(5) La Tradición

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9.-) La tradición.

a) Definición: art. 670.

El Código Civil la define como “un modo de adquirir el dominio


de las cosas y (que) consiste en la entrega que el dueño hace de ellas
a otro, habiendo por una parte la facultad e intención de transferir el
dominio, y por otra la capacidad e intención de adquirirlo”
Del concepto legal, es posible formular las siguientes
observaciones fundamentales:
1º La sola entrega es insuficiente para que se verifique la tradición,
pues resulta esencial el elemento psicológico, consistente en la
intención de transferir el dominio, por parte del tradente, y en la
intención de adquirirlo, por parte del adquirente.
2º La ley es más exigente con el tradente, pues ha de tener la
“facultad” para transferir el dominio, mientras que al adquirente sólo
se le exige la “capacidad” para celebrar válidamente la convención.
Nos remitimos a lo expuesto a propósito de la facultad de disposición,
dentro del estudio de “La propiedad”.

b) Características.

b.1) Es un modo de adquirir derivativo: el dominio no nace con el


adquirente, sino que viene de otra persona, el tradente. En esto, la
tradición se parece a la sucesión por causa de muerte y se diferencia
de la ocupación, la accesión y la prescripción. Esta característica de la
tradición determina los derechos que el adquirente obtiene con ella.
Siendo derivativo, este modo no transfiere al adquirente más
derechos de los que tenía el tradente, y concretamente, si éste no era
dueño de la cosa tradida, no lo será el que la recibe, puesto que nadie
puede transferir más derechos que los que tiene (art. 682).
La tradición es el único modo derivativo que opera entre vivos.

b.2) No sólo sirve para adquirir el dominio, sino también todos los
derechos reales y personales (arts. 670, 2º; 699), con excepción de
los personalísimos cuando el tradente sea el titular de los mismos,
porque tales derechos son inalienables. Sin embargo, si pueden
adquirirse por tradición, cuando se constituya un derecho real de uso
o de habitación. Dicho en otras palabras, cuando nazca el derecho
real, opera la tradición. Después, ya no puede operar, pues el derecho
es personalísimo.
También se asemeja en esto a la sucesión por causa de muerte
(que permite adquirir toda clase de derechos, reales y personales,
salvo los intransmisibles) y a la prescripción (que permite adquirir
toda clase de derechos reales, con excepción de las servidumbres
discontinuas e inaparentes), y se diferencia de los otros dos modos
originarios (ocupación y accesión), que sólo posibilitan adquirir cosas
corporales.

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b.3) Por regla general, es un modo de adquirir a título singular.
Excepcionalmente, lo es a título universal, en el caso de la tradición
del derecho de herencia. Al respecto, debemos hacer dos precisiones:
 No se transfiere el patrimonio del tradente, sino el del causante;
tratándose del patrimonio del tradente, jamás la tradición
puede ser a título universal.
 Hay tradición del derecho de herencia, cuando el heredero,
habiendo fallecido el causante, cede su derecho. Pero el
traspaso de los bienes del difunto al heredero opera por la
sucesión por causa de muerte y no por la tradición.

b.4) Modo de adquirir que puede operar a título gratuito o a título


oneroso: si el antecedente es una donación, será a título gratuito; si
es una compraventa, será a título oneroso.

b.5) Modo de adquirir que opera entre vivos.

b.6) Es una convención: es un acto jurídico bilateral, pero no un


contrato, porque en la tradición no se crean obligaciones, sino que
por el contrario, se extinguen o se transfieren. En este sentido, la
tradición implica también un pago, que hace el tradente al
adquirente, pues el pago es precisamente la prestación de lo que se
debe.

b.7) Sirve de justo título para prescribir: cuando el tradente no es


dueño de la cosa que entrega, la tradición no es un modo de adquirir,
sino que sirve de justo título para que el adquirente gane con
posterioridad la cosa por prescripción.

c) Campo de aplicación e importancia.

c.1) Es muy frecuente en la vida jurídica, porque el contrato más


usual es la compraventa, a la que debe seguir necesariamente la
tradición, para adquirir el dominio.

c.2) En virtud de la tradición se puede adquirir no sólo el derecho de


dominio, sino cualquier otro derecho real y aún los derechos
personales, con excepción de los personalísimos, salvo, según vimos,
al constituirlos.

c.3) La tradición es requisito para ganar las cosas por prescripción


ordinaria, cuando se invoca un título traslaticio de dominio.

d) Entrega y tradición.

La entrega, en términos generales, es el traspaso material de


una cosa de manos de una persona a otra. Puede constituir una
entrega propiamente tal o una tradición. Entre ambas, hay
diferencias:

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d.1) En la tradición, al efectuarse la entrega, existe de parte del
tradente y del adquirente la intención de transferir y de adquirir el
dominio, intención que no existe en la entrega propiamente tal, sin
perjuicio que el acto material sea el mismo, tratándose de los bienes
muebles.
d.2) Esta intención se manifiesta en la tradición por la existencia de
un título traslaticio de dominio. De tal modo, si hubo compraventa
con anterioridad, se deduce que hay tradición; en cambio, tratándose
de la entrega, existe como antecedente un título de mera tenencia.
d.3) En virtud de la tradición, se adquiere el dominio o la posesión. En
cambio, en el caso de la entrega propiamente tal, se obtiene sólo la
mera tenencia, la que por regla general, no habilita para adquirir por
prescripción.
No obstante las diferencias apuntadas, el legislador suele
confundir ambos términos: así, en el art. 1443, al definir los contratos
reales, emplea la expresión "tradición", debiendo haber dicho
“entrega o tradición”; en el art. 2174, inciso 2°, al definir el
comodato, ocurre igual; en el art. 2196, referido al mutuo, debió decir
“tradición” y no “entrega”, como correctamente se hace en el art.
2197; en cambio, en el art. 2212, al aludir al contrato de depósito, se
usa correctamente “entrega”. Algunos, también creen ver esta
confusión en el art. 1824, en la compraventa, cuando al aludir a las
obligaciones del vendedor, se dice "entrega o tradición"; en este
caso, no existiría tal confusión sin embargo: en efecto, no debe
creerse que al usar la disyunción "o" se hizo sinónimos entrega y
tradición, sino que se pretendió dejar en claro que el vendedor
cumple su obligación haciendo tradición (si estamos ante una venta
de cosa propia) o sólo entregando la cosa (si se trata de venta de
cosa ajena).

e) Requisitos de la tradición.

Cuatro requisitos deben cumplirse, para que opera la tradición:


e.1) Presencia de dos personas.
e.2) Consentimiento del tridente y del adquirente.
e.3) Existencia de un título traslaticio de dominio.
e.4) La entrega de la cosa, con la intención de transferir el dominio.

Los analizaremos seguidamente.

e.1) Presencia de dos personas.


Este requisito es una consecuencia del carácter de convención
que tiene la tradición, que requiere por ende la manifestación de
voluntad de dos o más personas. El art. 671 define qué se entiende
por tradente y adquirente.

e.1.1) Circunstancias que deben concurrir en el tradente:


1º Debe ser dueño de la cosa que entrega o del derecho que
transfiere.

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Si el tradente no es dueño de la cosa o derecho, la tradición es
válida, pero no transfiere el dominio, puesto que nadie puede
transferir más derechos que los que se tiene. Los arts. 682 y 683 se
refieren a este caso. Precisamente en este punto está la diferencia
entre la tradición y la simple entrega, y la gran importancia que la
primera tiene en nuestro derecho civil. El adquirente puede llegar a
adquirir el dominio por prescripción, porque con la tradición adquiere
la posesión de la cosa, la recibe para sí con ánimo de señor y dueño.
En tal sentido, la Corte Suprema ha declarado que "la inscripción de
una venta de cosa ajena realiza la tradición, y por este medio el
adquirente principia una posesión que le dará el derecho de adquirir
el dominio por prescripción".
La ley también se pone en el caso que el tradente adquiera el
dominio con posterioridad a la tradición: art. 682, inciso 2°. Se reputa
que el adquirente se hizo dueño de la cosa desde el momento de la
tradición. La disposición está relacionada con el art. 1819.
2º Debe tener facultad para transferir el dominio.
La expresión empleada en el art. 670, se refiere a la facultad o
poder de disposición, que implica, entre otros supuestos, la capacidad
de ejercicio. Así, si el tradente es un representante legal que entrega
un bien del representado, deberá cumplir con las formalidades
correspondientes, sin las cuales no tiene poder para enajenar
libremente, es decir, carece de facultad de disposición.

e.1.2) Capacidad del adquirente.


De acuerdo al art. 670, debe tener capacidad para adquirir.
Según esta disposición, tanto el tradente como el adquirente deben
tener capacidad, pero no es la misma la que se exige en uno u otro
caso.
Según Alessandri, el tradente debe tener capacidad de ejercicio,
mientras que el adquirente basta que tenga capacidad de goce.
Según Somarriva, la capacidad que la ley requiere en el
adquirente es la capacidad de administración, y en el tradente, la de
disposición; la plena capacidad de ejercicio en ambos entonces, lo
que se vería corroborado por los artículos relativos al pago: art. 1575,
2º, del cual se desprendería que la capacidad del tradente es la de
libre disposición de los bienes; en este precepto, el pago no es otra
cosa que la tradición, y la facultad de enajenar supone la facultad de
disposición. En cuanto a la capacidad del adquirente, se alude al art.
1578 número 1, según el cual el pago hecho al acreedor es nulo si no
tiene la libre administración de sus bienes (salvo en el caso del art.
1688).
Para Peñailillo, el adquirente también debe ser plenamente
capaz, de acuerdo a las reglas generales, desde el momento que está
celebrando un acto jurídico.
Kiverstein señala, en el mismo sentido, que siendo la tradición
un acto jurídico bilateral, ambas partes deben tener plena capacidad
de ejercicio.

e.2) Consentimiento del tradente y del adquirente.

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Consecuencia también del carácter de acto jurídico bilateral de
la tradición. Lo dice el art. 670, cuando exige que haya intención de
transferir por una de las partes y de adquirir por la otra, exigencia
corroborada por los arts. 672 y 673.
Si falta la voluntad de una de las partes, la tradición se valida
retroactivamente por la ratificación de la parte que no hubiera
prestado su consentimiento. Esto es una consecuencia necesaria de
lo que señalábamos, en cuanto la tradición es válida aunque se haga
por quien no es dueño de la cosa.

e.2.1) La tradición puede verificarse por medio de representantes.


Ello es perfectamente posible, de acuerdo a la norma general
del art. 1448 y al art. 671, 2º.
Cabe recordar que puede hacerse por medio de representante
todo acto jurídico que puede celebrarse personalmente, con la sola
excepción de aquellos que la ley prohíba expresamente realizar por
medio de mandatario, como el testamento (art. 1004).
Los representantes deben actuar sí dentro de los límites de su
representación (art. 674), lo que también es una aplicación de las
reglas generales (arts. 2131 y 2160, en el mandato).
En este punto, cabe mencionar la representación del tradente
en las ventas forzadas, realizadas en los juicios ejecutivos o en las
quiebras: art. 671, 3º. Esta disposición crea una figura especial de
representación legal, que debemos sumar a las señaladas en el art.
43. Estamos aquí ante ventas forzadas hechas a petición de un
acreedor y en pública subasta, en las que el juez asume la
representación del deudor para los efectos de realizar la tradición (no
quedan comprendidas entre las ventas forzadas otras ventas que se
hacen en pública subasta pero que no tienen el mencionado carácter
de forzadas, como por ejemplo las ventas de los bienes raíces de las
personas sometidas a guarda, art. 394).
Las ventas forzadas son en realidad un verdadero contrato de
compraventa; prueba de ello es que el legislador, al ocuparse de este
contrato, en muchos casos se refiere expresamente a las ventas
forzadas, como por ejemplo, al aludirse a la lesión enorme, que no
tiene cabida en las ventas forzadas (art. 1891). En las ventas forzadas
de inmuebles, el juez firmará la escritura pública de venta en
representación del ejecutado, debiendo insertarse en ésta el Acta de
Remate, de acuerdo a las normas del juicio ejecutivo, del CPC.
Algunos han objetado que en el caso de las ventas forzadas no
existiría tradición, porque no hay consentimiento, voluntad del dueño
de la cosa, o sea, del ejecutado. Pero se responde que tal
consentimiento hay que buscarlo en otra forma. De acuerdo al art. 22
de la Ley Sobre Efecto Retroactivo de las Leyes, se entienden
incorporadas en un contrato todas las leyes vigentes al tiempo de su
otorgamiento; y conforme al art. 2465, que contempla el derecho de
prenda general, se autoriza al acreedor para hacerse pagar en todos
los bienes del deudor. Ahora bien, en virtud de este derecho de
prenda general, toda persona, al contratar, sabe que si no cumple con
su obligación, el acreedor podrá sacarle a remate sus bienes. Aquí se

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encontraría entonces, el verdadero consentimiento del ejecutado,
según nuestra Corte Suprema.
Esta explicación, se ha señalado, es aceptable para ejecuciones
fundadas en contratos que originaron las obligaciones en mora, pero
insuficiente para las que resultan de obligaciones extracontractuales.
Respecto a éstas, a nuestro juicio también podríamos afirmar que el
consentimiento del tradente se da anticipadamente, pues cualquiera
persona que cometa un delito o cuasidelito, sabe de antemano que
tales hechos ilícitos originarán responsabilidad civil y que por ende
sus bienes podrán ser embargados y en definitiva subastados.
Se ha señalado que el problema puede solucionarse aceptando
la teoría de la representación-modalidad de los actos jurídicos, que
postula que no es la voluntad del representado la que contrata, sino
la del representante.

e.2.2) Sobre qué debe recaer el consentimiento en la tradición.


