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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Primeras poesías
La noche en la ventana

La noche a la ventana.
Ya la luz se ha dormido.
Guardada está la dicha
En el aire vacío.

Levanta entre las hojas,


Tú, mi aurora futura;
No dejes que me anegue
El sueño entre sus plumas.

Pero escapa el deseo


Por la noche entreabierta,
Y en límpido reposo
El cuerpo se contempla.

Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Que a su rosal la rosa
Volverá la mañana.

Y una vaga promesa


Acunando va el cuerpo.
En vano dichas busca
Por el aire el deseo.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Égloga, elegía, oda


ELEGIA

Este lugar, hostil a los oscuros Soledad amorosa. Ocioso yace


Avances de la noche vencedora, El cuerpo juvenil perfecto y leve.
Ignorado respira ante la aurora, Melancólica pausa. En triste nieve
Sordamente feliz entre sus muros. El ardor soberano se deshace.

Pereza, noche, amor, la estancia quieta ¿Y que esperar, amor? Sólo un hastío,
Bajo una débil claridad ofrece. El amargor profundo, los despojos.
El esplendor sus llamas adormece Llorando vanamente ven los ojos
En la lánguida atmósfera secreta. Ese entreabierto lecho torpe y frío.

Y la pálida lámpara vislumbra Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente,


Rosas, venas de azul, grito ligero Donde el eterno fruto se tendía
De un contorno desnudo, prisionero Y el labio alegre, dócil lo mordía
Tenuemente abolido en la penumbra. En un vasto sopor indiferente.

Rosas tiernas, amables a la mano De aquel sueño orgulloso en su fecundo,


Que un dulce afán impulsa estremecida, Esplendido poder, una lejana
Venas de ardiente azul; toda una vida Forma dormida queda, ausente y vana
Al insensible sueño vuelta en vano. Entre la sorda soledad del mundo.

¿Vive o es una sombra, mármol frío Esta insaciable, ávida amargura,


En reposo inmortal, pura presencia Flecha contra la gloria del amante,
Ofreciendo su estéril indolencia ¿Enturbia ese sereno diamante
Con un claro, cruel escalofrío? De la angélica noche inmóvil, pura?

Al indeciso soplo lento oscila Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento
El bulto langoroso; se estremece Transparenta tan leve luz dudosa.
Y del seno la onda oculta crece El pájaro en su rama melodiosa
Al labio donde nace y se aniquila. Alisando está el ala, el dulce acento.

Equívoca delicia. Esa hermosura Ya con rumor suave la belleza


No rinde su abandono a ningún dueño; Esperada del mundo otra vez nace,
Camina desdeñosa por su sueño, Y su onda monótona deshace
Pisando una falaz ribera oscura. Este remoto dejo de tristeza.

Del obstinado amante fugitiva,


Rompe los delicados, blandos lazos.
A la mortal caricia, entre los brazos,
¿Qué pureza tan súbita la esquiva?

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Un río, un amor

No intentemos el amor nunca La canción del oeste

Aquella noche el mar no tuvo sueño. Jinete sin cabeza,


Cansado de contar, siempre contar a tantas olas, jinete como un niño buscando entre rastrojos
Quiso vivir hacia lo lejos, llaves recién cortadas,
Donde supiera alguien de su color amargo. víboras seductoras, desastres suntuosos,
navíos para tierra lentamente de carne,
Con una voz insomne decía cosas vagas, de carne hasta morir igual que muere un hombre.
Barcos entrelazados dulcemente
En un fondo de noche, A lo lejos
O cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido una hoguera transforma en ceniza recuerdos,
Viajando hacia nada. noches como una sola estrella,
sangre extraviada por las venas un día,
Cantaba tempestades, estruendos desbocados furia color de amor,
Bajo cielos con sombra, amor color de olvido,
Como la sombra misma, aptos ya solamente para triste buhardilla.
Como la sombra siempre
Rencorosa de pájaros estrellas. Lejos canta el oeste,
aquel oeste que las manos de antaño
Su voz atravesando luces, lluvia, frío, creyeron apresar como el aire a la luna;
Alcanzaba ciudades elevadas a nubes, mas la luna es madera, las manos se liquidan
Cielo Sereno, Colorado, Glaciar del Infierno, gota a gota idénticas a lágrimas.
Todas puras de nieve o de astros caídos
En sus manos de tierra. Olvidemos pues todo, incluso al mismo oeste;
olvidemos que un día las miradas de ahora
Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades. lucirán a la noche, como tantos amantes,
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago sobre el lejano oeste,
Con sonrisa de antaño, sobre amor más lejano.
Ignorado de todos.

