embargo, esa utilidad se convierte en desventaja cuando olvidamos su carácter metafórico y creemos
que representan la realidad tal como es.
La metafísica occidental ha tomado como verdaderos los conceptos de la razón sin darse cuenta
que, en su apariencia lógica y comprensiva de la realidad, no tiene otra función que servir a la necesidad
que tiene el ser humano de sobrevivir en un mundo en devenir. Este es el verdadero error, creer que la
realidad es como la ordena y piensa la razón y como la expresa el lenguaje ( a través de conceptos) y no
como la muestran los sentidos.
Para Nietzsche sólo cabe acercarnos a la realidad, en constante cambio y devenir, a través de la
metáfora que no encorseta a la realidad como lo hace el concepto y las palabras, y no nos hace renunciar
a las diferencias, a la pluralidad y diversidad.
La metáfora capta mejor la realidad que el concepto pues la metáfora implica desigualdad entre los
objetos, no presenta significados sino que los sugiere, deja abierta la posibilidad de que el oyente o el
lector complete el significado a partir de su propia experiencia del mundo. Para Nietzsche, el arte es un
medio más adecuado que la filosofía de expresar el mundo.
Perspectivismo
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En conclusión, dos son, aunque íntimamente interrelacionados, los errores principales cometidos
por lo que Nietzsche llama “idiosincrasia” (modo peculiar de proceder) de los filósofos:
a) La minusvaloración del mundo sensible, ("egipticismo") del devenir del que hombre forma
parte, superponiendo sobre él un mundo inmutable ficticio que se presenta falazmente como
verdadero.
Al contraponer estos mundos, los filósofos introducen el orden moral en el mundo, una
moral contranatural (platónica o cristiana) que ve en los sentidos una causa de perdición e
inventa otro mundo como finalidad de este. Esto es un síntoma de resentimiento para
Nietzsche.
b) La confusión que se produce entre lo “Último” y lo “primero” Entre lo “último” que para
Nietzsche son los conceptos especulativos vanos y vacíos de la metafísica, como “Bien en sí”
de Platón o Dios cristiano, que es lo más tenue y vacío, y es puesto por los filósofos como lo
“primero”. “Lo primero” que es para Nietzsche el devenir que no puede expresarse a través de
conceptos, sino sólo a través de metáforas.
El ataque más radical a la cultura occidental lo dirige Nietzsche contra la moral, estrechamente
ligada a la crítica de la metafísica. La crítica de la moral se plasma en la moral cristiana, dominante en
occidente y surgida del resentimiento. Esta moral tradicional se caracteriza por ser "moral contranatural",
es decir, se opone a la vida, impone normas contra los instintos vitales. La base de la moral contranatural
se encuentra en el platonismo.
El error platónico de considerar un mundo verdadero más allá del mundo sensible es recogido por el
cristianismo hasta poner el sentido de la vida humana en un más allá trascendente y sobrenatural. De ahí
que Nietzsche rechace implacablemente al cristianismo, que no es sino un “platonismo para el pueblo”,
una forma vulgar de metafísica que transforma toda verdad en mentira y organiza una práctica existencial
que tiene su razón de ser en el miedo y la debilidad humana, y se convierte en un refugio del hombre débil,
cobarde. Esta concepción de la moral es síntoma de decadencia, pues supone la pérdida más fuerte de
los instintos, una desvalorización del mundo terrenal que lleva a inventar un mundo ideal (donde sitúa a
Dios y todo lo “bueno”), condenando este mundo por lujurioso, a través del concepto de pecado que
Nietzsche considera un atentado contra la vida. Con el pecado se aniquila toda manifestación instintivo-
vital, todo sí a la vida y la moral se hace nihilista.
Qué Nietzsche se oponga a la aniquilación de los instintos no significa que esté proponiendo la
vuelta al salvajismo moral. Su idea más bien pasa por considerar que los instintos que el cristianismo ha
intentado extirpar, deben ser encauzados, y utilizados como lo que son, expresión de la vida. Eso significa
que es la vida la que debe considerarse el centro desde el que juzgar qué sea realmente bueno y malo.
“Bueno” será lo que favorezca la vida, la expanda, la ame, la desee y la quiera, mientras que “malo” se
convertirá en todo aquello que la odie, la niegue y, en definitiva, la rechace.
Nietzsche critica la creación de un orden moral externo al hombre mismo que lo conduce de
acuerdo con valores no vitales; el hombre para Nietzsche tiene sus normas, sus leyes, sus expectativas,
pero son propias, inmanentes, no proceden de alguien fuera del mundo, fuera de la vida (Dios) como
afirma la moral cristiana, cuyo resentimiento hacia la vida le ha llevado a buscar leyes no de este mundo
sino del más allá.
