La Poesía Del Modernismo a Las Vanguardia
La Poesía Del Modernismo a Las Vanguardia
La Poesía Del Modernismo a Las Vanguardia
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1.1.Antecedentes
En el caso español, el panorama literario en el que crecerán los jóvenes poetas, y contra el que se rebelarán,
aparece dominado por los escritores realistas, algunos de ellos en plena madurez creadora, pero que ni en el teatro ni,
sobre todo, en la poesía habían alcanzado las mismas cotas de calidad que en la novela. De este modo, la poesía
aparece caracterizada por una vulgaridad generalizada en el que apenas pueden señalarse poetas menores como
Ramón de Cam
poamor o José Mª. Gabriel y Galán (este último, por edad, contemporáneo de los modernistas, pero muerto joven,
antes de alcanzar su madurez). Solo Gustavo Adolfo Bécquer resulta una referencia válida (y, en mucho menor
medida, Rosalía de Castro), cuya influencia se dejará sentir en la juventud de todos los poetas posteriores, y cuyas
ideas poéticas pueden rastrearse en todo el periodo que estudiamos, en algunos de ellos (Juan Ramón, Salinas), como
auténticos temas centrales de su poesía. Entre estas ideas que perdurarán, y que convierten a Bécquer en el auténtico
iniciador de la poesía contemporánea española, podemos citar:
- La poesía como única fuente de conocimiento verdadero sobre las verdades esenciales de la vida, especial
mente del alma humana.
- El lenguaje no es adecuado para transmitir esos misterios; la gran dificultad del poeta es dominar ese len
guaje, para crear un nuevo lenguaje poético apto para esos temas inefables, que al menos pueda esbozar
una pálida sombra de esas verdades que el poeta sólo alcanza a entrever.
- Importancia de la inspiración y la evocación poética, posteriormente complementada por el intuicionismo de
Bergson, como vía de acercamiento a la esencia de la realidad.
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Sin entrar tampoco en la cuestión de la mayor o menor amplitud de la nómina de autores incluidos en el
moder nismo o el 98, nos limitaremos a señalar sus características fundamentales y reseñar brevemente a los poetas
más des tacados.
Además de la mencionada desazón espiritual y el rechazo al arte y la ideología precedentes, podemos destacar
otras características reconocidas como comunes a prácticamente todos los autores que vamos a seguir llamando, en
conjunto, modernistas. Empezaremos por destacar el ideal del arte por el arte (“ars gratia artis”), y el culto a la belleza
como ideal supremo del arte. Se busca la forma ideal y exquisita, la sonoridad perfecta. Esto excluye por tanto la vul
garidad reflejada en la literatura realista. También se reconoce su generalizado espíritu cosmopolita, de ciudadanos del
mundo, que se manifiesta en su interés por las ideas estéticas o filosóficas extranjeras que empiezan a entrar en España
con cierta asiduidad. La referencia fundamental es París, pero también interesan Londres, Viena o Berlín. Esto no se
contradice con un renovado nacionalismo e interés por la propia tierra y su cultura (el mundo precolombino e indígena
americano en Rubén, la tierra vasca en Unamuno o Baroja, el Levante de Azorín, el Moguer de Juan Ramón…).
1.4.Características de la poesía
En cuanto a la poesía suelen destacarse una serie de características comunes que, no obstante, solo se corres
ponderían al momento inicial de deslumbramiento de los jóvenes por la brillantez de Rubén, que daría origen a una
oleada de admiración y de imitación por parte de muchos de ellos, como Salvador Rueda (algo mayor que los demás y
considerado por ello como un precursor), Francisco Villaespesa o Eduardo Marquina. Sin embargo, hemos de señalar
que estas características, convertidas casi en tópicas, serían pronto superadas y solo permanecerían fieles a ellas los
menos originales de entre nuestros poetas. Algunos, como Antonio Machado o Juan Ramón, ni siquiera en estos mo
mentos iniciales se ajustarían completamente a estas características, pues buscaron desde el principio una voz y un
estilo propios. Enumeraremos brevemente algunas de estas características:
- Se suele afirmar que se trata de una poesía de los sentidos, tanto en sus contenidos (con escenarios
deslumbrantes y coloridos, y abundancia de imágenes brillantes y sinestesias), como en la sonoridad, lograda
mediante una métrica innovadora, rimas sorprendentes y recursos fónicos como la onomatopeya y la
aliteración.
