RESISTENCIA A LA INSULINA

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE AGUASCALIENTES

LIC. MÉDICO CIRUJANO

TALLER DE SÍNDROME METABÓLICO


MÓDULO DE MEDICINA INTERNA

MONOGRAFÍA
RESISTENCIA A LA INSULINA: UN
ENFOQUE INTEGRAL Y SU RELACIÓN
CON EL SÍNDROME METABÓLICO
ALUMNA:
ANDREA MARTINEZ RODRIGUEZ
GRADO Y GRUPO: 5° A
DOCENTE:
DRA. NADIA HUITRÓN CASTRO

FECHA DE ENTREGA:
29/11/2024
AGUASCALIENTES, AGS
INDICE

INTRODUCCION…………………………………………………………………………....3

ACCIÓN DE LA INSULINA………………………………………………………………….4

VIAS DE SEÑALIZACION DE LA INSULINA……………………………………………..6

CAUSAS Y FACTORES DE RIESGO ASOCIADAS AL DESARROLLO DE LA


RESISTENCIA A LA INSULINA…………………………………………………...……….7

FISIOPATOLOGIA DE LA RESISTENCIA A LA INSULINA…………………………….9

MECANISMOS MOLECULARES……………………………………………...…10

DIAGNOSTICO, ESTRATEGIAS DE MANEJO Y TRATAMIENTO…………………..11

COMPLICACIONES: RELACION CON EL SINDROME METABOLICO.……………12

CONCLUSIONES………………………………………………………………………….15

BIBLIOGRAFIA…………………………………………………………………………….16

2
I N T R O D U C CI Ó N

El síndrome metabólico ha sido reconocido como un importante problema de salud


pública debido a su creciente prevalencia y su asociación con enfermedades crónicas
como la diabetes mellitus tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. Los orígenes
del concepto se remontan a 1966, cuando Camus mencionó por primera vez una
posible conexión entre ciertos factores metabólicos. Más tarde, en 1988, Gerald
Reaven introdujo el término "síndrome X" durante la Conferencia Banting de la
Asociación Estadounidense de Diabetes, describiéndolo como una combinación de
factores de riesgo independientes que incluían resistencia a la insulina, hipertensión
arterial, hipertrigliceridemia y niveles bajos de colesterol HDL. Esta condición
multifactorial, aunque inicialmente definida como "síndrome X", evolucionó
conceptualmente con Kaplan, quien la denominó "el cuarteto mortal", y con Foster,
que la describió como "un asesino secreto", reflejando la gravedad de sus
implicaciones para la salud.

Hoy en día, el síndrome metabólico se define como un conjunto de factores de riesgo


cardiometabólicos que incluyen obesidad central, resistencia a la insulina,
hipertensión arterial y dislipidemia, caracterizados por niveles elevados de
triglicéridos y un colesterol HDL reducido. Aunque la definición exacta y los criterios
diagnósticos han sido objeto de debate, la relación entre estos factores y el aumento
del riesgo de enfermedades crónicas es innegable. Según datos recientes, más de
100 millones de personas en el mundo padecen esta condición, lo que subraya la
urgencia de comprender sus mecanismos subyacentes y desarrollar estrategias
efectivas de intervención.

Entre los factores que constituyen el síndrome metabólico, la resistencia a la insulina


se destaca como un elemento central en su desarrollo y progresión. La insulina, una
hormona secretada por las células beta del páncreas, desempeña un papel clave en
el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, regulando los niveles
de glucosa en sangre al facilitar su entrada en las células. En condiciones normales,
la insulina actúa uniéndose a receptores específicos en la superficie de las células,
activando una cascada de señales intracelulares que promueven la captación de

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glucosa, el almacenamiento de energía y la inhibición de la producción hepática de
glucosa.