Y con sueño de nuevo se volvió lentamente


Adonde nadie
Sabe nada de nadie.
Adonde acaba el mundo.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Todo esto por amor

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,


derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben también imperios de una noche,


monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías.

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,


su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas hojas
hacia el último cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Los placeres prohibidos

Telarañas cuelgan de la razón No decía palabras

Telarañas cuelgan de la razón No decía palabras,


En un paisaje de ceniza absorta; acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Ha pasado el huracán de amor, porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Ya ningún pájaro queda. cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
Tampoco ninguna hoja, un mundo cuyo cielo no existe.
Todas van lejos, como gotas de agua
De un mar cuando se seca, La angustia se abre paso entre los huesos,
Cuando no hay ya lágrimas bastantes, remonta por las venas
Porque alguien, cruel como un día de sol en primavera, hasta abrirse en la piel,
Con su sola presencia ha dividido en dos un cuerpo. surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,
Aunque siempre nos falte alguno; Un roce al paso,
Recoger la vida vacía una mirada fugaz entre las sombras,
Y caminar esperando que lentamente se llene, bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Si es posible, otra vez, como antes, ávido de recibir en sí mismo
De sueños desconocidos y deseos invisibles. otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Tú nada sabes de ello, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Tú estás allá, cruel como el día; Aunque sólo sea una esperanza
El día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro, porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Un muro, ¿no comprendes?,
Un muro frente al cuál estoy sólo.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama,


si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien


cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Unos cuerpos son como flores Te quiero


Te quiero.
Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales, Te lo he dicho con el viento,
otros como cintas de agua; jugueteando como animalillo en la arena
pero todos, temprano o tarde, o iracundo como órgano impetuoso;
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre. Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
Pero el hombre se agita en todas direcciones, y sonríe en todas las cosas inocentes;
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra, Te lo he dicho con las nubes,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie. frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos, Te lo he dicho con las plantas,
muero de amor por todos ellos; leves criaturas transparentes
les doy mi cuerpo para que lo pisen, que se cubren de rubor repentino;
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda Te lo he dicho con el agua,
que ambiciones o nubes vida luminosa que vela un fondo de sombra;
no valen un amor que se entrega. te lo he dicho con el miedo,
Los marineros son las alas del amor te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor, Pero así no me basta:
el mar les acompaña, más allá de la vida,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor quiero decírtelo con la muerte;
rubio es también, igual que son sus ojos. más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
La alegría vivaz que vierten en las venas
rubia es también,
idéntica a la piel que asoman;
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Donde habite el olvido


Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje


Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,


No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,


Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;


Donde habite el olvido.
Como una vela sobre el mar
Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,


yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Esperé un dios en mis días Yo fui

Esperé un dios en mis días Yo fui.


para crear mi vida a su imagen, Columna ardiente, luna de primavera.
mas el amor, como un agua, Mar dorado, ojos grandes.
arrastra afanes al paso.
Busqué lo que pensaba;
Me he olvidado a mí mismo en sus ondas; pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
vacío el cuerpo, doy contra las luces; lo que pinta el deseo en días adolescentes.
vivo y no vivo, muerto y no muerto; Canté, subí,
ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu. fui luz un día
arrastrado en la llama.
Soy eco de algo;
lo estrechan mis brazos siendo aire, Como un golpe de viento
lo miran mis ojos siendo sombra, que deshace la sombra,
lo besan mis labios siendo sueño. caí en lo negro,
He amado, ya no amo más; en el mundo insaciable.
he reído, tampoco río.
He sido.
Adolescente fui en días idénticos a nubes No es el amor quien muere...