Recae:
1º Sobre la cosa objeto de la tradición.
2º Sobre el título que le sirve de causa.
3º Sobre la persona a quien se efectúa la tradición.
Como todo acto jurídico, la tradición debe estar, en lo que a la
voluntad de las partes se refiere, exenta de vicios. En el título de la
tradición, el legislador no reglamentó los diversos vicios del
consentimiento, excepto en lo relativo al error (arts. 676 a 678), de
manera que respecto del dolo y de la fuerza se aplican las reglas
generales (arts. 1452 y siguientes).
Las hipótesis de error pueden ser:
1º Error en la cosa tradida: art. 676. Esta disposición está en perfecta
armonía con el art. 1453. Habrá nulidad en este caso.
2º Error en la persona: art. 676. En este punto, hay una excepción a
los principios generales, de acuerdo a los cuales, el error sobre la
persona no vicia el consentimiento, salvo que la persona sea el
motivo determinante del acto o contrato. Tratándose de la tradición,
el error en la persona anula la misma, según se establece en el
artículo citado. Ello se explica, porque la tradición no es sino el
cumplimiento de la obligación que nace del contrato. Ahora bien, el
pago debe ser siempre hecho al acreedor, y de lo contrario es nulo o
ineficaz para extinguir la obligación (art. 1576). Sobre este particular,
más lógico que hablar de nulidad, sería decir que en este caso hay
pago de lo no debido, y por lo tanto, podría repetirse lo pagado. En
todo caso, si el error no recae en la persona sino sólo sobre el
nombre, la tradición es válida (arts. 676, 2º, 1057 y 1455).
3º Error en el título de la tradición: art. 677 (que guarda armonía
también con el artículo 1453). Puede presentar dos aspectos y en
ambos invalida la tradición:
 Ambas partes entienden que hay un título traslaticio de
dominio, pero el error consiste en que se equivocan en cuanto a
la naturaleza del título ("como si por una parte se supone
mutuo, y por otra donación").

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 Una parte entiende que hay título traslaticio de dominio y la
otra entiende que hay sólo un título de mera tenencia ("cuando
por una parte se tiene el ánimo de entregar a título de
comodato, y por otra se tiene el ánimo de recibir a título de
donación").
Finalmente, el art. 678, en una disposición inútil considerando la
regla general del art. 1448, establece que el error sufrido por los
mandatarios o representantes legales también invalida la tradición.

e.3) Existencia de un título traslaticio de dominio: art. 675.

Si no hay título traslaticio de dominio, no hay tradición.


Se entiende por título traslaticio de dominio “los que por su
naturaleza sirven para transferirlo” (artículo 703). Esto quiere decir
que por sí mismos, no transfieren el dominio, porque ese rol lo
cumplen los modos de adquirir, pero sirven de antecedente para la
adquisición del dominio.

e.3.1) Casos de títulos traslaticios de dominio: la compraventa, la


permuta, la donación, el aporte en propiedad a una sociedad, el
mutuo, el cuasiusufructo, el depósito irregular, la transacción cuando
recae sobre objeto no disputado, el contrato de arrendamiento opera
como un título traslaticio de dominio, respecto de los ganados,
atendido que usualmente se trata de cosas fungibles. A los anteriores,
incluyen algunos la dación en pago y la novación, pero se critica esta
inclusión. Respecto a la novación, se dice que sería título traslaticio
de dominio cuando, por ejemplo, si se debe un hecho o servicio
(obligación de hacer), se conviene en sustituirla por la obligación de
transferir una cosa (obligación de dar); en lo concerniente a la dación
en pago, ciertos autores niegan su carácter de título traslaticio de
dominio, porque mientras estos son generadores de obligaciones, la
dación en pago tiende precisamente a extinguirlas. El título traslaticio
sería en realidad la fuente que creó la obligación preexistente que la
dación en pago extingue a través de una prestación diversa a la
originalmente pactada.

e.3.2) Validez del título: el título de la tradición, además de ser


traslaticio de dominio, debe ser válido, es decir, no debe tratarse de
un título nulo. La nulidad del título impide que la tradición pueda
operar, pues todo defecto de aquél repercute en ésta. La nulidad de
la tradición procede normalmente como consecuencia de que sea
declarada la nulidad del contrato que le sirve de título traslaticio de
dominio. Esto es lo que se denomina "influencia del título en la
tradición". Lo mismo cabe decir si hay ausencia de título traslaticio.
Desde este punto de vista, se dice que la ley concibe la tradición
como un acto causado (por un título) y no abstracto o independiente.
Pero el alcance de la nulidad de la tradición por falta de título o
título nulo, no queda perfectamente definido. Esta indefinición se
advierte en relación con el efecto posesorio de la tradición. Cuando el
art. 675 dispone que la falta de título o la nulidad de éste anula la

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tradición, no deja en claro si esa nulidad priva de todo efecto, hasta el
punto de estimar que no sólo no transfirió el dominio, sino que
además nunca el adquirente recibió la cosa con ánimo de dueño, es
decir, que nunca entró en posesión; o por el contrario, que es nula en
cuanto mecanismo que traslada el dominio, pero que en el hecho, sí
dejó al adquirente en posesión.
La primera solución, se apoyaría en el efecto retroactivo
categórico de la nulidad, que elimina todo efecto o consecuencia del
acto declarado nulo.
Pero la segunda solución parece la más conforme con el
sistema general implantado por el CC., por las siguientes razones:
1º La parte final del art. 675 muestra que la regla parece estar
dirigida más bien al traslado del dominio, sin referirse a la posesión;
2º Por otra parte, el art. 704 tiene por títulos injustos para poseer, al
nulo (número 3) y al aparente (número 4), de manera que se
considera que quien recibió por un título nulo o putativo, tiene título,
aunque injusto, y es poseedor, aunque irregular, pudiendo llegar al
dominio por la prescripción extraordinaria;
3º Además, hay que recordar que el Código considera "título" para
poseer a la ocupación, lo que equivale a admitir la posesión sin título,
porque el que entra a poseer por ocupación no da justificación de su
posesión. Entonces, si está permitido poseer por ocupación (que
equivale a decir sin título), no parece coherente impedir la posesión si
existe título, aunque nulo.

e.4) La entrega de la cosa, con intención de transferir el dominio.


En todo modo de adquirir hay un hecho material, y en la
tradición, es la entrega de la cosa. Como analizaremos, la forma que
asume es distinta, según se trate de inmuebles, muebles o derechos
personales.

f) Efectos de la tradición.

Debemos distinguir si el tradente es dueño de la cosa que


entrega o que a su nombre se entrega, o si no lo es.

f.1) Efectos de la tradición, cuando el tradente es dueño de la cosa


que entrega.
Aquí, opera el efecto normal o natural de la tradición, cual es
transferir el dominio del tradente al adquirente (arts. 670, 671 y
1575).
En todo caso, puesto que estamos ante un modo de adquirir
derivativo, el dominio que tenía el tradente pasa al adquirente en las
mismas condiciones (si por ejemplo, tenía un gravamen o estaba
sujeto a resolución, se transfiere con dicha carga y eventualidad
respectivamente).

f.2) Efectos de la tradición cuando el tradente no es dueño de la cosa


que se entrega.

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La tradición es válida, lo que concuerda con el art. 1815, que
establece la validez de la venta de cosa ajena. Aquí, tres situaciones
pueden presentarse:
f.2.1) El tradente es poseedor regular de la cosa entregada: en este
caso, si el adquirente está de buena fe y adquiere con justo título,
también adquiere la posesión regular de la cosa entregada. Pero esto
no significa que la posesión se haya transferido del tradente al
adquirente, porque como veremos más adelante, la posesión no se
transfiere ni se transmite. En este caso, el contrato que antecede a la
tradición desempeña el papel de justo título y sirve al adquirente para
iniciar una posesión regular. Aún más, el art. 717 permite al sucesor
añadir la posesión de los antecesores con sus calidades y vicios.
f.2.2) El tradente es poseedor irregular: si el adquirente está de
buena fe y tiene justo título, mejora el título que tenía su tradente y el
título y la tradición servirán de justo título para la posesión regular. En
este caso, no le conviene al actual poseedor agregar la posesión de
su antecesor, porque si lo hace, la posesión regular del primero se
transformará en irregular, pues la agregación de posesiones opera
con sus calidades y vicios.
f.2.3) El tradente es un mero tenedor de la cosa entregada por él o a
su nombre: siendo el tradente un mero tenedor, jamás puede llegar a
adquirir la cosa por prescripción, porque la mera tenencia excluye la
posesión (con la excepción contemplada en el artículo 2510 regla
tercera). Pero aún en este caso, si el adquirente está de buena fe (o
sea, ignora que el tradente sólo es mero tenedor de la cosa tradida) y
tiene justo título, será poseedor regular y podrá llegar a adquirir la
cosa por prescripción ordinaria.

f.3) Adquisición del dominio por el tradente, con posterioridad a la


tradición.
Ello puede ocurrir en cualquiera de los tres casos recién
analizados. Nos remitimos a los arts. 682, 2º y 1819, en virtud de los
cuales se entiende que la transferencia del dominio ha operado desde
el instante en que se hizo la tradición.

f.4) Cuando puede pedirse la tradición.


Lo normal es que la tradición se efectúe inmediatamente de
celebrado el contrato (art. 681). Hay tres casos en los que no puede
pedirse la tradición de lo que se debe:
1º Cuando el título es condicional: la condición suspende el
nacimiento del derecho;
2º Si hay plazo pendiente para el pago de la cosa: art. 681. El efecto
propio del plazo es suspender la exigibilidad del derecho;
3º Cuando ha intervenido decreto judicial en contrario: en cuya virtud
se ha retenido o se ha embargado la cosa que debe entregarse, el
acreedor no sólo no tiene derecho a exigir la entrega, sino que el
tradente no debe hacerla (arts. 1578 número 2 y 1464 número 3). En
estos casos, habrá objeto ilícito en la tradición y por ende nulidad
absoluta.

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f.5) Tradición sujeta a modalidades.
De acuerdo con el art. 680, 1º, la tradición puede transferir el
dominio bajo condición suspensiva o resolutoria, con tal que se
exprese. La modalidad debe entonces pactarse en el título que
antecede a la tradición.
f.5.1) Tradición bajo condición resolutoria: por ejemplo, se dona un
inmueble, estipulándose en el contrato de donación que el donatario
deberá restituir el dominio del predio si contrae matrimonio antes de
cierta edad. También estaremos ante un caso de tradición bajo
condición resolutoria, cuando se constituye un fideicomiso por acto
entre vivos, pues el fiduciario tiene dominio, pero sujeto a condición
resolutoria.
Lo normal es que las condiciones sean expresas; pero hay
excepciones en las cuales la condición es tácita, como ocurre
tratándose de la condición resolutoria tácita del art. 1489. Se plantea
entonces si la condición del art. 1489 afecta o no la tradición.
Ruperto Bahamondes sostiene que no se aplica, porque el art.
680 exige que la condición se exprese, excluyéndose por ende toda
condición tácita.
La mayoría de los autores, concluyen por el contrario que el
dominio no sólo puede transferirse bajo condición expresa, sino
también tácita. Si la tradición necesita un título traslaticio de dominio,
y si el título se resuelve, si deja de existir (no significa otra cosa el
cumplimiento de la condición resolutoria del art. 1489), resulta lógico
que la tradición no pueda subsistir. Se agrega que si se recurre al art.
1489 y se obtiene por sentencia judicial la resolución del contrato,
quedará sin efecto la tradición por aplicación de los principios de la
resolución, pues debe restituirse lo que se recibió en virtud del título
resuelto, careciendo de importancia entonces plantearse si se aplica o
no el art. 680 (en tal sentido, Alessandri y más recientemente
Peñailillo).
f.5.2) Tradición bajo condición suspensiva: la ley se pone en el caso
de que se entregue la cosa con anterioridad al cumplimiento de la
condición. En este caso, se adquirirá efectivamente el dominio, sin
necesidad de nueva tradición, pues ésta se efectuó anticipadamente.
Como explica Claro Solar, la tradición hecha bajo condición
suspensiva “no transfiere naturalmente la propiedad, porque el
propietario no se ha desprendido de ella en favor del adquirente, sino
en caso que se realice el acontecimiento futuro e incierto que las
partes han tenido en vista para que se efectúe la transferencia. Pero
verificada la condición la transferencia del dominio tendrá lugar de
pleno derecho en el momento de la realización de la condición sin
necesidad de ningún acto o manifestación de voluntad ulteriores”.
El pacto mencionado constituye una aplicación de la
denominada “cláusula de reserva de dominio”. El art. 680, 2º, que la
establece, está sin embargo en contradicción con las normas
contenidas en la compraventa, específicamente en los arts. 1873 y
1874, y particularmente con la última. En efecto, quien examine
aisladamente el art. 680 llegaría a la conclusión de que puede
estipularse que no se transferirá el dominio mientras no se pague el

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precio o se cumpla una condición. Pero el art. 1874 establece otra
cosa: dice que la cláusula de no transferir sino en virtud del pago del
precio, no produce otro efecto que la demanda alternativa que
establece el art. 1873 (que reproduce el art. 1489): vale decir, el
derecho del vendedor para exigir el cumplimiento del contrato (en
este caso, el pago del precio) o la resolución del contrato, esto es,
dejarlo sin efecto. De tal forma, la entrega efectuada por el vendedor
con la reserva mencionada del dominio, producirá de todas maneras
la tradición, aunque bajo condición resolutoria.
¿Cómo se resuelve la contradicción anotada?: haciendo primar
los arts. de la compraventa, porque constituyen, frente al art. 680,
normas especiales, que deben aplicarse con preferencia, de acuerdo
al principio de la especialidad, consagrado en el art. 13.
f.5.3) Tradición sometida a un plazo: aunque el art. 680 no se pone en
este caso, la tradición, o más bien el título traslaticio que la precede,
también puede tener esta modalidad.
Tratándose de un plazo suspensivo, cabe precisar que no se
trata de que la obligación de efectuar la tradición se postergue para
el futuro, sino que se conviene que la tradición que ahora se efectúa,
comenzará a producir sus efectos desde que llegue cierto día. Se
trata de una tradición anticipada, al igual que aquella hecha bajo
condición suspensiva, aplicándose de la misma forma lo dicho
respecto de la reserva de dominio.
A su vez, tendría lugar la tradición a plazo extintivo, si se pacta
que llegado cierto día se extinguirá el dominio para el adquirente.

g) Especies o formas de efectuar la tradición.