En el contexto de la resistencia a la insulina, este proceso se ve alterado. Los tejidos


periféricos, como el hígado, los músculos esqueléticos y el tejido adiposo, responden
de manera inadecuada a la insulina, lo que provoca un estado de hiperinsulinemia
compensatoria, donde el páncreas intenta producir más insulina para mantener
niveles normales de glucosa en sangre. Sin embargo, esta compensación tiene un
límite, y con el tiempo, la incapacidad para regular eficazmente la glucosa lleva a un
estado de hiperglucemia crónica, característico de la diabetes mellitus tipo 2.

La resistencia a la insulina es el resultado de una combinación de factores genéticos,


ambientales y comportamentales. La obesidad central, con un exceso de grasa
visceral, es uno de los principales detonantes, ya que el tejido adiposo libera ácidos
grasos libres, citocinas inflamatorias y adipocinas disfuncionales que interfieren con
la señalización de la insulina. Además, el estrés oxidativo y el estado inflamatorio
crónico de bajo grado asociados a la obesidad también contribuyen a la disfunción
metabólica. Otros factores incluyen el sedentarismo, que disminuye la sensibilidad a
la insulina en los músculos, y dietas ricas en carbohidratos refinados y grasas
saturadas, que exacerban la resistencia.

Comprender a profundidad la resistencia a la insulina es esencial para abordar las


bases del síndrome metabólico. Por ello, esta monografía se enfoca en explorar sus
mecanismos fisiopatológicos, factores de riesgo asociados, métodos diagnósticos,
implicaciones clínicas y estrategias de tratamiento. A través de este análisis integral,
se busca aportar una visión clara y detallada de su relevancia clínica y su papel en la
prevención de complicaciones metabólicas y cardiovasculares.

ACCIÓN DE LA INSULINA

La insulina es una hormona polipeptídica que consta de 51 aminoácidos con un peso


molecular de 5808 Daltons, fue descubierta por primera vez en 1921 por Frederick G.
Banting y Charles H. Best mientras trabajaban en el laboratorio de JR Macleod en la
Universidad de Toronto. La hormona fue purificada más tarde en 1923 por James B.

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Collip y ahora se utiliza en la práctica clínica para tratar enfermedades por deficiencia
de insulina, incluyendo la diabetes tipo 1 y tipo 2.

La insulina es secretada por las células β de los islotes pancreáticos de Langerhans


en respuesta a la glucosa y los aminoácidos consumidos durante una comida. Es una
hormona reguladora central en el mantenimiento de la homeostasis de la glucosa y
también está involucrada en procesos anabólicos incluyendo el crecimiento y
desarrollo de los tejidos. En una persona sana, la glucosa está controlada dentro de
límites muy estrechos en la sangre, lo cual se logra mediante la regulación de la
producción de glucosa por el hígado, y en menor medida por el riñón, así como la
absorción por los tejidos periféricos, principalmente el músculo esquelético, el hígado
y el tejido adiposo. Además del control de la glucosa en sangre, la insulina también
ejerce un fuerte control sobre el metabolismo de los lípidos al estimular la síntesis de
lípidos en el hígado y las células grasas y al atenuar la lipólisis, es decir, la
descomposición de los triglicéridos en ácidos grasos. Dentro de la fisiología
cardiovascular, la insulina también tiene un papel clave en la regulación de la
contractilidad cardiaca y el tono vascular. Además, en el sistema nervioso central
desarrolla un papel neuromodulador muy importante, se han identificado receptores
de insulina y diversas vías de señalización asociadas a esta en distintas zonas del
cerebro, las cuales juegan un papel importante regulando el desarrollo neuronal, la
regulación del metabolismo de la glucosa, el peso corporal y las conductas de
alimentación, además de que también participa en procesos cognitivos como la
atención, el aprendizaje y la memoria.

