Unidad III Módulo I

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MÓDULO I UNIDAD III

MÓDULO I

UNIDAD III

SUJETOS Y OBJETO DEL PROCESAL PENAL

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MÓDULO I UNIDAD III

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SUMARIO:

A) Los sujetos del proceso penal:1. Las partes acusadoras del proceso penal:
el Ministerio Fiscal, El acusador popular, el acusador particular y el acusador privado.
El actor civil. 2. Las partes acusadas y el responsable civil. 3. Pluralidad de partes.4.
Las fuentes del Derecho Procesal Penal.

B)El objeto del proceso penal. 1. El objeto penal. 2 El objeto civil: a)


Generalidades; b) Contenido y ejercicio; 3. La acumulación de objetos procesales. 4.
Las cuestiones prejudiciales.

A) Los sujetos en el proceso penal.

1. Las partes acusadoras del proceso penal: el Ministerio Fiscal, El


acusador popular, el acusador particular y el acusador privado. El
actor civil

Con carácter muy general y antes de abordar la cuestión de quienes son parte
acusadora en un proceso penal, es necesario hacer alguna referencia al concepto de
parte en el derecho procesal.
En este sentido puede decirse que son partes en cualquier proceso
jurisdiccional quienes son capaces de ser sujetos de derechos y de obligaciones
procesales, de llevar a cabo válidamente actos en el proceso y de ser sujetos pasivos
de los que las otras partes lleven a cabo. Por lo tanto, sólo aquellos que tienen la
consideración de parte en el proceso podrán realizar válidamente actos procesales y
podrán ser sujetos de derechos en el mismo. De ahí la importancia de delimitar quién
es parte en un proceso determinado.

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Puede hablarse también del concepto de parte en sentido formal y en sentido


material. En el primero de estos sentidos es parte quien actúa en el proceso pidiendo
al órgano jurisdiccional una resolución jurisdiccional, quien aporta alegaciones y
pruebas, así como quien participa de la contradicción. Mientras que el concepto
material de partes vincula esta posición procesal con la existencia de un derecho o
relación de derecho material que justifica la posición procesal de ese sujeto.
En el ámbito de proceso civil es habitual que las partes tengan tal
consideración tanto desde el punto de vista material como formal. Así, quien ostenta
la posición procesal de actor en dicho proceso es quien puede realizar alegaciones,
solicitar que se practiquen determinadas pruebas o recurrir frente a las resoluciones
que el tribunal dicte a lo largo del proceso. Pero, a la vez, sólo podrá ocupar esta
posición procesal quien sea titular de la relación jurídica que se discute en el proceso.
Se da, pues, una coincidencia entre el titular del derecho o relación jurídico-material
que está en el fondo del proceso y quien defiende esa posición en el mismo. Con un
ejemplo podrá verse más claramente. Supongamos que el propietario de un inmueble
quiere que se declare extinguido un contrato de arrendamiento sobre dicho inmueble
debido a la falta de pago por parte del inquilino y que se le devuelva la posesión del
mismo. Pues bien, este sujeto será el actor en un proceso de desahucio frente a su
inquilino, y en el mismo podrá alegar la falta de pago, presentar las pruebas que
considere oportunas y solicitar del tribunal que dicte resolución por la que se ordene
el reintegro de las rentas adeudadas y el lanzamiento de su inquilino. Todo ello lo hará
en cuanto es propietario y arrendador del inmueble del que pretende recuperar la
posesión y frente al arrendatario con quien celebró contrato de arrendamiento. Puede
apreciarse, pues, cómo en el propietario se da la condición de parte en sentido material
y formal.
En cambio, en el proceso penal el concepto de parte es más bien formal ya
que no se corresponde con la titularidad, activa o pasiva de ningún derecho o relación
jurídico-material. Por ejemplo, el Ministerio Fiscal no puede ser parte activa de un
proceso por homicidio, basándose en un supuesto derecho subjetivo a que se castigue
al culpable del mismo. Tal derecho subjetivo no lo tendría ni, por supuesto, la víctima

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en este caso, ni sus familiares, que veremos podrían constituirse como acusación
particular. Ello se debe a que en nuestro derecho nadie tiene propiamente un derecho
subjetivo a que se castigue o se condene a quien ha realizado una conducta que pudiera
ser delictiva y por tanto no puede aplicarse el concepto material de parte en el proceso
penal. Dicho esto, lo importante será determinar quién puede, según la ley procesal,
ser considerado como parte activa o pasiva de un proceso penal y por tanto realizar
válidamente actos en el proceso en cuestión.
Comenzaremos con la parte activa o acusadora del proceso penal. A ella es a
la que le corresponde llevar a cabo la función de acusar en el proceso, conforme a las
exigencias de nuestro sistema acusatorio. Debe recordarse como dicho sistema obliga
a que en cualquier proceso penal exista un sujeto, distinto del juzgador, que sostenga
la acusación y sin que tal sujeto exista no puede desarrollarse ningún proceso penal,
ni mucho menos dictarse una sentencia condenatoria.
Del análisis de los artículos 100 a 117 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
(LECrim) se desprende que existen tres tipos de sujetos que pueden ejercitar la acción
penal en el correspondiente proceso jurisdiccional. En concreto se trataría, en primer
lugar, del Ministerio Fiscal, que según el Art. 105 tiene la obligación de ejercitar,
conforme a la Ley todas las acciones penales que consideren procedentes. En segundo
lugar, el Art. 101 también permite a todos los ciudadanos españoles ejercer la acción
penal conforme a las prescripciones de la Ley. Es lo que suele denominarse como
acusación popular. Por último, la Ley (Arts. 109 y 110) permite a los ofendidos y
perjudicados por una acción delictiva que se muestren parte en el proceso,
constituyéndose en la que se conoce como acusación particular. Veamos con algo más
de detenimiento cada una de estas partes.
• El Ministerio Fiscal. Ya se introdujeron algunos conceptos acerca del
Ministerio Fiscal y de su función en proceso penal. Recordemos como los
principios que informan el Ministerio Fiscal son distintos en función de cual
sea su ámbito de actuación. Así cuando se trata de su actuación interna los
miembros de MF se rigen por los principios de unidad de actuación y
dependencia jerárquica (Art. 2.1 del Estatuto Orgánico del MF). El Fiscal