Adolescente fui en días idénticos a nubes, No es el amor quien muere,


cosa grácil, visible por penumbra y reflejo, somos nosotros mismos.
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy. Inocencia primera
Abolida en deseo,
Perder placer es triste Olvido de sí mismo en otro olvido,
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno; Ramas entrelazadas,
aquél fui, aquél fui, aquél he sido; ¿Por qué vivir si desaparecéis un día?
era la ignorancia mi sombra.
Sólo vive quien mira
Ni gozo ni pena; fui niño Siempre ante sí los ojos de su aurora,
prisionero entre muros cambiantes; Sólo vive quien besa
historias como cuerpos, cristales como cielos, Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Fantasmas de la pena,
Cuando la muerte quiera A lo lejos, los otros,
una verdad quitar de entre mis manos, Los que ese amor perdieron,
las hallará vacías, como en la adolescencia, Como un recuerdo en sueños,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire. Recorriendo las tumbas
Otro vacío estrechan.

Por allá van y gimen,


Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Golpeando la impotencia,
Arañando la sombra
Con inútil ternura.

No, no es el amor quien muere.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Invocaciones
Soliloquio del farero

Cómo llenarte, soledad,


Sino contigo misma.

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,


Quieto en ángulo oscuro,
Buscaba en ti, encendida guirnalda,
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
Y en ti los vislumbraba,
Naturales y exactos, también libres y fieles,
A semejanza mía,
A semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta


Como quien busca amigos o ignorados amantes;
Diverso con el mundo,
Fui luz serena y anhelo desbocado,
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
Quería una verdad que a ti te traicionase,
Olvidando en mi afán
Cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos


Con nubes sobre nubes de otoño desbordado
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
Te negué por bien poco,
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
Por quietas amistades de sillón y de gesto,
Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
Por los viejos placeres prohibidos,
Como los permitidos nauseabundos,
Útiles solamente para el elegante salón susurrado,
En bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona


Que yo fui,
Que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
Limpios de otro deseo,
El sol, mi dios, la noche rumorosa,
La lluvia, intimidad de siempre,
El bosque y su alentar pagano,
El mar, el mar como su nombre hermoso;
Y sobre todos ellos,
Cuerpo oscuro y esbelto,
Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
Y tú me das fuerza y debilidad

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Como el ave cansada los brazos de piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,


oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
Y erguido desde cuna vigilante
Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres.
Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
Y así, lejos de ellos,
Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
Roncas y violentas como el mar, mi morada,
Puras ante la espera de una revolución ardiente
O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
Cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,


Transparente pasión, mi soledad de siempre,
Eres inmenso abrazo;
El sol, el mar,
La oscuridad, la estepa,
El hombre y el deseo,
La airada muchedumbre,
¿Qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;


