Tenía este post guardado en la recámara de mi cerebro.
Pero el e-mail privado que me ha dejado un angelito de vosotras, me ha hecho escribirlo esta misma noche (por cierto, tesoro, gracias por tus palabras. Siento mucho lo tuyo).
Os aviso que no es un post amable, aunque lleno de esperanza, y que encima es largo.
Así que avisad@s estáis.
El caso es que ya sabéis cuál es la ley de Murphy.
Todo va bien, hasta que lo dices en voz alta.
Entonces es cuando el lado oscuro se materializa y todo o casi todo, se jode.
A mi madre le voy a buscar una persona para que la cuide el máximo de tiempo posible. Incluidas noches. Vamos, lo que viene siendo mayormente una interna.
Me la traje a casa para Nochebuena y que pasara las navidades y a los 4 días ya se quería ir.
La devolví a su casa después de lo que ella quería, pero antes de tiempo y por egoísmo. Tenía una cita con mi otro yo, el de las cerezas, y necesitaba cumplirla. Y era incompatible con cuidar a mi madre, así que decidí llevarla a su casa un par de días y recogerla para Nochevieja. Aunque ésto último ya no fue posible y lo contaré más adelante.
Ella sintió un gran alivio cuando le comenté de llevarla a su casa. Si se desorienta en la suya, imaginad en la mía.
Ella no se queja y sé que viene a mi casa porque casi la "obligo" y no le doy elección porque creo que es beneficioso para ella. Pero no es la solución. Ni para mí ni para ella.
Así que recordé una conversación con una vecina sobre sus abuelos y la persona que los cuida, y con toda la prudencia se lo dije a mi madre un día:
- mamá, a tí te gustaría que hubiera en casa un persona día y noche, asì, como Isa (la chica que va a limpiar un día a la semana y que ella la adora), para ayudarte a vestirte, a ducharte, para salir a comprar, a cocinar, etc...?¿?
Pensé que me la jugaba.
Cuando le propuse ir al neurólogo porque me daba cuenta de lo que le pasaba, me bombardeó a llamadas, incluso de madrugada, para decirme menos bonita de todo. Que si la quería encerrar en un psiquiátrico, fue lo más suave, junto que quería matarla a disgustos y que yo para ella, había muerto.
Y cuando le comenté qué le parecía meter una chica a "ayudarla" a limpiar la casa, me contestó si la estaba llamando marrana.
Así que cuando a mi pregunta, ella me contestó con un sonoro SÍIIIIII y unos ojos cargados de esperanza, pensé, no sin cierto asombro, que para mañana, era tarde.
Y cuando a los pocos dìas de dejarla en casa me dí cuenta de que mi madre no comía nada, que no tenía fuerzas, que sólo podía llorar y que la voz no le salía del cuerpo, me asusté mucho.
Así que esta semana que entra me reuno con una candidata para conocerla y ver si llegamos a un acuerdo.
Me da reparo. No por nada, sino porque yo no conozco en qué condiciones se está realizando este trabajo o asistencia. Alguna persona me ha comentado algo por alguna experiencia cercana, pero nada más, así que ya os contaré.
Por cierto, mamá, hoy día 7 de Enero es tu cumpleaños.
Setenta inviernos, en los que has tenido una infancia muuuy feliz, una juventud aceptable y una madurez y vejez duros y muy tristes. Espero poder ayudarte a cambiar ésto un poquito. TE QUIERO.
Cambiando de tema, e hilando con el anterior, he comentado que la vuelta de mi madre a mi casa por Nochevieja, no fue posible. O no lo fue por lo menos de la manera que yo quería, que era para pasar otros pocos días con la peque y conmigo.
El domingo 30, Mario se fue al circuito para entrenar.
A eso de las 13h30 me llamò por teléfono. Cargaba la moto al remolque y se venía para casa.
Noté que me querìa decir algo más. Le conozco demasiado. Cuando yo casi iba a colgar, me dijo que cuando llegara a casa iría al hospital para que le vieran.
No me asusté. Más bien diría que me cabreé mucho.
Me cabrea cuando se cae y se hace daño. No voy a explicar porqué, pero si viviérais con alguien así, sabríais de lo que hablo.
Así que pensé: otro hueso fuera de su sitio, otra de tendones,... no sé ni lo que pensé, realmente.