En esta materia, debemos distinguir cuatro especies o formas


de efectuar la tradición:
g.1) Tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal mueble.
g.2) Tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal
inmueble.
g.3) Tradición del derecho de herencia.
g.4) Tradición de los derechos personales.

g.1) Tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal mueble.
Rigen la materia los arts. 684 y 685.
Esta tradición puede ser de dos clases: real y ficta.
Tradición real o verdadera, es la que se hace física o
materialmente, sea entregando la cosa el tradente al adquirente, sea
permitiendo el primero al segundo la aprensión material de la cosa
tradida, y manifestando uno la voluntad de transferir y el otro la
voluntad de adquirir el dominio: art. 684, 1º. Tradición ficta o
simbólica es la que se hace por medio de una ficción, simbolo o señal,
que representa la cosa tradida y la pone bajo el poder o acción del
adquirente.
Sobre el particular, cabe subrayar la importancia de la
expresión "SIGNIFICANDO", que utiliza el citado inciso. En efecto, es
un error sostener de buenas a primeras que la tradición de cosa

11
corporal mueble se verifica mediante la entrega de la cosa, porque
dicha entrega puede o no hacerse con la intención de transferir el
dominio. No existirá tal intención en los contratos que sólo
proporcionan la mera tenencia de la cosa; sí existirá dicha intención
en los contratos representativos de títulos traslaticios de dominio. El
problema se presentará cuando una de las partes crea que la entrega
se efectúa a título de mera tenencia y la otra a título traslaticio,
hipótesis que configura error esencial en la convención y por ende
permite alegar nulidad. De ahí la importancia de interpretar
adecuadamente la voluntad de las partes. La sola entrega, entonces,
no es suficiente para deducir que operó tradición.
La mayoría de la doctrina nacional, considera como tradición
real la del número uno y aún, para algunos, las de los números 2 y 3
del art. 684. Otros, en cambio (Barros Errázuriz, Peñilillo), estiman
que todos los numerales del art. 684 se refieren a casos de tradición
ficta, y que la real no está mencionada explícitamente en el precepto.
Los casos contemplados en el art. 684 son los siguientes:
1º Permitiendo la aprensión material de una cosa presente: se
exige aquí, según la doctrina, la presencia simultánea de tradente y
adquirente, la presencia de la cosa a la vista y alcance de ambos y la
aprensión de ella por el adquirente, asiéndola físicamente, sin
oposición del tradente.
2º Mostrando la cosa tradida: supone también la presencia de
ambas partes ante la cosa tradida. Es la forma llamada "tradición de
larga mano", por suponerse que el adquirente la aprehende
ficticiamente extendiendo sobre ella una larga mano.
3º Entregando las llaves del granero, almacén, cofre o lugar
cualquiera en que está‚ guardada la cosa: mientras que para
algunos autores ésta es la forma de tradición simbólica por
excelencia, en la cual las llaves constituyen el símbolo de la entrega,
otros en cambio, han entendido que también es ésta una forma de
tradición real, al permitir la tenencia de las llaves la posibilidad de
tomar inmediata posesión por parte del adquirente. La ley no exige
en todo caso que el almacén, cofre, etc, está a la vista de las partes,
pero la entrega de las llaves debe ser real.
4º Encargándose el uno de poner la cosa a disposición del otro
en el lugar convenido: del tenor del precepto, se observa que aquí
queda efectuada la tradición al convenirse el encargo; se trata de un
verdadero mandato por el que el tradente se encarga de poner la
cosa a disposición del adquirente en algún lugar. Como no se exige
que se cumpla el encargo para entender verificada la tradición, ésta
queda efectuada desde luego, sin esperar a que efectivamente el
tradente ponga la cosa tradida en el lugar convenido. De ahí a que se
diga que en este caso, hay una especie de tradición por el solo
contrato, quedando el tradente como mero tenedor en calidad de
mandatario.
5º Por la venta, donación u otro título de enajenación
conferido al que tiene la cosa mueble como mero tenedor: se
trata de la llamada "tradición por breve mano": es la que se
produce cuando el mero tenedor de una cosa llega a ser adquirente

12
de ella y la retiene con ánimo de dueño. Consiste en suponer que el
dueño de la cosa, al venderla, donarla, etc., al que la tenía como
mero tenedor, la recibe de éste y se la vuelve a entregar por un
rápido cambio de mano. Según algunos autores, la tradición está
representada por la entrega que inicialmente se había efectuado por
el dueño al mero tenedor (por ejemplo, al darla en usufructo o
celebrar un contrato de arrendamiento). Lo que se busca por la
ficción, es evitar un rodeo inútil. Desde el instante que se perfecciona
la venta, donación u otro título traslaticio de dominio, se entiende
hecha la tradición. Por ende, en este caso, igual que en el anterior, la
tradición se perfecciona con el solo contrato.
6º Por el mero contrato en que el dueño se constituye mero
tenedor: se trata de la "constituto posesorio". Este caso, contrario
al anterior, se produce cuando en virtud del contrato el dueño de la
cosa la retiene, pero ahora reconociendo dominio ajeno. Así, por
ejemplo, el dueño vende la cosa, pero conviene con el comprador que
la conservará en su poder en calidad de arrendatario. Se evita
también una doble entrega, y al igual que en los dos casos anteriores,
en la práctica estamos en presencia de una transferencia del dominio
por el mero contrato.

* Tradición de bienes muebles por anticipación: art. 685.


Se trata de la tradición real de las cosas mencionadas, que se
realiza, con permiso del dueño, por la separación de esas cosas del
inmueble en que se encontraban. Inicialmente, la Corte Suprema
concluyó que la tradición de estos bienes sólo podía efectuarse en la
forma real contemplada en el art. 685, quedando excluida la tradición
ficta o simbólica. Sin embargo, con posterioridad admitió que podía
efectuarse en alguna de estas últimas formas. Asimismo, el máximo
tribunal sostuvo que el art. 685 se refiere a un "simple permiso del
dueño", caso diverso del art. 571, que alude a los muebles por
anticipación, en el que se trata de la constitución de un derecho, no
siendo por tanto aplicable a este caso el art. 685 (o sea, para
constituir el derecho a favor del tercero, no se requiere, como es
lógico, la separación de la cosa). La doctrina sin embargo ha
concluido que los artículos citados no pueden estimarse opuestos o
en conflicto, porque tratan aspectos diferentes de los muebles por
anticipación. Mientras el art. 571 los define y se refiere al momento
en que “nace” el mueble por anticipación, el art. 685 establece la
forma como se efectúa la tradición de los mismos.

* Taxatividad de las formas enumeradas en el art. 684.


Según Claro Solar, la disposición no excluye otras formas de
efectuar la tradición, no siendo taxativa la enumeración. A la misma
conclusión han llegado algunas sentencias. Otros autores discrepan
de tal opinión, basándose en la afirmación que sostiene que el art.
684, en sus 5 numerales, alude sólo a formas fictas o simbólicas. En
tal sentido, Pescio estima “que los medios simbólicos de tradición
constituyen una ficción que sólo puede ser creada por un precepto
expreso de la ley”. Agrega que “el art. 723 da por adquirida la

13
posesión, exigiendo, aparte de la voluntad, la aprensión material o
legal de la cosa, y no podemos comprender una aprensión legal en
donde no hay una ley expresa que la consagre”. En síntesis, sostiene
que las formas fictas o simbólicas, por ser siempre creaciones de la
ley, son excepcionales.

* Valor comparativo de la tradición real y ficta.


Se ha discutido el igual o diferente valor que debe atribuirse a
una u otra. La ausencia de desplazamiento físico de la cosa tradida en
la tradición ficta o simbólica, da mayor ocasión para el conflicto. Al
respecto, puede ocurrir que un tradente efectúe una tradición ficta y
luego la real, de la misma cosa, a diferentes personas: por ejemplo,
"A" vende a "B" un bien mueble, conviniendo que "A" lo conservará
como arrendatario (constituto posesorio); posteriormente, "A" vende
dicha cosa a "C" y le efectúa tradición real.
En nuestro Derecho, el art. 1817 resuelve el problema para la
compraventa: será preferido el comprador que primero haya entrado
en posesión (en el ejemplo, "B", porque hubo en su favor tradición
ficta y "A" reconoció dominio ajeno). Esto implicaría que se asigna a
ambas formas de tradición el mismo valor, resolviéndose el problema
en términos de cual se efectuó primero.
Algunos autores extranjeros estiman que debe atribuirse mayor
valor a la tradición real, en el conflicto planteado, particularmente por
un afán de proteger a los terceros: la tradición ficta, al efectuarse sólo
por actos simbólicos o representativos, no da noticia a los terceros del
cambio de situación de la cosa; esa publicidad sólo aparece en la
tradición real. Así, el segundo adquirente, que respecto de la primera
tradición (la ficta) era un tercero, no estaba en condiciones de saber
que estaba comprando una cosa ajena; protegiéndole, habría que
conceder más valor a su tradición real.
En nuestro Derecho, el problema sólo podría discutirse para
aquellos contratos distintos de la compraventa y la permuta, atendido
el tenor del art. 1817. Tal sería el caso, por ejemplo, de la donación. A
nuestro juicio, no habiendo normas que resuelvan el punto, parece
razonable aplicar, por analogía, lo dispuesto acerca de la
compraventa.

g.2) Tradición de los derechos reales sobre una cosa corporal


inmueble.

* Regla general: inscripción.


Se efectúa por la inscripción del título en el Registro del
Conservador de Bienes Raíces (art. 686), excepto tratándose de la
tradición del derecho real de servidumbre, que se realiza en la forma
prescrita en el art. 698, vale decir, por escritura pública, en la que el
tradente exprese constituirlo, y el adquirente aceptarlo 1.

1
Sin embargo, la servidumbre de alcantarillado de predios urbanos, sólo puede adquirirse por medio de
escritura pública inscrita en el Conservador de Bienes Raíces (artículo 1º de la Ley número 6.977).

14
En el Derecho Romano y en el español antiguo que regía entre
nosotros, bastaba la tradición real o la ficta para operar la
transferencia del dominio en los inmuebles, al igual que respecto de
los muebles. No era necesaria por tanto, para la validez de dicha
tradición, la inscripción en un registro público, lo que usualmente
implicaba que los terceros ignoraban las transferencias del dominio.
Para facilitar la circulación del dominio de los bienes inmuebles,
evitar los inconvenientes de la clandestinidad y desarrollar el crédito
territorial, fue imponiéndose en las legislaciones más avanzadas la
PUBLICIDAD de la constitución, transferencia y transmisión de los
derechos reales inmuebles. Dicho objetivo se logra mediante los
registros de la propiedad raíz o territorial. Pero fuera de la publicidad,
el Registro de Bienes Raíces cumple otras funciones, que varían
según el régimen de cada país. En muchos, es una garantía de la
propiedad inmueble; en otros, sólo de la posesión; en algunos, sólo se
exige para oponer el acto inscrito a los terceros.

* Fines de la inscripción en el derecho chileno.


Cuatro son las finalidades jurídicas de nuestro Registro
Conservatorio de Bienes Raíces:
1º Realización de la tradición: art. 686.
2º Publicidad de la propiedad raíz: persigue, como dice el Mensaje del
CC., ponerla a la vista de todos, en un cuadro que represente
instantáneamente sus mutaciones, cargas y divisiones sucesivas. Se
tiende con esta función a conservar la historia de la propiedad raíz y
permitir el conocimiento de sus gravámenes, evitándose así los
engaños a terceros.
3º Requisito, garantía y prueba de la posesión de los bienes raíces; en
efecto:
 sirve de requisito para adquirir la posesión de bienes inmuebles
(art. 724: “Si la cosa es de aquellas cuya tradición deba hacerse
por inscripción en el Registro del Conservador, nadie podrá
adquirir la posesión de ella sino por este medio”);
 posibilita probar dicha posesión (art. 924: “La posesión de los
derechos inscritos se prueba por la inscripción y mientras ésta
subsista, y con tal que haya durado un año completo, no es
admisible ninguna prueba de posesión con que se pretenda
impugnarla”);
 y constituye una garantía de conservar la misma (arts. 728 y
2505. El primero establece que “Para que cese la posesión
inscrita, es necesario que la inscripción se cancele, sea por
voluntad de las partes, o por una nueva inscripción en que el
poseedor inscrito transfiere su derecho a otro, o por decreto
judicial. Mientras subsista la inscripción, el que se apodera de la
cosa a que se refiere el título inscrito, no adquiere posesión de
ella ni pone fin a la posesión existente”; el segundo, dispone
que “Contra un título inscrito no tendrá lugar la prescripción
adquisitiva de bienes raíces, o de derechos reales constituidos
en éstos, sino en virtud de otro título inscrito; ni empezará a
correr sino desde la inscripción del segundo.”

