El Neoconstitucionalismo en América Latina: Una Perspectiva Teórica
El Neoconstitucionalismo en América Latina: Una Perspectiva Teórica
El Neoconstitucionalismo en América Latina: Una Perspectiva Teórica
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El neoconstitucionalismo en América
Latina: una perspectiva teórica
Miguel Carbonell
DERECHO CONSTITUCIONAL
Diciembre de 2007
En el presente documento se reproduce fielmente el texto original presentado por el autor, por lo cual el contenido, el estilo y la
redacción son responsabilidad exclusiva de éste. D. R. © 2007, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
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CONTENIDO
I. Introducción ............................................................................................................................ 1
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EL NEOCONSTITUCIONALISMO EN AMÉRICA LATINA: UNA PERSPECTIVA TEÓRICA
I. INTRODUCCIÓN
Diferentes aspectos de este ensayo fueron presentados y discutidos a lo largo del mes de noviembre de 2007 en el
II Congreso Internacional Derecho y Sociedad en el Estado Constitucional, organizado por la Universidad de Ma-
nizales, Colombia; en el X Congresso Brasiliense de Direito Constitucional, celebrado en Brasilia, Brasil y en el II
Congresso Internacional de Direitos Sociais, que tuvo lugar en Río de Janeiro, Brasil. Agradezco a los organizado-
res sus generosas invitaciones para participar en dichas reuniones académicas y a mis colegas colombianos y brasile-
ños por sus observaciones, comentarios y sugerencias. En particular quiero agradecer a Rodolfo Arango, Leonardo
García Jaramillo, Luis Roberto Barroso, Daniel Sarmento e Ingo W. Sarlet que hayan compartido conmigo sus dudas
y sus convicciones sobre el neoconstitucionalismo. Además del material utilizado en las conferencias mencionadas,
he retomado también algunos de los párrafos que figuran en la presentación del libro Teoría del neoconstituciona-
lismo. Ensayos escogidos, Madrid, Trotta, 2007, pp. 9-12.
1
Ver al respecto el debate sostenido entre Luis Prieto Sanchís, Juan Antonio García Amado y Carlos Bernal Pu-
lido en Carbonell, Miguel (editor), Teoría del neoconstitucionalismo. Ensayos escogidos, Madrid, Trotta, 2007, pp.
213 y siguientes.
2
Para una primera aproximación a este problema puede verse Comanducci, Paolo, “Formas de (neo) constitucio-
nalismo: un análisis metateórico” en Carbonell, Miguel (editor), Neoconstitucionalismo(s), 3ª edición, Madrid, Trot-
ta, 2006, pp. 75 y siguientes. También es de gran utilidad en completo estudio de Ribeiro Moreira, Eduardo, Neo-
constitucionalismo. A invasao de Constitucao, Sao Paulo, Editora Método, 2007.
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todo por la profundidad y grado de detalle de los postulados constitucionales que recogen tales
derechos.
Ejemplos representativos de este tipo de Constituciones lo son la española de 1978, la
brasileña de 1988 y la colombiana de 1991.
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EL NEOCONSTITUCIONALISMO EN AMÉRICA LATINA: UNA PERSPECTIVA TEÓRICA
7
Zagrebelsky, Gustavo, “Jueces constitucionales” en Carbonell, Miguel (editor), Teoría del neoconstitucionalis-
mo. Ensayos escogidos, cit., pp. 91-104.
8
Sobre el tema se puede consultar la emotiva narración de los hechos realizada por uno de sus protagonistas en el
trabajo de Jorge Mario García Laguardia, “Justicia constitucional y defensa de la democracia. El golpe de estado en
Guatemala en 1993”, Cuestiones constitucionales. Revista mexicana de derecho constitucional, número 2, México,
enero-junio de 2000, pp. 3-21.
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dico, sino incluso a crearlo. 9 Tiene razón Luigi Ferrajoli cuando señala que la ciencia jurídica no
tiene una función meramente contemplativa de su objeto de estudio, sino que contribuye de for-
ma decisiva a crearlo y, en este sentido, se constituye como una especie de meta-garantía del or-
denamiento jurídico en su conjunto.
La ciencia jurídica, nos dice Ferrajoli, puede concebirse hoy en día como “una meta-
garantía en relación con las garantías jurídicas eventualmente inoperantes, ineficaces o carentes,
que actúa mediante la verificación y la censura externas del derecho inválido o incompleto”. 10
No es difícil imaginar las muchas posibilidades e implicaciones que derivan de este tipo de pos-
tulados.