En ti, mi soledad, los amo ahora.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Las nubes
Elegía española I Pero no eres tan sólo
Dime, háblame Dueña de afanes muertos;
Tú, esencia misteriosa Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
De nuestra raza Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
Tras de tantos siglos, ¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?
Hálito creador
De los hombres hoy vivos, Contempla ahora a través de las lágrimas:
A quienes veo por el odio impulsados Mira cuántos cobardes
Hasta ofrecer sus almas Lejos de ti en fuga vergonzosa,
A la muerte, la patria más profunda Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Cuando la primavera vieja Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,
Vuelva a tejer su encanto Tus hijos sienten oscuramente
Sobre tu cuerpo inmenso, La recompensa de estas horas fatídicas.
¿Cuál ave hallará nido
y qué savia una rama No sabe qué es la vida
Donde brotar con verde impulso? Quien jamás alentó bajo la guerra.
¿Qué rayo de la luz alegre, Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,
Qué nube sobre el campo solitario, y oigo su silbo helado,
Hallarán agua, cristal de hogar en calma y veo los muertos bruscos
Donde reflejen su irisado juego? Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Háblame, madre; Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.
y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie No sé qué tiembla y muere en mí
Como tú lo eres mía. Al verte así dolida y solitaria,
Háblame, dime En ruinas los claros dones
Una sola palabra en estos días lentos. De tus hijos, a través de los siglos;
En los días informes Porque mucho he amado tu pasado,
Que frente a ti se esgrimen Resplandor victorioso entre sombra y olvido
Como cuchillo amargo
Entre las manos de tus propios hijos. Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
No te alejes así, ensimismada La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Bajo los largos velos cenicientos Tú sola sobrevives.
Que nos niegan tus anchos ojos bellos. Aunque venga la muerte;
Esas flores caídas, Sólo en ti está la fuerza
Pétalos rotos entre sangre y lodo, De hacernos esperar a ciegas el futuro.
En tus manos estaban luciendo eternamente
Desde siglos atrás, cuando mi vida Que por encima de estos yesos muertos
Era un sueño en la mente de los dioses. Y encima de estos yesos vivos que combaten,
Algo advierte que tú sufres con todos.
Eres tú, son tus ojos lo que busca Y su odio, su crueldad, su lucha,
Quien te llama luchando con la muerte, Ante ti vanos son, como sus vidas,
A ti, remota y enigmática Porque tú eres eterna
Madre de tantas almas idas Y sólo los creaste
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara, Para la paz y gloria de su estirpe.
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Impresión de destierro Tras largas escaleras casi a oscuras


me hallé luego en la calle,
Fue la pasada primavera, y a mi lado, al volverme,
hace ahora casi un año, vi otra vez a aquel hombre silencioso,
en un salón del viejo Temple, en Londres. que habló indistinto algo
Tras edificios viejos, a lo lejos, con acento extranjero,
entre la hierba el gris relámpago del río. un acento de niño en voz envejecida.
Todo era gris y estaba fatigado
igual que el iris de una perla enferma. Andando me seguía
como si fuera solo bajo un peso invisible,
Eran señores viejos, viejas damas, arrastrando la losa de su tumba;
en los sombreros plumas polvorientas; mas luego se detuvo.
un susurro de voces allá por los rincones, «¿España?», dijo. «Un nombre.
junto a mesas con tulipanes amarillos, España ha muerto.» Había
retratos de familia y teteras vacías. una súbita esquina en la calleja.
La sombra que caía le vi borrarse entre la sombra húmeda.
con un olor a gato,
despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba


cerca de mí. Veía
la sombra de su largo perfil algunas veces
asomarse abstraído al borde de la taza,
con la misma fatiga
del muerto que volviera
desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,


allá por los rincones
donde los viejos juntos susurraban,
densa como una lágrima cayendo,
brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
rodaba en mi cabeza.
Encendieron las luces. Nos marchamos.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Gaviotas en los parques Un español habla de su tierra

Dueña de los talleres, las fábricas, los bares, Las playas, parameras
Todas piedras oscuras bajo un cielo sombrío, Al rubio sol durmiendo,
Silenciosa a la noche, los domingos devota, Los oteros, las vegas
Es la ciudad levítica que niega sus pecados. En paz, a solas, lejos;

El verde turbio de la hierba y los árboles Los castillos, ermitas,


Interrumpe con parques los edificios uniformes, Cortijos y conventos,
Y en la naturaleza sin encanto, entre la lluvia, La vida con la historia,
Mira de pronto, penacho de locura, las gaviotas. Tan dulces al recuerdo,

¿Por qué, teniendo alas, son huéspedes del humo, Ellos, los vencedores
El sucio arroyo, los puentes de madera de estos parques? Caínes sempiternos,
Un viento de infortunio o una mano inconsciente, De todo me arrancaron.
De los puertos nativos, tierra adentro las trajo. Me dejan el destierro.

Lejos quedó su nido de los mares, mecido por tormentas Una mano divina
De invierno, en calma luminosa los veranos. Tu tierra alzó en mi cuerpo
Ahora su queja va, como el grito de almas en destierro. Y allí la voz dispuso
Quien con alas las hizo, el espacio les niega. Que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,


En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.