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General del Estado, que debe ser nombrado por el Rey a propuesta del
Gobierno y oído el Consejo General del Poder Judicial, es quien ostenta la
Jefatura superior del Ministerio Fiscal y es a él a quien corresponde dictar
las Instrucciones o impartir las órdenes necesarias para la realización del
servicio que corresponde a esta institución. En cada Tribunal deberá existir
uno o varios representantes del Ministerio Fiscal, que, sin embargo están
adscritos a una sola Fiscalía, con un jefe único a cuyas instrucciones están
sometidos los subordinados, mientras que dicho jefe está a su vez sometido
a las de sus superiores jerárquicos. La vigencia de estos criterios se justifica
por razones de seguridad jurídica y para garantizar que habrá uniformidad en
la interpretación de la ley, con independencia de los cambios de funcionarios
en concreto que se produzcan en el Ministerio Fiscal.

En cambio, cuando la actuación se realiza hacia el exterior, el


Ministerio Fiscal debe actuar conforme a los principios de legalidad e
imparcialidad. Por lo tanto, cuando actúe en el proceso penal deberá hacerlo
respetando el ordenamiento jurídico vigente. Como consecuencia de ello, por
ejemplo, el Ministerio Fiscal estará tan obligado a no presentar acusación, a
solicitar el sobreseimiento de un proceso o a pedir la absolución, como a
presentar acusación o pedir la condena del acusado, cuando ello sea lo que
proceda conforme a la legalidad vigente.
En cuanto a las funciones del Ministerio Fiscal como parte
acusadora de un proceso penal, la más importante, sin duda, es la del ejercicio
de la acción penal. La propia Ley de Enjuiciamiento Criminal establece que
es obligación del Ministerio Fiscal ejercitar todas las acciones penales que se
consideren procedentes, independientemente de si existe o no acusador
particular. Con la atribución de esta función a un órgano público como es el
Ministerio Fiscal se garantiza la vigencia del principio acusatorio en nuestro
sistema procesal penal ya que será un organismo público diferente del que
juzga el que sostendrá la acusación en el proceso. Se consigue por tanto que

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quien juzga sea alguien distinto de quien acusa, a la vez que quien realiza
ambas funciones lo haga en ejercicio de una potestad o de un deber que les
otorga nuestro ordenamiento. Este deber de ejercicio de la acción penal no
existe en los casos en que se trata de hechos que pudieran ser constitutivos
de algún delito privado, ya que en estos casos sólo el ofendido estará
legitimado para ejercitar la correspondiente acción penal.
Junto a la acción penal, también vendrá obligado a ejercitar la acción
civil derivada del delito salvo que el ofendido haya renunciado expresamente
a su derecho a ejercitar esta acción en el proceso penal para acudir
posteriormente al proceso civil correspondiente.
Además, el Ministerio Fiscal podrá inspeccionar la formación del
sumario llevada a cabo por el Juez encargado de la Instrucción, entendida
dicha potestad en el sentido de concederle la posibilidad de formular
alegaciones y de proponer la práctica de las diligencias que considere
oportunas. El Instructor, por su parte, tiene la obligación de poner en
conocimiento de los miembros del Ministerio Fiscal todos aquellos hechos
que hayan llegado a su conocimiento y que pudieran ser constitutivos de
delito.
Las concretas funciones del Ministerio Fiscal y su ámbito de
actuación varían de forma más o menos importante dependiendo del tipo de
procedimiento penal en el que nos encontremos, siendo de destacar su
función en el ámbito del procedimiento abreviado o en el procedimiento de
Menores en el que dirigen la instrucción. Pero estas particularidades las
veremos en el seno de cada procedimiento en cuestión.
Igualmente, desde el 2015, como ya sabemos, el MF está al frente
del procedimiento por aceptación de Decreto.
• El acusador popular es una figura que nace de la previsión constitucional
del Art. 125 de la CE y que concede a todos los ciudadanos la posibilidad de
ejercitar la acción penal. En principio, pues, parece que cualquier ciudadano
puede ser parte acusadora en cualquier proceso penal. No obstante, existen

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algunos requisitos que deben cumplirse para que una persona pueda
constituirse efectivamente en acusador popular. En concreto:
- Debe tratarse de un ciudadano español.
- Debe estar en plenitud de sus derechos civiles
- No debe haber sido condenado dos veces por sentencia firme como
reo del delito de denuncia o querella calumniosas
- No tener la condición de juez o magistrado.

Por lo tanto, cualquier ciudadano español que cumpla estos


requisitos podrá personarse como acusación popular en un proceso penal,
siempre que se trate de un proceso por un delito público. Esta legitimación
se extiende a las personas jurídicas ya que, según ha tenido oportunidad de
pronunciarse el propio Tribunal Constitucional, no existe razón alguna para
interpretar restrictivamente el tenor del artículo 125 de la CE que
expresamente se refiere a “ciudadanos” y que, por tanto, puede ser aplicado
en sentido amplio a las personas jurídicas. Se ha llegado incluso, aunque de
forma indirecta a admitir la personación como acusación popular de órganos
de la Administración del Estado.
Además, este acusador popular tendrá que comparecer en la causa
por medio de Procurador con poder especial y Abogado, sin que tenga
derecho a que se le nombre uno de oficio. Además, vendrá obligado a prestar
fianza de la clase y cuantía que el Juez determine para responder de las
resultas del juicio. En los casos en los que el proceso ya está iniciado por el
Ministerio Fiscal o la acusación particular no se le exigirá la prestación de
fianza.
• El acusador particular es aquél que ejercita la acción penal habiendo sido
ofendido o perjudicado por el delito y solicita en el proceso penal la condena
del acusado.