Aportaciones como las que han hecho en diferentes ámbitos culturales Ronald Dworkin,
Robert Alexy, Gustavo Zagrebelsky, Luis Roberto Barroso, Carlos Nino, Luis Prieto Sanchís o el
mismo Luigi Ferrajoli han servido no solamente para comprender las nuevas constituciones y las
nuevas prácticas jurisprudenciales, sino también para ayudar a crearlas. De entre los muchos
ejemplos que se podrían poner basta citar la enorme influencia de la teoría de los principios y de
la técnica de la ponderación de Robert Alexy en las sentencias de la Corte Constitucional de Co-
lombia (que, por cierto, ha desarrollado la mejor jurisprudencia en materia de derechos funda-
mentales de toda América Latina). Muchas sentencias de la Suprema Corte de México se han
basado de forma explícita o encubierta en los textos de Luigi Ferrajoli y lo mismo acontece en
varias resoluciones de los jueces argentinos. Gustavo Zagrebelsky ha tenido la oportunidad de
hacer aportaciones teóricas de la mayor altura, pero además ha podido ponerlas en práctica en su
desempeño como magistrado de la Corte Costituzionale italiana. Y así sucesivamente.
No faltará quien diga que ninguno de esos tres elementos es, en rigor, novedoso y que no
hacía falta inventar una nueva etiqueta para identificarlos, pues ya estaban bien analizados bajo
las coordenadas teóricas tradicionales del positivismo de la primera mitad del siglo XX. Quizá
tengan razón quienes así opinan, pero sigo creyendo que la novedad está en el conjunto: quizá no
tanto no en uno de los tres elementos si los tomamos por separado, pero sí cuando los ponemos
en común, compartiendo coordenadas de tiempo y espacio muy parecidas.
Es obvio que ya existían textos con mandatos constitucionales sustantivos desde princi-
pios del siglo XX (por ejemplo la Constitución mexicana de 1917 o la alemana de la Weimar de
1919). También es verdad que las prácticas jurisprudenciales anteriores a la Segunda Guerra
Mundial habían desplegado ciertas dosis de activismo judicial que se parecen a las que actual-
mente observamos en países con incipientes tradiciones neoconstitucionalistas. 11 Probablemente
se pueden rastrear postulados neopositivistas desde los años 30 del siglo XX.
9
Cfr. García Figueroa, Alfonso, “La teoría del derecho en tiempos del neoconstitucionalismo” en Carbonell Mi-
guel (editor), Neoconstitucionalismo(s), cit., pp. 159 y siguientes.
10
Derechos y garantías. La ley del más débil, 5ª edición, Madrid, Trotta, 2006, p. 33.
11
Lo había hecho ya la Suprema Corte de los Estados Unidos en muchas de sus sentencias más relevantes. Por
ejemplo en la más importante de todas, Marbury versus Madison (1803) donde nada menos que “descubre” –por
llamarlo de alguna forma- el control de constitucionalidad de las leyes. Lo mismo puede decirse de decisiones acti-
vistas en sentido conservador, como lo fueron en su momento Dred Scott versus Sanford (1857), sobre la constitu-
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Son elementos que sin duda alguna se encuentran en la raíz histórica y política del neo-
constitucionalismo; pero lo que resulta interesante del cuadro neoconstitucional que tenemos a la
vista en los primeros años del siglo XXI es el conjunto, la combinación de los tres elementos que
he mencionado. Y todavía más que eso: lo novedosos son sus efectos, es decir, la observación del
Estado constitucional de derecho en funcionamiento. En el campo de la práctica son muchas las
cuestiones que han cambiado en los últimos 50 años, no todas para bien dicho sea de paso. Mu-
chas de ellas podrían ser explicadas también con las herramientas analíticas que nos proporciona
el neoconstitucionalismo.
