
Ya no recuerdo como fue mi entrada al colegio... no recuerdo nada especial más allá del olor a cuadernos nuevos, zapatos y uniforme a la medida.
Mañana mi hija Esperanza comenzará una nueva etapa de vida. Hace sólo un par de días salió de su Kindergarden, el lugar en donde estuvo desde el día de su tercer cumpleaños y en donde tanto ella como yo aprendimos del mundo que viene después de las puertas de casa y hogar protector.
Me cuesta dejar ir a mi hija...tengo conciencia de ello desde que comenzó a andar por este mundo una tarde de verano. Cada pasito que dio, me dijo que un día haría caminos con la seguridad y la experiencia aprendida. Pronto la acompañaré en otro paso por la senda del mundo, la escuela, el patio de recreo, las notas, el abc y los números.
La escuela primaria en Alemania dura cuatro años, cuatro nuevos años en los que mi hija aprenderá mil cosas nuevas para la vida. En Alemania se acostumbra entregar a los niños un cono lleno de regalitos pequeños, frutas y caramelos para celebrar con ellos su primer gran día. El
Schultüte es realizado por cada niño en el kindegarten, y cada nene escoge como lucirá, los colores y los motivos que le acompañaran ese día inolvidable... el
Schultüte de Esperanza es un retrato de ella misma: un hada con toda la magia y el poder para conquistar universos. Esperanza crece y yo la voy dejando ir como en aquel día en que dió su primer paso... Tonta yo que se me llenan los ojos de lágrimas y el corazón se me hincha de una emoción mezclada de tristeza y orgullo.
Mi niña crece y yo tiemblo, mi nena anda y yo quisiera que se quedara como siempre así, mi nena pequeña, pero sé que la vida es crecimiento, aprendizaje y camino, sé también que no la podré llevar siempre de la mano como lo haré mañana, sé que un día me dirá
"ahora me toca a mí solita, mamá" y yo lo entenderé porque desde hace tiempo comenzó la despedida.
Le regalo lo que tengo, mis valores, mi cultura y mi historia y esa mezcla que ella es, como el conjuro protector para su vida entera.