De este modo la moral impuesta a occidente se ha convertido en un síntoma de vida decadente y
de nihilismo y los valores que han prevalecido en la cultura occidental son los valores de los débiles, de
los maltratados por la vida, incapaces de aceptar la vida tal como es (con todo el dolor y sufrimiento, con
los problemas más duros, pero también con el placer y la desmedida), de los traidores de la vida.
Para Nietzsche los valores originarios son los valores que afirmaban la vida pero el resentimiento
de los débiles invierten esos valores y los convierte en valores contrarios a ella, es decir, lo
originariamente bueno fue convertido en malo por los traidores a la vida (Sócrates, Platón y las
religiones judía y cristiana), por eso, para Nietzsche es necesario recuperar el originario sí a la vida: la
transvaloración de todos los valores de la cultura occidental.
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Para aclarar las circunstancias en que surgieron y se desarrollaron los conceptos morales
tradicionales, y descubrir el origen de la inversión de los valores de vida hace un estudio y descubre que,
en su origen el término "bueno" carecía de connotaciones morales y significaba lo noble y aristocrático(
"lo mejor" para la vida), y se aplicaba al hombre distinguido, al poderoso; contrapuesto a "malo" en el
sentido no moral de débil, vulgar, plebeyo (“lo despreciable” porque impide el desarrollo vital):
“....en esta primera especie de moral, la antítesis "bueno" y "malo" es sinónima de "aristocrático" y
"despreciable". Es despreciado el cobarde, miedoso, el mezquino, el que piensa en la estrecha utilidad;
también el desconfiado de mirada servil, el que se rebaja a sí mismo, la especie canina de hombre que se
deja maltratar, el adulador que pordiosea, sobre todo, el mentiroso: creencia fundamental de todos los
aristócratas es que pueblo vulgar es mentiroso (Más allá del Bien y del Mal).
Esto constituye la moral de los señores para la que lo bueno es todo aquello que engrandece la vida.
Bueno es el guerrero, el poderoso. Es una moral de las virtudes guerreras (poder, fortaleza, ambición...),
del que no teme al dolor ni al sufrimiento y centrado en su propia fuerza interior (vitalidad, instintos) e
intención, sin sentirse culpable de nada (a diferencia de los cristianos), actúa, por tanto, afirma y dice sí a la
vida, a los instintos, a la fuerza y desprecia lo débil, cobardía, sumisión..., todo aquello que impide su
desarrollo vital. Esta moral se encuentra en Grecia clásica anterior a Sócrates y Platón.
Los señores son pocos y a su alrededor se va engendrando una masa numerosa. La masa (“los
esclavos”) es débil no tiene fuerza para enfrentarse a los retos que le plantea la vida. Esto significa que la
propia dinámica vital privilegia a una minoría fiel a esa dinámica que es la vida (“los señores”), que domina
sobre una mayoría cuya vitalidad es débil (“los esclavos”): hay una “moral de los señores”, para la que lo
importante es la afirmación y desarrollo vital sin preocuparse de sus consecuencias; y una “moral de los
esclavos”, para la que lo importante es la supervivencia (debido a su debilidad vital).
Para Nietzsche la moral de los señores estaba destinada a dominar, pero en un momento de la historia
se produce la inversión. El origen de la inversión la sitúa Nietzsche en el RESENTIMIENTO.
El "esclavo" (el débil) no mantiene con el “señor” una relación de reciprocidad ya que desprecia la moral
del señor, no por ser despreciable, sino sólo por ser deseada por él y no poder conseguirla. No puede
querer, admirar y respetar sino que culpa de su propia debilidad a "otro" (el señor) convirtiéndolo en
enemigo. Está dominado por el RESENTIMIENTO que es un odio y deseo de venganza reprimidos, un odio
interior mezclado con miedo, que no se atreve a manifestarse, a luchar porque la naturaleza lo ha hecho
inferior; es un sentimiento que atribuye a "otro" la culpa de su debilidad e impotencia (el señor) y pretende
alcanzar la compasión del "otro" creándole mala conciencia o sentimiento de culpa. Así se inicia la
"rebelión de los esclavos", cuando el resentimiento de los débiles invierte los significados originarios de
"bueno" (superior, fuerte, aristocrático) y "malo" (simple, vulgar, plebeyo), inventa la religión y la moral,
apareciendo una contraposición ya de carácter moral en la que los fuertes (buenos originariamente) se les
acusa de MALVADOS (cruel, lascivo, ateo; son los malditos, desventurados y condenados por Dios); y a
los débiles, los impotentes, los incapaces de ser felices en la vida, son los Buenos (piadosos, benditos,
bienaventurados, amados por Dios). Ahora el bueno originario, el fuerte se ve a sí mismo como culpable y
el débil se ve a sí mismo como bueno que concede el perdón a pesar de la maldad del otro. La moral de
los esclavos a través de la religión y de la conversión en pecado de todo impulso natural, introduce la
conciencia moral que debilita a los fuertes y los somete al criterio de los débiles.
