Contexto Literario Del Romancero Gitano

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Literatura castellana 2ºBAT

CONTEXTO LITERARIO DEL ROMANCERO GITANO


MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
Aunque normalmente ambos conceptos aparecen asociados no son conceptos equivalentes.

El término MODERNISMO designa una actitud artística innovadora y de rechazo de la estética


dominante hasta entonces, común en toda Europa entre la última década del siglo XIX y la primera
del XX, llamada “art nouveau” en Francia, “modern style” en Gran Bretaña… Fue Rubén Darío, poeta
nicaragüense, quien aplicó el término Modernismo en 1888 a una corriente de renovación literaria
de carácter esteticista iniciada por estos años en Hispanoamérica e influida por dos movimientos
literarios que se desarrollan en Francia en la segunda mitad del siglo XIX:
➢ El Parnasianismo (“El arte por el arte”) que busca la perfección formal y los versos pulidos
más que los contenidos humanos. Muestra también preferencia por ciertos temas propicios
al lucimiento esteticista: mitológicos, evocación de tiempos pasados o de ambientes
exóticos como los orientales.
➢ El Simbolismo, en cambio, no se contenta con la belleza externa y con la perfección formal.
Se proponen ir más allá de la experiencia sensible. La realidad, según estos poetas, esconde
tras sus apariencias, significaciones profundas o afinidades inesperadas con los estados de
ánimo. El escritor simbolista se propone descubrirlas y transmitirlas al lector. Se sirven para
ello de símbolos, imágenes físicas que sugieren algo no perceptible, una idea, un
sentimiento…
La estética modernista se caracteriza, en primer término, por la búsqueda de la belleza. Su temática
presenta dos campos diferentes, pero no opuestos: la exterioridad sensible y la intimidad del poeta.
Por una parte, captan el mundo sensible en busca de goces sensoriales y de belleza (paisajes,
mujeres hermosas…). Pero el mundo que les rodea, muy a menudo les deja insatisfechos, por lo que
se evaden en el tiempo o en el espacio para soñar o imaginar mundos de rutilante belleza (lo clásico;
lo medieval, lo legendario, o lo exótico como lo oriental). Del mundo contemporáneo les interesa lo
cosmopolita; de ahí su devoción por París.
La intimidad del poeta, el otro campo temático modernista, es presentada, a veces, vitalista y
sensual; otras, en cambio, está marcada por la melancolía, la tristeza o la nostalgia, de ahí que
muestren gusto por lo otoñal, lo crepuscular o lo decadente, ya que suelen proyectar su intimidad
dolorida en el paisaje, que se convierte en símbolo de su estado de ánimo. En ocasiones recuerda la
angustia romántica, propia de aquellos que se sienten frustrados en el mundo en que viven.
En cuanto al estilo, el Modernismo supone una profunda renovación en el lenguaje poético. Se
amplían los recursos expresivos en dos direcciones: por un lado, en busca de la brillantez y los
grandes efectos; por el otro, para reflejar lo delicado y lo leve. Así sucede con la utilización del color o
la musicalidad, ya que potencian los valores sensoriales de la realidad.
Para desplegar esta riqueza de valores sensoriales, manejan con habilidad todos los recursos que les
proporciona la lengua. Así encontramos abundantes recursos fónicos como la aliteración. El léxico se
enriquece con términos cultos, exóticos y evocadores. Recurren con frecuencia a la adjetivación,
unas veces con función ornamental o plástica; otras, para plasmar los sentimientos. Por último, sus
imágenes y sinestesias muestran la preeminencia de lo sensorial en esta poesía.
La búsqueda de la musicalidad les lleva a ampliar los ritmos y las formas métricas. Es característico
del Modernismo el abundante uso del verso alejandrino.

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El término GENERACIÓN DEL 98 lo acuñó Azorín en 1913 para referirse a un grupo de escritores que
habían empezado a publicar a finales del siglo XIX. Contemporáneos de los modernistas, compartían
con estos una misma actitud de protesta contra la sociedad y contra el estado de la literatura, pero lo
que los caracterizaba era su preocupación por el problema de España y su interés por cuestiones
filosóficas (Dios, el sentido de la existencia).
Se incluye dentro del grupo a Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramón del Valle Inclán, Antonio
Machado, Ramiro de Maeztu y Azorín.
El acontecimiento generacional que los une es el llamado desastre de 1898, año en que España, en
guerra con Estados Unidos, perdió sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. A raíz de este
desastre se había extendido por todo el país una sensación generalizada de crisis y decadencia. Los
escritores del 98 más que preocuparse por los problemas sociales y económicos concretos del país en
ese momento, buscan en general respuestas abstractas y filosóficas a la crisis. Es decir, el tema de
España les interesaba especialmente en el plano de las ideas y creencias. Por eso buscan la esencia
de lo español en la tradición, en la literatura clásica y medieval, en el pueblo llano, en las vidas de las
gentes sin historia (la “intrahistoria” en palabras de Unamuno) o en el paisaje castellano.
Las preocupaciones filosóficas de los escritores del 98 giran en torno a cuestiones como el sentido de
la existencia o el destino del ser humano. Estos temas derivan de la gran influencia ejercida sobre
todos ellos por los filósofos más destacados de la época, especialmente Schopenhauer, Nietzsche y
Kierkegaard.