- En la métrica se busca también la innovación y la sorpresa, pero esta innovación suele llegar a través de la
recuperación (y reinterpretación) de formas clásicas, algunas de ellas casi olvidadas, como la cuaderna vía y el
alejandrino en general (que participará de variadas combinaciones), el dodecasílabo o el soneto, que será
objeto de variados experimentos de medida y rima. Incluso, se recuperan modelos grecolatinos (basados en el
ritmo acentual) como el hexámetro. Tampoco faltan experimentos con el verso blanco y el verso libre.
Paralelamente, interesarán también los metros tradicionales como cuartetas, redondillas, coplas, zéjeles y
villancicos, distintas estrofas flamencas y de otros folclores y, fundamentalmente, variadas formas del
romance (con distintas medi
das, con los versos distribuidos en grupos estróficos más o menos regulares…).
En definitiva, y simplificando mucho, podemos distinguir dos formas poéticas fundamentales: una poesía de
arte mayor, sonora y solemne, a veces algo pomposa, y a menudo con un tono reflexivo y melancólico; y una
poesía de arte menor, predominantemente ligera y chispeante, pero que muchas veces alcanza una enorme con
centración conceptual y, en consecuencia, de gran profundidad reflexiva (un buen modelo de esto son los “Pro
verbios y cantares” de Antonio Machado y muchísimo poemas brevísimos de Juan Ramón). El romance, en sus
variadas formas, servirá también para expresar una profunda melancolía (una vez más hemos de nombrar a los
jóvenes Antonio Machado y Juan Ramón). No obstante, ambas formas poéticas se darán no sólo en un mismo
poeta, sino incluso en un mismo libro, una junto a otra.
- Su estilo busca un lenguaje culto y original, lo que lleva tanto a la creación de neologismos sorprendentes como
a la recuperación de antiguos cultismos. Predomina una retórica exuberante y elegante, de cuidada selección
léxica. Se aprecia una cierta actitud aristocrática y elitista, lo que no excluye un frecuente popularismo.
- En cuanto a los temas, se han señalado dos tendencias, o dos actitudes, fundamentales:
- Una actitud escapista, que busca la evasión de los problemas de la realidad circundante. Esta evasión de la
realidad se manifiesta, por un lado, en el canto a los placeres, fundamentalmente eróticos, pero también
a la embriaguez. Muchos artistas fomentan conscientemente una imagen de sí mismos hedonista y des
preocupada (léase el autorretrato de Manuel Machado en el poema “Adelfos”), que a menudo no se co
rresponde con su verdadera actitud vital. Por otro lado, la evasión busca la huida hacia mundos utópicos,
bien en un pasado legendario (una Edad Media legendaria o la Antigüedad mitológica), en lugares
lejanos y exóticos (el oriente, los mares del sur), o en mundos de fantasía irreal, poblados de unicornios,
duendes y hadas. Otras veces los escenarios son más cercanos, pero igualmente exóticos, como paisajes
de belleza agreste y primitiva o jardines aristocráticos y melancólicos. El cisne es el símbolo destacado
de estos escenarios preciosistas y, por extensión, de todo el modernismo.
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- Una actitud melancólica, introspectiva y reflexiva, que puede ir desde la insatisfacción y el hastío de la
vida cotidiana hasta una profunda amargura existencial.
Nuevamente, hemos de señalar que ambas líneas temáticas se dan juntas en los mismos poetas, normalmente
como una evolución personal, como en la madurez de Rubén Darío, pero también a menudo en poemas escritos casi en
las mismas fechas por un mismo autor. Ya hemos advertido que este conjunto de características constituyen una simpli
ficación que no refleja la compleja variedad poética. Sólo los más mediocres y menos originales de nuestros poetas
permanecieron anclados en estas características tópicas.