15
4º En algunos casos, es solemnidad de un acto o contrato: en ciertos
casos, desempeña además el papel de solemnidad de algunos actos
jurídicos que recaen en bienes raíces:
 Donaciones irrevocables (art. 1400);
 Constitución de usufructo por acto entre vivos (art. 767);
 Constitución del derecho de uso y habitación (arts. 812 en
relación con el art. 767);
 Constitución de fideicomisos, sea que se constituyan por acto
entre vivos o por testamento (art. 735);
 Constitución del censo (art. 2027);
 Constitución de la hipoteca (arts. 2409 y 2410).
Cabe precisar que en algunos de estos casos -hipoteca, por
ejemplo-, se discute la función de la inscripción, señalando algunos
que no sólo opera como tradición, sino como solemnidad del propio
contrato. Otros, en cambio, afirman que el contrato sería válido con el
otorgamiento de la escritura pública, siendo la inscripción la tradición
del derecho real de hipoteca.
Cabe señalar que las inscripciones que ordenan los arts. 688
(respecto de la sucesión por causa de muerte) y 689 (respecto de la
sentencia que declara la prescripción adquisitiva), responden a la
finalidad de publicidad, puesto que aquí no hay tradición. Otros
modos de adquirir operan.
De lo dicho respecto de los fines de la inscripción, podría
desprenderse, en principio, que en nuestro Derecho, la inscripción es
prueba del dominio. Ello no es así sin embargo. Si bien la inscripción
es la única manera de efectuar la tradición de los derechos reales
inmuebles y aunque la tradición constituye un modo de adquirir el
dominio, la inscripción no prueba este derecho: sólo prueba la
posesión. En nuestra legislación, la forma de probar un dominio
indubitado es a través de la prescripción; de ahí la importancia del
estudio de los títulos de los inmuebles, por un lapso no inferior a 10
años de posesión inscrita. Por la misma razón, el Mensaje del CC.
dice: "No dando a la inscripción conservatoria otro carácter que el de
una simple tradición, la posesión conferida por ella deja subsistentes
los derechos del verdadero propietario, que solamente podrían
extinguirse por la prescripción competente".

* Tipos de registros.
Se distinguen en la doctrina y en el Derecho Comparado dos
tipos de registro: personal y real.
Registro personal es aquél que se organiza tomando como
pauta los nombres de las personas a quienes afecta cada anotación o
inscripción.
Registro real es el que se lleva por predios. Cada uno de estos
se matricula con un número de orden y le corresponde una hoja
especial, que constituye su registro. En dicho registro se van
anotando todos los actos jurídicos que afecten el inmueble. El registro
real permite conocer efectivamente de un solo golpe de vista todas
las mutaciones y gravámenes de una propiedad, revela de inmediato
la situación jurídica de un predio.

16
Por el contrario, el registro personal obliga, para conocer la
historia de un predio, encontrar el nombre de los propietarios
anteriores y revisar sus inscripciones. Materialmente, las inscripciones
se realizan en libros distintos, ordenados cronológicamente.
Otro sistema de inscripción es el del "Acta Torrens", implantado
en Australia. En él, la inscripción también es prueba del dominio. Sir
Robert Torrens ideó el sistema que básicamente consiste en lo
siguiente: al inscribirse un título, el propietario presenta los
antecedentes del mismo y un plano del predio. El Estado los examina
y si están conformes, efectúa la inscripción. Se redactan dos
certificados idénticos, uno de los cuales se entrega al propietario y el
otro se inserta en el Registro. Este es llevado por propiedades
(Registro real). Cuando un propietario quiere vender, envía al
Conservador el contrato respectivo (usualmente un formulario) y su
certificado, el que se deja sin efecto, entregándose al comprador uno
nuevo. El certificado contiene un plano de la propiedad y la indicación
de las obligaciones que la gravan.
En Chile, opera el Registro personal.

* Inscripciones y transcripciones.
Los títulos o documentos que deben constar en los registros
pueden insertarse en ellos de dos formas: a través de la transcripción,
que consiste en copiar íntegra y literalmente el documento; o a través
de la inscripción, que se reduce a anotar un extracto fundamental del
documento. Este último sistema rige en Chile.

* Legalidad registral.
Una característica fundamental de un Registro es la de que
tenga o no "legalidad". En materia registral, se entiende por legalidad
el carácter de seguridad absoluta, eventualmente con garantía del
Estado, de que los titulares de derechos incorporados al Registro,
efectivamente tienen tal calidad. Fundamentalmente, implica
garantizar la validez y eficacia de los actos que motivaron la inclusión
del inmueble en el Registro a nombre de determinada persona. Aquí,
la inscripción es prueba del dominio. El interesado en inscribir debe
llevar sus títulos al Registro correspondiente, donde funcionarios
especializados los estudian. Si están correctos, conformes a Derecho,
se inscriben. En consecuencia, aceptado un inmueble en el Registro
como perteneciente a una persona, queda as¡ de modo indiscutible.
El derecho alemán recepciona este principio de la legalidad en su
sistema registral.

* El sistema registral chileno.


Está conformado por el Registro Conservatorio de Bienes
Raíces. Las normas legales fundamentales sobre la materia están
contenidas en los arts. 686 y siguientes del CC. y en virtud de lo
dispuesto en el art. 695, en el Reglamento del Registro Conservatorio
de Bienes Raíces (del 24 de junio de 1857). Se ha resuelto por la
jurisprudencia que se trata de un DFL dictado por mandato del art.
695, ley delegatoria.

17
Su organización y funcionamiento están consignados
fundamentalmente en el citado Reglamento. Sus características son:
1º Funciona como una oficina en cada Provincia, sin perjuicio que en
Santiago, el oficio está a cargo de tres funcionarios;
2º Los libros fundamentales que allí se llevan son el Repertorio, el
Registro y el Indice General. Pero es el Registro el que constituye el
sistema, siendo los otros dos complemento de aquél.
Creado originalmente para los inmuebles, leyes posteriores han
entregado al Conservador el mantenimiento de otros registros para
ciertos bienes o actos, como el Registro de Comercio, el de Prenda
Industrial, el de Prenda Agraria, el de Prenda de Cosa Mueble Vendida
a Plazo, etc.
El REPERTORIO es una especie de libro de ingreso de la oficina
(arts. 21 a 30 del Reglamento). Es un libro en que se deben anotar
todos los títulos que se le presenten al Conservador, por orden
cronológico de ingreso, cualquiera sea su naturaleza (arts. 21 y 27);
es de carácter anual (arts. 30 y 38). La anotación en el Repertorio
debe contener las enunciaciones indicadas en el art. 24 del
Reglamento.
El REGISTRO está integrado por tres libros o registros parciales
que lleva el Conservador: art. 31:
 Registro de Propiedad;
 Registro de Hipotecas y Gravámenes; y
 Registro de Interdicciones y Prohibiciones de Enajenar.
Todos son anuales (art. 36). Los arts. 32 y 33 establecen las
inscripciones que deben hacerse en cada libro. Las características
materiales de estos Libros o Registros parciales están señaladas en
los arts. 34 y siguientes. Cabe destacar que la jurisprudencia ha
determinado que la inscripción practicada en un Registro que no
corresponde, adolece de nulidad absoluta.
Cada Libro o Registro parcial contiene un índice por orden
alfabético con los nombres de los otorgantes (art. 41); este índice es
de especial importancia práctica para la ubicación de los títulos y
contribuye a caracterizar el Registro. Además, en un apéndice de éste
índice se inventarían los documentos agregados al final del Registro
(art. 42).
El INDICE GENERAL permite, junto a los índices de cada Libro o
Registro parcial, el funcionamiento del sistema, en cuanto mediante
él se ubican las inscripciones y se puede reconstruir la historia de los
inmuebles. Se construye por orden alfabético de los otorgantes, y se
forma a medida que van haciéndose las inscripciones en los tres
Registros parciales. También es anual.
3º El Registro es público, y el Conservador está obligado a dar las
copias y certificados que se le soliciten (arts. 49 a 51). Los más
usuales son los certificados de dominio vigente y de gravámenes y
prohibiciones. Pedir dichos certificados por un lapso mínimo de 10
años, resulta indispensable en todo Informe de Títulos.
4º Respecto a la responsabilidad del Conservador, en su desempeño
no tiene atribuciones para examinar la validez y eficacia de los títulos
ni la correspondencia entre las declaraciones sobre los predios y sus

18
reales características. Por lo mismo, en Chile el Estado no garantiza ni
esta congruencia entre el título y los caracteres materiales del predio
ni la calidad de auténtico propietario que puede tener quien aparece
como dueño en la inscripción. En otras palabras, nuestro sistema
carece de "legalidad" registral.
Tiene sí responsabilidad el Conservador por la negligencia, dolo
y abuso que cometa en el cumplimiento de sus funciones; la
responsabilidad civil por daños se rige por las reglas generales de la
responsabilidad extracontractual (arts. 2314 y siguientes del CC). La
responsabilidad funcionaria se rige por el COT.

* Títulos que deben inscribirse y títulos que pueden inscribirse.


Los títulos que DEBEN inscribirse en el Registro están
enumerados en el art. 52 del Reglamento. Son tales:
1º Los títulos traslaticios de dominio de los bienes raíces;
2º Los títulos de derecho de usufructo, uso, habitación, censo e
hipoteca constituidos en inmuebles (pareciera aludir el número 1 del
art. 52 al título traslaticio de los mencionados derechos; si así se
interpretare el numeral, no puede operar respecto de los derechos de
uso y habitación, que son personalísimos -art. 819- y por ende no
pueden transferirse. Por ende, hay que entender el numeral en el
sentido que alude a la constitución de tales derechos personalísimos);
3º La sentencia ejecutoriada que declare la prescripción adquisitiva
del dominio sobre un inmueble o de cualquiera de los derechos
mencionados en el numeral precedente;
4º La constitución de los fideicomisos relativos a inmuebles;
5º La constitución de usufructos que recaen sobre inmuebles por acto
entre vivos;
6º La constitución del uso y habitación que recaen sobre inmuebles
por acto entre vivos;
7º La constitución, división, reducción y redención del censo;
8º La constitución de censo vitalicio;
9º La constitución de la hipoteca;
10º La renuncia de cualquiera de los derechos enumerados
anteriormente;
11º Los decretos de interdicción provisoria y definitiva;
12º Los decretos que rehabilitan al disipador y al demente;
13º Los decretos que confieren la posesión definitiva de los bienes del
desaparecido; y
14º Los decretos que concedan el beneficio de separación de bienes,
según el art. 1385 del CC.
A estos casos, deben agregarse otros que establece el CC. y el
propio Reglamento, por ejemplo en el art. 688 en relación al art. 55
del Reglamento, respecto a la sucesión por causa de muerte.
Los títulos que PUEDEN inscribirse, están enumerados en el art.
53 del Reglamento. Son tales:
1º Toda condición suspensiva o resolutoria del dominio de inmuebles;
2º Toda condición suspensiva o resolutoria de otros derechos reales
constituidos sobre inmuebles;

19
3º Todo gravamen impuesto sobre un inmueble, diferente de los
mencionados en el art. 52, como las servidumbres;
4º El arrendamiento en el caso del art. 1962 del CC;
5º Cualquier otro acto o contrato cuya inscripción sea permitida por la
ley;
6º Todo impedimento o prohibición referente a inmuebles, sea
convencional, legal o judicial, que embarace o limite de cualquier
modo el libre ejercicio del derecho de enajenar. Son de la segunda
clase el embargo, cesión de bienes, secuestro, litigio, etc. En relación
a esta hipótesis, inscrita la prohibición convencional de enajenar, se
ha discutido la actitud que debe tomar el Conservador cuando el
obligado a no enajenar, infringiendo su obligación, enajena y se le
pida que inscriba ese título. ¿Debe negarse o debe inscribir?.
Se ha sostenido que debe negarse, en base al art. 13 del
Reglamento, porque sería un caso en que la inscripción es
“legalmente inadmisible”. Se configuraría un “impedimento de
registro”: al existir una prohibición de enajenar vigente e inscrita, la
coherencia del Registro conduciría a considerar legalmente
inadmisible un título que contradice aquella inscripción.
Pero también puede estimarse que el Conservador debe
inscribir la enajenación; al respecto, debe recordarse que la validez
de la estipulación que impone la prohibición de enajenar ha sido
discutida. Si se admite, ella generaría, para una parte de la doctrina,
una obligación de no hacer, de modo que la enajenación no importa
sino una infracción de esa obligación, que el Conservador no es el
llamado a controlar o juzgar; a este respecto, se tiene en cuenta que
el principio general en Chile es que el Conservador debe inscribir los
títulos que se le presenten (siendo auténticos y relativos a
inmuebles), salvo limitadas excepciones, que como tales, deben
interpretarse restrictivamente. Además, se agrega que el art. 13 se
refiere a las inscripciones que por ley son inadmisibles, no por
acuerdo de los particulares, de modo que para fundar la negativa
debería precisarse el precepto legal que declara inadmisible la
inscripción. La jurisprudencia se ha inclinado por esta segunda
alternativa.
Conviene aclarar que la expresión "títulos que deben
inscribirse", se entiende no como una orden a los involucrados en el
título o al funcionario, sino como una exigencia para el efecto de
dicho acto jurídico; es decir, los interesados siempre son libres para
pedir o no la inscripción; pero si quieren lograr el efecto jurídico
fundamental previsto en el título, han de inscribir (por ejemplo, en
una compraventa, si se pretende que se verifique la tradición de un
predio).
Por su parte, la expresión “títulos que pueden inscribirse”, está
referida a títulos cuyo efecto fundamental no está sometido a
inscripción, pero respecto de los cuales, en lugar de prohibir la
inscripción, se permite, para aprovechar las ventajas del Registro,
entre ellas, la oponibilidad a los terceros, derivada de la publicidad
que nace al registrarse.