Se entiende que es ofendido por el delito el titular del bien jurídico


protegido por la norma penal, ya sea ciudadano español o extranjero, persona

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física o jurídica. En determinadas ocasiones es necesario distinguir el sujeto


ofendido del perjudicado. Así ocurre en el caso del delito de homicidio, en el
que el ofendido es la víctima, quien evidentemente no puede ejercitar
ninguna acción penal, pero sí pueden hacerlo aquellos que son considerados
perjudicados por dicha conducta delictiva.
Tanto la víctima como el perjudicado por el delito podrán
personarse en el proceso penal y constituirse como acusación particular de
dos formas: con el ejercicio de la querella o con la manifestación de su
voluntad de constituirse como parte en el momento en que se les hace el
ofrecimiento de acciones. El ejercicio de la querella constituye la forma más
clara de ejercicio de la acción penal y de ella nos ocuparemos en la siguiente
lección.
Más atención prestaremos ahora a la posibilidad de personarse en el
trámite de ofrecimiento de acciones. En concreto, el artículo 109 de la
LECrim establece precisamente que debe hacerse a la víctima el ofrecimiento
de acciones, instruyéndole de tal derecho para que pueda intervenir en el
proceso como parte. Esto se entiende, evidentemente, en aquellos casos en
los que el proceso penal dio comienzo por cualquier otro medio diferente del
ejercicio de la querella por la víctima. Esta posibilidad de personarse tiene
un momento preclusivo que formalmente varía en función del tipo de
procedimiento que se trate, pero que en cualquier caso se sitúa en el primer
acto que supone formalmente el ejercicio de la acusación por el resto de
partes acusadoras ya personadas en el proceso.
En este sentido, la reforma parcial que se llevó a cabo de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal en materia de procedimiento para el enjuiciamiento
rápido de determinados delitos y de procedimiento abreviado incluyó una
previsión pormenorizada de las exigencias de información a las víctimas.
Así, el Art. 771.1 de la LECrim establece como un deber de la Policía el de
instruir al ofendido sobre los siguientes derechos:
- Mostrarse parte en la causa sin necesidad de formular querella.

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- Nombrar abogado o instar el nombramiento de uno de oficio en caso


de ser titulares del derecho a la asistencia jurídica gratuita
- A que una vez personados se ponga en su conocimiento lo actuado
y a poder instar lo que a su derecho convenga.

El Letrado Administración de Justicia Judicial deberá también hacer


las mismas advertencias a la víctima y al perjudicado en el primer momento
en el que comparezcan ante el Juez.
Finalmente y aunque no se constituyan como partes, se les deberá
notificar a los ofendidos y perjudicados determinados actos del proceso con
especial trascendencia, como serían el sobreseimiento, la hora y celebración
del proceso, el resultado del proceso, así como la interposición y resolución
de un recurso, aunque tampoco hayan sido parte en él.
• El acusador privado solamente se dará en los procesos seguidos por delitos
privados, pero en estos casos son parte imprescindible, ya que sin ellos el
proceso no existe al quedar excluida la intervención del Ministerio Fiscal. El
acusador privado es por tanto el ofendido por los hechos que constituyan
delito de injurias y calumnias y se constituye como única acusación en el
seno de ese proceso penal. Ello, a su vez conlleva a que estos procesos
puedan finalizar anticipadamente bien por el perdón del ofendido, bien por
renuncia de la acción por el ofendido, ya sea expresa o tácita.
• El actor civil. La existencia de esta parte está ligada al hecho de que en
nuestro ordenamiento es posible acumular la acción civil y la acción penal
en el mismo proceso que se desarrolla ante órganos de la jurisdicción penal.
Desde esta perspectiva se considera actor civil en sentido amplio a aquel que
ejercita la acción civil en el seno de un proceso penal. Para el Ministerio
Fiscal tal ejercicio será obligatorio junto con el de la acción penal salvo que
el ofendido renuncie expresamente a la acción civil o se la reserve para un
posterior proceso ante la jurisdicción civil.

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En sentido estricto sólo se considera actor civil a la persona física o


jurídica, distinta del acusador y que únicamente ejercita la acción civil en el
seno del proceso penal. Este sujeto podrá solicitar la indemnización por
responsabilidad derivada de los hechos constitutivos de delito, la reparación
del daño causado o la restitución de las cosas que haya perdido como
consecuencia de esos mismos hechos.
La legitimación para el ejercicio de este tipo de acciones civiles en
el proceso penal corresponde a las víctimas u ofendidos por los hechos
delictivos y a los perjudicados por los mismos. Podrán mostrarse como parte
en el proceso penal mediante el ejercicio de la acción civil en cualquier
momento anterior al trámite de la calificación del delito, sin que se le exija
previamente la presentación de una querella.

2. Las partes acusadas y el responsable civil

En todo proceso penal, en un momento determinado, debe llegar a existir una


persona frente a la que se dirijan las actuaciones procesales penales.
Dicha persona o personas serán los sujetos pasivos de la acción penal y
podrán ostentar dicha condición aquellas personas a las que el Derecho Penal les
considere capaces para ser consideradas como penalmente responsables. En este
sentido, hasta la reforma del Código Penal realizada por Ley Orgánica 5/2010, de 22
de junio, únicamente podían ser responsables penales las personas físicas. Sin
embargo, desde la entrada en vigor de dicha Ley también pueden ser responsables
penales las personas jurídicas, de manera que mediante Ley 37/2011, de 10 de octubre,
de medidas de agilización procesal se ha adaptado la regulación de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal a dicha reforma.

La Ley de Enjuiciamiento Criminal y la doctrina ha venido refiriéndose a


ellas de diferentes maneras, en ocasiones sin especial rigurosidad y en otras

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atendiendo a la situación en la que este sujeto pasivo se encuentra en el desarrollo de


la causa. En concreto:
• El investigado (antiguo imputado). Se considera que hay imputación desde
que recaen sobre una persona sospechas acerca de la comisión de un hecho
que reviste caracteres de delito, lo que da lugar a la práctica de diligencias
policiales y judiciales, como podrían ser la citación, detención o prisión
provisional. Por lo tanto, la condición de investigado se adquiere desde el
momento en que se le atribuya, más o menos fundadamente, un hecho
punible. La imputación desde el punto de vista formal no plantea problemas
en el caso del procedimiento ordinario, ya que el auto de procesamiento
cumple con este requisito. En cambio, en el ámbito del procedimiento
abreviado, al no existir auto de procesamiento podría no estar tan claro
cuándo se ha producido dicha imputación. Por ello, el Art. 775 LECrim, en
relación con el artículo 118 del mismo cuerpo legal, cuando el investigado
sea una persona física, establece la necesidad de que el Juez de Instrucción
informe al investigado de la manera más comprensible de los hechos que se
le imputan en el momento de su primera comparecencia, o en todo caso, antes
de la primera comparecencia. En el supuesto de que el investigado sea una
persona jurídica el nuevo artículo 119 de la LECrim establece las
peculiaridades de la comparecencia prevista en dicho artículo 775.