Al margen del debate que se ha intentado explicar en las páginas anteriores, lo cierto es
que es difícil observar que, en la práctica, los ordenamientos jurídicos contemporáneos han sido
modificados por una serie de cambios que guardan cierta relación con un fenómeno que ha sido
denominado como “constitucionalización del ordenamiento jurídico”. De acuerdo con Riccardo
Guastini, por “constitucionalización del ordenamiento jurídico” podemos entender “un proceso
de transformación de un ordenamiento, al término del cual, el ordenamiento en cuestión resulta
totalmente ‘impregnado’ por las normas constitucionales. Un ordenamiento jurídico constitucio-
nalizado se caracteriza por una Constitución extremadamente invasora, entrometida, capaz de
condicionar tanto la legislación como la jurisprudencia y el estilo doctrinal, la acción de los acto-
res políticos así como las relaciones sociales”. 12 Dicha constitucionalización no es un proceso
bipolar (verdadero o falso), sino que se puede ir dando conforme cada ordenamiento vaya
reuniendo algunas características. 13
Siguiendo al propio Guastini, las condiciones que son necesarias para poder decir que un
determinado ordenamiento jurídico está “constitucionalizado”, son las siguientes:
A) Una Constitución rígida. El propio Guastini apunta sobre este rasgo que la constitu-
cionalización será más acentuada en aquellos ordenamientos en los que existan principios (tanto
expresamente formulados como implícitos) que no puedan ser modificados en modo alguno: ni
siquiera mediante el procedimiento de revisión constitucional. 14 En otras palabras, a una Consti-
tución más rígida corresponde un mayor efecto de “constitucionalización” de todo el ordena-
miento.
B) La garantía jurisdiccional de la Constitución. Dicha garantía permite hacer de la rigi-
dez algo más que un simple postulado de buenas intenciones. La rigidez, para ser tal, debe poder
imponerse frente a las leyes y al resto del ordenamiento jurídico. Los modelos para llevar a cabo
el control de constitucionalidad son muy variados y pueden analizarse a la vista de su mayor o
cionalidad de la esclavitud o Plessy versus Ferguson (1896), sobre la segregación racial en los trenes y en los demás
servicios públicos.
12
Estudios de teoría constitucional, 3ª edición, México, IIJ-UNAM, Fontamara, 2007, p. 153.
13
Idem, p. 154.
14
Idem, p. 155.
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menor efectividad. Guastini distingue el modelo americano del modelo francés y del modelo con-
tinental europeo (Italia, España, Alemania, etcétera). 15
C) La fuerza vinculante de la Constitución. Este punto se concreta a través de la idea de
que las normas constitucionales (todas, con independencia de su estructura y de su contenido)
son plenamente aplicables y obligan a sus destinatarios. Tradicionalmente, no se consideraban
como vinculantes las normas programáticas (entre ellas la doctrina tradicional solía ubicar las
relativas a los derechos sociales) o los principios. 16 El proceso de constitucionalización supone
dotar de contenido normativo a todas las disposiciones contenidas en la carta fundamental; desde
luego, su fuerza normativa dependerá en mucho de la forma en que estén redactadas, de los al-
cances interpretativos que les haya dado la jurisdicción constitucional y de los ejercicios analíti-
cos que hagan los teóricos, pero de lo que no debe quedar duda es que las normas constituciona-
les son, ante todo y sobre todo, normas jurídicas aplicables y vinculantes, y no simples programas
de acción política o catálogos de recomendaciones a los poderes públicos.
D) La “sobreinterpretación” de la Constitución. Dicha sobreinterpretación se produce
cuando los intérpretes constitucionales (que son tanto los encargados de desempeñar la jurisdic-
ción constitucional como los jueces ordinarios, los demás órganos del Estado y los juristas en
general) 17 no se limitan a llevar a cabo una interpretación literal de la Constitución, sino que
adoptan una interpretación extensiva, utilizando cuando sea posible el argumento a simili. A tra-
vés de este tipo de interpretación, a la que se refiere también Guastini en otros de sus trabajos, 18
se pueden extraer del texto constitucional innumerables normas implícitas, idóneas para regular
casi cualquier aspecto de la vida social y política, y por ende, idóneas también para condicionar
de forma muy incisiva el contenido de una parte del ordenamiento jurídico. 19 “Cuando la Consti-
tución es sobreinterpretada (apunta Guastini) no quedan espacios vacíos de –o sea, “libres” del-
derecho constitucional: toda decisión legislativa está prerregulada (quizás aún, minuciosamente
regulada) por una u otra norma constitucional. No existe ley que pueda escapar al control de legi-
timidad constitucional”. 20
La influencia del derecho constitucional se extiende, desde esta perspectiva, tanto a su ob-
jeto tradicional de regulación que son los poderes públicos, sus competencias y sus relaciones
con los particulares, como a las diversas ramas del derecho privado, que también se ven condi-
cionadas por los mandatos constitucionales, entre los cuales destacan —por la magnitud de su
impacto sobre el derecho privado— las normas constitucionales que establecen los derechos fun-
damentales; 21 como apunta Konrad Hesse, “Los derechos fundamentales influyen en todo el De-
recho... no sólo cuando tiene por objeto las relaciones jurídicas de los ciudadanos con los poderes
públicos, sino también cuando regula las relaciones jurídicas entre los particulares. En tal medida
sirven de pauta tanto para el legislador como para las demás instancias que aplican el Derecho,
15
Idem, pp. 155-157.