20
* Anotación en el Repertorio.
Es el asiento o constancia que se deja en este libro, de la
presentación y recepción de un título para su inscripción. Estas
anotaciones se van efectuando por estricto orden de presentación al
Conservador y contienen las menciones indicadas en el art. 24 (arts.
65 y 66). Recordemos que el Repertorio es una especie de libro de
ingreso.
Hemos dicho que el Conservador no examina la legalidad de los
títulos, pero puede si rehusar inscribir en ciertos casos; pero "en
ningún caso" dejará de anotar en el Repertorio el título presentado
(arts. 15 y 67); en la práctica, el Conservador anota en el Repertorio
pero rechaza las inscripciones cuando hay un vicio manifiesto en los
títulos, fundado su rechazo en alguna de las causales de los arts. 13 y
14.
Cuando el título es rechazado, la anotación en el Repertorio es
PRESUNTIVA y caduca a los dos meses desde su fecha, si no se
convierte en inscripción. Se divisa entonces la importancia que tiene
el hecho que el Conservador devuelva el título sin inscribir, para que
los interesados subsanen los defectos en él contenidos (arts. 15 y 16).
Convertida en inscripción, ésta surte efecto desde la fecha de la
anotación, es decir, opera retroactivamente (art. 17).
Se ha dictaminado por los tribunales que esa caducidad no se
produce a los dos meses, si la imposibilidad de inscribir se debe a una
prohibición judicial, de modo que alzada la misma se puede efectuar
la inscripción aunque haya transcurrido un plazo superior al señalado.
Se ha fallado también que subsanados los defectos del título, debe
requerirse al Conservador nuevamente para que inscriba, no
pudiendo éste hacerlo de oficio.
Cabe señalar que no obstante haberse efectuado una anotación
presuntiva en el Repertorio, y mientras está pendiente subsanar el
defecto del título, pueden efectuarse otras anotaciones,
incompatibles con la primera, relativas al mismo inmueble. Se discute
en la doctrina la posibilidad de inscribir o no antes que caduque la
primera anotación. Lo más aceptable pareciera ser que es posible
inscribir, pero dicha inscripción sólo adquiere valor cuando caduque la
primera anotación, transcurridos que sean los dos meses. En la
práctica, se hace la segunda anotación pero no se inscribe en el
Registro respectivo, hasta que hayan transcurrido los dos meses. Por
cierto, si la primera anotación se materializa en inscripción (corregido
que sea el defecto que afectaba al título), las anotaciones o
inscripciones posteriores, incompatibles con aquella, caducarán a su
vez (art. 17).
Cualquiera persona podrá solicitar al Conservador un
“Certificado de Repertorio”, en el que conste la circunstancia de
existir o no anotaciones en el Repertorio, respecto de un determinado
inmueble (art. 69). Tiene importancia este certificado, para el efecto
retroactivo de las inscripciones a la época de la anotación presuntiva.

* Obligación de inscribir y causales de negativa.

21
La regla general, es que el Conservador está obligado a inscribir
los títulos que se le presenten (arts. 12, 13, 14, 25 y 70); y debe
hacerlo sin retardo (arts. 13 y 70).
Excepcionalmente, puede negarse a inscribir, por alguna de las
causales contempladas en los arts. 13 y 14.
En caso de negativa, estampará el Conservador el motivo en el
título (art. 14), dejando constancia en el Repertorio (art. 25). El
perjudicado con la negativa del Conservador podrá reclamar al juez
de primera instancia (arts. 18 a 20), y si hay más de dos, al que está
de turno.
El juez pedirá informe al Conservador y resolverá por escrito y
sin más trámite lo que corresponda (art. 18); si resuelve que debe
inscribirse, el Conservador dejará constancia de tal orden en la
inscripción (art. 19); si el juez rechaza la solicitud de inscripción, el
perjudicado puede apelar en la forma ordinaria.
Las causales de negativa para inscribir están contempladas en
los arts. 13 y 14.
El art. 13 sólo contempla una causal genérica, explicitada en
diversos ejemplos: "si la inscripción es en algún sentido legalmente
inadmisible".
En la doctrina, se señala que ésta fórmula es muy imprecisa,
para una materia tan importante.
En primer lugar, puede constatarse que los ejemplos se refieren
a defectos formales del título, no a la sustancia del acto jurídico
contenido en él. Esta observación induce a concluir que la expresión
"en algún sentido legalmente inadmisible" está referida, en general, a
ese campo: infracciones legales en la forma de los títulos. Sólo uno de
los ejemplos permite dudar sobre la naturaleza formal o sustancial de
la causal: "si es visible en el título algún vicio o defecto que lo anule
absolutamente"; el ejemplo es bastante amplio sin embargo,
subsistiendo la duda, porque podría entenderse sólo referido a vicios
formales del título que provoquen nulidad absoluta. Además, en el
Reglamento, el término "título" se emplea principalmente en el
sentido de instrumento, vale decir formal, y no como referencia al
acto jurídico en él contenido (art. 1901 en ambos sentidos, por
ejemplo).
Pero por otra parte, podría estimarse que se refiere a defectos
de toda naturaleza, formales o sustanciales del acto, que provoquen
nulidad absoluta, ya que la norma no distingue. La jurisprudencia lo
ha ido entendiendo en el último sentido.
En todo caso, interpretando el art. 13 en sentido amplio o
restringido, el precepto presenta dos limitaciones:
1º Para negarse a inscribir el Conservador, debe tratarse de un
defecto que provoque nulidad absoluta;
2º De acuerdo a diversas sentencias que se han pronunciado sobre el
sentido de la expresión “visible en el título”, debe tratarse de vicios o
defectos que puedan percibirse con el solo examen del título
respectivo, sin que sea necesario confrontarlo con otros antecedentes
(la causal resulta equivalente en consecuencia a la del art. 1683,

22
cuando el juez puede declarar de oficio la nulidad absoluta, al
aparecer de manifiesto en el acto o contrato).
El art. 14 contempla por su parte dos causales, específicas. Se
trata de objeciones formales:
1º Cuando inscrito un predio por una compraventa, se presenta una
persona solicitando inscripción en su favor, invocando otro título de
compraventa, emanado del mismo vendedor;
2º Cuando un fundo es vendido por persona que según el Registro, no
es su dueño o actual poseedor
Una apreciación del conjunto de las causales de negativa,
permite concluir que las atribuciones de control entregadas al
Conservador son limitadas, y circunscritas principalmente a las
formas de los títulos, en relación con el orden y funcionamiento del
Registro, y con la eventual excepción apuntada a propósito del art.
13. Por tanto, por regla general, carece de control sobre la sustancia,
sobre los defectos de fondo de los actos contenidos en los títulos,
labor de control que en definitiva recae en el juez. El sistema
existente carece de "legalidad registral" por ende, al no controlar la
validez y eficacia de los actos que sirven de antecedente a la
inscripción, lo que le resta seguridad, permitiendo frecuentes litigios.

* Plazo para inscribir.


El reglamento no trata expresamente desde cuando y hasta
cuando se puede inscribir.
Algunos principios generales pueden enunciarse en esta
materia:
1º Como la inscripción es consecuencia del título, es éste el que debe
examinarse para concluir desde y hasta cuando procede inscribir.
2º En ese examen, la indagación fundamental tendrá que orientarse a
su eficacia en el tiempo en que se pretende inscribir. Por ejemplo, si
se trata de una compraventa de inmueble, se podrá inscribir desde
que sea exigible la obligación de efectuar la tradición, lo que
acontece generalmente desde que se perfecciona el contrato.

* Inscripción por avisos.


Respecto de los inmuebles que no han sido antes inscritos, se
establece un procedimiento especial para incorporarlos al sistema del
Registro (art. 693 del CC. y 58 del Reglamento). Se ha discutido la
sanción que traería el incumplimiento de las formalidades
establecidas para esta inscripción en el art. 58: algunos sostienen que
sería la nulidad absoluta; otros, la inoponibilidad al tercero a quien la
inscripción pudiere perjudicar.
Cabe señalar que las formalidades exigidas en la inscripción por
avisos se establecen para la transferencia del dominio por acto entre
vivos o para la constitución y transferencia de otros derechos reales
(como el usufructo, habitación, censo e hipoteca que se refieran a
inmuebles no inscritos), pero no para una primera inscripción en base
a otros antecedentes, como ocurre al adquirir por prescripción y se
quiera inscribir la sentencia que lo declara así, o para las

23
inscripciones originadas en la adquisición mediante sucesión por
causa de muerte. Así lo ha resuelto la jurisprudencia.
Los requisitos son:
1º Dar noticia a los terceros de la transferencia, mediante tres avisos
publicados en un diario de la comuna, o de la capital de provincia si
en la anterior no lo hubiere o de la capital de la Región, si en las
anteriores no lo hubiere;
2º Fijar un cartel durante 15 días por lo menos, en la oficina del
Conservador, con las designaciones de las personas que transfieran y
de los linderos y nombre de la propiedad materia del contrato.
El Conservador deberá protocolizar el cartel, y certificará el
cumplimiento de los requisitos indicados. La inscripción no podrá
efectuarse antes que transcurran 30 días contados desde el
otorgamiento del certificado por el Conservador.

* Confección y contenido de las inscripciones.


Regulan lo concerniente a su confección, los arts. 73, 75 a 77.
En lo que se refiere al contenido, la inscripción es
fundamentalmente un extracto o resumen del título de que se trata,
variando las menciones según la naturaleza del título (art. 690 y
siguientes del CC. y 78 y siguientes del Reglamento).
El Reglamento no contiene una norma clara que obligue al
Conservador a efectuar UNA inscripción por cada inmueble. El
problema se plantea cuando un solo título se refiere a dos o más
inmuebles (por ejemplo, en una escritura se venden dos o más
predios). De los arts. 71 y 72 y aún del art. 54, 2º, parece
desprenderse que debe practicarse una inscripción por cada predio,
aunque en la práctica no siempre se procede de este modo
(especialmente cuando una misma persona -usualmente una
sociedad inmobiliaria- adquiere dos o más inmuebles contiguos).
Distinta es la situación cuando se fusionan dos o más predios, pues
en tal caso corresponde hacer una nueva inscripción dando cuenta de
la fusión, aún cuando no opere nueva transferencia de dominio (como
lo hacen algunos Conservadores de regiones) o al menos anotar al
margen de cada inscripción el número de archivo del plano y de la
resolución municipal que aprobó la fusión si los inmuebles fueren
urbanos (como lo hace el Conservador de Santiago, aunque no suele
consignar los datos relativos a la resolución municipal, la que en todo
caso se agrega al final del Registro, junto al archivo del plano).
En lo que respecta a la AUSENCIA de menciones en el título, el
Reglamento señala la forma de suplirlas: art. 82.
Dos designaciones merecen un comentario especial: los linderos
(que exigen los arts. 78 número 4 y 81 número 3) y los datos de la
inscripción precedente (que exige el art. 80). Si no aparecen en el
título, ¿debe rehusarse la inscripción?
En cuanto a los LINDEROS, su designación constituye un
elemento importante de la sustancia del acto de que se trata; es una
forma de determinación del objeto. En este caso, procede la negativa
del Conservador, por la causal del art. 13 (último ejemplo), en
relación al art. 78 número 4. El interesado deberá suplir el defecto,

24
por una escritura pública complementaria, o según el caso, con una
minuta (art. 82).
En cuanto a los DATOS DE LA INSCRIPCION PRECEDENTE, su
función es menester para el encadenamiento de las inscripciones; en
este caso, se concluye que también el Conservador debe negarse a
inscribir si falta la designación, debiendo el interesado suplir el
defecto como lo indica el art. 82. La negativa del Conservador se
fundamentará en el art. 13 (ejemplo final), en relación con el art. 80.
En todo caso, nada impide que se celebren simultáneamente dos o
más compraventas, por una misma escritura, sobre un mismo predio,
hipótesis en la cual el Conservador practicará inscripciones sucesivas.
Como puede observarse, algunos serán efímeros poseedores
inscritos.

* Subinscripciones.
Los errores, omisiones u otras modificaciones que sea necesario
efectuar una vez practicada la inscripción, se salvan a su margen
derecho, mediante las subinscripciones (arts. 88, 89 y 91).
Si la subinscripción se basa en un nuevo título, debe practicarse
nueva inscripción, salvo que el antecedente sea una sentencia,
porque entonces será siempre subinscripción lo que se practicará
(art. 89, inciso final).

* Cancelaciones.
Cancelar una inscripción es dejarla sin efecto. Las cancelaciones
se efectúan mediante subinscripciones, es decir, por notas
marginales. En esta materia, debemos tener presente el art. 728; en
el segundo caso a que se refiere este art. (cancelación por una nueva
inscripción en que el poseedor transfiere su derecho a otro), la
subinscripción a que se refiere el art. 91 del Reglamento no es
indispensable para la cancelación, la que opera por la sola inscripción
posterior; por el art. 91, el Conservador subinscribe al margen de la
inscripción anterior (ya cancelada por la nueva) esta mutación, sólo
para la claridad del Registro.