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Es conocida la anécdota de la postal escrita por Villaespesa (y firmada por Rueda y el mismo Rubén), en la que invitaban a Juan
Ramón a acudir a Madrid para “luchar por el modernismo”.
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con una estética a menudo cercana al expresionismo e incluso, en ocasiones, a un temprano surrealismo. Podríamos
definir su tema fundamental como la visión de una realidad oculta y oscura, primaria y a menudo brutal, que se
desarrolla en burdeles y tabernas. Su siguiente poemario, El pasajero (1920), es más reflexivo y sus temas
fundamentales son las inquietudes existenciales, en particular el pecado y la presencia constante de la muerte. A partir
de entonces, Valle
Inclán centra su esfuerzo en el teatro y, ocasionalmente en la narrativa. En 1930 reuniría toda su obra poética bajo el
título de Claves líricas.
Lugar destacado, y muy singular, ocupa Miguel de Unamuno entre los poetas de esta generación. Su poesía
es en muchos sentidos única y opuesta a la mayoría de las características modernistas. Él mismo confiesa no haber
escrito apenas ningún verso antes de los treinta años, por lo que su dedicación a la poesía se produce cuando su
estética y sus temáticas fundamentales están ya muy conformadas (la angustia existencial, la agonía de la fe y la
inmortalidad del alma, la personalidad, la intrahistoria). Esos mismos serán los temas de su poesía. Como en su prosa,
su estilo es sobrio y sin adornos, incluso en ocasiones seco y adusto, tosco en opinión de muchos críticos. Sin
embargo, la sinceridad y la profundidad de su pensamiento producirán versos de una casi inigualable emoción lírica.
Muy revelador es su “Credo poético” de 1907. También resultan muy reveladores de su pensamiento poemas como
“La oración del ateo”, “A mi buitre”, “Al buitre de Prometeo” o “El Cristo de Velázquez” (en el libro del mismo
título). Además del mencionado El Cristo de Velázquez (1920), citaremos también Poesías (1907), Rosario de sonetos
líricos (1911), Poemas a Teresa (1923) y el póstumo Cancionero (1953).
Pero indudablemente los dos grandes poetas de este periodo son Antonio Machado (1875-1939) y Juan
Ramón Jiménez (1881-1958), a los que no pocos críticos señalan como las raíces principales de las distintas
tendencias de toda la poesía española posterior. Unidos por una entrañable amistad y bastantes ideas comunes en
cuanto a la poesía, serían sin embargo autores de obras poéticas muy distintas entre sí. Ambos se iniciarían en un
modernismo melancólico, muy influido por Bécquer, y evolucionarían posteriormente por caminos muy personales.
Estudiamos aquí a Antonio Machado. En cuanto a Juan Ramón Jiménez, aunque se inicia muy precozmente en
la poesía reconociéndose él mismo como modernista, etapa que se prolongaría al menos hasta 1914, los estudiaremos
en el apartado siguiente, el Novecentismo, generación que le correspondería por edad.
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Sólo publicada entonces como parte de la primera versión de sus Poesías completas.
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Su última etapa se inicia con Nuevas canciones (1924), a partir del cual, su interés por la lírica parece decaer.
Lo más interesante de esta etapa son sus temas filosóficos, a menudo plasmados en poemas brevísimos, a modo de
aforismos, de una gran condensación conceptual3. Incluso las posteriores “Canciones a Guiomar”, ya residiendo en Se
govia, parecen a menudo más un diálogo filosófico que un poemario amoroso4. El estallido de la Guerra Civil sería el
tema de sus últimos poemas, entre los que sobresale el dedicado a la muerte de Lorca (“El crimen fue en Granada”) y
algunos sonetos. Ya desde 1926 había dirigido gran parte de su esfuerzo literario a la creación teatral, en colaboración
con su hermano Manuel, y a la plasmación en prosa de sus pensamientos, a través de personajes heterónimos como
Juan de Mairena o Abel Martín. Estos escritos en prosa se recogerían en el libro Juan de Mairena.