A partir de ese momento se le permite ejercitar su derecho de defensa en el


sentido más amplio y más en concreto actuar en el procedimiento penal desde
la admisión por el juez a trámite de la denuncia o querella.
• El procesado. Esta condición se adquiere desde el momento en el que se
dicta frente a determinada persona un auto de procesamiento. Este auto, que
supone la imputación formal a una persona de unos hechos punibles, se
dictará cuando existan indicios racionales de criminalidad que relacionen a
esa persona con esos hechos y en todo caso antes de finalizar el sumario.

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• El acusado. Una vez finalizada la fase de instrucción el proceso se seguirá


en la fase de plenario contra esa persona que es objeto de los escritos de la
acusación. Por ello a esta persona se la conoce, a partir de este momento,
como el acusado. Para que una persona pueda adquirir la condición de
acusado será necesario que previamente haya sido judicialmente imputado
en los términos que se vio anteriormente.

Por lo tanto, aclarados los distintos términos en los que podemos dirigirnos
a la persona que ocupa el lado pasivo de la relación jurídico procesal penal, hay que
señalar que esta persona será frente a la que se dirija la correspondiente acusación ya
que se supone que ella es el sujeto activo del delito imputado.
El sujeto pasivo debe tener capacidad para realizar actos procesales válidos.
En este sentido, las personas jurídicas por su propia naturaleza siempre tienen dicha
capacidad, mientras que respecto de las personas físicas únicamente se exige la
capacidad natural de percepción y contradicción, esto es, una capacidad mental y
física de seguir el proceso. Podría darse el caso de una persona física que fuese incapaz
desde el punto de vista penal pero que, sin embargo, tuviera plena capacidad procesal
(sería el caso de un menor). Por lo tanto, la incapacidad procesal está ligada a
situaciones que provocan que el sujeto en cuestión no tenga esa actitud, como sería el
caso de la enajenación mental transitoria, o la intoxicación plena.
En el caso de la enajenación mental transitoria lo importante para el juez será
determinar si dicho estado de enajenación se inició con anterioridad a la comisión del
delito, de manera que durante la realización del mismo el presunto autor se encontraba
bajo los efectos de esta situación; o bien, si la enajenación comenzó con posterioridad
a la realización de los hechos delictivos. Las consecuencias prácticas derivadas de una
y otra situación son diferentes ya que en el primer caso podrían dar lugar al
sobreseimiento libre y en el segundo, únicamente servirá para dictar un auto de
sobreseimiento provisional o a la aplicación de alguna circunstancia atenuante. En
cualquier caso, el juez podrá ordenar que este sujeto se someta a revisiones y a la

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observación por médicos forenses con tal de obtener toda la información que
considere necesaria sobre el estado de enajenación.

En cuanto a los derechos y obligaciones de estos sujetos hay que señalar que
desde el momento en que adquieren la condición de investigado en sentido formal les
son plenamente aplicables los derechos reconocidos en el Art. 24 de la CE. Especial
importancia cuando se trata del investigado tiene el reconocimiento del derecho de
defensa. En este concepto de defensa técnica puede distinguirse entre: la defensa
material o amplia, la autodefensa y la defensa formal o técnica.
La defensa material o en sentido amplio sería aquella función pública en la que
participan todas las autoridades y funcionarios que intervienen en el proceso penal y
que consiste en consignar todos los datos y circunstancias, ya sean favorables como
adversas al investigado, así como su deber de instruirle en todos sus derechos aunque
no esté presente su abogado.

La autodefensa o derecho a defenderse por sí mismo tiene diversas manifestaciones


en la LECrim, como sería el Art.333 que permite al procesado estar presente durante
la realización de las diligencias de inspección ocular con manifestación personal de
observaciones.

La defensa formal o técnica es la realizada a través de los profesionales del derecho y


aparece regulada básicamente en los arts. 118, 119 y 5201 de la LECrim.

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Art 520. 6. De la LEcrim señala:
La asistencia del abogado consistirá en:
a) Solicitar, en su caso, que se informe al detenido o preso de los derechos establecidos en el apartado 2 del
art 520 y que se proceda, si fuera necesario, al reconocimiento médico señalado en su letra i) del señalado
artículo.
b) Intervenir en las diligencias de declaración del detenido, en las diligencias de reconocimiento de que sea
objeto y en las de reconstrucción de los hechos en que participe el detenido. El abogado podrá solicitar al
juez o funcionario que hubiesen practicado la diligencia en la que haya intervenido, una vez terminada ésta,
la declaración o ampliación de los extremos que considere convenientes, así como la consignación en el
acta de cualquier incidencia que haya tenido lugar durante su práctica.

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En relación al derecho de defensa establece el art 118 de la LECrim que toda persona
a quien se atribuya un hecho punible podrá ejercitar el señalado derecho de defensa,
interviniendo en las actuaciones, desde que se le comunique su existencia, haya sido
objeto de detención o de cualquier otra medida cautelar o se haya acordado su
procesamiento, a cuyo efecto se le instruirá, sin demora injustificada, de los siguientes
derechos:

- Derecho a ser informado, con detalle suficiente, de los hechos que se le atribuyan,
así como de cualquier cambio relevante en el objeto de la investigación y de los hechos
imputados2.

- Derecho a examinar las actuaciones con la debida antelación para salvaguardar el


derecho de defensa y en todo caso, con anterioridad a que se le tome declaración.

