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A VIEJA DE bolívar Con este apodo se conoce hasta hoy (Julio de 1898) en la villa de Huaylas, departamento de Ancachs, á una anciana de noventa y dos navidades, y qiie á juzgar por sus buenas con- diciones físicas é intelectuales, promete no arriar bandera en la batalla de la vida sino después de que el siglo xx haya principiado á hacer pinicos.
Acostumbraba doña Ana, que era muy gentil hembra de treinta navidades bien disimuladas, ir á misa en compañía de la mujer del mariscal Alonso de Alvarado, y su criada se en- cargaba, de tender las alfombrillas sobre la losa que cubría una sepultura.
Al acercarse las Navidades eran cortados árboles jóvenes, árboles que ni siquiera alcanzaban la talla ni la edad de nuestro abeto, el cual no tenía un momento de quietud ni reposo; le consumía el afán de salir de allí.
Si la culta fuere vieja, como suele suceder, para no decir á la criada que la afeite, macízame de pegotes de solíman estas quixadas; y por los carcabuesos de las arrugas, dirá: jordaname esas Navidades cóncavas; y si hubiere de mandarla que la tiña la greña de canas, la dirá: pélame esos siglos cándidos, obscuréceme esas albas .
No quiero perder la oportunidad para hablar de un refrán numismático que usaban las abuelitas cuando querían ponderar el número de navidades que una persona carga a cuestas.
En 1817, derrotado por los patriotas de Chacabuco, regresó el brigadier Osorio, y para consolarse del agravio que Marte le infiriera negándole laureles en el campo de batalla, se pro- puso cosechar mirtos en los dominios de Venus y de Himeneo. Ya era tiempo, pues su señoría el general frisaba en las cuarenta y siete navidades.
Y sólo el Supremo Hacedor sabe hasta cuando hubiera durado el diálogo de nuestros dos benditos protagonistas de no haber penetrado en aquel momento en la Venta del Ventolera, que así designan en Humaina y Roalabota el lugar donde aquellos dos nobles patricios platicaban, un nuevo personaje, hombre ya pasado, plegado, arrugado y casi del todo torcido por más de setenta navidades, vestido típica y pobremente y envuelto el escuálido busto en una manta que debió empezar a prestarle sus servicios, sin duda, allá en sus ya más que remotas, remotísimas mocedades.
Pero voy a tener que ser amable con ellos - pensó Alicia-, ¡o a lo mejor no querrán llevarme en la dirección en que yo quiera ir! Veamos: les regalaré un par de zapatos nuevos todas las Navidades.
Frisaba su señoría el marqués en las sesenta navidades, y hastiado del esplendor terrestre había ya dado de mano a toda ambición, apartádose de la vida pública, y resuelto a morir en paz con Dios y con su conciencia, apenas si se le veía en la iglesia en los días de precepto religioso.
Vieron todo el frente de la casa iluminado y oyeron gaitas y violines, y había tanto baile y bullicio dentro como solía haber en la casa de Sir Robert en Navidades y en otras grandes ocasiones.
Tales palabras se cruzaban, hace cuatro navidades próximamente, entre Carmen, hermosa criatura de diecinueve años, que llevaba dos rodando por los cafés y por las calles de Madrid con el mantón sobre los hombros y el pañuelo de seda sobre la cabeza; y Antonio, un estudiante de medicina, tan poco aficionado a los goces de la familia, como amigo de divertirse y de gastar alegremente el dinero que le mandaban sus padres para matrículas y otras atenciones de la carrera.
Buen catarro debía de ser, que pasaron las Navidades y llegaron los Carnavales sin que la castañera volviese a su sitio de costumbre.