Este es el origen de la moral de los esclavos, dominante en occidente, que encarna todos los
valores de la negatividad. Es una moral pasiva que no crea valores sino que los encuentra ante sí, valores
antinaturales que se oponen a la vida, como la humildad, la resignación, la compasión, la misericordia, la
igualdad, etc., los valores que son más útiles y el único medio para soportar la existencia propia de los
débiles. La moral de los esclavos es, en lo esencial, la moral de la utilidad.
De este modo se domestica al hombre fuerte, se critican sus instintos de dominio se niega la vida y la
moral se hace nihilista*.
Toda la cultura occidental gira en torno a la moral del resentimiento, enemiga de la vida, negadora
de la realidad y que pone en peligro todo lo vivo, por eso para Nietzsche es necesario recuperar el
originario sí a la vida: la transvaloración de todos los valores de la cultura occidental.
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3. EL NIHILISMO, LA VOLUNTAD DE PODER Y SUPERHOMBRE.
3.1. El nihilismo y sus formas
El nihilismo es uno de los conceptos claves de la filosofía Nietzscheana. El nihilismo no es una
teoría filosófica, sino una consecuencia de la historia de la cultura occidental. Nihilismo literalmente
significa " partidario de la nada". Pero en Nietzsche adquiere un significado muy específico y característico
que surge de otro de los temas fundamentales de su pensamiento: "la muerte de Dios". La expresión
“muerte de Dios” no debe entenderse en sentido literal, no equivale solamente a que “Dios no existe”, sino
que para Nietzsche supone la muerte de los valores que han ordenado nuestra existencia e implica una
liberación de la idea de un más allá trascendente, de la creencia en una vida distinta al devenir que es la
realidad actual.
Para Nietzsche Dios ( y todo lo que representa, la creencia en un mundo suprasensible, en el
mundo del más allá) ha sido el principio que ha servido para explicar y valorar toda la realidad, midiéndose
el sentido e importancia de las cosas con relación a Él. Es decir, Dios ha sido el fundamento último de los
valores morales decadentes (niegan la vida) que han ordenado la existencia humana. Por eso, considera
que Dios es la gran mentira que hay que desenmascarar, para liberar al hombre de la idea de un más allá,
de una trascendencia que le impide vivir, le impide valorar la vida (la única realidad) y le hace partidario
de la nada, es decir, le ha llevado al nihilismo.
La “muerte de Dios” para Nietzsche es consecuencia directa de la historia occidental, que desde
el Renacimiento (antropocentrismo), pasando por la Ilustración (triunfo de la razón) y el pensamiento
científico moderno, se ha ido alejando de Dios, es decir, se ha ido rompiendo con la trascendencia. En la
cultura occidental Dios ha ido ocupando un lugar cada vez más secundario respecto al hombre, por eso
dice N. que a "Dios lo hemos matado entre todos". Pero el hombre es demasiado débil para afrontar las
consecuencias de su propio crimen, y a pesar de esa muerte, se sigue engañando, ha levantado otros
altares, la Razón, el progreso, la ciencia...., que le permiten seguir los mismos valores que desprecian el
devenir (la vida) como realidad actual*. Por eso, aunque se haya roto con la trascendencia no ha
desaparecido el nihilismo: aunque la ciencia en sí misma es atea, el ser humano sigue cuestionándose el
sentido de la vida, sigue buscando un sentido de la vida más allá de ella misma, aunque los socialistas,
demócratas, etc., no crean en Dios, mantienen los mismos valores cristianos de igualdad y fraternidad
bajo el nombre de humanismo.
Para Nietzsche se trata de que el hombre tome conciencia de que “Dios ha muerto” y no sustituirlo
por otro, ya que la propia evolución de la historia muestra que en la cultura moderna no hay lugar para
Dios.