Observamos, pues, que la obra de Machado es relativamente breve, dividida en tres etapas fundamentales, cada
una de ellas representada por un único libro. Su relativo apartamiento de la lírica en sus últimos años y su muerte pocas
semanas después de partir al exilio, hicieron que su poesía quedara caracterizada como una superación del modernismo
e indisolublemente asociada con la estética y la ideología noventayochistas.
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De hecho, Machado comienza a estudiar a distancia la carrera de Filosofía, y sería uno de sus profesores José Ortega y Gasset,
con quien establecería un fluido intercambio de cartas. También se incrementa la correspondencia que mantiene con Unamuno
sobre temas filosóficos.
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Hace unos años, Guiomar fue identificada como Pilar Valderrama, un ama de casa casada, con la que al parecer Machado vivió
un casto romance y con la que se reunía los fines de semana en Madrid.
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En este apartado, reproduzco casi literalmente de LÁZARO, F. Y TUSÓN, V.: Literatura del siglo XX, Madrid, Anaya, 1989 (libro
de texto de COU)
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clásico, los ritmos abruptos y solemnes y el vocabulario escueto acaban siendo los rasgos más
característicos de este poeta de rara originalidad, en libros como Las ubres luminosas (1923) o Los labios
del monte (1924).
− Mauricio Bacarisse (madrileño, 1895-1931) es autor de libros como El esfuerzo (1917), El paraíso desde
ñado (1928) y Mitos (1929). Arranca desde el intimismo pero, en la última obra citada, se halla una poesía
intelectual de corte juanramoniano, así como ciertos rasgos vanguardistas.
− Juan José Domenchina (madrileño, 1898-1959) se declaraba discípulo de Juan Ramón y del poeta francés
Paul Valery. Siguiendo a este se proponía una poesía que fuera “una fiesta para el intelecto”. Poesía “pura”,
por tanto, en libros como Las interrogaciones del silencio (1918) y La corporeidad de los abstracto (1929).
Exiliado en México, donde murió, su lírica adquiere tonos doloridos y humanísimos en Destierro (1942).
− Fernando Villalón (sevillano, 1881-1930), ganadero de reses bravas y muy querido por los poetas del 27,
aportaría igualmente aires nuevos, pero por un camino muy distinto: el de una poesía de corte muy popular;
así en Andalucía la baja (1926).
− José Moreno Villa (malagueño, 1887-1955) estuvo también en contacto con los poetas del 27, pero su obra,
tras unos comienzos posmodernistas, se inscribe en una línea muy intelectualizada, de la que puede se
muestra El pasajero (1914), con prólogo de Ortega y Gasset. En 1924 se confiesa partidario de una “poesía
desnuda”, reducida a los “elementos indispensables”, sujeta a las “normas clásicas”, bien construida.
− León Felipe es un caso aparte dentro de su generación, por su postura invariablemente al margen de la
poesía deshumanizada. Zamorano, nacido en 1884, fue farmacéutico, actor y muy viajero. Vehemente
defensor de la República, tuvo que exiliarse a México, donde murió en 1968. En 1920 apareció su primer
libro, Versos y oraciones de caminante, personalísimo por el ritmo de su verso libre, la desnudez coloquial
del léxico y su carga religiosa y humana. Al llegar la guerra, su tono se hace más encendido, más intenso,
violento, profético. Recordemos El payaso de las bofetadas (1938) o Español del éxodo y del llanto (1942).