-Derecho a actuar en el proceso penal para ejercer su derecho de defensa de acuerdo


con lo dispuesto en la ley.

c) Informar al detenido de las consecuencias de la prestación o denegación de consentimiento a la práctica


de diligencias que se le soliciten.
Si el detenido se opusiera a la recogida de las muestras mediante frotis bucal, conforme a las previsiones
de la Ley Orgánica 10/2007, de 8 de octubre, reguladora de la base de datos policial sobre identificadores
obtenidos a partir del ADN, el juez de instrucción, a instancia de la Policía Judicial o del Ministerio Fiscal,
podrá imponer la ejecución forzosa de tal diligencia mediante el recurso a las medidas coactivas mínimas
indispensables, que deberán ser proporcionadas a las circunstancias del caso y respetuosas con su dignidad.
d) Entrevistarse reservadamente con el detenido, incluso antes de que se le reciba declaración por la policía,
el fiscal o la autoridad judicial, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 527.

Así mismo, las comunicaciones entre el investigado o encausado y su abogado tendrán carácter confidencial
en los mismos términos y con las mismas excepciones previstas en el apartado 4 del artículo 118 de la
LEcrim.
No obstante, el detenido o preso podrá renunciar a la preceptiva asistencia de abogado si su detención lo
fuere por hechos susceptibles de ser tipificados exclusivamente como delitos contra la seguridad del tráfico,
siempre que se le haya facilitado información clara y suficiente en un lenguaje sencillo y comprensible
sobre el contenido de dicho derecho y las consecuencias de la renuncia. El detenido podrá revocar su
renuncia en cualquier momento.
2 La admisión de denuncia o querella, y cualquier actuación procesal de la que resulte la imputación de un

delito contra persona o personas determinadas, serán puestas inmediatamente en conocimiento de los
presuntamente responsables.

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- Derecho a designar libremente abogado.

- Derecho a solicitar asistencia jurídica gratuita

- Derecho a la traducción e interpretación gratuitas de conformidad con lo dispuesto


en los artículos 123 y 127 de la LECrim.

- Derecho a guardar silencio y a no prestar declaración si no desea hacerlo, y a no


contestar a alguna o algunas de las preguntas que se le formulen.

- Derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable.

Exige el Legislador que esta información se facilitare en un lenguaje comprensible y


accesible, lo que exigirá, en su caso, la necesidad de adaptar dicha información a la
edad del destinatario, a su grado de madurez, discapacidad y cualquier otra
circunstancia personal de la que pueda derivar una modificación de la capacidad para
entender el alcance de la información que se le facilita.

El derecho de defensa se ejercerá desde la atribución del hecho punible investigado


hasta la extinción de la pena, comprendiendo la asistencia letrada de un abogado de
libre designación o, en su defecto, de un abogado de oficio, con el que podrá
comunicarse y entrevistarse reservadamente. Este derecho existe incluso antes de que
se le reciba declaración por la policía, el fiscal o la autoridad judicial y supone que el
Letrado estará presente en todas las declaraciones del investigado, así como en las
diligencias de reconocimiento, careos y reconstrucción de hechos.

Todas las comunicaciones entre el investigado o encausado y su abogado tendrán


carácter confidencial. Si estas conversaciones o comunicaciones hubieran sido
captadas o intervenidas durante la ejecución de alguna de las diligencias reguladas en
esta ley, el juez ordenará la eliminación de la grabación o la entrega al destinatario de
la correspondencia detenida, dejando constancia de estas circunstancias en las
actuaciones a no ser que existan indicios objetivos de la participación del abogado en

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el hecho delictivo investigado o de su implicación junto con el investigado o


encausado en la comisión de otra infracción penal.

En el supuesto de que el sujeto investigado sea una persona jurídica el art 119 de la
LECrim (en la redacción dada por L.O. 5/2015, de 27 de abril), prevé que se practique
con ésta la comparecencia prevista en el artículo 775 de la señalada norma, con las
siguientes particularidades:

- La citación se hará en el domicilio social de la persona jurídica, requiriendo a la


entidad que proceda a la designación de un representante, así como Abogado y
Procurador para ese procedimiento, con la advertencia de que, en caso de no hacerlo,
se procederá a la designación de oficio de estos dos últimos. La falta de designación
del representante no impedirá la sustanciación del procedimiento con el Abogado y
Procurador designado.

- La comparecencia se practicará con el representante especialmente designado de la


persona jurídica investigada acompañada del Abogado de la misma. La inasistencia
al acto de dicho representante determinará la práctica del mismo con el Abogado de
la entidad.

- El Juez informará al representante de la persona jurídica imputada o, en su caso, al


Abogado, de los hechos que se imputan a ésta. Esta información se facilitará por
escrito o mediante entrega de una copia de la denuncia o querella presentada.

- La designación del Procurador sustituirá a la indicación del domicilio a efectos de


notificaciones, practicándose con el Procurador designado todos los actos de
comunicación posteriores, incluidos aquellos a los que esta Ley asigna carácter
personal. Si el Procurador ha sido nombrado de oficio se comunicará su identidad a la
persona jurídica imputada.
La presencia del investigado en la práctica de diligencias de investigación o
de prueba anticipada se entenderá siempre referida al representante especialmente
designado por la entidad, que podrá asistir acompañado del letrado encargado de la

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defensa de ésta; si bien la incomparecencia de la persona especialmente designada no


impedirá la celebración del acto de investigación o de prueba anticipada que se
sustanciará con el Abogado defensor.

Por último y para finalizar con la parte pasiva, conviene recordar las
exigencias que respecto de esta parte tiene el principio de audiencia en el proceso
penal. Vayamos por partes.