Nietzsche se considera el primer testigo de la “muerte de Dios” y el mensaje de Zaratustra es el
acta de defunción de Dios: "Dios ha muerto. Viva el Superhombre".
La “muerte de Dios” supone el derrumbamiento de todos los valores de la cultura occidental, la
pérdida de todo ideal, el hombre se queda solo, la vida pierde su sentido y finalidad. La consecuencia de
esa muerte es la NADA: NIHILISMO.
A) Nihilismo pasivo
Es el nihilismo que según Nietzsche está a punto de llegar a la cultura europea. Es la actitud de
los que descubren la “muerte de Dios” y sus valores pierden su validez, se derrumban solos y su
existencia se queda sin sentido. Con este nihilismo pasivo desvalorizaremos esos valores del mundo
trascendente, pero con ello nuestro mundo no adquirirá ningún valor. El nihilista pasivo cae en la
desesperación, sin encontrar ningún ideal, ninguna meta, hundido en la no-vida, en la falta de valores,
sintiéndose perdido e incapaz de vivir sin Dios, se extingue pasivamente sin crear nuevos valores.
El nihilismo pasivo es negativo en tanto que es símbolo de la decadencia y desintegración de los
valores que se derrumban solos sin ser destruidos por el nihilista pasivo.
B) Nihilismo activo
Frente al nihilismo pasivo Nietzsche quiere reaccionar con el nihilismo activo que a partir de la
"muerte de Dios" destruye ese mundo irreal de "valores absolutos". Sería la cara positiva del nihilismo. Se
da cuando tenemos conciencia de que los valores hasta el momento vigentes ya no tienen ninguna
vigencia y tenemos conciencia también del proceso de cómo se han ido creando esos valores falsos, de
cómo se ha producido la “inversión de valores”. Es activo porque, en este caso los valores no se
derrumban solos, sino que son destruidos explícitamente por el ser humano. Frente al nihilista pasivo que
se extingue serenamente mirando desencantado cómo se desvanecen ante sus ojos los más preciados
valores, el nihilista activo, que conoce bien el valor de esos valores, los niega y los destruye
violentamente. Esta negación y destrucción es condición necesaria para la creación de nuevos valores
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que afirmen la vida y la aparición de un nuevo ser humano, el superhombre que dirá sí a la vida (el
nihilista activo sólo destruye, el superhombre crea nuevos valores).
La voluntad de poder, asunto central de la segunda parte de Así habló Zaratustra, es uno de los
temas peor interpretados del pensamiento de N. No la define claramente en ningún sitio, pero se refiere a
ella con mucha frecuencia.
La voluntad de poder es la esencia de la vida, el impulso de la movilidad del mundo, el devenir de
todo lo que hay. La voluntad de poder está presente en el mundo orgánico concretada en pulsiones o
instintos y necesidades; en el mundo espiritual concretada en deseos, motivaciones y hasta en el mundo
inorgánico de la materia, es la energía que anima y de la que surge todo cuanto existe (incluidos los
sujetos humanos) (influencia presocrática).
La voluntad de poder es la voluntad de ser más, vivir más, superarse, demostrar una fuerza
siempre creciente, es VOLUNTAD DE CREAR. Es tendencia, deseo sin término, pero no deseo de
conservarse, de durar o vivir pasivamente sino de superarse, de desplegarse, de desarrollar la fuerza de
poder (creando). Por esto, y teniendo en cuenta el interés de Nietzsche por los valores (morales), la
voluntad de poder en Nietzsche se afirma primero en el hombre como VOLUNTAD CREADORA DE
VALORES (y aniquiladora de los anteriores). Así, la voluntad de poder es la propia del superhombre,
creador de los valores que afirman la vida y que realiza la transmutación de todos los valores antitéticos a
la vida de la cultura occidental (como expresión de esa voluntad creadora y superadora).
Por último hay que decir que la voluntad de poder para Nietzsche no es fuerza reactiva que actúa
contra su opuesto para afirmarse sino fuerza creadora, superadora, autosuficiente y autónoma. La
voluntad de poder le da al ser humano la fuerza para atreverse a afirmar la vida y atreverse con los retos y
peligros que implica la tarea de vivir. La voluntad de poder es afirmación y superación de uno mismo,
desde sí mismo, desde la fuerza interior y sin actuar contra “otro” (los semejantes) (si no, no sería
autónoma, ni autosuficiente al necesita a otro para afirmarse).