* Reinscripciones.
En la práctica, se ha llegado a configurar un mecanismo
denominado de “reinscripciones”, consistente en volver a inscribir
inmuebles ya inscritos en el Registro, sin cambiar el titular de los
mismos. Se ha recurrido a ellas, por ejemplo cuando un heredero ha
enajenado un inmueble sin cumplir con las inscripciones prescritas en
el art. 688 del CC. y en el art. 55 del Reglamento; el adquirente logra
inscribir a su nombre, pero dicha inscripción es ineficaz, conforme al
art. 696 del CC, para conferir la posesión sobre el inmueble (además,
en el Registro, la inscripción que antecede a la del adquirente será la
del causante, en lugar de la inscripción hecha en favor del heredero,
que no se ha efectuado, presentándose por ende un corte en la lógica
continuidad de la posesión inscrita); posteriormente, para subsanar la
situación, el heredero efectúa aquellas inscripciones. Luego, el
adquirente solicita se “reinscriba” el inmueble a su nombre, de

25
manera que ahora quede su inscripción debidamente encadenada a
la del heredero y las anteriores.
La reinscripción también opera en los casos llamados de
“formación de fundos” o de fusión de inmuebles, en que el propietario
de dos o más inmuebles contiguos, inscritos cada uno a su nombre,
los reinscribe mediante una minuta, fundiendo las inscripciones en
una sola inscripción. Otro caso, en que operan reinscripciones, es
aquél en el que se crean nuevos conservadores de bienes raíces,
siendo necesario realizar el traslado de las inscripciones, al nuevo
Conservador.

* Tradición de cuotas.
Debemos distinguir si se trata de una cuota en cosa singular o
en cosa universal.
1º Cuota en cosa singular: la doctrina y la jurisprudencia entienden
que la cuota participa del carácter mueble o inmueble de la cosa
indivisa. Se concluye entonces, que si se trata de la tradición de una
cuota sobre cosa mueble, ella se efectuará por cualquiera de las
formas establecidas para éstos bienes (art. 684); y si se trata de la
tradición de una cuota en una cosa inmueble, ha de efectuarse por
inscripción (art. 686). Cobra aplicación aquí el art. 580.
2º Cuota en cosa universal: hay controversia en la doctrina.
Un sector de la doctrina concibe perfectamente la comunidad
sobre una universalidad jurídica y, negando la comunicación de la
cuota y la naturaleza de los bienes de que se compone dicha
universalidad, entiende que la tradición de la cuota ha de efectuarse
por cualquiera forma simbólica indicada en el art. 684 y no requiere
de inscripción conservatoria, aunque esté integrada por inmuebles.
Se está en presencia de una abstracción, que escapa a la clasificación
de bienes en muebles e inmuebles; y por tanto, para su tradición, ha
de seguirse la regla general en materia de formas de tradición, que
son las del art. 684, toda vez que la inscripción es una forma
excepcional de tradición.
Pero el planteamiento anterior ha sido rechazado por otro
sector de la doctrina. Desde ya, se ha objetado que pueda haber
comunidad en universalidades jurídicas, puesto que éstas tienen
activo y pasivo comunes, situación que no acontece en la comunidad
hereditaria, ejemplo clásico de universalidad jurídica, pues en ella las
deudas están siempre divididas entre los herederos, por disposición
de la ley, a prorrata de su participación en la herencia. Habría
comunidad entonces sólo sobre las universalidades de hecho.
Además, la naturaleza de los bienes que integran la universalidad se
comunicaría a la cuota que sobre dicha universalidad se tenga. Se
concluye entonces que la tradición de una cuota de cosa universal se
efectúa siguiendo la naturaleza de los bienes de que se compone; por
el art. 684 para los muebles y por la inscripción para los inmuebles, si
los hay en la universalidad.

* Inscripciones a que da lugar la sucesión por causa de muerte.

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La inscripción, además de su objetivo primordial de servir de
tradición de los derechos reales inmuebles, tiene otras finalidades,
como la de dar publicidad a la propiedad raíz. Tal ocurre con las
inscripciones que se requieren a propósito de la sucesión por causa
de muerte y la prescripción adquisitiva. Tal es el fin general buscado
por las inscripciones exigidas por el artículo 688 del Código Civil.
La sucesión por causa de muerte es un modo de adquirir (art.
588); produce el traspaso de los bienes del causante al heredero por
el ministerio de la ley, en el momento mismo de fallecer la persona de
cuya sucesión se trata (arts. 955 y 956); y desde este momento
también se adquiere la posesión de la herencia, aunque el heredero lo
ignore (art. 722); cada asignatario se reputa haber sucedido
inmediata y exclusivamente al causante (art. 1344). De todas estas
disposiciones armónicas se desprende que el heredero adquiere el
dominio y la posesión legal de los bienes hereditarios por el modo de
adquirir sucesión por causa de muerte y que esta adquisición se
produce en el momento mismo de la muerte del causante. Por tanto,
el heredero no necesita de tradición, ya que las cosas no pueden
adquirirse por dos modos.
En el momento de deferirse la herencia, de operar la delación
de la misma, la posesión de ella se confiere al heredero por el
ministerio de la ley; pero esta posesión LEGAL (según el actual tenor
del artículo 688, inciso 1º, fijado por la Ley 19.903 publicada en el
Diario Oficial de fecha 10 de octubre de 2003, la posesión efectiva y
la posesión legal se identificarían, lo que a nuestro juicio constituye
un error garrafal, pues la primera debe otorgarse por una
resolución, sea por un tribunal, cuando la herencia fuere testada,
sea por el Director Regional del Registro Civil, cuando la herencia
fuere intestada, mientras que la segunda se confiere por el solo
ministerio de la ley) no habilita al heredero para disponer de manera
alguna de un inmueble hereditario. En efecto, para que pueda ocurrir
lo último, es necesario realizar las inscripciones previstas tanto en la
Ley 19.903 como en el artículo 688 del Código Civil. Tal sería
entonces el fin específico de estas inscripciones. Así las cosas, los
herederos no podrán disponer de los inmuebles hereditarios, mientras
no proceda:
1º El decreto judicial o la resolución administrativa que da la
posesión EFECTIVA de la herencia (artículo 688 número 1). El
decreto judicial se inscribirá en el Registro de Propiedad del
Conservador de la Comuna o agrupación de comunas, en que se
encuentre el tribunal que lo dictó; la resolución administrativa se
inscribirá en el Registro Nacional de Posesiones Efectivas, que
depende del Servicio de Registro Civil e Identificación, según lo
dispone el artículo 8º de la Ley 19.903; asimismo, el Director Regional
del Registro Civil correspondiente, emitirá un certificado, dando
cuenta de haberse otorgado la posesión efectiva de la herencia
intestada, certificado que debe acompañarse al Conservador de
Bienes Raíces del último domicilio del causante, para inscribir
también la resolución administrativa, en el Registro de Propiedad. El
decreto judicial también se inscribirá en el Registro Nacional de

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Posesiones Efectivas. Para la inserción en el Registro Nacional de
Posesiones Efectivas de las resoluciones judiciales que confieren las
mismas, tratándose de las sucesiones testadas, deberá darse
cumplimiento a lo preceptuado en el artículo 882, inciso 3º, del
Código de Procedimiento Civil, que reza: “Hechas las publicaciones a
que se refieren los incisos anteriores y previa agregación de una
copia autorizada del inventario, el tribunal ordenará la inscripción de
la posesión efectiva y oficiará al Servicio de Registro Civil e
Identificación dando conocimiento de este hecho.”
Conforme a lo expuesto, nos queda en claro que tras la vigencia de la
Ley 19.903, toda posesión efectiva tendrá siempre dos
inscripciones, una en el Registro Nacional de Posesiones Efectivas, a
cargo del Registro Civil e Identificación, y otra en el Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces competente.
El procedimiento para solicitar, obtener e inscribir la posesión
efectiva y las diligencias para el pago del impuesto a las herencias o
para dictar la resolución que declare exenta de dicho pago a la
herencia, está señalado en la Ley 19.903, en el CPC (artículos 866 y
siguientes) y en la Ley número 16.271, sobre impuesto a las
herencias y donaciones.
2º Si la sucesión es testamentaria, se inscribirá también el
testamento, en el Registro de Propiedad del mismo Conservador de
Bienes Raíces en que se hubiere inscrito el auto de posesión efectiva.
En virtud de la inscripción del decreto que concede la posesión
efectiva y del testamento, los herederos pueden disponer de los
bienes muebles.
3º La inscripción especial de herencia (artículo 688 número 2): se
practica con el mérito de la inscripción anterior. Consiste en inscribir
los inmuebles de la sucesión a nombre de todos los herederos, en el
Registro de Propiedad del Conservador de la Comuna o agrupación de
comunas en que está situado el inmueble; si abarca el territorio de
dos o más Conservadores, la inscripción debe efectuarse en el
Registro de todos ellos. En virtud de esta inscripción, los herederos
pueden disponer de consuno de los inmuebles hereditarios.
En el mismo Conservador, volverán a inscribirse el decreto de
posesión efectiva y el testamento, si lo hubiere.
Cabe señalar que de conformidad al artículo 30 de la Ley
número 16.271 de Impuestos a las herencias, asignaciones y
donaciones, si la sociedad conyugal terminare por el fallecimiento de
uno de los cónyuges, los bienes raíces de aquélla deberán inscribirse
en el Conservador respectivo, a nombre del cónyuge sobreviviente y
de los herederos del difunto.
4º La inscripción especial del acto de partición (artículo 688
número 3), por el cual se adjudica a un heredero el todo o parte de un
inmueble; la inscripción se efectúa en el o en los mismos Registros en
los cuales se verificó o verificaron las inscripciones especiales de
herencia. Sin esta inscripción, no podrá el heredero adjudicatario
disponer por sí solo de los inmuebles hereditarios que en la partición
le hayan cabido.

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Cabe indicar que de conformidad al CPC, todo acuerdo de las
partes o resolución del partidor que contenga adjudicación de bienes
raíces, debe reducirse a escritura pública, y sin esta solemnidad no
puede efectuarse su inscripción en el Conservador (recordemos que
al Conservador sólo pueden presentarse títulos auténticos para su
inscripción).
A diferencia de las dos anteriores, ésta inscripción puede
obviarse. En efecto, puede ocurrir que los herederos resuelvan
enajenar de consuno los inmuebles hereditarios. En tal caso, no habrá
partición ni adjudicaciones subsecuentes (si se enajena, operará en
favor del tercero adquirente un título traslaticio de dominio; si se
adjudica el inmueble a uno de los comuneros hereditarios, operará un
título declarativo de dominio, y no habrá enajenación).
Con las tres inscripciones anteriores y la del causante que las
precedió, se puede entonces seguir en el Registro la historia de un
inmueble que antes perteneció al causante, luego a sus herederos y
por último se radicó en el patrimonio de uno solo de ellos o de un
tercero.
Como indicábamos, la adjudicación de un inmueble hereditario
a uno de los herederos no es un acto de disposición. Inicialmente, la
Corte Suprema llegó a la conclusión contraria, al declarar nula la
adjudicación de un bien raíz sin que previamente se hubieren
practicado las inscripciones señaladas en el art. 688 del CC. Este error
jurídico se enmendó sin embargo, y la jurisprudencia posterior
reconoció que la adjudicación a un heredero no importa disposición, o
sea enajenación, sino simplemente una singularización o
individualización del dominio que pertenecía al adjudicatario en la
comunidad, la radicación de los derechos cuotativos en bienes
determinados. Por tanto, la falta de posesión efectiva de la herencia y
de la inscripción especial de la misma a nombre de todos los
herederos, no anula la adjudicación que opera en favor de uno de
ellos.
+ Alcance y sanción del art. 688.
En conformidad a este precepto, la posesión legal de la
herencia no habilita al heredero para disponer de manera alguna de
un inmueble, mientras no se verifiquen las inscripciones que señala el
artículo. Se plantea entonces el problema de determinar cuál es la
sanción a la contravención del art. 688, es decir, cuando a pesar de
no haberse practicado estas inscripciones, un heredero dispone de un
inmueble. La Corte Suprema ha llegado a soluciones diversas a lo
largo de los años:
1º En un principio, la Corte resolvió que la sanción recaía sobre el
contrato o título traslaticio de dominio otorgado por el heredero al
tercero y que esta sanción era la nulidad absoluta, porque se
infringían las normas de organización del Registro Conservatorio, que
son de orden público. Y agregó más tarde la Corte Suprema que la
prohibición de disponer del art. 688 era general y absoluta,
comprendiendo no sólo las enajenaciones voluntarias, sino también
las ventas forzadas que se efectúan en juicio ejecutivo, pues la ley no
había hecho distingos (se trataba de un inmueble hipotecado por el