2.2 Juan Ramón Jiménez
Más abundante y compleja es, en cambio, la obra de Juan Ramón Jiménez. Por su edad, suele incluírsele en
la etapa inmediatamente posterior, el novecentismo. Sin embargo, Juan Ramón fue unánimemente reconocido en sus
inicios como uno de los representantes más destacados del modernismo y el propio poeta reconocería siempre una
deuda de gratitud hacia lo que él consideró “un gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza”. Ya desde
sus primeros poemas adolescentes, en periódicos y revistas, Juan Ramón llamó la atención de los modernistas,
incluido el mismísimo Rubén, que prologaría uno de sus dos primeros libros de 1900 (Almas de violeta y Nínfeas), de
los que posteriormente renegaría su autor. Estas influencias modernistas, siempre con tonos muy personales, será
apreciable en la poesía de Juan Ramón, al menos, hasta 1914-1915.
Las dos clasificaciones (divisiones en etapas) más conocidas de la obra de Juan Ramón fueron propuestas por
el propio autor en distintos momentos de su vida. La primera de ellas se basa en un conocido poema del libro
Eternidades (1918), que comienza “Vino, primero, pura / vestida de inocencia…”. De este modo define Juan Ramón
sus primeros poemas adolescentes, que posteriormente se irían adornando con los “ropajes” modernistas, hasta que,
saciado de los fastuosos “tesoros”, en algún momento alrededor de 19156, comenzara una progresiva labor de
depuración poética, hacia un ideal de poesía desnuda7.
La otra clasificación de su obra, más completa por ser más tardía, también fue propuesta por el propio autor ya
en su exilio americano y en ella basaremos la exposición que sigue. No obstante, antes de comenzar dicha exposición,
hemos de señalar la obsesión del poeta por la revisión constante de su obra (la “obra en marcha”). En una ocasión
afirmó que su sueño inalcanzable como poeta sería poder revisar toda su obra justo en el último segundo antes de su
muerte. Esto se traduce en una doble labor como poeta: por un lado, de creación de su nueva obra, por otro, de
revisión y reelaboración de su obra pasada. Cada nueva reedición de una obra anterior, o cada nueva antología, se
convierte en una fuente de preocupaciones para el poeta, y en un arduo proceso en el que corrige, pule, reordena o
elimina muchos poemas. El propio poeta parece reprenderse a sí mismo en el brevísimo poema “no le toques ya más /
que así es la rosa”.
Antes de detenernos brevemente en cada una de estas etapas, señalemos también, como una de las constantes
de su larga carrera, lo que él mismo denominó su “triple sed”: “sed de belleza, sed de conocimiento, sed de eternidad”.
Triple búsqueda que, aunque podamos asociar preferentemente cada uno de sus elementos con cada una de las etapas
que a continuación veremos, mantendrá invariable e inseparable durante toda su vida. Veamos ya esas etapas: 8
∙ Etapa sensitiva, desde sus inicios hasta 1915. Se suceden tres fases en esta etapa:
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No es casual que por las mismas fechas conociera a la que habría de ser su esposa, Zenobia Camprubí.
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Todas ellas, recordemos, anteriores a 1918, año en que se publicó el poema que comentamos.
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Para abreviar, tomo esta parte del libro de texto de McGraw Hill de 2º de Bachillerato.
7
− Primeras obras, impregnadas de posromanticismo becqueriano y de cierto modernismo, más sensorial en Almas de
violeta y Ninfeas (ambos de 1900, que no fueron del gusto de la crítica ni, posteriormente, del propio autor) y
luego más intimista y simbolista (“vestida de inocencia”) en Arias tristes (1903) o Jardines lejanos (1904), obras
de gran sencillez, con poemas me lancólicos, que tratan la soledad, el tiempo, el erotismo, la muerte... Predominan
el octosílabo y la asonancia.
− Obras modernistas (vestidas con los «ropajes» del modernismo). Hay más presencia de elementos sensoriales, de
adjetivación más brillante, y una visión modernista del amor, la belleza, la nostalgia, la naturaleza, la muerte, pero
todo ello en una línea más intimista que ornamental: Elejías9(tres libros, 1907-1908), La soledad sonora (1911),
Poemas májicos y dolientes (1909- 1911), Melancolía (1912). La versificación adopta metros modernistas como el
alejandrino.