No podemos entender la Voluntad de poder como querer el poder para dominar a los demás (en el
sentido político, moral, etc.), en esos casos se daría el complejo de poder o apariencia de poder y no
voluntad de poder (fuerza vital), ya que ese poder (apariencia) necesita actuar, dominar, someter a otros
para afirmarse (para ser reconocido) y, por tanto, no es fuerza o poder vital autónomo, autosuficiente (esta
fue la interpretación errónea del nazismo).
El que tiene poder real, voluntad de poder, ni actúa, ni somete, ni se somete sino que expresa su
fuerza sin deseo de vengarse o actuar contra otro sino desde sí mismo, afrontando los retos
autónomamente.
3.3. El superhombre
El superhombre por tanto, es una tarea del hombre que se alcanza a través del nihilismo activo que
asume la “muerte de Dios” y ve que sólo queda el hombre, destruyendo violentamente los viejos valores.
Sólo este hombre que no cree en la moral de la igualdad, ni en la finalidad de la historia, puede preparar el
camino hacia el superhombre, pero todavía no ha accedido a él, está hundido en la negatividad (dice no a
los valores, no los quiere pero no tiene nuevos) son sólo el paso, el puente hacia la “otra orilla”, la del
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superhombre. Éste será el creador de los nuevos valores e instaurará la nueva moral de los señores
devolviendo el verdadero sentido de la vida sin recurrir a la trascendencia (superación del nihilismo).
El proceso hacia el superhombre pasa por tres transformaciones del espíritu que Nietzsche expresa
en "Así habló Zaratustra":
a) El espíritu convertido en camello, animal de carga del desierto que significa la etapa de la historia
occidental en que el hombre ha cargado resignadamente con los sometimientos, las imposiciones
religiosas y la moral castrantes (coacciones externas). Es símbolo de la moral de los esclavos,
centrada en la paciencia y renuncia.
b) El espíritu convertido en León es un espíritu libre, que conquista su libertad, se enfrenta a los
viejos valores diciendo rotundamente ¡NO!( (nihilismo activo). Ya no acepta el "tú debes".
e) Es necesaria una tercera transformación, el león se convierte en niño, que con su inocencia (sin
bien y sin mal) y habiéndose liberado de las cargas, de las coacciones externas (religión, moral..)
se hace creador de sus propios valores y busca la afirmación de sí mismo. Este niño que juega a
crear es el superhombre.
Sólo a partir del tercer momento aparece la nueva humanidad libre y creadora encarnada en el
superhombre.
El superhombre es el verdadero hombre que asume el talante apropiado ante la vida, el “sentido de la
tierra”, declarándose fiel, con todas sus consecuencias, a lo instintivo de la existencia y prescindiendo de
toda trascendencia. En definitiva, el superhombre es el que pronuncia un sí rotundo y sin paliativos ante la
vida, comprende la muerte de Dios, afirma la voluntad de poder y proclama el eterno retorno.
El superhombre es una mutación cultural, no genética, que hace del individuo su propio creador a
través de la voluntad de poder que es su esencia. Es la superación del nihilismo.
EL ETERNO RETORNO
Nietzsche considera el eterno retorno como el fundamento de todo su pensamiento, pretende con
esto afirmar los valores de la tierra y su deseo de que se repita eternamente.
Con la muerte de Dios, el tiempo lineal no fluye ni de él, ni es gobernado por él. Era Dios el señor
del tiempo que desde su existencia eterna convertía la vida terrena en algo pasajero. Nietzsche quiere
devolver a la tierra, al mundo (y al hombre como parte suya), el "señorío" sobre el tiempo y la existencia,
es decir, quiere explicar los seres finitos desde ellos mismos. La historia no puede ser lineal porque
conduciría a "otro" mundo (perderíamos realidad porque sólo existe la tierra), por eso el tiempo para N. es
la duración circular en la que el mundo gira sobre sí mismo eternamente y el mundo es lo que genera toda
creación (a través del impulso vital, la voluntad de poder). El ciclo de morir y existir se repite eternamente
para todos. La vida hay que vivirla infinitas veces con cada dolor y cada alegría. Así, resulta que el eterno
retorno es la repetición de los mismos acontecimientos en los mismos individuos, pensamiento
desesperante para el que no ama la vida, para toda doctrina pesimista.
El eterno retorno expresa el deseo de que todo sea eterno, el amor al destino, la aceptación
plena del valor de la vida y la existencia: el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado ni en futuro. De
este modo la filosofía de Nietzsche se convierte en filosofía afirmativa, que permanece fiel a la tierra, a la
vida, única realidad, el único ser que en definitiva es, el eterno devenir.