Amargos son los días


De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?

r Página 14
ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Como quien espera el alba


TIERRA NATIVA EL INDOLENTE
Es la luz misma, la que abrió mis ojos Con hombres como tú el comercio sería
Toda ligera y tibia como un sueño, Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
Sosegada en colores delicados De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Sobre las formas puras de las cosas. Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.
El encanto de aquella tierra llana,
Extendida como una mano abierta, Durante las tardes meridionales del verano,
Adonde el limonero encima de la fuente A través de una clara ciudad, solas las calles,
Suspendía su fruto entre el ramaje. Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
El muro viejo en cuya barda abría oculto su blancor, como alas de paloma.
A la tarde su flor la enredadera,
Y al cual la golondrina en el verano Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Tornaba siempre hacia su antiguo nido. Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
El susurro del agua alimentando, Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Con su música insomne el silencio, Una moneda a cambio dejaría en tus manos.
Los sueños que la vida aún no corrompe,
El futuro que espera como página blanca. Así, al ponerse la tarde, tú podrías
De un vino trasparente beber el calor rubio,
Todo vuelve otra vez vivo a la mente, Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Irreparable ya con el andar del tiempo, Y luego silencioso, tendido junto al río,
Y su recuerdo ahora me traspasa Ver latir en la honda noche las estrellas.
El pecho tal puñal fino y seguro. AMANDO EN EL TIEMPO
Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
tal la nube de polvo en fuente pura,
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
aquella gracia antigua desordena
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?
y clava en mí una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un’ día,


y otros luego verán, cómo decir
la amada forma esbelta, recordando
de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida sólo la aprendemos,


y placer y dolor se ofrecen siempre
tal mundo virgen para cada hombre.
Así mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,


que cayó con su amor del paraíso
uando viera, tal cielo ya vencido
por sombra, envejecer el cuerpo amado

Página 15
ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

GÓNGORA
El andaluz envejecido que tiene gran razón para su
[orgullo, Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante, Del aguachirle caro para las gentes
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte, Que forman el común y como público son árbitro de gloria.
Harto de su pobreza noble que le obliga Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer,
[ya que las sombras, Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,
Más generosas que los hombres, disimulan Que amó lo oscuro y vanidad tan sólo le dictó sus versos.
En la común tiniebla parda de las calles Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su No gustó de él y le condena con fallo inapelable.
[ traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente, Viva pues Góngora, puesto que así los otros
Harto de los años tan largos malgastados Con desdén le ignoraron, menosprecio
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de Tras del cual aparece su palabra encendida
[su muro excelso, Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Si no es de su conciencia, y menos todavía Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
De aquel sol invernal de la grandeza Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Que no atempera el frío del desdichado, Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y aprende a desearles buen viaje Y a salvo puso su alma irreductible
A príncipes, virreyes, duques altisonantes, Como demonio arisco que ríe entre negruras.
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;
Adonde conllevar paciente su pobreza, Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Olvidando que tantos menos dignos que él, como Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como
[la bestia ávida hará con nosotros),
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa, Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.
Dejándole la amarga, el desecho del paria.

Pero en la poesía encontró siempre, no tan sólo


[hermosura, sino ánimo,
La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las
[nubes
Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.
Ahora al reducto último de su casa y su huerto le
[alcanzan todavía
ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Vivir sin estar viviendo


LA SOMBRA VIENDO VOLVER
Irías, y verías
Al despertar de un sueño, buscas Todo igual, cambiado todo,
Tu juventud, como si fuera el cuerpo Así como tú eres,
Del camarada que durmiese el mismo y el otro. ¿Un río
A tu lado y que al alba no encuentras. a cada instante,
no es él y diferente?
Ausencia conocida, nueva siempre,
Con la cual no te hallas. Y aunque acaso Irías, en apariencia
Hoy tú seas más de lo que era Distraído y aburrido
El mozo ido, todavía En secreto, mirando
Pues el mirar es sólo
Sin voz le llamas, cuántas veces; La forma en que persiste
Olvidado que de su mocedad se alimentaba El antiguo deseo.
Aquella pena aguda, la conciencia
De tu vivir de ayer. Ahora, Mirando, estimarías
(la mirada acaricia
Ida también, es sólo Fijándose o desdeña
Un vago malestar, una inconsciencia Apartándose) irreparable todo
Acallando el pasado, dejando indiferente Ya, y perdido, o ganado,
Al otro que tú eres, sin pena, sin alivio. Acaso, quién lo sabe.