16
Idem, pp. 157-158.
17
Sobre este punto véase el clásico trabajo de Peter Häberle, “La sociedad abierta de los intérpretes constitucio-
nales” en el libro del mismo autor, Retos actuales del Estado constitucional, Oñati, IVAP, 1996.
18
Ver por ejemplo sus Estudios sobre la interpretación jurídica, 5ª edición, México, IIJ-UNAM, Porrúa, 2003.
19
Ribeiro Moreira, Eduardo, Neoconstitucionalismo. A invasao de Constitucao, cit., pp. 81 y siguientes.
20
Estudios de teoría constitucional, cit., pp. 159-160.
21
Pereira de Souza Neto, Cláudio y Sarmento, Daniel (coordinadores), A constitucionalizacao do direito. Fun-
damentos teóricos e aplicacoes específicas, Rio de Janeiro, Lumen Iuris, 2007.
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todas las cuales al establecer, interpretar y poner en práctica normas jurídicas habrán de tener en
cuenta el efecto de los derechos fundamentales”. 22
E) La aplicación directa de las normas constitucionales. Esta quinta condición para la
constitucionalización del ordenamiento jurídico tiene que ver con dos cuestiones: a) el entendi-
miento de que la Constitución rige también a las relaciones entre particulares y no es un texto
dirigido solamente a las autoridades u órganos públicos; 23 y b) que todos los jueces pueden apli-
car la Constitución, incluso sus normas programáticas o normas de principio. 24 Estos dos aspec-
tos no se encontraban en el constitucionalismo clásico, pero se han ido conquistando de forma
paulatina en los años recientes tanto por la doctrina como por la jurisprudencia constitucio-
nales. 25
F) La interpretación conforme de las leyes. Guastini apunta que esta condición no tiene
que ver con la interpretación de la Constitución, sino con la interpretación de la ley. 26 La inter-
pretación conforme se da cuando, al tener la posibilidad un juez de aplicar a un caso concreto la
interpretación X1 de una ley o la interpretación X2, opta por la que sea más favorable para cum-
plir de mejor forma (de manera más completa) con algún mandato constitucional. Desde luego, la
interpretación conforme también significa que, ante una interpretación de la ley que vulnera el
texto constitucional u otra interpretación de la misma ley que no lo vulnera, el juez prefiere ésta
última. 27
G) La influencia de la Constitución sobre las relaciones políticas. La última de las condi-
ciones de constitucionalización del ordenamiento a las que se refiere Guastini consiste en una
pluralidad de elementos entre los que se pueden mencionar los siguientes: a) que la Constitución
prevea un sistema de solución de diferencias políticas entre órganos del Estado (incluso entre
órganos de los diversos niveles de gobierno en los Estados que sean federales o regionales), que
permita a un órgano jurisdiccional resolverlos aplicando normas constitucionales; b) que los ór-
ganos jurisdiccionales encargados de la justicia constitucional no asuman actitudes de self res-
traint frente a lo que en alguna época se ha llamado las “political questions”, sino que todos los
espacios del quehacer público del Estado sean reconducibles a parámetros de enjuiciamiento
constitucional; y c) que las normas constitucionales sean utilizadas por los principales actores
22
Hesse, Konrad, “Significado de los derechos fundamentales” en Benda, Maihofer, Vogel, Hesse, Heyde, Ma-
nual de derecho constitucional, Madrid, IVAP-Marcial Pons, 1996, p. 93.
