Pues bien.
Después de amarnos (¿?) mucho ayer, y querernos tanto o más que un buen cagar (una de las frases estrellas de mi adorada abuela Fina, a la par que verdadera como la vida misma), hoy posteo otro batiburrillo.
Diréis, ¿qué prolija está esta chica?
Pues sí.
Pero ésto sólo puede aurgurar algunas semanas venideras en sequía.
Que me dan los arranques y lo entrego todo y luego pasa lo que pasa.
Creo que me voy a dosificar para no crear empacho.
En fin, hace un par de semanas que han ocurrido diferentes cosas en mi vida cotidiana y me dispongo a resumirlas (¿dije yo eso?),a continuación.
Pero vayamos por partes, como dice Dexter.
Lo primero y fundamental, he estado hasta arriba de obligaciones.
Algunas impuestas, otras elegidas, como fue ir preparando a raticos las cosicas para el cumpleaños de mi polluela.
Estuve en el oculista con mi madre porque todavía andamos liados con el ojo que le operaron de cataratas el 13 de Diciembre.
Le encontraron un edema macular en la visita posterior a la intervención y parece ser que todavía tiene un poco de esa inflamación en la mácula. Así que no nos quitamos de encima la medicación, ni las visitas al médico, que pa qué os voy a engañar, me acarrean un montón de estrés el día que tenemos visita, por la poca autonomía que va teniendo mi madre. Hasta para vestirse, ya que se agobia pensando en qué orden tiene que ponerse la ropa, por ejemplo.
Además, menos mal que se me ocurrió comentarle al médico que le habían diagnosticado Alzheimer, aprovechando que se llevaban a mi madre a otra salita a hacerle una prueba de agudeza visual.
Según mi madre no ve nada. SE agobia mucho cuando le hacen esa prueba, por ejemplo. Le dejo unas pastillas de su medicación con un vaso de agua en la mesa, y no ve las pastillas. Toca en todos lados, pero no las encuentra. Pero luego, aunque en muy pocas ocasiones, ve cosas que hasta a mí me cuesta ver.
El médico anotó en el informe el diagnóstico del Alzheimer para tenerlo presente y me comentó que aunque hay estudios, todavía no está muy claro si los enfermos de esta dolencia, 'ven con los ojos o con el cerebro'.
No sé si me explico. Ya sabéis que el cerebro interpreta lo que nuestros ojos ven. Pues van por ahí los tiros.
Según él, mi madre debe ver bien del ojo que le operó por lo mismo hace unos años (dice que tiene un 70% de visión), y cree que ve más de lo que dice por el ojo que le operó hace dos meses.
Nos dió cita para esta semana otra vez, y a ver qué pasa.
En fin, cambiemos de tema.
Ya os dije que iba a dar a Kiyo, no?
Pues ya es una realidad. Kiyo ya no es mío.
Una realidad cruda, favorable para todos, incluso para él, pero cruda.
Como ya os conté, Kiyo fue adoptado por una familia.
Un matrimonio de más de 50 años de edad.
Yo creía que era lo idóneo para él. Un ambiente donde él es el centro de atención, donde está mimado, donde no tiene que competir con otros cariños como es el de hijos pequeños, etc.
Pues bien, a los dos días de ser adoptado, mi pobre perrito tuvo que pasar otro calvario parecido por el que ya pasó cuando Mario se lo encontró en una cuneta contando tan sólo con 4 mesecitos de vida.
Y es que no se le ocurrió otra cosa al buen señor, que abrirle la puerta al perro para que se paseara solo.
Mi chucho que vió la puerta abierta y a aquellos señores que no conocía de nada, y salió escopetao.
Según cuentan, además pasaba un coche como el de mi chico, y pa qué quieres más.
Ya volverá, ya volverá,... pero el perro no volvió.
Yo de esto me enteré días más tarde y a raíz de la llamada de un veterinario que yo no conocía de nada.
Como mis perros llevan chip, me localizó a través del que lleva Kiyo, y me preguntaba si quería al perro o no. Que lo habían encontrao en una gasolinera.
Yo en plena batalla campal de darle la cena a mi heredera, no entendí bien lo último y le dije que no lo quería, que sabía que no había hecho todavía el cambio de titular a sus nuevos dueños pero que es que quien conocía a esa pareja era mi chico. Que lo sentía mucho, bla bla bla...
Y el veterinario que no, que no estábamos hablando de lo mismo.
Y resulta que una pareja joven que trabaja cerca, se lo había encontrao en una gasolinera. Todo sucio el pobretico mío, muerto de miedo y de hambre. Y que si no lo quería, pues ellos se lo quedaban.