Las células utilizan la glucosa para producir energía potencial en forma de trifosfato
de adenosina (ATP). La entrada de glucosa en la célula se logra principalmente a
través de un proceso mediado por una familia de transportadores conocidos como
proteínas GLUT, principalmente GLUT1- GLUT4, ya que estos se expresan en tejidos
glucorreguladores. El transporte de glucosa a las células estimulado por la insulina se
logra mediante la unión de la insulina a su receptor de superficie celular y el inicio de
una cascada de eventos de señalización que culminan en la redistribución de GLUT4
(el transportador de glucosa sensible a la insulina) a la membrana plasmática. Luego,
la glucosa se transporta a través de la membrana plasmática donde se encuentra
inmediatamente fosforilado y almacenado como glucógeno o metabolizado para
producir ATP.
5
V Í A S D E S E Ñ A L I Z A C IÓ N D E L A I N S U L I N A

La vía de señalización de la insulina es un proceso molecular esencial para regular el


metabolismo energético y mantener la homeostasis de la glucosa en el organismo.
Este mecanismo inicia con la unión de la insulina a su receptor específico, el receptor
de insulina (IR), un heterotetrámero transmembrana compuesto por dos subunidades
alfa extracelulares, encargadas de la unión a la insulina, y dos subunidades beta que
atraviesan la membrana plasmática y poseen actividad tirosina quinasa intrínseca. La
interacción de la insulina con las subunidades alfa induce un cambio conformacional
en el receptor que activa su dominio tirosina quinasa, promoviendo la autofosforilación
de residuos específicos de tirosina en las subunidades beta.

Esta autofosforilación genera sitios de unión para proteínas adaptadoras, entre ellas
los sustratos del receptor de insulina (IRS, por sus siglas en inglés), como IRS-1 e
IRS-2. Una vez fosforilados en sus residuos de tirosina, los IRS sirven como
plataformas para el ensamblaje de complejos proteicos que propagan la señal. A partir
de esta etapa, la señalización de la insulina se bifurca en dos principales vías
intracelulares: la vía metabólica y la vía mitogénica, cada una mediada por diferentes
cascadas moleculares.

En la vía metabólica, los IRS fosforilados reclutan y activan a la fosfatidilinositol-3-


cinasa (PI3K) mediante la interacción de su subunidad reguladora p85 con dominios
específicos de los IRS. La activación de PI3K conduce a la conversión del
fosfatidilinositol-4,5-bisfosfato (PIP2) en fosfatidilinositol-3,4,5-trisfosfato (PIP3) en la
membrana plasmática. Este segundo mensajero, PIP3, recluta proteínas efectoras
con dominios PH (pleckstrina homóloga), como la proteína quinasa dependiente de
fosfoinosítidos-1 (PDK1) y la proteína quinasa B (Akt), que son esenciales para la
amplificación de la señal.

La activación de Akt es un evento crítico en esta vía, ya que regula múltiples procesos
metabólicos esenciales:

1. Translocación de GLUT4: Akt facilita el transporte intracelular de las vesículas que


contienen los transportadores de glucosa GLUT4 hacia la membrana plasmática

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en tejidos sensibles a la insulina, como el músculo esquelético y el tejido adiposo,
aumentando la captación de glucosa.
2. Inhibición de la gluconeogénesis: Akt fosforila e inhibe a proteínas clave en la
producción hepática de glucosa, como la fosfoenolpiruvato carboxiquinasa
(PEPCK) y la glucosa-6-fosfatasa.
3. Síntesis de glucógeno: Akt inhibe a la glicógeno sintasa quinasa-3 (GSK3),
promoviendo la activación de la glicógeno sintasa y, en consecuencia, el
almacenamiento de glucosa como glucógeno.
4. Metabolismo lipídico: Akt regula la lipogénesis y la lipólisis a través de la
modulación de enzimas como la acetil-CoA carboxilasa (ACC) y la lipasa sensible
a hormonas.

Por otro lado, la vía mitogénica se activa principalmente a través de la interacción de


los IRS con proteínas de la familia Grb2/SOS, lo que desencadena la activación de la
cascada de señales Ras-MAPK (proteína quinasa activada por mitógenos). Esta vía
está implicada en procesos de crecimiento celular, proliferación, diferenciación y
regulación de la síntesis de proteínas, pero tiene un menor impacto en el control
directo del metabolismo de la glucosa.