Emma y yo estábamos en el parque. Así que la metí a casa a darle la comida para que cuando mi chico llegara, poder acompañarle a urgencias.
Pero no llamaba. Le llamé yo. Se había ido a urgencias y no podía ni hablar. La voz no le salía del cuerpo y no paraba de decirme "no vengas, no vengas para acá".
Imagináis que hice, ¿verdad?. Terminar de darle la comida a Emma, que casi ni yo atinaba, y salir corriendo para el hospital. Cuando llegué a urgencias no estaba en la sala de espera. Llegué con Emma, así que nos fuimos a información al paciente. MArio se encontraba en una sala de los sillones (que le dicen así) a la que yo no podía entrar y menos con la niña. Llamé insistentemente a Mario, pero no me lo cogía.
El nerviosismo se apoderó de mí. Recordaba el hilo de voz que salía por su boca. Nervios no. Tenía pánico. Multitud de pensamientos se agolpaban en mi mente y en mi corazón.
Sólo una cuñada estaba disponible, así que le comenté lo que pasaba y le pedí que viniera a urgencias.
Llegó a los 20 minutos, le dejé a Emma y entré a buscar a Mario.
No estaba en aquella sala y la desgradable enfermera no me ayudó a encontrarlo.
Volví al puesto de información. Otra vez a hacer cola para que me tocara el turno de entrar y preguntar por él. Está en la sala de los sillones, me dijo mirando de nuevo su ordenador. No allí no está porque vengo de allí. Aquella mujer tuvo que ver mi cara desencajada y se levantó de su silla y se fue a buscarlo.Al rato volvió: vete a la zona de rayos, scanner... le han hecho rayos X pero ahora le van a hacer un scanner. Salí corriendo, buscando el pasillo que me llevaría a esa zona. Antes de cruzar la primera intersección de pasillos, me abordó la misma mujer: "Espera aquí!!". Parecía que le había encontrado en otro sitio. Esperando a aquella mujer, ví salir una camilla en un pasillo más adelante. Miré su perfil. Vi un moratón en su ojo. Era él. Lleno de cables. Monitorizado y con sus costantes haciendo gráficos a los pies de su camilla. Salí corriendo: "mario! mario! soy su mujer!!", gritaba sin demasiados aspavientos (o eso creo). Él intentaba abrir los ojos, pero no podía. Su cara era de dolor. De inmenso dolor. No es un quejica y lo aguanta de una manera a veces sobrehumana. Así que ese detalle me pasmó más. Se lo llevaban a hacerle un TAC y yo seguí su camilla. Le esperé fuera.
Al salir los celadores empujaban la camilla y yo miraba a la joven doctora pidiendo respuestas:
-se ha dado un golpe con la bici. En el abdomen. Tiene el bazo reventado y líquido fuera que suponemos en sangre. Vamos a prepararle urgentemente para meterlo a quirófano cuanto antes y extirparle el bazo.
Sopesé mentalmente la gravedad de sus palabras. Sin el bazo se puede vivir y yo lo sabía. Aun así el miedo me hizo preguntarlo. Pero lo que más me preocupaba era el tiempo que estaban tardando en operar si como parecía, tenía una hemorragia interna desde hacía aproximadamente 4 horas.
Me mandaron a la sala de espera. Allí me abordaron un hombre y una mujer al ver que yo llevaba las cosas de mi chico colgadas del hombro y del brazo:
- Eres la mujer de Mario?
- sí
- Soy compañero de trabajo de tu marido. Le ví entrar a urgencias porque yo estoy aquì con mi madre que le ha dado un infarto. Le he visto entrar, doblado, apoyándose en el mostrador para dar su tarjeta sanitaria, casi se caía al suelo. Le he reconocido y he salido a pedir una silla de ruedas para sentarle. Le he visto mal, tan mal, que le he colado para que le viera el médico haciéndome el sordo (literalmente). Hemos conseguido que le pusieran un pinchazo y lo mandaran a RX. Le he acompañado empujando la silla y allí se ha desmayado (de ahí el ojo morado), ha perdido la conciencia y ha vomitado. La enfermera se ha pasmado y no nos han dejado tocarlo para levantarlo del suelo. Del suelo le han acostado en una camilla y es cuando ya han empezado a preocuparse y a correr...
