Mas el avariento ciego y el malaventurado mezquino clérigo que, con dárselo Dios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta, me mataban de hambre, aquellos es justo desamar y aqueste de haber mancilla.” Dios es testigo que hoy día, cuando topo con alguno de su hábito, con aquel paso y pompa, le he lástima, con pensar si padece lo que aquel le vi sufrir; al cual con toda su pobreza holgaría de servir más que a los otros por lo que he dicho.
Sin embargo, otros se fueron tornando en seres malvados que abusaban de lo que los TOLTECAS creaban y los robaban, los asaltaban y los mataban; eran hombres salvajes y degradados.
Y en su cabeza danzaba una confusión de horrores, entre los cuales sobresalía el horror de no comprender. ¿Por qué los
mataban, por qué hacían ceniza sus viviendas?
Emilia Pardo Bazán
Aquellos lugares de abundancia, antes llenos de tules, bejucos, arbustos, riachuelos, huertos, plantas, aves, palacios, se fueron convirtiendo en arenas que de tanta resequedad se agrietaban. Y toltecas y chichimecas se desesperaban y se mataban por un poco de agua, por un algo de maíz.
Curetes y bravos etolos combatían en torno de Calidón y unos a otros se
mataban, defendiendo aquellos su hermosa ciudad y deseando éstos asolarla por medio de las armas.
Homero
Por esta nave se
mataban los aquivos y los teucros: sin aguardar desde lejos los tiros de flechas y dardos, combatían de cerca y con igual ánimo, valiéndose de agudas hachas, segures, grandes espadas y lanzas de doble filo.
Homero
Como el Euro y el Noto contienden en la espesura de un monte, agitando la poblada selva, y las largas ramas de los fresnos, encinas y cortezudos cornejos chocan entre sí con inmenso estrépito, y se oyen los crujidos de las que se rompen; de semejante modo teucros y aqueos se
mataban, sin acordarse de la perniciosa fuga.
Homero
Cuando los emboscados los veían venir, corrían a su encuentro, se apoderaban de los rebaños de bueyes y de los magníficos hatos de blancas ovejas y
mataban a los guardianes.
Homero
A los nobles y plebeyos los mataban los ministros de Justicia, no conforme a lo que dictaban las leyes y procediendo contra ellos jurídicamente, sino en movimientos sediciosos y pendencias, combatiéndose mutuamente con las armas.
Los corazones soportaron la fatiga cuando cazaron en los caminos, pues grande el ser de Pluvioso, Sembrador, Volcán; se alejaron por la montaña, al lado de las tribus a las que mataban.
Cuando Atenea, la diosa de los brillantes ojos, vio que aquéllos
mataban a muchos argivos en el duro combate, descendiendo en raudo vuelo de las cumbres del Olimpo, se encaminó a la sagrada Ilión.
Homero
Cuando Hera, la diosa de los níveos brazos, vio que ambos
mataban a muchos argivos en el duro combate, dijo a Atenea estas aladas palabras: —¡Oh dioses!
Homero