En condiciones patológicas como la resistencia a la insulina, esta señalización se ve


alterada. Factores como la acumulación de ácidos grasos libres, la inflamación
crónica de bajo grado y el estrés oxidativo conducen a la fosforilación aberrante de
los IRS en residuos de serina/treonina en lugar de tirosina, lo que interfiere con la
interacción IRS-PI3K y reduce la activación de Akt, como se mencionara a
profundidad más adelante. Este fallo en la señalización genera una disminución en la
captación de glucosa, un incremento en la producción hepática de glucosa y
alteraciones en el metabolismo lipídico, contribuyendo a la hiperglucemia y la
dislipidemia características del síndrome metabólico y la diabetes mellitus tipo 2.

C A U S A S Y F A C T O R E S D E R I E S G O A S O C I A DO S A L
DESARROLLO DE LA RESISTENCIA A LA INSULINA

La resistencia a la insulina es el resultado de una interacción multifactorial de causas


genéticas, ambientales y adquiridas. Entre las principales causas y factores de riesgo
asociados se encuentran los elementos de predisposición genética. Las variantes en

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genes que codifican componentes esenciales de la señalización de la insulina, como
el receptor de insulina (INSR) o los sustratos del receptor de insulina (IRS), han
mostrado alterar su funcionalidad, predisponiendo a los individuos a un estado de
insulinoresistencia. Además, se ha identificado que el exceso de tejido adiposo,
particularmente el tejido adiposo visceral, desempeña un papel central. Este tipo de
grasa produce cantidades significativas de ácidos grasos libres y adipocinas
proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y la interleucina-6
(IL-6), los cuales interfieren con la señalización de la insulina al inducir fosforilaciones
aberrantes en los IRS.

Asimismo, los hábitos alimenticios inadecuados, caracterizados por dietas


hipercalóricas ricas en carbohidratos refinados, grasas saturadas y azúcares simples,
están directamente relacionados con la lipotoxicidad y glucotoxicidad, fenómenos que
generan estrés metabólico y daño a los componentes moleculares involucrados en la
acción de la insulina. En este contexto, la inactividad física se constituye como otro
factor clave, ya que disminuye la capacidad del músculo esquelético para captar
glucosa mediada por insulina debido a la reducción de transportadores GLUT4 en la
membrana celular.

Por otra parte, el envejecimiento, asociado a cambios hormonales, acumulación de


tejido adiposo y estrés oxidativo, también se relaciona con un deterioro progresivo en
la sensibilidad a la insulina. Adicionalmente, la inflamación crónica de bajo grado,
mediada por citoquinas como TNF-α e IL-6, ha demostrado desempeñar un rol
relevante en la interrupción de la señalización insulínica al interferir con la fosforilación
de residuos críticos de tirosina en las proteínas IRS.

El estrés oxidativo, caracterizado por un aumento en la producción de especies


reactivas de oxígeno (ROS), es otro factor determinante, ya que estas moléculas
generan daño en componentes celulares esenciales, disminuyendo la eficiencia de la
vía de señalización de la insulina. Además, las alteraciones hormonales, como las
observadas en el síndrome de ovario poliquístico o el síndrome de Cushing, y el uso
de ciertos fármacos, como glucocorticoides y estatinas, contribuyen
significativamente al desarrollo de insulinoresistencia.

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Finalmente, factores ambientales como la exposición a disruptores endocrinos y
toxinas también han sido implicados como moduladores negativos de la sensibilidad
a la insulina.

En conjunto, estos factores generan un entorno metabólico adverso que afecta de


manera significativa la acción de la insulina, predisponiendo a los individuos al
desarrollo de trastornos metabólicos graves.