Durante la fase de instrucción de cualquier proceso penal no es necesaria la


existencia de un sujeto pasivo. Precisamente, durante dicha fase pueden llevarse a
cabo diligencias encaminadas a averiguar la identidad del mismo.
La presencia del acusado es imprescindible con carácter general, durante la
fase de juicio oral para que ésta pueda desarrollarse. Es por lo tanto en esta fase en la
que se aplica con toda su rigurosidad el principio de audiencia, según el cual nadie
podrá ser condenado sin ser efectivamente “oído” en juicio. Ahora bien, existen
situaciones excepcionales en las que este principio no es interpretado de forma tan
rigurosa y que permiten, por tanto, que el juicio se celebre y se condene a un sujeto,
sin que éste se encuentre presente físicamente. Así sucede en los juicios de delitos
leves, en el procedimiento de injuria y calumnia contra particulares y en el
procedimiento abreviado para determinados delitos (Art. 793.1.2º). En este último
caso deberá tratarse de un delito perseguido con una pena privativa de libertad de hasta
dos años o de seis, si es de otra naturaleza; que la celebración del juicio en ausencia
haya sido solicitada por el Fiscal o alguna parte acusadora, tras constatarse la
incomparecencia del acusado en el acto del juicio; que el Juez, oída la defensa, estime
que existen elementos suficientes para el enjuiciamiento; todo ello siempre que la
ausencia del acusado sea injustificada.
En el caso de que el acusado sea una persona jurídica, el nuevo artículo 786
bis, apartado segundo establece que la incomparecencia de la persona especialmente
designada por aquélla para su representación no impedirá en ningún caso la
celebración de la vista, que se llevará a cabo con la presencia del Abogado y el
Procurador de ésta.

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El instrumento legalmente previsto para tratar que el investigado ausente


comparezca al llamamiento judicial es la requisitoria. Éste es el documento en el que
consta la orden judicial de llamamiento y búsqueda de un investigado que se encuentra
en paradero desconocido. En ella deberá expresarse el nombre y los apellidos, el
cargo, la profesión u oficio del investigado, las señas por las que pudiera ser conocido,
el delito del que se le acusa, el territorio en el que se supone que se encuentra y si se
ha decretado su detención y personación o prisión, así como el lugar al que deberá ser
conducido. En los casos de acusación de persona jurídica, la requisitoria se limitará,
conforme al artículo 839 bis, a los supuestos en que no haya sido posible su citación
para el acto de primera comparecencia por falta de un domicilio social conocido.
Cuando ha transcurrido el plazo previsto en la requisitoria sin que el
investigado haya comparecido, el órgano jurisdiccional dictará un auto declarándole
rebelde. La rebeldía también produce diferentes efectos en función de la fase procesal
en la que aquella se produce:
En fase de sumario se continúa con el proceso hasta que se declara terminada
esta fase, se suspende el curso del proceso y se ordena el archivo provisional de la
causa. Lo mismo ocurre si ésta se encuentra pendiente de celebración. La suspensión
durará hasta que el rebelde se presente o sea habido. En el caso de que sean varios los
investigados y sólo alguno de ellos se encuentre en rebeldía, el proceso se suspenderá
respecto de estos últimos, mientras que continuará respecto a los que se encuentren
presentes. De forma peculiar, cuando el acusado sea persona jurídica y haya sido
declarado rebelde, se continuará con los trámites procesales hasta su conclusión.
Por último, el responsable civil es la persona contra la que se dirige el
ejercicio de la acción civil dentro del proceso penal. Será él quien de resultar
condenado deberá hacerse cargo de la restitución de la cosa, la reparación del daño o
la indemnización de perjuicios. Se distingue entre el responsable civil directo, que en
principio será el autor del hecho punible y el responsable civil subsidiario, que sin ser
autor directo de los hechos terminará respondiendo de las consecuencias de naturaleza
civil derivadas de los mismos. Son responsables civiles subsidiarios, por ejemplo, los
padres o tutores, por los daños y perjuicios causados por los delitos o delitos leves

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cometidos por mayores de dieciocho años sujetos a su patria potestad o tutela (Art.
120.1 CP). (Ver también arts. 120.2, 212, 120.3, 120.4, 120.5, 121.I y II CP).

3. Pluralidad de partes

Tanto en el lado activo del proceso como en el lado pasivo puede existir una
pluralidad de personas.
En la parte acusadora se ha visto como el ejercicio de la acción penal está
abierto a diferentes tipos de acusadores. Así podemos encontrarnos con que en el
mismo proceso penal la parte activa está formada por el Ministerio Fiscal, el acusador
particular y el acusador popular. Además, el acusador particular o el popular pueden
a su vez estar formados por distintas personas, con intereses no siempre iguales. Esto
mismo puede ocurrir también con el acusador privado, si bien en este caso no
concurrirá con el Ministerio Fiscal ni con el acusador popular, que no están
permitidos en este tipo de procesos.
También la parte acusada puede estar compuesta por una pluralidad de
personas, bien porque todas ellas han participado conjuntamente en la comisión del
hecho delictivo o bien porque entre ellas se da alguno de los vínculos previstos en el
Art. 17 de la LECrim. En estos casos el tribunal deberá dictar una sentencia
individualizada sobre cada uno de los acusados, pudiendo ser diferente su contenido
en cada caso.
Esta pluralidad de partes puede darse también en lo que al ejercicio de la
acción civil en el proceso penal respecta. Y además la existencia de actor civil en
sentido estricto o de un responsable civil distinto del acusado significará que existe
pluralidad de partes en cada uno de los lados de la relación procesal respectivamente.

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[Escriba texto]

B) El objeto del proceso penal


Con carácter general puede decirse que objeto de un proceso es aquello sobre
lo que dicho proceso trata, la materia sobre la que el mismo versa y sobre la cual debe
pronunciarse el órgano jurisdiccional competente. Esta primera aproximación es
válida para cualquier tipo de proceso, ya sea éste de carácter civil, penal, laboral o
contencioso administrativo.
Sin embargo el concepto de objeto del proceso, debe precisarse aun más
atendiendo a sus especiales características en función del tipo de proceso. La
determinación de cuál sea el objeto de un concreto proceso tiene importantísimas
repercusiones prácticas tales como la de contribuir a la fijación de la competencia,
establecer los límites en la modificación de los escritos de calificación, fijar los
términos de la correlación acusación-sentencia, o los términos de la cosa juzgada por
señalar los más importantes.
Vamos a centrarnos en el siguiente epígrafe en tratar de explicar a muy
grandes rasgos cuál es el objeto de un proceso penal, como se fija y qué consecuencias
tiene su determinación en el seno de un concreto proceso.