Y miren ustedes-vosotros, ante la ignorancia de no saber lo que había pasado (lo de que el primer dueño le había abierto la puerta al perro y éste se había escapado), le dije que sí. Que se lo quedaran. Yo pensé que muy cuidadosos no debían ser los otros cuando el perro no les había durado en casa ni 48 horas. Pero vamos, que directamente pensé que lo habían abandonao y me sentía tan agradecida con esta pareja, que no pensé en la otra. Mea culpa.
Llamé a mi chico corriendo y me dijo que no sabía nada.
Y después de unos días, nos enteramos de lo que os conté al principio.
Y parecía ser que la 1ª señora adoptiva estaba hecha polvo por la desaparición del perro.
Pero yo ya había dado mi palabra.
Y el domingo día 5, el día del cumple de mi polluela, los segundos papás adoptivos vinieron a mi casa a que les firmara el cambio de titularidad del perro porque DESEABAN quedarse con él. Para más inri, ellos viven cerca de los primeros papás adoptivos y creo que han visto a Kiyo con ellos y siguen insistiendo en que lo quieren. Pero vamos, que como le dije a mi chico: ¿se les escapa y no nos avisan?. Pues como dice mi pequeña: 'mamáaaaaaaaaaaa, no útaaaaaaa' (mamá no gusta).
Debo decir que tras conocer a los nuevos papis, no tuve ninguna duda de que Kiyo estaría genial con ellos.
Era una pareja joven con una bebita pequeña y estaban ENAMORADOS de Kiyo. Literalmente. Y se notaba.
Yo quedé con ellos cerca de mi casa a las 20h de una noche más que desapacible de frío y viento (instada con premura por la chica ya que temía que yo me echara para atrás y que no le diera al perro) y aproveché que tenía que pasear a Momo para acudir al encuentro.
No esperaba ver a mi pequeño...
Y verlo, verlo correr hacía mí cuando yo andaba hacia ellos, me embargó de emoción.
No pude evitar llamarle aunque él ya trotaba con el rabo arriba en nuestra dirección.
Momo y Kiyo se saludaron, yo no paraba de arrascarle la cabeza como tanto le gustaba.
Algo pasó, y ellos que estaban olfateándose después de una semana sin verse, de pronto se gruñeron.
Para haber estado Momo unos días muy tristones y para haber estado Kiyo tantos días sin vernos, aquella reacción no me gustó.
De pronto, en cuanto el chico cogió a Kiyo y lo tomó entre sus brazos mientras lo mecía como a un bebé, entendí que ese perro ya no era mío. Kiyo había elegido. Kiyo había decidido quién era su familia ahora.
Aun así, despedirme de él, con la promesa de sus nuevos dueños de estar en contacto para saber de mi yanoperro, me inundó de profunda tristeza.
Kiyo, con el que había compartido 5 años de mi vida, se iba en aquel coche, para siempre.
Es ahora cuando escribo ésto, y no puedo reprimir unas lágrimas por él.
Sé que los dos estamos mejor de lo que estábamos. De Momo todavía no lo tengo claro, pero lo estará, eso seguro. O quizás es que vuelve a ser el mismo de antes de que llegara Kiyo. Tranquilo, afectuoso, juguetón, manso...
Yo ahora estoy tranquila, estar con Momo es como no tener perro. O como tenerlo pero con casi ninguno de sus inconvenientes. Es obediente, limpio, afectuoso, sabe estar... no sé, es especial. Puedo incluirlo en los juegos con Emma sin miedo a ladridos, gruñidos y algún amago de mordedura. Tengo la casa y la terraza limpias, no temo por dónde estará tirada en el suelo Emma, no sé, son muchas cosas positivas.
Y sé que Kiyo es feliz. Sé que su nueva familia le colma de atenciones.
Sé que duerme con ellos en la habitación a los pies de su cama.
Sé que no se mea en casa cuando ellos no están (no sé si esto cambiará).
Sé que sigue siendo igual de afectuoso y cansino para que le acaricien.
Así que sé, que hice lo que tenía que hacer.
Aunque sea muy raro que esta estampa no se vuelva a repetir...
A los que me leen y no saben lo que es tener animales domésticos para lo bueno y lo malo, a los que no entienden que se les quiera como a uno más de la familia, a los que duden de que se les ame aun cuando te estás desprendiendo de ellos dándolos en adopción, a esos, que se ahorren sus comentarios, por favor.
Un besazo desde el país que no existe, garfios míos.
Elly