FISIOPATOLOGIA DE LA RESIST ENCIA A LA INSULINA

La resistencia a los efectos biológicos de la insulina es una característica distintiva


del síndrome metabólico y un factor importante que contribuye a la patogenia de la
diabetes tipo 2. En las primeras etapas de la resistencia a la insulina, el páncreas la
compensa aumentando la secreción de insulina en el torrente sanguíneo en un intento
de superar los defectos en la acción periférica de la insulina. En respuesta a esta
mayor demanda de producción de insulina, las células β se hipertrofian. En
condiciones de ayuno, la compensación basal es suficiente para mantener la glucemia
en el rango normal, sin embargo, después de una comida, cuando la glucosa se
absorbe rápidamente en el intestino, se detecta una falta relativa de insulina debido a
una compensación inadecuada, ya que la desviación de la glucosa a lo largo del
tiempo es exagerada. Esta incapacidad para absorber y eliminar la glucosa de forma
adecuada después de una comida o una prueba de glucosa se conoce como
intolerancia a la glucosa.

Es importante señalar que las mutaciones genéticas o los defectos en los


participantes de la cascada de señalización de la insulina solo en raras ocasiones
subyacen a la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2. En la actualidad, se ha
demostrado que el exceso de suministro de lípidos y las alteraciones en el
metabolismo del sustrato debido a la inactividad son las bases centrales de la
inflamación tisular crónica y contribuyen a la manifestación de la resistencia periférica
a la insulina. La acumulación tisular de especies lipídicas bioactivas en los tejidos
periféricos activa las vías de señalización proinflamatorias y las nuevas PKC, las
cuales perjudican la transducción de la señal de insulina al alterar los eventos de
fosforilación clave y las interacciones proteína-proteína clave. Se cree que los
defectos posreceptor explican gran parte, si no la totalidad, del deterioro de la acción
9
de la insulina muscular observado en la diabetes tipo 2. Muchos coinciden en que la
acción alterada de la insulina a nivel de IRS-1 se produce como resultado de la
activación de la quinasa de estrés (quinasa N-terminal c-Jun (JNK) y la quinasa del
factor nuclear-κB (IκB) (IKK)β) y la fosforilación alterada de IRS-1. La fosforilación
reducida de IRS-1 en residuos de tirosina críticos previene la unión con p85 de PI3K
y la transducción de señales aguas abajo. Además, se ha demostrado que la
alteración en el estado de fosforilación, específicamente la fosforilación de residuos
de serina, apunta a IRS-1 para la degradación proteasomal y esta es una explicación
plausible para los niveles reducidos de proteína IRS-1 en tejidos glucorreguladores.

MECANISMOS MOLECULARES

- Fosforilación en residuos de serina/treonina (Ser/Thr):

La hiperfosforilación de las proteínas IRS (sustratos del receptor de insulina) en


residuos de Ser/Thr disminuye su fosforilación en tirosina, lo que reduce su capacidad
para interactuar con la fosfatidilinositol-3-cinasa (PI3K), un paso esencial en la
señalización de la insulina. Esto conduce a una menor activación de la cinasa Akt,
afectando procesos clave como la captación de glucosa. Además, la fosforilación en
Ser/Thr promueve la degradación del IRS.

- Incremento en la actividad de fosfatasas de tirosina:

En particular, la fosfatasa PTP-1B desfosforila los residuos de tirosina tanto del


receptor de insulina como del IRS, disminuyendo su actividad y afectando
negativamente la señalización.

- Disminución en la actividad de PI3K y Akt:

Estas alteraciones interrumpen la translocación de GLUT-4 a la membrana celular, lo


que afecta la captación de glucosa en tejidos como músculo y adiposo.

- Alteraciones inducidas por inflamación:

Las citocinas proinflamatorias, como TNF-α e IL-6, activan vías como JNK y NF-κB,
que fosforilan en Ser/Thr al IRS, agravando la resistencia a la insulina.