23
Sobre la proyección de las normas constitucionales que establecen derechos fundamentales a las relaciones en-
tre particulares puede verse, por ejemplo, Carbonell, Miguel, “Principio de no discriminación y relaciones entre
particulares”, Revista de Direito do Estado, año 2, número 5, Río de Janeiro, enero-marzo de 2007, pp. 119-165. En
América Latina creo que han sido los juristas brasileños los que mayor atención le han puesto a este tema; dentro de
la amplia doctrina brasileña existente puede verse, por ejemplo, Sarmento, Daniel, Direitos fundamentais e relacoes
privadas, 2ª edición, Río de Janeiro, Lumen Iuris, 2006 y Afonso Da Silva, Virgílio, A constitucionalizacao do direi-
to. Os direitos fundamentais nas relacoes entre particulares, Sao Pualo, Malheiros, 2005.
24
Obviamente, en aquellos países en los que exista un control “concentrado” de constitucionalidad de las leyes,
los jueces ordinarios no podrán declarar la inconstitucionalidad de una ley, pero sí podrán utilizar a la Constitución
de forma directa en aquellos casos en los que las leyes no tengan ninguna previsión o para llegar a la interpretación
legal que mejor desarrolle los propios mandatos constitucionales.
25
Guastini, Estudios de teoría constitucional, cit., pp. 160-161.
26
Idem, p. 160.
27
Jiménez Campo, Javier, “Interpretación conforme” e “Interpretación constitucional”, ambas en Enciclopedia
Jurídica Básica, Madrid, Civitas, 1995.
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Aunque una visión moderna del Estado constitucional sostiene que la Constitución debe
ser concebida como una norma aplicable aquí y ahora, y no como una recomendación solamente
dirigida a regular un futuro que puede no hacerse nunca presente, hay que considerar que los tex-
tos constitucionales contienen, en alguna medida, pretensiones que en el momento de entrar en
vigor pueden ser consideradas utópicas. El carácter normativo de la Constitución no supone ne-
gar que el Poder Constituyente haya querido poner en el texto de la norma suprema sus aspira-
ciones de país, la forma que debería tener la sociedad desde su punto vista.
Por tanto, se puede afirmar que toda Constitución incorpora un ingrediente utópico que
sirve de marco de referencia de lo que una sociedad entiende como deseable para sí misma en el
futuro, de aquello que se comprende como metas que se tienen que ir logrando a partir de una
nueva organización jurídico-política y también como un parámetro de legitimación del poder
público. 30 Como sostiene Hans Peter Schneider:
La Constitución posee, más bien, el carácter de un amplio modelo, es un modelo de vida para la comunidad
política orientado hacia el futuro... y, por ello, siempre tiene algo de ‘utopía concreta’. De ello resulta la
orientación finalista del Derecho constitucional con respecto a determinados pensamientos orientativos, direc-
tivas y mandatos constitucionales, que reflejan esperanzas del poder constituyente y prometen una mejora de
las circunstancias actuales; es decir, que van más allá de registrar solamente las relaciones de poder existen-
tes. Tales objetivos de la Constitución son la realización de una humanidad real en la convivencia social, el
respeto de la dignidad humana, el logro de la justicia social sobre la base de la solidaridad y en el marco de la
igualdad y de la libertad, la creación de condiciones socioeconómicas para la libre autorrealización y emanci-
pación humana, así como el desarrollo de una conciencia política general de responsabilidad democrática. Es-
tos contenidos de la Constitución, la mayoría de las veces, no están presentes en la realidad, sino que siempre
están pendientes de una futura configuración política... la Constitución... se produce activamente y se trans-
forma en praxis autónomamente en virtud de la participación democrática en las decisiones estatales. 31
28
Guastini, Riccardo, Estudios de teoría constitucional, cit., pp. 163-164.
29
Barcellos, Ana Paula de, “Neoconstitucionalismo, direitos fundamentais e controle das políticas públicas” en
VV. AA., Direitos fundamentais: estudos em homenagem ao Professor Ricardo Lobo Torres, Río de Janeiro, Reno-
var, 2006.
30
Aragón, Manuel, “Sobre las nociones de supremacía y supralegalidad constitucional”, Revista de Estudios Po-
líticos, número 50, Madrid, 1986, p. 11; Cfr. las observaciones de J.J. Gomes Canotilho sobre la “Constitución diri-
gente” en su trabajo “¿Revisar la/o romper con la constitución dirigente?. Defensa de un constitucionalismo moral-
mente reflexivo”, Revista Española de Derecho Constitucional, número 43, Madrid, enero-abril de 1995, pp. 9 y ss.
31
Democracia y constitución, Madrid, CEC, 1991, p. 49.
8
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