Así, con paso indiferente.


Como llevado de una mano,
Llegarías al mundo
Que fue tuyo otro tiempo,
Y allí le encontrarías
al tú de ayer, que es otro hoy.

Impotente, extasiado,
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
soñando, sin presente,
a espera del amigo,
cuando el amigo es él, y en él le espera.

Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

SER DE SANSUEÑA

Acaso allí estará, cuatro costados La nobleza plebeya, el populacho noble,


Bañados en los mares, al centro la meseta La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Original de tantos, como tú, dolidos Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
De ella y por ella dolientes. Bien que ello te repugne, de su fauna.

Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
Para de sí arrojarte. En ella el hombre La corrupción, del amor la no correspondencia;
Que otra cosa no pudo, por error naciendo, y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo
Sucumbe de verdad, y como en pago De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Ocasional de otros errores inmortales. Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.

Inalterable, en violento claroscuro, Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.


Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil, Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
Con nieves y resoles, riadas y sequías; y mucho era ser de ella; cuando toda
Almendros y chumberas, espartos y naranjos Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis. Como admirable paradoja se imponía.

Junto a la iglesia está la casa llana, Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Al lado del palacio está la timba, Monstruosa. Hoy la vida morimos
El alarido ronco junto a la voz serena, En ajeno rincón. Y mientras tanto
El amor junto alodio, y la caricia junto Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
A la puñalada. Allí es extremo todo. crecen, prosperan.

Vivir para ver esto.


Vivir para ver esto.
ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Con las horas contadas


NOCTURNO YANQUEE La vida en tiempo se vive, Ideal
El espacio tu eternidad es ahora, Lo mejor que has sido, diste,
La lámpara y la cortina porque luego lo mejor de tu existencia,
al pueblo en su sombra excluyen. no habrá tiempo para nada a una sombra:
Sueña ahora, tuyo. Gana tiempo. al afán de hacerte digno,
si puedes, si te contentas ¿Y cuándo? al deseo de excederte,
con sueños, cuando te faltan esperando (15)
realidades. (1) Alguien dijo: (8) siempre mañana otro día
“El tiempo y yo para otros que, aunque tarde, justifique
Estás aquí, de regreso dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores tu pretexto.
del mundo, ayer vivo, hoy de mañana? Mas tus lectores, si nacen,
cuerpo en pena. y tu tiempo, no coinciden. Cierto que tú te esforzaste
Esperando locamente, Estás solo (9) por sino y amor de una
alrededor tuyo, amigos frente al tiempo, con tu vida criatura,
y sus voces. (2) sin vivir. mito moceril, buscando
desde siempre, y al servirla,
Callas y escuchas. No. Nada Remordimiento. Fuiste joven, ser quien eres. (16)
oyes, excepto tu sangre, pero nunca lo supiste
su latido hasta hoy, que el ave ha huido Y al que eras le has hallado.
incansable, temeroso; de tu mano. (10) ¿Mas es la verdad del hombre
y atención prestas a otra para él solo,
cosa inquieta.(3) La mocedad dentro duele, como un inútil secreto?
tú su presa vengadora, ¿Por qué no poner la vida
Es la madera, que cruje; conociendo a otra cosa? (17)
es el radiador, que silba. que, pues no le va esta cara
Un bostezo. ni el pelo blanco, es inútil Quien eres, tu vida era;
Pausa. Y el reloj consultas: por tardía.(11) uno sin otro no sois,
todavía temprano para tú lo sabes.
acostarte. (4) El trabajo Y es fuerza seguir, entonces,
El trabajo alivia a otros aun el miraje perdido,
Tomas un libro. Mas piensas de lo que no tiene cura, hasta el día
que has leído demasiado según dicen. que la historia se termine,
con los ojos, ¿Cuántos años ahora tienes para ti al menos. (18)
y a tus años la lectura de trabajo? ¿Veinte y pico
mejor es recuerdo de unos mal contados? (12) Y piensas
libros viejos, (5) que así vuelves
pero con nuevo sentido. Trabajo fue que no compra donde estabas al comienzo
para ti la independencia del soliloquio: contigo
El tiempo relativa. y sin nadie. (19)
¿Qué hacer? Porque tiempo hay. A otro menester el mundo,
Es temprano. generoso como siempre, Mata la luz, y a la cama.(20)
Todo el invierno te espera, te demanda. (13)
y la primavera entonces.
Tiempo tienes.(6) Y profesas pues, ganando
tu vida, no con esfuerzo,
¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta cuándo con fastidio.
el tiempo al hombre le dura? Nadie enseña lo que importa,
“No, que es tarde, que eso ha de aprenderlo el hombre
es tarde”, repite alguno por sí solo. (14)
dentro de ti, que no eres.
Y suspiras.(7)