Le dí las gracias. Ese día mi chico tuvo a su ángel de la guarda haciendo horas extras y tuvo que buscarse otro ángel para que le echara una mano. No quiero ni pensar que mi chico se hubiera desmayado en la autovía conduciendo hacia el hospital o que se hubiera desmayado sin terminar de caerse al suelo de la sala de espera y se hubiera muerto allí mismo, esperando.
Estando en la sala, los cirujanos me llamaron para hablar conmigo y comentarme cómo iba a ir la operación. Eran tres chicos jóvenes. Iban a extirpar el bazo casi con total seguridad, elimiar la sangre procedente de la hemorragia y no sabían cómo estaría el hígado hasta que no abrieran y si habría que tocarlo o no también.
- Pero tendrán que operarlo ya, no?!
- sí, le está bajando la tensión.
Pude ver a Mario cuando lo preparaban para quirófano. Cuando le afeitaban el abdomen. Ahora que lo pienso el cirujano jefe me dijo que harían una incisión debajo de las costillas, pero en aquel momento le afeitaron de norte a sur y de este a oeste... desde los pechos hasta sálvasease sus partes y de lado a lado.
Mario convulsionaba. No sé si de frío o de qué. Y yo no sabía cómo no parecer una mujer histérica acojonada por pensar que quizá aquella vez era la última vez que lo veía. Vale, llamadme imbécil, exagerada o algo peor. Pero os puedo asegurar que no le deseo pasar por lo mismo a nadie.
A N A D I E.
Le hice un par de bromas a Mario. Al anestesista, a los camilleros... no sé si eran los nervios o que quería parecer calmada (vaya estupidez estando en urgencias). Ahora creo que no sé a quién quería engañar si se me tenía que notar en la cara desencajada que llevaba.
- Venga mujer, es un hombre joven, deportista, sano... Decía el cirujano.
- aquí se hacen transplantes de hígado, ésto es coser y cantar... decía el celador...
En fin, que me permitieron darle un beso y me salí. Me salí a la sala de espera. Yo sola. Sin saber cuánto tiempo estaría allì. Esperando. Esperando que todo fuera bien. Que me llamaran pronto. Sin querer saber qué tarda ese tipo de cirujías con el fin de no ponerme más nerviosa si se demoraban...
Allí sentada pensé en todo y en nada. Recé no sé cuántas veces. Me cabreé con Mario. Llamé a mi padre y me desahogué un poco. Le dejé guasaps a mi cuñada para ver cómo estaba mi hija. A mi suegra no quería decirle nada hasta saber el desenlace. No quería que pasara por lo que yo estaba pasando si total no podíamos ayudar ninguna de las dos.
Confiaba que todo fuera bien. La verdad que es así.
Él es muy fuerte y me tiene mal acostumbrada. Y aunque esta vez no dependía sólo de él, confíaba en los médicos y en que no parecía muy complicada la cirujía.
En hora y media aproximadamente hoy por megafonía:
- familiares de Mario Blablablá, acudan a salida de quirófanos.
Iba nerviosa por el pasillo. No sabía si era bueno o malo que se me hubiera pasado tan rápido.
Quizás estaban a medio operar y querían consultarme algo si la cosa no pintaba bien. No sé, quizás he visto muchas películas americanas o muchos episodios de Hospital Central.
Corrí hasta quirófanos, el cirujano me hizo entrar a un despacho.
Dispara! dímelo! díme que se ha acabado! dime que todo está bien!!
- todo ha ido bien.
Respiro profundamente
- No ha sido necesario extirpar ningún órgano ni parte de él. Era una arteria que va del intestino delgado a la columna. Se aloja en el mesenterio, lo que soporta nuestros instestinos y por ahí perdía la sangre. Hemos suturado la arteria y aspirado dos litros de sangre que tenía por la cavidad abdominal. Lo subirán ahora a reanimación. Podrás verlo al salir, ahora están despertándolo. Tiene un gran hematoma que hay que vigilar no vaya a más y evitar cualquier riesgo de infección.
- el riesgo de infección lo hay en cualquier operación, no?
- sí, es cierto.
- Bien. Y mis datos? quiero dar mis datos de contacto...
- Puedes subir con él a reanimación y allí los das.
Le acompañé a arriba. Eran casi las 19h de la tarde.
Se admitían visitas para los enfermos en reanimación pero como a Mario acababan de llevarlo, tendría que esperar mientras le preparaban y lo acomodaban.