1910-1930: NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS


Entre 1914 y el comienzo de la Guerra Civil alcanza su esplendor un grupo de intelectuales (no solo
escritores) agrupados bajo la denominación de Novecentismo o Generación del 14, porque en ese
año sucedieron hechos decisivos en su formación (entre otros, la I Guerra Mundial).
Son intelectuales liberales que pretenden la modernización de la sociedad y el acercamiento a
Europa: José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala o Eugenio D´Ors. Fue este
último quien acuñó, en catalán, el término “noucentisme”, para designar su nueva estética
reivindicativa del nuevo siglo y su rechazo de la del siglo XIX, tanto del Romanticismo como del
Realismo. Practican una literatura orientada a la serenidad clásica, con un lenguaje depurado y
selectivo y un público minoritario. Se inclinan preferentemente por la prosa poética, la poesía y el
ensayo.
En poesía, los posmodernistas inician el camino hacia una poesía pura, desprovista de anécdota y de
sentimentalismo y centrada en la perfección formal. Además de León Felipe, la gran figura es Juan
Ramón Jiménez (1881-1958), quien plantea su poesía como una búsqueda de belleza y de eternidad.

Las vanguardias en España


Las vanguardias europeas del periodo de entreguerras (Futurismo, Expresionismo, Cubismo,
Dadaísmo, Surrealismo) llegaron a España con su afán de romper con las tradiciones. Tras una
primera fase optimista y marcada por la deshumanización del arte, en la que triunfan el Ultraísmo y
el Creacionismo (1918-1925), se pasa por una rehumanización (vuelta a la expresión de contenidos
humanos, en este caso oníricos y del subconsciente) marcada por el surrealismo (1925- 1930).
Después, las urgencias políticas de los años 30 harán que las vanguardias en España se vayan
diluyendo.

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El cubismo introduce el multiperspectivismo. El futurismo exalta la civilización mecánica, las


conquistas de la técnica, el deporte, que se convierten así en temas del arte.
El dadaísmo, cuyo nombre procede de un balbuceo infantil, parte de una violenta repulsa a una
sociedad que había llevado al absurdo de la guerra y desarrolla una rebeldía pura contra la lógica y
las convenciones. Propugna liberar “la fantasía de cada individuo” y el cultivo de un lenguaje
incoherente.
El surrealismo nace en Francia, donde André Breton publica en 1924 el Manifiesto del surrealismo.
Pretende ser un movimiento de liberación total del hombre (de los impulsos reprimidos y de las
trabas impuestas por la sociedad). Para los surrealistas, lo que llamamos “vida” no es sino la cara
más gris de la realidad; hay que descubrir una “super-realidad” que se halla amordazada en el fondo
del hombre y liberarla. Ello conduce a la liberación del poder creador de los dictados de la lógica
(técnicas de la “escritura automática”, el collage o la transcripción de los sueños). De ahí la liberación
del lenguaje respecto a los límites de la expresión lógica (se mezclan objetos, conceptos…que la
razón separaría; aparecen metáforas insólitas, imágenes oníricas, uniones inesperadas de palabras)
El Ultraísmo y el Creacionismo se manifestaron sobre todo en tertulias y revistas. El primero,
formado con elementos futuristas y dadaístas, pretendía eliminar de la poesía los sentimientos y la
lógica, y presentar los signos del mundo moderno mediante una yuxtaposición de imágenes
sorprendentes, eliminando los signos de puntuación y llegando, en ocasiones, al caligrama. Su
principal impulsor y figura fue Guillermo de Torre, autor del libro Hélices (1923).
El Creacionismo, introducido en España por el poeta chileno Vicente Huidobro, usa procedimientos
similares, con la idea de que el poema debe crear la realidad, no imitarla o reflejarla; por ello debe
ser “intraducible a la prosa” y debe juntar palabras que nunca antes hayan coincidido. Influyó
fuertemente en un poeta del 27, Gerardo Diego.
Más tarde se introdujo el Surrealismo, con su idea de hacer aflorar, mediante imágenes irracionales,
el mundo del subconsciente. El Surrealismo en España fue menos radical que el francés, y supuso una
reacción frente a la poesía pura de Juan Ramón. Influyó en poetas del 27 como Lorca, Alberti,
Cernuda y, sobre todo, Aleixandre.

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