- Estrés del retículo endoplásmico:

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El estrés del retículo induce la activación de la respuesta a proteínas mal plegadas
(UPR), que activa cinasas como PERK, IRE-1 y ATF-6, las cuales fosforilan al IRS y
reducen la eficacia de la señalización de la insulina.

- Acumulación de lípidos y metabolitos lipídicos:

Los ácidos grasos libres, diacilglicerol y ceramidas interfieren con la señalización, al


activar proteínas como la proteína cinasa C (PKC), que fosforila e inactiva el receptor
de insulina, y PP2A, que inhibe la actividad de Akt.

- Estrés oxidativo:

La producción de especies reactivas de oxígeno (ROS) genera daño a nivel


mitocondrial y celular, y activa cinasas que incrementan la fosforilación en Ser/Thr del
IRS.

DIAGNÓSTICO, ESTRATEGIAS DE MANEJO Y


TRATAMIENTO

La resistencia a la insulina no es una entidad clínica que se pueda diagnosticar


directamente ya que no existe un marcador único para su detección, sin embargo, se
utilizan múltiples métodos indirectos para evaluar la sensibilidad a la insulina y
detectar sus consecuencias metabólicas. Entre las herramientas más comunes para
el diagnóstico se encuentra el cálculo del índice de homeostasis model assessment
of insulin resistance (HOMA-IR), que se deriva de las concentraciones de glucosa e
insulina en ayuno. Un valor elevado sugiere una disminución en la sensibilidad a la
insulina. Además, otros métodos como la prueba de tolerancia a la glucosa oral
(OGTT) y la medición de la insulina plasmática durante esta prueba pueden ser útiles
para detectar alteraciones en la acción de la insulina. También se consideran
parámetros clínicos y metabólicos, como la presencia de obesidad visceral,
dislipidemia (triglicéridos elevados y colesterol HDL bajo), hipertensión arterial y
niveles elevados de glucosa en ayuno, que en conjunto forman parte del síndrome
metabólico, un marcador indirecto de insulinoresistencia.

El manejo de la resistencia a la insulina se basa en estrategias integrales que abordan


las causas subyacentes y las complicaciones asociadas. Estas estrategias incluyen
intervenciones en el estilo de vida, farmacoterapia y, en algunos casos,
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procedimientos quirúrgicos. En primer lugar, las modificaciones en el estilo de vida
son la piedra angular del manejo. Se recomienda implementar una dieta balanceada,
como la dieta mediterránea o la dieta baja en carbohidratos, que promueven un
adecuado control glucémico y mejoran la sensibilidad a la insulina. Estas dietas
priorizan el consumo de alimentos ricos en fibra, grasas insaturadas y proteínas
magras, mientras limitan el consumo de carbohidratos simples y grasas saturadas.
Paralelamente, la actividad física regular, que combina ejercicios aeróbicos y de
resistencia, desempeña un papel crucial, ya que mejora directamente la captación de
glucosa mediada por insulina en el músculo esquelético y reduce la acumulación de
grasa visceral.

Cuando las modificaciones en el estilo de vida no son suficientes para alcanzar un


control metabólico adecuado, se considera el uso de terapia farmacológica. Entre los
fármacos más utilizados se encuentra la metformina, que mejora la sensibilidad a la
insulina al reducir la producción hepática de glucosa y aumentar la captación
periférica de esta. Otros agentes como los inhibidores de la SGLT2, los agonistas del
receptor GLP-1 y las tiazolidinedionas pueden ser empleados según el perfil clínico
del paciente, con beneficios adicionales en la pérdida de peso y la mejora del perfil
lipídico.

En casos seleccionados, particularmente en pacientes con obesidad mórbida y


resistencia a la insulina severa, puede considerarse la cirugía bariátrica como una
opción terapéutica. Procedimientos como el bypass gástrico y la gastrectomía en
manga no solo promueven una pérdida de peso significativa, sino que también
mejoran la sensibilidad a la insulina a través de mecanismos metabólicos
independientes de la reducción ponderal.

