
ya casi se muere este año...una hace balance, se sacan cuentas, se mira una en el espejo o se asoma a la ventana mientras respira paz.
Esa paz que viene de adentro, esa que es tan cara que se nos escabulle de tanto en tanto.
El tiempo se detiene estos últimos días del año y pasan cosas más mágicas que de costumbre... se relenta la película de la vida por unos días y una es un gato al sol o un ave que migra.
Y en ese recuento que se hace pulso a pulso, como tratando de grabar en la memoria cada uno de los 365 días con sus horas y minutos, me encuentro con una cara que conozco desde los once años, escucho esa voz con la que compartí más que con nadie en estos cuarenta y de nuevo recuerdo que decidió irse de mi por propia cuenta, cerrar la puerta y decir adios. Entonces la fibra de amor profundo lanza una nota al aire y hace música. En esta paz puedo perdonar su decisión de olvido porque haciendo puente de opuestos, - como siempre -, la mía es siempre la decisión del recuerdo. Sí, a la presencia y a la vigencia del afecto a pesar de los pesares... los de ella, los míos. Entonces grito duro al aire un "yo siempre voy a estar aunque tú no quieras estar, yo siempre voy a ser aunque tú no quieras ser"...porque para mi el desapego no significa desamor, sino eternidad. Esa es mi decisión y mi paz.
Me miro las manos, me conecto con mis afectos, abrazo memorias y sonrío agradecida y humilde.
foto:D.Giribaldi