Cuando conseguí entrar con bata y patucos y verle, tuve que contenerme para no comérmelo a besos. Algo imposible teniendo en cuenta lo monitorizado que estaba. Hablé con la doctora de guardia y la enfermera y anotaron mis datos en su expediente. Le harían en unas horas unas analíticas y dependiendo de los resultados, subiría a planta esa misma noche o al día siguiente.
Pedí por favor que si lo subían a planta me llamaran.
Yo no podía ir esa misma noche porque dormía con mi hija en casa, pero a la mañana siguiente estaría a primera hora en la habitación que ya tenía asignada.
Hablé con Mario un ratito. Le pregunté qué había pasado, cómo se encontraba... Abría y cerraba los ojos, estaba enmonado por la anestesia. De hecho no recuerda nada de lo que hablamos esa noche. Como tampoco recuerda nada de lo que ocurrió después de desmayarse en RX.
Me vine a casa con mi hija un poco más animada después de cómo había ido todo el día. Pero rota por dentro. Le dí la cena a mi hija y la acosté. Me fuí a la cama y me llamó mi suegra en estado de shock. Mi cuñada había llegado a su casa y se lo había contado. Quería irse al hospital y mi cuñada quería que yo la convenciera de que era una tontería porque no iba a poder pasar a verle.
Guasapeé con otra cuñada y con algunas conocidas que me preguntaban por él.
Supongo que por el estrés, yo lo mismo lloraba que hacía chistes.
Una amiga me decía por guasap:
- tía, vaya Nochevieja vas a pasar, no?
Y yo...
- tía, ¿qué dices? si ya tengo el pavo abierto, y sólo tengo que rellenarlo...
Y es que mi perla llevaba una "tajá" que va del bajopecho hasta encima de sus partes pudendas.
Cuarenta y pico grapas lleva el tío. Ni mi cesárea...
Hablando con una de mis cuñadas, me llegó un mensaje de una llamada perdida. ¡¡Parecía del hospital!!. Llamé, eran las 23h y pico, me pasaron a reanimación y una enfermera, haciendo una pausa para coger aire que a mí me pareció eterna y que presagiaba lo peor, me dijo que me llamaba para que me acostara a descansar porque habian pensado que Mario pasaba la noche en reanimación. La tensión seguía un poco baja y preferían tenerlo bajo observación toda la noche.
No dormí nada. Además ya sabéis que Emma se despierta bastante, y llorando,...
La mañana de Nochevieja mi hija y yo íbamos al hospital. Yo pensaba que lo subirían esa mañana a planta, pero todavía no lo habìan hecho y eran pasadas las 12h. Mi suegra y mi cuñada pequeña se habían plantado en el hospital a las 8h de la mañana y por amigas de amigas de amigas, habían conseguido entrar a verlo 5 minutos.
Justo cuando Emma y yo entrábamos al hospital ese lunes y veíamos a mi suegra, ella nos dijo que lo acababan de llevar a planta. ¡¡¡Bien!!! qué contenta me puse, no os lo podéis imaginar.
Mi hija estuvo un ratito con su papi y se la llevó mi cuñada a su casa.
Emma no ha notado mucho la ausencia de papá y es triste. Como casi se pasa el día fuera, hay muchas días que le vé poquísimo o no le ve. De hecho, la noche del domingo, mi hija decía: no he visto a papi porque se ha hecho tarde y todavía no ha llegado de trabajar. Imagináis los esfuerzos que hice por no llorar delante de ella en su cama mientras intentaba que se durmiera...
Yo estuve con Mario ese lunes hasta las 20h de la tarde. No quería cenar sola en mi casa con mi hija en Nochevieja, así que vinieron mi madre y mi hermano. (Como dato apunto que mi suegra siguió con sus planes y se fue a su cena-baile-desayuno en un hotel de la costa).
Qué noche más triste para mí, de verdad. Para colmo mi hermano el día antes me había dicho que él traía algo para cenar y las uvas (yo pasaba de hacer nada y no tenía tiempo de ir a comprarlas) y no había comprado nada de nada.
No tenía a mi chico conmigo para despedir un año y darle la bienvenida a otro, no tenía uvas para entrar en el año nuevo con el mal rollo que eso me da a mí...