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

IN MEMORIAM A.G. (André Gide) OTRA FECHA


Con él su vida entera coincidía, Aires claros, nopal y palma,
Toda promesa y realidad iguales, En los alrededores, saben,
La mocedad austera vuelta apenas Si no igual, casi igual a como
Gozosa madurez, tan demoradas La tierra tuya aquella antes.
Como día estival. Así olvidaste,
Amando su existir, temer su muerte. También tú igual me pareces,
O casi igual, al que antes eras:
Pero su muerte, al allegarle ahora, En él casi sólo consiste,
Cayó la voz que cerca nunca oíste, De ayer a hoy, la diferencia.
A cuyos ecos despertaron tantos
Sueños del mundo en ti nunca vividos, En tu hoy más que precario
Hoy no soñados porque ya son vida. Nada anterior echas de menos,
Porque lo ido está bien ido,
Cuando para seguir nos falta aliento, Como lo muerto está bien muerto.
Roto el mágico encanto de las cosas,
Si en soledad alzabas la cabeza, El futuro, a pesar de todo,
Sonreír le veías tras sus libros. Usa un señuelo que te engaña:
Ya entre ellos y tú falta su sombra, El sí y el no de azar no usado,
Falta su sombra noble ya en la vida. El no sé qué donde algo aguarda.

Usándonos a ciegas todo sigue, Tú lo sabes, aunque tan tibio


Aunque unos pocos, como tú, os digáis: Es tu vivir entre la gente,
Lo que con él termina en nuestro mundo Pues si nada crees, aun queriendo,
No volverá a este mundo. Y no hay consuelo, Aun sin querer crees a veces.
Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Bien pocos seres que admirar te quedan.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

POEMAS PARA UN CUERPO


PRECIO DE UN CUERPO SOMBRA DE MI
Cuando algún cuerpo hermoso, Bien sé yo que esta imagen
Como el tuyo, nos lleva Fija siempre en la mente
Tras de sí, él mismo no comprende, No eres tú, sino sombra
Sólo el amante y el amor lo saben. Del amor que en mí existe
(Amor, terror de soledad humana.) Antes que el tiempo acabe.

Esta humillante servidumbre, Mi amor así visible me pareces,


Necesidad de gastar la ternura Por mí dotado de esa gracia misma
En un ser que llenamos Que me hace sufrir, llorar, desesperarme
Con nuestro pensamiento, De todo a veces, mientras otras
Vivo de nuestra vida. Me levanta hasta el cielo en nuestra vida,
Sintiendo las dulzuras que se guardan
Él da el motivo, Sólo a los elegidos tras el mundo.
Lo diste tú; porque tú existes
Afuera como sombra de algo, Y aunque conozco eso, luego pienso
Una sombra perfecta Que sin ti, sin el raro
De aquel afán, que es del amante, mío. Pretexto que me diste,
Mi amor, que afuera está con su ternura,
Si yo te hablase Allá dentro de mí hoy seguiría
Cómo el amor depara Dormido todavía y a la espera
Su razón al vivir y su locura, De alguien que, a su llamada,
Tú no comprenderías. Le hiciera al fin latir gozosamente.
Por eso nada digo.
Entonces te doy gracias y te digo:
La hermosura, inconsciente Para esto vine al mundo, y a esperarte;
De su propia celada, cobró la presa Para vivir por ti, como tú vives
Y sigue. Así, por cada instante Por mí, aunque no lo sepas,
De goce, el precio está pagado: Por este amor tan hondo que te tengo.
Este infierno de angustia y de deseo.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