Además del tratamiento, el manejo de la resistencia a la insulina requiere un enfoque


preventivo, con monitoreo regular de parámetros metabólicos y un enfoque
interdisciplinario que incluya el apoyo de nutriólogos, endocrinólogos y educadores
en diabetes. La educación del paciente es fundamental para garantizar la adherencia
a las recomendaciones y el éxito del tratamiento a largo plazo.

COMPLICACIONES: RELACIÓN CON EL SÍNDROME


METABÓLICO

12
La resistencia a la insulina es un elemento clave en la fisiopatología del síndrome
metabólico, actuando como un vínculo central entre las diversas alteraciones
metabólicas que lo conforman. Como lo hemos revisado a lo largo de este texto, este
estado se caracteriza por una respuesta disminuida de los tejidos periféricos, como el
músculo esquelético, el hígado y el tejido adiposo, a la acción de la insulina. Para
compensar esta disfunción, el páncreas aumenta la secreción de insulina, lo que
resulta en hiperinsulinemia, que, aunque inicialmenteayuda a mantener niveles
normales de glucosa en sangre, con el tiempo contribuye a una serie de disfunciones
metabólicas características del síndrome metabólico.

La resistencia a la insulina promueve la acumulación de grasa visceral, que libera


ácidos grasos libres y adipocinas proinflamatorias, exacerbando la insulinoresistencia
y perpetuando un círculo vicioso de disfunción metabólica. Además, altera el
metabolismo lipídico, favoreciendo la elevación de triglicéridos y la reducción del
colesterol HDL, lo que configura un perfil aterogénico. En el sistema cardiovascular,
la hiperinsulinemia aumenta la actividad simpática, altera la reabsorción renal de
sodio y afecta la función endotelial, contribuyendo al desarrollo de hipertensión
arterial. Además, la resistencia a la insulina dificulta la captación de glucosa en los
tejidos, lo que lleva a hiperglucemia, intolerancia a la glucosa y, eventualmente,
diabetes mellitus tipo 2.

Las complicaciones de la resistencia a la insulina y su relación con el síndrome


metabólico abarcan una amplia gama de trastornos que afectan no solo al sistema
metabólico, sino también a otros sistemas del organismo, aumentando
significativamente el riesgo de morbilidad y mortalidad.

Como se mencionó, uno de los aspectos más inquietantes de la resistencia a la


insulina es su relación con ciertos tipos de cáncer. La hiperinsulinemia, que es una
consecuencia directa de la resistencia a la insulina, se ha vinculado con un mayor
riesgo de cáncer de mama, próstata y colon. Esto se debe, en parte, a que la insulina
y el factor de crecimiento similar a la insulina-I (IGF-I) comparten una vía de
señalización común que favorece la proliferación celular y la inhibición de la apoptosis,
favoreciendo así el crecimiento tumoral. En particular, en el cáncer de próstata, la
insulina elevada podría estimular la producción de IGF-I en el hígado, lo que a su vez
incrementa la actividad mitótica en las células tumorales. Esto refuerza la idea de que

13
el síndrome metabólico, a través de la resistencia a la insulina, podría ser un factor
de riesgo importante para el desarrollo de ciertos cánceres.

Otra complicación grave asociada a la resistencia a la insulina es la demencia. Según


Kalmijn et al., los hombres diagnosticados con síndrome metabólico en la mediana
edad tienen una mayor probabilidad de desarrollar demencia, particularmente de
origen vascular, a medida que envejecen. La resistencia a la insulina y la hipertensión,
características del síndrome metabólico, pueden inducir daños en los vasos
sanguíneos cerebrales, lo que incrementa el riesgo de enfermedad cerebrovascular
y, consecuentemente, de demencia.

Además, la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico están fuertemente


asociados con enfermedades renales crónicas. Kawamoto et al. demostraron que los
pacientes con síndrome metabólico tienen un riesgo significativamente mayor de
desarrollar enfermedad renal crónica, con una razón de riesgo de 1,53 en
comparación con la población general. La hiperglucemia crónica y la hipertensión,
componentes del síndrome metabólico, son factores clave en el daño progresivo de
los riñones, contribuyendo al desarrollo de insuficiencia renal.