1. El objeto penal

La doctrina acerca del objeto del proceso se ha desarrollado en torno al objeto


del proceso civil. En tal contexto y de forma muy general cabe decir que el objeto del
proceso viene constituido por los sujetos, lo que se pide o petitum y el fundamento de
lo que se pide o causa de pedir.
La aplicación de este esquema en el proceso penal debe hacerse con
importantes variaciones que derivan de la propia naturaleza de dicho proceso.
Una de las principales características que se da en el proceso penal y que no
se da en el civil es que el objeto del proceso se va delimitando progresivamente
durante buena parte del desarrollo de dicho proceso hasta un momento, el de la
calificación definitiva, en el que ya no puede ser modificado. No obstante, esta
delimitación no puede afectar esencialmente al objeto ya que, si esto ocurre, nos

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[Escriba texto]

encontraríamos con un objeto distinto y por tanto habría que determinar si debe
iniciarse un nuevo proceso o acumularse al que ya estaba iniciado. Para saber si hay
una modificación definitiva o sustancial hay que tener en cuenta los siguientes
elementos que conforman el objeto del proceso.
Así, en cuanto a los sujetos, únicamente se tendrá en cuenta la parte pasiva
de la acción penal, con indiferencia de quién sea el sujeto o los sujetos que sostengan
la acusación. Existen tantos objetos como personas frente a las que se dirija la
acusación, aunque el hecho delictivo sea el mismo. De ahí que el art. 17 LECrim
prevea éste como uno de los supuestos para la acumulación de objetos procesales. Por
lo tanto, para la configuración del objeto de un proceso será indiferente que existan
uno o más acusadores o que estos puedan variar a lo largo del proceso.
En cuanto a lo que se pide, también tendrá una importancia relativa, en el
sentido de que configura el objeto penal la genérica petición de condena, asociada al
tipo penal por el que se acusa. La discusión se ha centrado en este ámbito en si el
órgano jurisdiccional está o no limitado por las concretas peticiones de pena realizadas
por los acusadores o si por el contrario a partir del tipo utilizado por la acusación
puede recorrer la pena en toda su extensión. Sobre este particular existen dos
posiciones contrapuestas que veremos más detenidamente en el tema sobre
correlación acusación sentencia. Sólo señalar que mientras una de ella considera que
es el Tribunal el que tiene potestad para determinar la concreta pena que corresponde
en virtud del carácter indisponible del “ius puniendi” y a la propia finalidad del
proceso penal, la otra, apoyada por un acuerdo del Pleno no jurisdiccional de la Sala
2ª del Tribunal Supremo, entiende que no puede imponerse una pena superior a la más
grave de las pedidas por las acusaciones.
Finalmente, en cuanto a los fundamentos de lo que se pide también hay que
distinguir entre los fundamentos fácticos y los jurídicos. Respecto a los primeros,
resulta esencial para la configuración del objeto del proceso el hecho punible. Así, el
llamado “hecho” o simplemente “delito” constituye el principal objeto del proceso
penal. El hecho está presente desde la aparición de la llamada “notitia criminis” que
no es más que el conocimiento de unos hechos que pudieran ser constitutivos de delito,

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[Escriba texto]

la investigación y delimitación de esos hechos durante la instrucción, la existencia de


indicios racionales suficientes de que tales hechos existen y de que podrían ser
constitutivos de delito que sirve para abrir la fase de juicio oral y finalmente su
constatación y prueba en dicha fase, de manera que fundamenten una sentencia de
condena. La mayor discusión doctrinal sobre este apartado se centra en cómo deben
delimitarse los hechos a los efectos precisamente de configurar el objeto procesal y
en concreto, en si lo que debe tomarse en consideración son los hechos sólo como
acontecer histórico, sin consideraciones normativas (teoría naturalista) o si por el
contrario se deben valorar los hechos junto con su calificación jurídica, en tanto que
pueden ser constitutivos de un ilícito penal (teoría normativista).
El fundamento jurídico, vendría a ser la calificación jurídica concreta que se
hace del hecho delictivo. Sin embargo, dicha calificación no conforma el objeto del
proceso, de manera que aunque dicha calificación se modifique estaremos ante el
mismo objeto procesal. Si esto no fuera así, bastaría con que se cambiara dicha
calificación para que finalizado un proceso penal por unos hechos pudiera iniciarse
otro frente al mismo sujeto, simplemente cambiando la calificación. Por lo tanto, a
efectos de determinar si existe litispendencia o cosa juzgada dicha calificación no será
relevante.
Eso no significa, sin embargo, que dicha calificación no tenga ningún efecto
en el proceso, ya que sí será relevante de cara a fijar la jurisdicción, competencia, tipo
de procedimiento. Problema específico que no se aborda aquí por tratarse de unas
simples lecciones para el estudio de esta asignatura en segundo curso del grado de
derecho, es el de la posible modificación de la calificación jurídica a lo largo del
proceso. Sin duda se trata de otra manifestación de la importancia que dicha
calificación tiene en la configuración del objeto del proceso y nos ocuparemos
brevemente de ella cuando estudiemos la posible modificación de los escritos de
calificación provisional al elevarse a definitivos y al estudiar la correlación acusación
sentencia.

