Ejemplos
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Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende.
Llévame contigo para que yo también aprenda esa ciencia de no amar sino lo que debo, de no sentir sino lo que conviene, de no pensar sino cosas altas, hondas y celestiales. Quiero olvidar que tengo sentidos y que mi joven corazón ruge como las fieras.
Emilia Pardo Bazán
Cuanto dejamos dicho que acaece con el viajero de diligencia ocurre con el de galera o caballería, sin más diferencia que dilatarse algo más el obsequio con una cama que compite con el cielo, y cuya colcha de damasco, que ruge y se escapa por todos lados, como si estuviera viva, no deja dormir en toda la noche al paciente obsequiado.
Ángel de Saavedra
En cuanto el libertino está bien encendido, lo sueltan, se arroja como una fiera sobre la mujer y la muerde por todas partes, principalmente en el clítoris y los pezones, los cuales generalmente se lleva entre sus dientes. Ruge y grita como un animal y eyacula aullando.
Contigo vuela el niño de hermosas plumas y alas rápidas. Vuela por encima de la tierra y del mar salado que ruge sordamente. Eros encanta á aquel cuyo corazón furioso invade, alado como es y brillante de oro; encanta á la naturaleza de los animales que habitan en las montañas y de los que están en el mar ó nutre la tierra, y de los que Helios ilumina con su esplendor, y de los hombres.
No envidia al león la crin, ni al potro rudo El casco, ni al membrudo Hipopótamo el lomo corpulento Quien bajo los ramajes del copudo Baobab, ruge el viento.
Rubén Darío
El quiebro contra el empuje; un hombre contra una res, un monstruo que de ira ruge: y entre una seda que cruje, de un hombre un toro a los pies.
Señal será evidente de que la santa revolución ha respondido a los móviles de que procede, de que la tempestad que ruge es digna de los vientos que la engendraron, de que en España no queda piedra sobre piedra, de que la hora es llegada, en fin, de repartirse esos escombros entre los más atrevidos o los más fuertes.
-¿Que no quiero yo a mis hijos?...; ¿que no los quiero? -ruge de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos- ¿Quién será capaz de hacerlo bueno?
Nuestro aliento ruge en las calderas o clama con la dinamita; nuestros músculos de metal aplastan las rocas; nuestras uñas y nuestros dientes abren las montañas; nuestros nervios son una red de alambres que aprisiona la tierra.
¡también yo tengo esposa y tengo hijos en casa! Oid cómo ruge y avanza la tormenta; ved cómo se alzan las olas del fondo del lago.
émplase ya del fatigoso estío El fuego abrasador: del yerto polo Del septentrión los vientos sacudidos, Envueltos corren entre niebla oscura, Y a Cuba libran de la fiebre impura. Ruge profundo el mar, hinchado el seno, Y en golpe azotador hiere las playas: Sus alas baña Céfiro en frescura, Y vaporoso, transparente velo Envuelve al Sol y al rutilante cielo.
José María Heredia