30.12.07

Balance



ya casi se muere este año...una hace balance, se sacan cuentas, se mira una en el espejo o se asoma a la ventana mientras respira paz.
Esa paz que viene de adentro, esa que es tan cara que se nos escabulle de tanto en tanto.
El tiempo se detiene estos últimos días del año y pasan cosas más mágicas que de costumbre... se relenta la película de la vida por unos días y una es un gato al sol o un ave que migra.
Y en ese recuento que se hace pulso a pulso, como tratando de grabar en la memoria cada uno de los 365 días con sus horas y minutos, me encuentro con una cara que conozco desde los once años, escucho esa voz con la que compartí más que con nadie en estos cuarenta y de nuevo recuerdo que decidió irse de mi por propia cuenta, cerrar la puerta y decir adios. Entonces la fibra de amor profundo lanza una nota al aire y hace música. En esta paz puedo perdonar su decisión de olvido porque haciendo puente de opuestos, - como siempre -, la mía es siempre la decisión del recuerdo. Sí, a la presencia y a la vigencia del afecto a pesar de los pesares... los de ella, los míos. Entonces grito duro al aire un "yo siempre voy a estar aunque tú no quieras estar, yo siempre voy a ser aunque tú no quieras ser"...porque para mi el desapego no significa desamor, sino eternidad. Esa es mi decisión y mi paz.
Me miro las manos, me conecto con mis afectos, abrazo memorias y sonrío agradecida y humilde.

foto:D.Giribaldi

16.12.07

el regalo de Navidad


Fue anoche, en el mercado de navidad de Koblenz, en donde escuché esta historia de navidad que hoy les dejo como mi regalo de noche buena, ahí al lado del pesebre, va lleno de la esperanza que da la inocencia y la pureza de alma. Feliz Navidad para todos:

Era el tiempo entre guerras, la Alemania perdedora, trataba de recuperarse de la derrota sufrida en la guerra y en las almas. Los hogares apenas tenían lumbre y pan suficiente y los niños tenían como único sustento la imaginación y los sueños.
La iglesia de del Corazón de María había salvado de las llamas un pesebre de madera antigua, de tamaño natural y cada año celebraba con él, el nacimiento del niño Dios. Ahí cerca del altar, habían colocado el pesebre que representaba la esperanza y la fe en un futuro mejor.

Un buen día el sacristán entró corriendo a la sacristía donde se encontraba el cura Hans, el hombre gritaba una terrible noticia:
- Alguien se ha robado al niño, a niño Jesús del pesebre!
- Cómo va a ser eso?- dijo el cura consternado...
- Seguro fueron los de la parroquia de San José, - dijo el sacristán - ellos siempre ha envidiado nuestro pesebre, ya sabe!
- Cómo va a ser - dijo el viejo cura,- si yo los conozco a todos y qué se van a estar robando al niño del pesebre?
El sacristán respondió:
- hoy es el niño y mañana será la virgen y la mula, usted verá. Son ellos,estoy seguro y para comprobarlo, le propongo algo: Escóndase y verá que alguno viene por más...

Y el viejo cura, pensó que nada le constaba sentarse en el confesionario un rato. Desde allí, tendía una buena vista del pesebre y si alguien se atrevía a entrar por otra figura de madera, él vería quien era el pillo. Y así fue. Domitaba un poco dentro del confesionario, cuando de repente escuchó el ruido de unas pequeñas ruedas rodando sobre las baldosa del piso. Cautelosamente se asomó a ver qué sucedía.
Sorprendido observó como un niño de unos seis o siete años se acercaba al pesebre y colocaba al niño en su cuna con mucho amor. Fue entonces cuanto el Padre Hans inquirió al pequeño que reconoció como Fritz, uno de chiquillos de la cofradía, el mismo chico que él había bautizado para que no muriera sin el santo sacramento cuando arreciaban los días más negros de la guerra:
- Hola Fritz, qué haces por aquí? – preguntó cariñosamente.
- Nada, devuelvo al niño, nada más – contestó el crio con la inocencia de un santo.
- Fuiste tú él que tomó al niño “prestado“?- preguntó el cura bueno.
- Es que se lo debía, se lo había prometido, sabe -dijo el niño como si le hablara de un amigo.
- Sabe, desde el tiempo de la guerra le he pedido al niño Jesús que me trajese una bicicleta, pero mi madre siempre me contestaba que no me hiciera ilusiones, que no era posible que el niño Jesús estaba siempre muy ocupado y que seguramente no tendía dinero para esas cosas y yo no sé qué más y fue cierto nunca había nada debajo el arbol de navidad. Pero esta navidad le prometí a niño Jesus que si me traía la bicicleta, le iba a dar una sorpresa, sabe.
- Y se puede saber qué tipo de sopresa era esa?- preguntó el cura
- Sabe - contro el chiquelo - este año, ahí cerca del árbol de navidad, estaba mi bicicleta, con un moño rojo y mi nombre escrito en un cartoncito. Este año el niño me la trajo, sabe. Entonces tuve que cumplir, usted sabe una palabra dada es una palabra dada...
Por eso ayer he venido a buscar al niño, para darle el paseo de su vida, lo paseé por toda la ciudad hasta la montaña del río, de ida y vuelta...hasta el bosque de los almentros y mírelo al niño, cómo sonrié, no dude que está contento...tanto como yo...o más.