Otro órgano afectado por la resistencia a la insulina es el hígado. La enfermedad


hepática crónica, como la hepatitis C y la esteatosis hepática no alcohólica (NAFLD),
ha sido relacionada con la resistencia a la insulina. Tsochatzis et al. señalaron que el
síndrome metabólico predice la aparición de esteatosis hepática, una condición que
se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado, lo cual puede evolucionar a
enfermedades hepáticas más graves, como la cirrosis. La resistencia a la insulina
desempeña un papel crucial en la patogenia de la NAFLD, ya que favorece la
lipogénesis y la inhibición de la oxidación de ácidos grasos en el hígado, lo que resulta
en la acumulación de grasa hepática.

Además, la apnea del sueño se ha identificado como una manifestación asociada con
la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico. La apnea del sueño, en particular
la apnea obstructiva, está relacionada con la hipoxemia intermitente, lo que puede
exacerbar la resistencia a la insulina y agravar otros componentes del síndrome
metabólico, como la hipertensión y la dislipidemia.

La resistencia a la insulina y el síndrome metabólico no solo incrementan el riesgo de


diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, sino que también están
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estrechamente vinculados a una serie de otras complicaciones graves, incluyendo
ciertos tipos de cáncer, demencia, enfermedad renal crónica, enfermedad hepática
crónica y apnea del sueño. Estos vínculos sugieren que el síndrome metabólico es un
factor de riesgo multisistémico que afecta varios aspectos de la salud, lo que subraya
la importancia de un diagnóstico temprano y un manejo integral para prevenir y tratar
sus complicaciones asociadas. A medida que se acumula más evidencia sobre estas
asociaciones, se hace cada vez más evidente que abordar la resistencia a la insulina
y el síndrome metabólico es crucial no solo para prevenir la diabetes y las
enfermedades cardiovasculares, sino también para reducir el riesgo de otras
patologías graves.

CONCLUSIONES

La resistencia a la insulina es un trastorno metabólico complejo caracterizado por una


respuesta disminuida de los tejidos periféricos a la acción de esta hormona, lo que
resulta en una alteración significativa de la homeostasis de la glucosa. Este estado
patológico se encuentra en el núcleo del síndrome metabólico, actuando como el
vínculo fisiopatológico entre diversas alteraciones metabólicas, como la obesidad
abdominal, la hipertensión arterial, la dislipidemia y la hiperglucemia. A nivel
molecular, la resistencia a la insulina se produce por alteraciones en la señalización
intracelular, incluyendo fosforilaciones aberrantes de proteínas clave como los
sustratos del receptor de insulina, la acumulación de metabolitos lipídicos, el estrés
oxidativo y la inflamación crónica de bajo grado, que perpetúan un estado de
disfunción metabólica.

La relación entre la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico es bidireccional


y sinérgica. Por un lado, la resistencia a la insulina exacerba los componentes del
síndrome metabólico al promover un perfil lipídico aterogénico, la acumulación de
grasa visceral y alteraciones en la regulación vascular. Por otro, los factores
característicos del síndrome metabólico, como la obesidad central y la inflamación
sistémica, agravan la resistencia a la insulina, generando un círculo vicioso que
incrementa el riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2 y enfermedades
cardiovasculares.

15
En este contexto, la resistencia a la insulina no solo es un marcador temprano de
riesgo metabólico, sino también un objetivo terapéutico prioritario para prevenir
complicaciones crónicas asociadas al síndrome metabólico. Su abordaje integral, que
incluye modificaciones en el estilo de vida y estrategias farmacológicas dirigidas a
mejorar la sensibilidad a la insulina, es esencial para interrumpir este ciclo patológico
y reducir la carga global de enfermedades metabólicas.

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