Antología Recomendada PEvAU
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Primeras poesías
La noche en la ventana
La noche a la ventana.
Ya la luz se ha dormido.
Guardada está la dicha
En el aire vacío.
Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Que a su rosal la rosa
Volverá la mañana.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Pereza, noche, amor, la estancia quieta ¿Y que esperar, amor? Sólo un hastío,
Bajo una débil claridad ofrece. El amargor profundo, los despojos.
El esplendor sus llamas adormece Llorando vanamente ven los ojos
En la lánguida atmósfera secreta. Ese entreabierto lecho torpe y frío.
Al indeciso soplo lento oscila Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento
El bulto langoroso; se estremece Transparenta tan leve luz dudosa.
Y del seno la onda oculta crece El pájaro en su rama melodiosa
Al labio donde nace y se aniquila. Alisando está el ala, el dulce acento.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Un río, un amor
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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Invocaciones
Soliloquio del farero
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Las nubes
Elegía española I Pero no eres tan sólo
Dime, háblame Dueña de afanes muertos;
Tú, esencia misteriosa Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
De nuestra raza Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
Tras de tantos siglos, ¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?
Hálito creador
De los hombres hoy vivos, Contempla ahora a través de las lágrimas:
A quienes veo por el odio impulsados Mira cuántos cobardes
Hasta ofrecer sus almas Lejos de ti en fuga vergonzosa,
A la muerte, la patria más profunda Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Cuando la primavera vieja Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,
Vuelva a tejer su encanto Tus hijos sienten oscuramente
Sobre tu cuerpo inmenso, La recompensa de estas horas fatídicas.
¿Cuál ave hallará nido
y qué savia una rama No sabe qué es la vida
Donde brotar con verde impulso? Quien jamás alentó bajo la guerra.
¿Qué rayo de la luz alegre, Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,
Qué nube sobre el campo solitario, y oigo su silbo helado,
Hallarán agua, cristal de hogar en calma y veo los muertos bruscos
Donde reflejen su irisado juego? Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Háblame, madre; Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.
y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie No sé qué tiembla y muere en mí
Como tú lo eres mía. Al verte así dolida y solitaria,
Háblame, dime En ruinas los claros dones
Una sola palabra en estos días lentos. De tus hijos, a través de los siglos;
En los días informes Porque mucho he amado tu pasado,
Que frente a ti se esgrimen Resplandor victorioso entre sombra y olvido
Como cuchillo amargo
Entre las manos de tus propios hijos. Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
No te alejes así, ensimismada La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Bajo los largos velos cenicientos Tú sola sobrevives.
Que nos niegan tus anchos ojos bellos. Aunque venga la muerte;
Esas flores caídas, Sólo en ti está la fuerza
Pétalos rotos entre sangre y lodo, De hacernos esperar a ciegas el futuro.
En tus manos estaban luciendo eternamente
Desde siglos atrás, cuando mi vida Que por encima de estos yesos muertos
Era un sueño en la mente de los dioses. Y encima de estos yesos vivos que combaten,
Algo advierte que tú sufres con todos.
Eres tú, son tus ojos lo que busca Y su odio, su crueldad, su lucha,
Quien te llama luchando con la muerte, Ante ti vanos son, como sus vidas,
A ti, remota y enigmática Porque tú eres eterna
Madre de tantas almas idas Y sólo los creaste
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara, Para la paz y gloria de su estirpe.
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
Dueña de los talleres, las fábricas, los bares, Las playas, parameras
Todas piedras oscuras bajo un cielo sombrío, Al rubio sol durmiendo,
Silenciosa a la noche, los domingos devota, Los oteros, las vegas
Es la ciudad levítica que niega sus pecados. En paz, a solas, lejos;
¿Por qué, teniendo alas, son huéspedes del humo, Ellos, los vencedores
El sucio arroyo, los puentes de madera de estos parques? Caínes sempiternos,
Un viento de infortunio o una mano inconsciente, De todo me arrancaron.
De los puertos nativos, tierra adentro las trajo. Me dejan el destierro.
Lejos quedó su nido de los mares, mecido por tormentas Una mano divina
De invierno, en calma luminosa los veranos. Tu tierra alzó en mi cuerpo
Ahora su queja va, como el grito de almas en destierro. Y allí la voz dispuso
Quien con alas las hizo, el espacio les niega. Que hablase tu silencio.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
GÓNGORA
El andaluz envejecido que tiene gran razón para su
[orgullo, Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante, Del aguachirle caro para las gentes
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte, Que forman el común y como público son árbitro de gloria.
Harto de su pobreza noble que le obliga Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer,
[ya que las sombras, Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,
Más generosas que los hombres, disimulan Que amó lo oscuro y vanidad tan sólo le dictó sus versos.
En la común tiniebla parda de las calles Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su No gustó de él y le condena con fallo inapelable.
[ traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente, Viva pues Góngora, puesto que así los otros
Harto de los años tan largos malgastados Con desdén le ignoraron, menosprecio
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de Tras del cual aparece su palabra encendida
[su muro excelso, Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Si no es de su conciencia, y menos todavía Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
De aquel sol invernal de la grandeza Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Que no atempera el frío del desdichado, Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y aprende a desearles buen viaje Y a salvo puso su alma irreductible
A príncipes, virreyes, duques altisonantes, Como demonio arisco que ríe entre negruras.
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;
Adonde conllevar paciente su pobreza, Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Olvidando que tantos menos dignos que él, como Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como
[la bestia ávida hará con nosotros),
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa, Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.
Dejándole la amarga, el desecho del paria.
Impotente, extasiado,
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
soñando, sin presente,
a espera del amigo,
cuando el amigo es él, y en él le espera.
Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
SER DE SANSUEÑA
Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
Para de sí arrojarte. En ella el hombre La corrupción, del amor la no correspondencia;
Que otra cosa no pudo, por error naciendo, y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo
Sucumbe de verdad, y como en pago De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Ocasional de otros errores inmortales. Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
Junto a la iglesia está la casa llana, Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Al lado del palacio está la timba, Monstruosa. Hoy la vida morimos
El alarido ronco junto a la voz serena, En ajeno rincón. Y mientras tanto
El amor junto alodio, y la caricia junto Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
A la puñalada. Allí es extremo todo. crecen, prosperan.
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ANTOLOGÍA POÉTICA DE LUIS CERNUDA
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Desolación de la quimera
BIRDS IN THE NIGHT Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de
una lápida insultarles;
En esa casa 8 Great College Street, Camden Town, Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el
Londres, mundo,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos
pareja, escarnecidos,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron, Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos
Durante algunas breves semanas tormentosas. nombres y ambas obras
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
alcalde, Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni
Rimbaud cuando vivían. protesta.
“¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero
La casa es triste y pobre, como el barrio, sátiro
Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre, Cuando de la mujer se trata; bien normal era el
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu. hombre,
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos, Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo como está demostrado.”
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo, Y se recitan trozos del “Barco ebrio” y del soneto a las
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna. “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de
Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho moda
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente. Como el otro, del que se lanzan textos falsos en
Mas podemos pensar que acaso un buen instante edición de lujo;
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno Poetas jóvenes, por todos los países, hablan mucho de
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida él en sus provincias.
esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos, ¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto. ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio
Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro, interminable
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron
De la separación, el escándalo luego; y para éste por ella,
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
costumbres Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así
aquél a solas cortársela.
Errar desde un rincón a otro de la tierra, Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado. aplastarla.
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