Desde hace más de ochenta años en el pesebre de la iglesia del Corazón de María, se puede ver un niño Dios sonriente por el regalo que otro niño un día de navidad le hizo.

6.12.07

...y diciendo así


Dentro de ti tu edad
creciendo.
Dentro de mí mi edad
andando.

Oda al Tiempo
Pablo Neruda




Mi abuela olía como las velas de la iglesia. Había en ella un perfume quedo y profundo como el de la parafina de las velas que se consumían en la iglesia que me puso nombre un día de bautismo.
Si, camino abajo estaba la iglesia de Milla. Al sonar de las campanas que anunciaban el servicio religioso, las almas andaban cuesta abajo hacia sus puertas. Bajábamos aletargados por el olor de pino tempranero y el frescor de las mañanas merideñas que se mezclaban con el de las llamas que sacrificaban velas por milagritos furtivos y agradecimientos mil veces repetidos.
La iglesia era fría a pesar de sus pesares. Un no sé qué de encuentro clamaba esperanza.
Ahí llegábamos presos de un silencio entre sentido y obligado, pero silencio al fin: "!Pórtense bien, caramba que la iglesia se respeta!..." pero era difícil no voltear la cabeza para ver al que entraba silencioso a encontrarse con su Dios.

Blanca y oscura era la iglesia de Milla. La capilla tenía bancos de madera de cedro con sus respectivos reclinatorios muy, muy viejos. Para mí, ese lugar escondía secretos que despertaban una curiosidad inusitada y al mismo tiempo me aterraban. En días de misa me debatía entre la necesidad de adentrarme en sus negros rincones y las ganas de quedarme sentada junto a la abuela, con los ojos bien cerrados esperando que aquella hora interminable llegara a su fin. Así, como si durmiera, y sin mirar a los lados sobre todo porque las caras mustias y lavadas de los santos me daban miedo. Esos rostros pálidos y llenos de profundo sufrimiento, quizá por sus ropajes que hacía ya mucho habían perdido el color, me provocaban mucha lástima y un sentimiento de tristeza.
Esa era iglesia de mis vacaciones escolares y ese el mundo profundo que se encerraba tras sus puertas no siempre abiertas al día y a la vida.
Cada domingo sin falta, la cara y el sueño lavados, era el lugar del sermón de cura amigo y del monaguillo viejo, sermón de abuela regañona y por consiguiente sermón de Dios supremo y todopoderoso.
Es que cómo ponerle nombre a lo que aquella niña que fui podía presentir más allá del altar, cerca de la ventana que prodigaba la luz al Santísimo. Nunca como en esos años entendí lo que mucho tiempo más tarde conocí con el nombre de fe.
Continuará

4.12.07

El despertar de la esperanza


El siguiente texto fue enviado por una amiga muy querida. Es una historia de las que seguro hay miles en todas las tierras que sufren o han sufrido las injusticias de las dictaduras y el despotismo.

"Ya a estas horas estarán en sus ciudades celebrando también la fiesta que todos los venezolanos necesitabamos celebrar: la fiesta por la paciencia, por la constancia, por la verdad, por la decisión de lucha y por último la fiesta por la esperanza que desde hace mucho albergamos y con la que amanecimos hoy.
Ustedes desde lejos no podrán sentir lo que hoy después de semanas de guarimbas, de desilusión y provocación, vivimos. Ayer nos levantamos a asumir el derecho que todavía tenemos, el voto. Hoy todo amaneció con otra luz, en toda Venezuela ha hecho un día de cielo azul, bello. No hay atascos de tráfico, la gente vibra de forma distinta y es hermoso oir las risas de alegría.
Hoy regresaba en taxi a casa y el taxista me comentaba su historia personal. Como la de muchos venezolanos en estos nueve años, la historia común de familias separadas por la situación política y por el miedo. Ese taxista había llamado a sus padres que viven en el exterior para enviarles sus hijos. Tendría que separarse de ellos por temor a lo que vendría... todavía peor que lo que ya se ha vivido.
Èl me contó, que su hija se despertó a las dos de la mañana al oír los cohetes y cacerolazos que celebraban al que había ganado. Cuando supo que habia ganado el NO, se dirigió a su padre y le preguntó: ¿Papá, entonces ya no me tengo que ir con los abuelos?
Ustedes se podrán imaginar cómo se fueron a dormir ese padre y esa niña esa madrugada feliz".