2. El objeto civil

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a) Generalidades
En nuestro ordenamiento procesal penal es posible ejercitar, junto con la
acción penal, determinadas acciones civiles que se derivan de los mismos hechos
delictivos que han dado origen a dicho proceso penal. Se produce así una acumulación
de objetos procesales, civiles y penales, y una ampliación excepcional y puntual de la
jurisdicción de tribunales penales sobre materias civiles, que de ordinario
corresponderían a la jurisdicción civil.
En concreto, el artículo 100 de la LECrim establece que de todo delito o falta
puede nacer también acción civil para la restitución, reparación e indemnización y el
propio código penal en sus artículos 109 a 126 regula la responsabilidad civil derivada
de delitos y delitos leves. En este sentido, se ha discutido mucho acerca de si esta
responsabilidad civil era específica o si se trataba sin más de la responsabilidad civil
extracontractual recogida en el artículo 1092 del Código Civil. Podemos afirmar como
algo generalmente admitido a día de hoy que la naturaleza de la responsabilidad que
deriva del delito es la misma que la regulada en el código civil, sin que, a pesar de sus
peculiaridades, pueda llegar a configurar un régimen de responsabilidad distinto. Otra
cuestión es que el legislador haya regulado dicha responsabilidad como una acción
procesalmente distinta y por tanto con unas consecuencias procesales, derivadas de su
ejercicio, distintas de si se ejercitara la acción de responsabilidad civil
extracontractual del art. 1092 del Código civil sin más.
No es lugar este para entrar en esta materia tan específica y menos si se tiene
en cuenta que todavía no tienen los conocimientos suficientes sobre la acción civil
para abordar esta materia. Por ello nos centraremos en señalar los principales rasgos
de esta acción en tanto que se ejercita en el proceso penal.
En primer lugar hay que destacar que el ejercicio de la acción civil en el
proceso penal es voluntario. Es decir, que no necesariamente en todo proceso penal
deberá acumularse la acción civil a la penal. Es potestad de la víctima o perjudicado
el decidir si ejercita la acción o la reserva en su caso para un eventual proceso civil
posterior. Esta posibilidad se ejercita a través de la llamada reserva de acciones civiles
y debe hacerse de forma expresa por quienes están legitimados para su ejercicio.

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[Escriba texto]

En el supuesto de que tal reserva de acciones no se haga se entenderá


ejercitada la acción civil junto con la penal y deberá sostenerse por el Ministerio Fiscal
junto con la acción penal.

b) Contenido y ejercicio de la acción civil


Como ya se ha dicho, en el proceso penal pueden ejercitarse las acciones
civiles derivadas del delito. Se trata ahora de concretar cuál es el contenido de dichas
acciones. En general se puede decir que serán aquellas acciones sobre la
responsabilidad civil derivada de los hechos delictivos objeto del proceso penal.
Más en concreto se puede ejercitar la acción de restitución, que pretende
precisamente la restitución de las cosas que hayan sido objeto del delito. Con esta
finalidad ha venido admitiéndose por la jurisprudencia la acción de nulidad de los
negocios jurídicos que hayan sido el vehículo del delito. Sería el caso de una estafa
cometida a través de una compraventa. Se permitiría solicitar la nulidad de dicha
compraventa con el fin de que la situación jurídica se restituyera a aquélla que existía
antes de que el delito se cometiera.
También pueden ejercitarse las acciones de reparación del daño e
indemnización por los daños y perjuicios derivados de los hechos delictivos. Se trata
por tanto de que el culpable indemnice a la víctima o perjudicados por los daños que
el delito les haya causado. Por tales conceptos el tribunal podrá fijar la indemnización
que corresponda tanto por los daños materiales como morales e incluso el lucro
cesante, siempre que tales daños o lucro puedan ser acreditados y efectivamente sean
consecuencia de los hechos delictivos.
Están legitimados activamente para el ejercicio de esta acción tanto la
víctima como los perjudicados por el delito, así como el ministerio fiscal en los
términos que anteriormente se han comentado.
Pasivamente, la acción puede dirigirse contra quienes sean autores o
cómplices del delito, de manera que el culpable penalmente también será responsable
civil directo por los daños que sus hechos hayan podido causar. Además, otros
responsables civiles directos serán los previstos en los artículos 118 y 121 del Código

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Penal, mientras que responsables civiles subsidiarios lo serán las compañías


aseguradoras en virtud del artículo 117 CP y de los arts. 73 a 76 de la Ley 50/1980,
de 8 de octubre, de Contrato de Seguro.
Finalmente, hay que señalar que la acción penal se tramita durante la
instrucción en pieza separada y propiamente se ejercita en el juicio oral a través de los
escritos de acusación y defensa respectivamente.

3. La acumulación de objetos procesales

En determinados supuestos, los llamados delitos conexos, nuestro


ordenamiento jurídico permite la acumulación de objetos procesales. Ya nos
ocupamos de estos delitos cuando hablamos de la posible alteración de la competencia
que tal acumulación podría producir. Recordemos que se consideran delitos conexos
y que por tanto pueden ser sustanciados en un solo proceso los que cumplen con los
requisitos previstos en el art. 17 de la LECrim.
Desde el punto de vista del proceso no existe regulación alguna acerca de la
forma en la que la acumulación debe desarrollarse. En el caso de que ésta se plantee
durante la instrucción no habrá ningún problema ya que todas las garantías de
audiencia y contradicción se cumplirían. En cambio, durante el juicio oral podría
haber más problemas precisamente desde la perspectiva de dichas garantías y
especialmente cuando ya se haya practicado la prueba, lo que obligaría a repetirla,
algo a todas luces contrario a la economía procesal que es uno de los motivos de la
acumulación.

4. Las cuestiones prejudiciales

Consisten dichas cuestiones en la posibilidad de que para el enjuiciamiento


de determinadas conductas penales sea necesario considerar otras cuestiones jurídicas
pertenecientes a otras ramas del derecho, como el derecho civil, mercantil o laboral.
Por ejemplo, con carácter general, para poder apreciar un delito de estafa deberá

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[Escriba texto]

existir un acto de disposición. En qué consiste un acto de disposición no lo determina


el derecho penal, sino el civil y será desde este punto de vista desde el que tendrá que
tenerlo en cuenta el juez penal de cara a determinar si se ha producido el ilícito penal
o no.
La Ley de Enjuiciamiento Criminal establece con carácter general en sus
artículos 3 a 7 que los jueces penales tendrán competencia para resolver las cuestiones
civiles o administrativas que surjan con motivo de los hechos penalmente perseguidos.
Ahora bien, los artículos 4 y 5 prevén que si dicha cuestión fuera determinante de la
culpabilidad o inocencia, el tribunal deberá abstenerse de conocer hasta que dicha
cuestión se resuelva por la jurisdicción competente, señalándose algunos de los
supuestos concretos en los que se dará dicha suspensión. Por lo tanto, de este régimen
se desprende que la regla general es la del carácter no devolutivo de las cuestiones
prejudiciales, siendo una excepción que la cuestión tenga carácter devolutivo.

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