Al final mi hermano pudo encontrar de chiripa una verdulería abierta cuando venía hacia mi casa, porque la dueña se había olvidado de las uvas y había ido a cogerlas, y pudo comprar dos racimos.
Acosté a mi hija tarde pero antes de las campanadas.
Después de la última uva, de darle un beso a mi familia y recoger un poco todo (al final improvisé un poco de cena), les pedí que se quedaran media hora más, mientras yo me escapaba al hospital a darle un beso o dos o tres o veinte... a mi chico.
Y así fue. Con nocturnidad y alevosía entré en su habitación, pasé por delante del otro enfermo y sus acompañantes que me miraron ojipláticos (qué mal esa experiencia... poner a Mario con un enfermo senil quejándose noche y día y con uns familiares tostones... bufff...), me deslicé al lado de su cama y le desperté con un beso.
- Qué haces aquí? estás loca?
- por tí... quería entrar en el año nuevo contigo y darte dos besos bien daos.
- anda y véte pa casa. Y Emma?
- durmiendo en su cama. Están allí mi madre y mi hermano. Me voy en seguida, pesao.
Pesao porque los días que ha estado en el hospital, Mario ha sido peor que la Lola Flores en la boda de Lolita y Furiase con su: "si me queréis, irse!!!!!"
Qué paliza nos ha dao. Que me dejéis en paz. Que necesito descansar. Que aquí no hacéis nada. Idos a cenar, a bailar, a comer, ... que yo estoy bien... Pero desde el primer día, eh?.
Por si me váis a preguntar cómo le pasó a Mario el accidente, él llevaba 3 tandas de calentamiento con la supermotard, y como había ido tanta gente a entrenar, los organizadores dejaron entrar una categoría más pequeña a la misma vez que las motos de su cilindrada. Una moto pequeña invadió su trayectoria en una curva, y Mario se estampó contra la moto pequeña. Con tan mala suerte que lo que debería haber sido una caída sin importancia, que piloto y moto derrapen cada uno para un lado y nada más, que para eso llevan mono y protecciones, Mario tuvo la mala suerte de caer enredado en la otra moto, entre el guardabarros y la rueda. Y así rodó un rato que a él se le hizo largo pensando que la moto y él no iban a parar. La artería se rompió por zigzagamiento del golpe.
Él sólo sintió un dolor de tripa, y viendo que no se le pasaba, cargó la moto y se vino para casa.
Por el camino, conduciendo el Patrol con remolque y moto (endevéelmecherodelasolemierda), bebió un poco de Aquiarius y le hizo tanto daño, que empezó a preocuparse. Debió llegar fatal a urgencias (alucino de pensar lo bien aparcado que dejó todo, coche y remolque, en el parking del hospital) y todavía me preguntaba un día después qué hubiera pasado si no lo pillan a tiempo...
Sé que las motos seguirán en nuestras vidas. Lo sé porque a mí me gustan, porque le conozco demasiado y porque sé que al haber ocurrido en circuito, que es el sitio más seguro para un piloto, Mario lo ve como lo que es. Un accidente. Un hecho fortuito. Como si te atropellan esperando en la parada del Bus. Un accidente no es predecible y las motos son su pasión. La ecuación está clara y creo que no necesitáis que os despeje la incógnita.
Pero por lo menos espero conseguir de él algún tipo de compromiso.
No quiero pensar que se hubiera caído igual en pleno monte cuando sale con la moto de cross algún domingo que otro.
Si ya le abronco por no haber llamado al 112 desde el circuito y que lo hubieran bajado en ambulancia (cuando no son carreras, que son sólo entrenamientos, no están obligados a tener asistencia de urgencia), no quiero ni pensar que le pasara algo parecido yendo sólo por el campo.
En fin, que éste ha sido mi final de 2012 y principio de 2013.
Como me dijo un amigo al enterarse: que lo peor del 2013 te haya pasado ya, Elly.
Os deseo lo mejor para este dos mil "crece" y como dice mi adorado Jimmy, mucha mucha SALUD.
Un besico desde el país que no existe, garfios míos.
Elly
Pd.- en cuanto al post anterior, gracias a todas. Y ojalá, ojalá Ana hubiera sido mi AMIGA con mayúsculas. Fue un ángel que pasó por mi vida pero la distancia y las circunstancias no nos dejaron ser más que conocidas. Aún así, Ana fue y será un ser especial.