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causante; con posterioridad a su muerte, venció el plazo para pagar
la obligación caucionada, y como los herederos no pagaron, el
acreedor hipotecario entabló juicio ejecutivo y sacó a remate la
propiedad. El remate fue anulado por la Corte Suprema, en atención a
que los herederos no habían practicado las inscripciones del art. 688).
2º En una segunda interpretación, la Corte Suprema modificó la
conclusión anotada respecto a las enajenaciones forzadas, señalando
que la prohibición del art. 688 sólo se refiere a los actos voluntarios
celebrados por los herederos o sus causahabientes y no a las
enajenaciones forzadas, puesto que el artículo expresa con claridad
que "los herederos" son los que no pueden disponer, limitación que
no puede hacerse extensiva a la justicia; se observó que de haberse
mantenido el primer criterio, los herederos del deudor, con negarse a
inscribir, paralizarían toda ejecución en su contra y se librarían de
cumplir las obligaciones que les transmitió el causante. Ello resulta
jurídicamente inadmisible.
3º En una tercera interpretación, la Corte Suprema declaró que la
palabra "disponer" está tomada en el art. 688 en su sentido natural y
obvio de enajenar, esto es, transferir el dominio de una persona a
otra; en otras palabras, enajenación en su sentido restringido; la
venta no importa acto de transferencia del dominio, sino un simple
contrato. En consecuencia, el contrato celebrado por el heredero sin
haberse cumplido previamente con las inscripciones del art. 688, es
válido. Lo que es nulo sería la tradición subsecuente, si se efectúa. Se
podría argumentar en contra de este fallo, que el art. 1810 prohíbe la
venta de las cosas cuya enajenación a su vez está prohibida por la
ley, pero en respuesta a lo anterior y en abono al fallo, podría contra-
argumentarse que el art. 688 no es una norma prohibitiva, sino
imperativa de requisito.
4º Una nueva sentencia vino a completar y dar mayor fuerza a la
doctrina asentada por la Corte Suprema. Estableció que el art. 688 se
refiere a la tradición del dominio de los bienes raíces, por estar
comprendido en el párrafo que de ella trata, y que no puede
atribuírsele un sentido diverso, extraño al de dicho párrafo. Por tanto,
la prohibición de disponer impuesta a los herederos antes de la
realización de las inscripciones, no puede aplicarse al título, como la
compraventa, sino al modo de adquirir, a la tradición.
5º Una quinta interpretación llega a una solución más aceptable para
la doctrina. La Corte Suprema había concebido el art. 688 como
norma prohibitiva, cuando en realidad es imperativa de requisitos. La
sanción, por tanto, no es la nulidad absoluta, sino que otra diferente:
la establecida en el art. 696. Este artículo, refiriéndose a los que lo
preceden, entre los que se cuenta el art. 688, dispone que los títulos
cuya inscripción en dichos artículos se prescribe no darán o
transferirán la posesión efectiva del respectivo derecho, mientras la
inscripción no se efectúe. Esto implica que si se omiten las
inscripciones ordenadas en el art. 688, la inscripción que obtenga
quien adquirió del heredero, adolecerá de una TRANSITORIA
INEFICACIA. No conferirá a dicho adquirente la posesión sobre su
derecho, mientras no se efectúen las inscripciones omitidas. Esta

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transitoria ineficacia de la inscripción del adquirente, demuestra que
en ningún caso la sanción podría ser la nulidad absoluta, porque ésta
excluye la ratificación, figura que opera en definitiva, al menos
tácitamente, al verificarse las inscripciones que ponen fin a la
ineficacia transitoria de la inscripción hecha en favor del adquirente.
Pero la discusión en la doctrina ha continuado. Se señalan dos
objeciones a la última solución de la jurisprudencia:
1º Que el art. 696, al negar la transferencia del respectivo derecho al
tercero mientras la inscripción no se efectúa, no se refiere al art. 688,
pues se está refiriendo sólo a las inscripciones que transfieren el
dominio, a las que son tradición, objetivo que no persiguen las
inscripciones del art. 688.
2º Que la solución de la jurisprudencia asegura que mientras las
inscripciones no se efectúen queda en suspenso la transferencia del
derecho; en otras palabras, que al comprar el inmueble el tercero sin
que previamente el heredero hubiere practicado las inscripciones, el
título y la inscripción que dicho tercero obtenga a su nombre serían
válidos pero completamente ineficaces, con lo que el tercero no
adquiriría el dominio ni la posesión. Se trataría entonces de un MERO
TENEDOR. La solución conduciría entonces a la inestabilidad de los
derechos. El resultado práctico del criterio jurisprudencial se traduce
en la necesidad en que queda colocado el tercero que adquirió del
heredero, de REINSCRIBIR el título traslaticio, una vez que el heredero
haya obtenido la posesión efectiva y practicado las inscripciones del
caso. Y este procedimiento de reinscripción, se agrega, carece de
base legal y puede dar origen a una cadena paralela de inscripciones.
Sin embargo, se sostiene que desde el momento que el art. 696
alude a “la posesión efectiva del respectivo derecho”, es decir del
derecho de dominio, que no se adquiere mientras no se verifiquen
las inscripciones, no se excluye la posibilidad de que se adquiera la
posesión de la cosa, de manera que la inscripción en favor del
tercero hecha sin haberse efectuado previamente las inscripciones
del art. 688, no es del todo ineficaz, pues conferiría la posesión del
inmueble, con lo que podría adquirirse por prescripción si pasa el
tiempo y los herederos no practican las inscripciones del art. 688.
Otra solución que se desprendería de los principios generales,
sería que la enajenación del heredero en favor del adquirente estaría
viciada de nulidad relativa, porque se habrían omitido ciertos
requisitos (las inscripciones del art. 688) prescritos por la ley en
consideración a la CALIDAD de heredero de quien enajena. Esta
nulidad se sanearía con la confirmación o ratificación del heredero, de
la tradición efectuada, mediante el cumplimiento de las inscripciones
del art. 688. Para el orden del registro, bastaría una simple anotación
marginal que aluda a la ratificación, hecha en la inscripción
confirmada. Con esta solución, no sería necesaria la reinscripción.
Pero la tesis de la nulidad relativa como sanción a la infracción
del art. 688 ha sido impugnada, ya que dicha nulidad se sanea a los 4
años, mientras que del tenor del art. 688 se desprende que la falta de
inscripciones hereditarias jamás se sanea, pues el precepto señala
que el heredero no puede disponer en manera alguna de los

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inmuebles hereditarios, MIENTRAS no procedan las inscripciones
hereditarias.
En la práctica, cuando se detecta que los herederos han
enajenado un inmueble sin haber cumplido con las normas
preceptuadas en el artículo 688, no queda otra vía que proceder a
resciliar el contrato, y celebrar uno nuevo, pero sólo después de
haber practicado las inscripciones hereditarias.

* La inscripción en la prescripción.
Fuera de la sucesión por causa de muerte, hay otro modo de
adquirir que también da lugar a la inscripción conservatoria. Diversas
disposiciones exigen que la sentencia que declara la prescripción
adquisitiva de un bien raíz sea inscrita en el Registro del Conservador:
arts. 689 y 2513 del CC. y 52 del Reglamento Conservatorio.
La inscripción no sirve para que el prescribiente adquiera el
dominio, puesto que ya lo adquirió por prescripción. La inscripción se
exige por una triple finalidad:
1º Para colocar el inmueble bajo el régimen de la propiedad inscrita;
2º Para mantener la historia de la propiedad raíz; y
3º Para que la sentencia produzca efectos contra terceros.

g.3) La tradición del derecho real de herencia.

* Momento a partir del cual es posible realizarla.


Una vez fallecido el causante, el heredero puede disponer,
enajenar su derecho de herencia. Es imposible la enajenación antes
de la muerte del causante, pues en nuestro Derecho, están proscritos
los pactos sobre sucesión futura, adoleciendo de objeto ilícito y por
ende de nulidad absoluta (arts. 1463, 1466, 1204 y 1682). Una vez
que el heredero puede enajenar su derecho de herencia, se plantea el
problema acerca de la forma como debe hacerse la tradición.

* Forma de efectuar la tradición del derecho de herencia: doctrinas.


El CC., en los arts. 1909 y 1910, dentro del título “De la cesión
de derechos”, se refiere a la cesión del derecho de herencia. El
Código emplea el término equívoco de “cesión”, que por el contenido
de los artículos citados, debe entenderse equivalente a tradición. Se
señalan en los dos artículos sólo algunos efectos de la cesión, pero no
se indica la forma como ha de efectuarse la tradición.
En lo que respecta al título que la precede, el más frecuente
será la compraventa, que debe hacerse por escritura pública (art.
1801, 2º). A continuación procede la tradición, sin que el Código
establezca expresamente la forma como ha de efectuarse.
Antes de entrar al análisis de las doctrinas formuladas al efecto,
debemos precisar que la situación que estudiaremos se refiere a la
venta o cesión de los derechos hereditarios en la UNIVERSALIDAD de
la sucesión o en una CUOTA de ella, y no a la venta de los derechos
hereditarios que al heredero vendedor o cedente corresponden en un
bien DETERMINADO de la sucesión, porque en este último caso la
inscripción es la única forma de hacer la tradición (y siempre y

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cuando se practiquen previamente las inscripciones del art. 688, si se
trata de un inmueble).
Dos doctrinas proponen solución al problema de cómo debe
efectuarse la tradición del derecho real de herencia:
1º Doctrina según la cual la tradición de la herencia no exige
inscripción conservatoria, aún cuando aquella comprenda bienes
raíces.
Leopoldo Urrutia fue el primero que sostuvo esta doctrina. Se
plantea que siendo la herencia una universalidad jurídica que no
comprende bienes determinados sino un conjunto de bienes
indeterminados o una cuota de ese conjunto, no puede calificarse de
bien mueble o inmueble. Por tanto, aunque la herencia comprenda
bienes inmuebles, no es necesaria la inscripción a que se refiere el
art. 686 para la tradición de ella, pues esta disposición alude a la
manera de efectuar la tradición del dominio de los bienes raíces y los
derechos reales constituidos sobre ellos y que indica el artículo, y ya
se ha dicho que aunque la herencia comprenda éstos bienes no
adquiere carácter inmueble, sino que mantiene su calidad de bien
abstracto o sui géneris. Aún más, agregan los que siguen a Urrutia, el
art. 686 es inaplicable porque se refiere a la tradición del dominio y
otros derechos reales que menciona, entre los cuales no se cuenta la
herencia, y ésta, aunque en doctrina pueda mirarse como una forma
de dominio, en nuestro derecho positivo no puede seguirse tal
criterio, porque se considera la herencia en forma autónoma o
independiente del derecho de dominio (arts. 577 y 1268). Es un
derecho real distinto del dominio.
Ahora bien, como no hay reglas particulares para la tradición
del derecho de herencia, corresponde aplicar las generales del Título
de la Tradición. En conformidad a éstas, la tradición del derecho de
herencia puede verificarse por cualquier medio que revele la
intención del tradente de transferir su derecho de herencia y la del
adquirente de adquirirlo. Se aplican las reglas generales de los arts.
670, incisos 1° y 2° y 684, y en especial, la expresión “significando”,
utilizada en el último.
En consecuencia, siendo la inscripción una manera excepcional
de efectuar la tradición, establecida tan sólo para los inmuebles, y la
regla general las formas del art. 684, la tradición del derecho de
herencia no requiere de inscripción, y basta para efectuarla, cualquier
manifestación de voluntades en la que conste la intención de
transferir el dominio: por ejemplo, expresándolo en una escritura
pública de cesión, o permitiendo al cesionario o comprador entrar en
posesión de los derechos cedidos por el vendedor, y en cumplimiento
de las estipulaciones del contrato, ejercitar dicho cesionario, por sí y
como dueño de estos derechos, las gestiones pertinentes en un juicio
en que se discute la nulidad del testamento del causante.
2º Doctrina según la cual la tradición de la herencia exige la
inscripción conservatoria, cuando aquella comprende bienes raíces.
José Ramón Gutiérrez fue quien postuló esta doctrina, que
sostiene que el derecho real de herencia es mueble o inmueble,
según lo sean las cosas singulares en que ha de ejercerse; la

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herencia, por tanto, es una cosa cuyo carácter depende de los bienes
que la componen. En consecuencia:
+ Si sólo se compone de bienes muebles, la herencia será cosa
mueble y su tradición deberá efectuarse por una de las formas
previstas en el art. 684, tanto en la hipótesis general del inciso
primero, como en las contenidas en sus numerales, cuando
corresponda.
+ Si la herencia se compone únicamente de bienes inmuebles, será
cosa inmueble, y la tradición deberá efectuarse conforme al art. 686.
+ Si la herencia comprende bienes muebles e inmuebles, tiene
carácter mixto, y su tradición también deberá efectuarse conforme al
art. 686.
En lo que a la jurisprudencia respecta, la casi totalidad de las
sentencias se inclina por la primera doctrina. Así, hay fallos que
estiman efectuada la cesión o tradición del derecho real de herencia,
por el hecho de que los demás copartícipes reconozcan al cesionario
como tal; o por la circunstancia de que éste intervenga en la
administración o en la liquidación de los bienes hereditarios; o por el
hecho de aparecer de manifiesto en la escritura de cesión las
voluntades del cedente y del cesionario de transferir y adquirir,
respectivamente, el derecho de herencia, etc.

* El art. 688 y la cesión del derecho de herencia.


La citada disposición no se aplica. Si el heredero cede sus
derechos en la herencia, no es necesario que previamente cumpla
con las inscripciones del art. 688, porque este precepto impide la
disposición de un inmueble sin las inscripciones previas, pero no la de
una herencia o de una cuota de ella, herencia o cuota en la misma
que es una universalidad jurídica que no tiene carácter de inmueble,
aunque comprenda esta clase de bienes, según la doctrina
mayoritaria. Así lo ha resuelto también de modo casi uniforme la
jurisprudencia.
Sólo una sentencia de la Corte de Valparaíso, ha declarado "que
cuando existe un solo heredero y el patrimonio comprende bienes
raíces debe aplicarse el art. 688 del CC. y mientras no se verifiquen
las inscripciones que allí se determinan, no puede el heredero
disponer de manera alguna de un inmueble, siendo en el hecho una
forma de disposición el enajenar la totalidad de su patrimonio
hereditario que comprende esos inmuebles de su exclusiva
propiedad".
Esta sentencia ha sido criticada, porque el art. 688 exige las
inscripciones que señala para la disposición de inmuebles
determinados, cosas singulares, pero no para disponer de una
universalidad jurídica como es la herencia, cuya naturaleza no se
altera por el hecho de existir un solo heredero. Además, el art. 688
establece formalidades para disponer DEL DOMINIO sobre las cosas
inmuebles que integran el patrimonio transmitido y no para disponer
DEL DERECHO DE HERENCIA, derecho diferente del dominio. Además,
las normas excepcionales del art. 688 no pueden extenderse a la
enajenación del derecho real de herencia, a pretexto de que "en el

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hecho" la enajenación de ésta envuelva la de los bienes
comprendidos en la masa hereditaria; y esto, porque las reglas de
excepción no admiten interpretación extensiva.