− Obras de transición hacia una poesía más depurada y sencilla (vuelta a la “inocencia antigua”): Sonetos
espirituales(1914-1917) y especialmente Estío (1915). Como obra de transito destaca Platero y yo (1914,
completada en 1917), poema en prosa estructurado en breves capítulos, donde el burro Platero hila las
evocaciones de la infancia del autor, de Moguer, y las reflexiones sobre la natu raleza, el arte…
∙ Etapa intelectual (1916-1936). Etapa de la “poesía desnuda”, que se abre con Diario de un poeta recién casado
(1916), escrito en parte durante su viaje de ida y vuelta a Nueva York con motivo de sus nupcias con Zenobia.
“Poesía pura”, de poemas breves, conceptuales y emotivos, en prosa y en verso (estos en su mayoría libres).
Busca en la poesía el nombre exacto de las cosas, el conocimiento original del mundo, el dios primordial que está
en todo. El mar se convierte en símbolo de totalidad y de fusión entre creador y creación. Otras obras de esta etapa
son Eternidades(1918), Piedra y cielo (1919), Poesía y Belleza (ambos de 1923)... De 1922 es la Segunda
antolojía poética, donde recoge incluso poemarios inéditos (como Poemas agrestes, 1910-1911). Cierra este
periodo La estación total(1923-1936, publicado en 1946), expresión del anhelo total de belleza en lo eterno.
∙ Etapa “suficiente” o “verdadera” desde su exilio en 1936 hasta su muerte (1958). Destacamos dos obras,
herméticas, difíciles, solo publicadas integras póstumamente:
− En el otro costado: se habían publicado ya sus “Romances de Coral Gables” (1948). La versión íntegra (editada en
1974) contiene et largo poema en prosa “Espacio” (1954), un fluir de la conciencia poética, mediante la técnica de
la asociación libre.
− Dios deseado y deseante (1948-1952, publicado entero en 1964): se conocía ya su primera parte, “Animal de
fondo” (1949). Refleja, en versos libres impregnados de un cierto misticismo, La sed de eternidad en un dios
(deseado y deseante) que en la conciencia del poeta se hace naturaleza, amor, verdad, belleza y poesía.
9
Es conocida la personal ortografía de Juan Ramón, que jamás usa la grafía “g” para el sonido /j/.
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En este apartado combino parte del ya citado libro de texto de McGraw Hill con unos apuntes del profesor José Carlos Carrillo
Martínez, encontrados hace muchos años en una página web que ya no existe.
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valor reside en su espíritu renovador, que dará forma a todo el arte del siglo XX. También las técnicas que estos movi
mientos aportaron se incorporaron definitivamente a los recursos literarios comunes a todo el siglo. Los poetas de la
Generación del 27 fueron los que más rendimiento sacaron de estas nuevas tendencias.
En España hubo un autor en estos años que sirvió de impulsor de todos estos movimientos. Éste no es otro que Ramón
Gómez de la Serna (1888-1963), conocido simplemente como “Ramón”. Participó en todos los movimientos renova
dores y defendió las nuevas tendencias. Creó la greguería hacia 1910. Se trata de frases breves que recogen una idea
original o una metáfora insólita a través del humor, el lirismo y el juego verbal.
Repasaremos muy brevemente algunas de estos movimientos vanguardistas de mayor influencia en España11:
∙ Futurismo: irrumpe en 1909, cuando Marinetti publica el primer Manifiesto futurista. Propone romper con los
valores clásicos y tradicionales (incluida la tradición literaria), imponiendo un vitalismo nietzscheano que
exalta el riesgo y la violencia, el progreso y el mundo moderno (el automóvil, el deporte, las masas, la gran
urbe, etc.). Literariamente, rompe con el lenguaje tradicional: la pasión por el dinamismo determina la
supresión del adje
tivo y los adverbios; el léxico se puede crear a capricho; la sintaxis deja las palabras en libertad; la puntuación
se desmantela... El Futurismo influyó sobre algunos autores del 27, como Pedro Salinas (que dedica poemas a
la bombilla o a la máquina de escribir) o Alberti (al fútbol).