Desolación de la quimera
BIRDS IN THE NIGHT Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de
una lápida insultarles;
En esa casa 8 Great College Street, Camden Town, Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el
Londres, mundo,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos
pareja, escarnecidos,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron, Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos
Durante algunas breves semanas tormentosas. nombres y ambas obras
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
alcalde, Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni
Rimbaud cuando vivían. protesta.
“¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero
La casa es triste y pobre, como el barrio, sátiro
Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre, Cuando de la mujer se trata; bien normal era el
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu. hombre,
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos, Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo como está demostrado.”
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo, Y se recitan trozos del “Barco ebrio” y del soneto a las
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna. “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de
Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho moda
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente. Como el otro, del que se lanzan textos falsos en
Mas podemos pensar que acaso un buen instante edición de lujo;
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno Poetas jóvenes, por todos los países, hablan mucho de
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida él en sus provincias.
esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos, ¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto. ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio
Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro, interminable
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron
De la separación, el escándalo luego; y para éste por ella,
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
costumbres Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así
aquél a solas cortársela.
Errar desde un rincón a otro de la tierra, Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado. aplastarla.

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro


Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que
oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

NIÑO TRAS UN CRISTAL DESPEDIDA


Muchachos
Al caer la tarde, absorto Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
tras el cristal, el niño mira Adiós.
llover. La luz que se ha encendido Muchachos
en un farol contrasta Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
la lluvia blanca con el aire oscuro. Adiós.

La habitación a solas El tiempo de una vida nos separa


Infranqueable:
le envuelve tibiamente,
A un lado la juventud libre y risueña;
y el visillo, velando
A otro la vejez humillante e inhóspita.
sobre el cristal, como una nube,
le susurra lunar encantamiento.
De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
El colegio se aleja. Es ahora De viejo la he aprendido
la tregua, con el libro y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente
de historias y de estampas
bajo la lámpara, la noche, Mano de viejo mancha
el sueño, las horas sin medida. El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Vive en el seno de su fuerza tierna, Pasar de largo junto a la tentación tardía.
todavía sin deseo, sin memoria,
el niño, y sin presagio Frescos y codiciables son los labios besados,
que afuera el tiempo aguarda Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
con la vida, al acecho. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.
En su sombra la perla ya se forma.
Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,


Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra
gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.


Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no
supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.


Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA

PREGUNTA VIEJA, VIEJA RESPUESTA PEREGRINO


¿Adónde va el amor cuando se olvida?
No aquel a quien hicieras la pregunta ¿Volver? Vuelva el que tenga,
Es quien hoy te responde. tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
Es otro, al que unos años más de vida de su tierra, su casa, sus amigos,
Le dieron la ocasión, que no tuviste, del amor que al regreso fiel le espere.
De hallar una respuesta.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
Los juguetes del niño que ya es hombre, sino seguir libre adelante,
¿Adónde fueron, di? Tú lo sabías, disponible por siempre, mozo o viejo,
Bien pudiste saberlo. sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Nada queda de ellos: sus ruinas
Informes e incoloras, entre el polvo, Sigue, sigue adelante y no regreses,
El tiempo se ha llevado. fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
El hombre que envejece, halla en su mente, tus pies sobre la tierra antes no hollada,
En su deseo, vacíos, sin encanto,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Dónde van los amores.

Mas si muere el amor, no queda libre


El hombre del amor: queda su sombra,
Queda en pie la lujuria.

¿Adónde va el amor cuando se olvida?


No aquel a quien hicieras la pregunta.
Es quien hoy te responde.

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