* Inscripción del legado de un inmueble.


Los legados pueden ser de especie o cuerpo cierto y de género.
El legatario DE ESPECIE adquiere el dominio de la cosa legada
directamente del causante, por el modo sucesión por causa de
muerte y sin necesidad de inscripción, en el momento del
fallecimiento del testador, salvo si su asignación fuere condicional
(arts. 588, 951, 956 y 1338, 1º). El legatario DE GENERO, por el
contrario, sólo obtiene un crédito contra él o los herederos obligados
a pagarle su legado. No adquiere el dominio de la cosa por sucesión
por causa de muerte, sino en virtud de la tradición que le hace el
heredero o los herederos. Cabe indicar que incluso es posible un
legado de género sobre inmueble (por ejemplo, el testador ordena dar
uno cualquiera de los 50 lotes que componen una subdivisión de un
predio de mayor extensión; o uno cualquiera de los 30 departamentos
de un edificio determinado, que pertenece en su integridad al
causante).
El legatario de género puede disponer de su crédito (de su
“derecho al legado”, siguiendo las expresiones del art. 1909), sin
esperar a que se efectúe inscripción alguna, aunque lo legado sea un
inmueble indeterminado y de acuerdo al art. 580 sea un crédito
inmueble. Ello, porque las inscripciones del art. 688 sólo se exigen A
LOS HEREDEROS.
Cuando esté determinado quienes son los herederos y exigible
que sea el crédito (según las cláusulas del testamento y las reglas del
pago de los legados), el legatario o el adquirente de su derecho, si el
legatario se lo hubiere cedido, podrá exigir a todos los herederos (o al
que fue gravado con la carga de pagar el legado) que lo cumplan, es
decir, que se le entregue, en tradición, una cosa del género
respectivo. Si es un inmueble, será necesario, para los herederos,
obtener la posesión efectiva, inscribirla y practicar la inscripción
especial de herencia. Ello, porque son los herederos los dueños del
inmueble, sin perjuicio que se encuentran obligados a transferirlo al
legatario. Como esa entrega constituye tradición, debe efectuarse
inscripción. En cuanto al título traslaticio de dominio que ha de servir
como antecedente al legatario, en principio podría estimarse que es
el testamento, pero en él no se señaló un inmueble determinado.
Entonces, el antecedente inmediato será el acuerdo entre herederos
y legatario por el cual aquellos, en cumplimiento de la obligación de
entregar un inmueble, que asumieron al aceptar la herencia,
proponen al legatario la entrega de un inmueble determinado y éste
acepta. Tal acuerdo, dado que conduce a la transferencia de un
inmueble, a una tradición que debe efectuarse por inscripción, deberá
constar por escritura pública.
En cuanto al legatario DE ESPECIE, y si tal especie es un
inmueble, debemos distinguir para tratar el tema con relación al art.

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688, entre la inscripción a nombre del legatario y la disposición que
éste efectúe después a favor de un tercero:
1º Para ADQUIRIR el dominio, el legatario de especie no requiere
inscripción, sin perjuicio de la conveniencia de la misma. ¿Cómo
proceder a esta inscripción? La doctrina está dividida.
+ Doctrina que sostiene que basta con exhibir el testamento
judicialmente reconocido, para requerir la inscripción del inmueble
legado.
Una opinión, estima que el legatario puede requerir la
inscripción comprobando el fallecimiento del testador y acreditando el
pago del impuesto que grava su asignación y exhibiendo copia del
testamento judicialmente reconocido. Esta última exigencia se
explica, según esta posición, porque ese reconocimiento confiere
verosimilitud a las pretensiones del legatario, teniendo presente que
está actuando con prescindencia de los herederos. Afirman quienes
siguen esta posición, que la inscripción del legado a nombre del
legatario podría realizarse aunque el testamento no estuviere
previamente inscrito; pero agregan que está más conforme con el
espíritu del Registro Conservatorio que primero se haga la inscripción
del testamento y después la del inmueble legado a nombre del
legatario. Finalmente, sostienen que si bien la Ley de Impuesto a las
Herencias establece que los herederos o el albacea no pueden
proceder a la entrega de legados sin deducir o exigir previamente la
suma que se deba por concepto del referido impuesto, en ninguna
parte impone que la entrega deba hacerse por escritura pública.
+ Doctrina que sostiene que es necesario otorgar una escritura
pública de entrega del legado.
A juicio de esta doctrina, los legatarios de bienes raíces no
pueden inscribir a su favor el inmueble legado con la sola
presentación del testamento judicialmente reconocido. Aducen las
siguientes razones:
- Por lo general, el testador señala el inmueble legado con
designaciones insuficientes para inscribir el dominio exhibiendo sólo
el testamento (por ejemplo, suele omitir los linderos del predio).
- El testamento no es un título indiscutible del derecho del legatario
de un inmueble, porque el legado está sujeto a contingencias: arts.
1119 (variaciones experimentadas en el inmueble) y 1362
(responsabilidad subsidiaria de los legatarios ante los acreedores del
causante).
- Los arts. 1374 (las asignaciones hereditarias se pagan antes que los
legados) y 959 (deducción de las bajas generales de la herencia,
antes de pagar las asignaciones hereditarias y testamentarias) vienen
a confirmar que el legado no es inmediatamente exigible.
- Los arts. 1290 y 1292, en el mismo sentido, se refieren al "pago" de
los legados, como un acto que debe efectuar el albacea.
- Finalmente, la Ley de Impuesto a las Herencias (art. 54), dispone
que los Conservadores no podrán inscribir adjudicaciones de bienes
raíces hereditarios sin que se hubiere pagado el impuesto o
asegurado el pago.

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Procederá entonces otorgar escritura pública por los herederos
o el albacea, que acredite que el derecho del legatario es definitivo.
Agregan los partidarios de esta doctrina que la exigencia que la
entrega se realice mediante escritura pública se justifica, en razón de
que el Conservador sólo puede inscribir títulos auténticos. Si se sigue
esta tesis, a la que se ha inclinado la jurisprudencia, para otorgar la
escritura pública bastará inscribir el auto de posesión efectiva (que
declara quienes son los herederos), sin que se justifique practicar la
especial de herencia, porque el bien legado como especie o cuerpo
cierto no pertenece a los herederos, a diferencia de lo que acontece
con el legado de género. Por lo mismo, no están "disponiendo" de él,
puesto que sólo son meros tenedores.
2º En cuanto a DISPONER por el legatario del inmueble legado,
también han surgido discrepancias:
+ Doctrina que sostiene que es requisito previo inscribir el inmueble
legado, a nombre del legatario.
Se ha sostenido que el título del legado es el testamento y que
la obligación de inscribir el legado, es un requisito previo para
disponer de la especie, obligación que estaría implícita en la siguiente
relación de disposiciones: según los arts. 688 del CC. y 55 del
Reglamento, deben inscribirse la posesión efectiva y el testamento, si
la sucesión fuere testada; y conforme a los arts. 691 del CC. y 79 del
Reglamento, la inscripción del testamento debe incluir la fecha del
otorgamiento, la individualización del testador y de los herederos o
legatarios que solicitaren la inscripción, expresando sus cuotas o los
respectivos legados.
+ Doctrina que sostiene que el legatario puede disponer del inmueble
legado, sin necesidad de inscribir previamente el inmueble a su
nombre.
Los que sostienen esta doctrina, estiman que no es necesaria la
inscripción; no la exige el art. 688 (que se refiere sólo al heredero) ni
ningún otro precepto. Además, el art. 691 sólo dispone qué
menciones tendrá la inscripción testamentaria, pero no exige que el
legatario tenga que inscribir para disponer de la cosa legada. Por lo
demás, la inscripción del testamento sólo se practica, de interpretar
restringidamente el art. 688 número 1, en el Registro donde se
inscribe el auto de posesión efectiva, con lo cual la inscripción del
inmueble legado, como hipotético requisito previo para disponer de
él, ni siquiera serviría para mantener la historia del predio legado,
cuando está situado en lugar distinto del domicilio del testador, en el
que se inscribieron la posesión efectiva y el testamento (este
argumento se ha debilitado, pues la mayoría de los Conservadores,
antes de efectuar la inscripción especial de herencia, inscriben
también nuevamente el auto de posesión efectiva y el testamento).
En la práctica, sin embargo, cuando el legatario de la especie
inmueble quiera enajenarla, tendrá que efectuar la tradición, esto es,
tendrá que inscribir el inmueble previamente a su nombre, porque el
Conservador podrá negarse a inscribir a nombre del que adquirió del
legatario, amparándose en su negativa en el art. 14 del Reglamento
(puesto que se trataría de inscribir un título que no emana de quien

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aparece -según el Registro- como dueño o actual poseedor). Vemos
entonces que si bien el legatario es dueño (pues adquirió por sucesión
por causa de muerte), registralmente no aparece como tal. Como
concluye la doctrina, la inscripción previa no se justifica en el
Derecho, pero sí en el aspecto formal de la organización del Registro.

g.4) La tradición de los derechos personales.

Su transferencia requiere de un título y la subsecuente


tradición. El título podrá consistir en una venta, donación, permuta,
etc. En cuanto a la tradición, se verifica por la entrega del título,
hecha por el cedente al cesionario (art. 699). En este precepto, se
entiende por título el instrumento en el que consta el crédito, vale
decir, el documento en el que se encuentra escriturado (sin perjuicio
de la interpretación más amplia dada por la jurisprudencia, según
veremos). En el art. 1901, por su parte, se utiliza la expresión "título"
tanto como antecedente jurídico cuanto como materialidad.
Los arts. 1901 y siguientes indican los efectos de la cesión. La
expresión “cesión” no alude a la idea de título o contrato, sino a la de
tradición del crédito. Por ende, el título debe anteceder a la cesión, y
servir de fundamento a la misma.
Por la entrega del título, la tradición produce sus efectos entre
el cedente o tradente y el cesionario o adquirente (arts. 699 y 1901).
Pero la cesión no produce efecto contra el deudor ni contra los
terceros, mientras no ha sido notificada por el cesionario al deudor o
aceptada por éste (art. 1902).
Cabe señalar que la jurisprudencia ha concluido que el art. 699
no se refiere sólo a la entrega MATERIAL del título, pues lo que se
transfiere no es la cosa corporal, el documento en que consta el
crédito, sino éste último, que es un derecho y por tanto una cosa
incorporal, que existe con independencia del título que lo contiene.
Una conclusión contraria, significaría la imposibilidad de ceder
créditos que no constan por escrito, pues faltaría el documento para
hacer la entrega material.
En consecuencia, la tradición no sólo puede efectuarse por la
entrega física del título, sino que también de una manera simbólica,
como sería permitiendo o autorizando al cesionario para tener el
crédito por suyo. Así sucede cuando por medio de una escritura, se
traspasa el crédito que consta en otra escritura pública de mutuo,
expresando el dueño del crédito su voluntad de transferirlo y el
cesionario la suya de aceptarlo, verificándose la entrega por ese
instrumento de cesión y no por la entrega de copia de la escritura de
mutuo (en la práctica sin embargo, se entrega copia de la misma,
dejando constancia de ello en la escritura de cesión, para despejar
cualquier riesgo).

* Tradición de los derechos litigiosos.


La cesión está regulada en los arts. 1911 a 1914. En estas
reglas, igual como acontece respecto de la cesión del derecho real de

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herencia, se señalan los efectos de la tradición, pero no se precisa la
forma como esta ha de efectuarse.
El art. 1911 define qué se entiende por derecho litigioso. Como
se desprende del art. 1912, también se requiere un título y un modo.
Se discute en la doctrina la forma como debe verificarse la tradición.
Para algunos (Emilio Rioseco, entre ellos), la circunstancia de
ser litigioso el derecho, no impide calificarlo de derecho real o
personal. Si es real, se aplicarán las reglas de la tradición: por ende,
si es un derecho mueble, operará el art. 684, y si es inmueble, será
necesaria la inscripción conservatoria. Si el derecho litigioso es
personal, se aplicarán las normas contenidas en los arts. 1901 a
1903. Como estos preceptos exigen entrega del título, se admite,
siguiendo a la jurisprudencia, que la actuación en el litigio por parte
del cesionario, en reemplazo del cedente, con su consentimiento
expreso o tácito, podría constituir tradición del derecho litigioso,
equivalente a las formas simbólicas del art. 684.
Otros autores (Alejandro Silva Bascuñan, entre ellos), objetan el
planteamiento anterior. Se observa que en el caso de los derechos
reales, la tradición sería difícil de efectuar cuando el cedente no tiene
la cosa mueble en su poder o no tiene inscrito a su nombre el
inmueble. Se postula que aun cuando en forma mediata lo cedido
pudiere ser un derecho real o personal, en términos inmediatos lo
cedido es siempre "el evento incierto de la litis" (art. 1911), de
manera que la tradición ha de ser siempre una sola. Como la ley no
señala su forma, tendrá que consistir en una manifestación de
voluntad que exteriorice el ánimo de tradición, concretamente, una
actuación realizada en el litigio por el cesionario, con consentimiento
expreso o tácito del cedente y conocimiento de las demás partes del
juicio, por la cual el cesionario sustituya al cedente en la posición que
éste tenía en la controversia.

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