∙ Dadaísmo: se funda en 1916, en plena guerra europea, en torno al poeta Tristan Tzara. En 1918 aparece su
primer Manifiesto. Los dadaístas se rebelan contra la racionalidad, la lógica y todas las normas y convenciona
lismos morales, sociales, estéticos y literarios. No solo niegan las estéticas anteriores, sino el propio arte y, en
especial, el lenguaje tradicional: rompen la coherencia, la lógica y el sentido del lenguaje para que aflore libre
el trasfondo absurdo pero verdadero de lo humano, sus fantasías y deseos vitales. El absurdo deja en evidencia
la falsa lógica e inanidad de los principios y valores humanos. Se sirven igualmente del collage arbitrario. El
dadaísmo abrió paso al surrealismo.
∙ Cubismo: surge como corriente pictórica en 1907 (Georges Braque, Juan Gris, Pablo Picasso); expresa la reali
dad intelectualmente por medio de líneas y figuras geométricas, descomponiendo la realidad en múltiples pers
pectivas que se plasman simultáneamente. Literariamente, se desarrolla a partir de 1913: se descompone la
realidad para luego rehacerla mediante una técnica de collage mezclando simultáneamente conceptos,
palabras, imágenes... O crea una literatura visual: juegos tipográficos, «poemas pictóricos», como los
Caligramas (1918), de Apollinaire... Se elimina lo discursivo, lo descriptivo, los nexos, la puntuación. Los
cubistas gustan del humor y la ironía.
∙ En España nació el Ultraísmo (que toma el nombre de la revista Ultra), una mezcla de Futurismo y Dadaísmo.
Utilizó el verso libre, las imágenes, las metáforas y los poemas visuales, es decir, poemas que dibujan con sus
palabras el objeto del que tratan, procedentes de los caligramas del francés Guillaume Apollinaire.
∙ El Creacionismo fue fundado en Buenos Aires en 1916 por el chileno Vicente Huidobro, que en 1918 se instaló
en Madrid y dio a conocer este ismo. Se propone crear una nueva realidad en el poema, el gozo de inventar. El
principal representante del Creacionismo en España es Gerardo Diego.
∙ El Surrealismo, nacido en Francia, encuentra su base inicial en el Manifiesto del Surrealismo, publicado en
1924 por André Breton. La teoría del subconsciente como fondo psíquico donde se acumulan los deseos frus
trados o los impulsos reprimidos, descubierta por Freud, se añade a las teorías sociales de Marx, y ambos al
irracionalismo. De este cóctel nacerá el Surrealismo. Breton habla de automatismo psíquico como “dictado del
pensamiento con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razón, fuera de toda preocupación estética o
moral”. Se pretende sacar al exterior todo lo que el poeta, como representante de los humanos, guarda en su
subcons ciente. Para ello, el Surrealismo propugna la escritura automática como principal técnica literaria.
Otra técnica es la trascripción de los sueños. Así, encontramos textos absolutamente ilógicos, libres,
desprovistos de ataduras formales o sintácticas. Estos textos son contrarios a la razón ya que proceden del
subconsciente.
En España, el Surrealismo se dio mezclado con otros movimientos de vanguardia, aunque su personalidad y
diferenciación destacan por encima de los demás. Afectó a la forma de expresión antes que al contenido. Los
primeros textos surrealistas aparecen en las revistas literarias principalmente ultraístas, como La Gaceta del
Arte (Tenerife, 1932-36), La Gaceta Literaria, L’Amic de les Arts (Cataluña, iniciada en 1926), Hélix.
Los poetas españoles más influidos por el Surrealismo son Juan Larrea, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti,
Luis Cernuda y Federico García Lorca.
11
A estas habría que añadir otras “vanguardias históricas”, como el impresionismo y, sobre todo, el expresionismo, ya con déca
das de recorrido, cuyas novedades estéticas tendrían amplia repercusión durante estas décadas.