25.12.11

En memoria de lo perdido




Es dura la navidad. Para los que vivimos fuera del país y todavía extrañamos lo que en el vivimos, es un tiempo agridulce, dulceamargo. La Navidad fuera de casa es una contradicción en sí misma. Y es que la casa ya no existe porque el país no existe y porque el tiempo inexorablemente pasa y lo cambia todo.

Pasa siempre lo mismo no importa cuanto tiempo vivamos fuera del país, la herida de la distancia se abre en algún momento entre el 24 y el 25 de diciembre, justo cuando alzamos la copa por aquello que fuimos o brindamos por los que se fueron. No es necesario que el espíritu alcohólico nos entristezca la celebración, basta un suspiro, un comentario inocente para llevarnos a otras Navidades en tierra del trópico con cielo decembrino azul como ningún otro.

Dividida el alma, que habita en un cajón de ausencia, junto a memorias vividas y otras pérdidas, llena de un aire de nostalgia por lo que ya no regresa. Nos queda el consuelo de una video llamada y la conciencia de la perdida de bautizos, comuniones, matrimonios y entierros. Nos queda el encuentro en sueños con nuestros muertos, nos queda la memoria detenida en un tiempo y la realidad de que éste pasa, terriblemente pasa cada mañana al asomarnos al espejo.

Las hallacas saben a sazón de casa de abuela, pero afuera nieva, el cielo gris es tan ajeno al de los azules diciembre caraqueños, a la cuenta de los abrazos se le suman los que no se reciben en carne propia, faltan hasta las arrugas de los viejos, las risas de los hermanos y esa curiosidad de los sobrinos a los que nos une un hilo inocente y irremediablemente débil.

Dura poco ese encuentro con la añoranza, el momento presente se encarga de traernos de vuelta, una lágrima alcanza a rodarnos por la mejilla...a veces ni eso. Los de acá no tienen la culpa, no hay que echarles a perder la celebración, no es para tanto, el luto es individual y penoso.
Ya yo llevo 15 años de autoexilio, de una decisión que para aquél entonces no tuvo que ver con gobiernos ni política. Sin embargo es eso mismo lo que hoy me aleja más que nada de mi tierra. Dividida el alma, el corazón, la entraña. Como mi hija, mitad y mitad y yo luchando porque no se le pierda mi herencia entre tanta „alemanidad“.

Hoy escucho canciones de Venezuela, me atrevo a escucharlas a sabiendas de que abren puertas dirigidas a la tristeza. Hay que ser valiente. Sólo queda el recuerdo. La memoria de lo perdido, eso que ya no es nuestro y que irremediablemente buscamos, carentes de tanto, ciegos de lágrimas .

La navidad va unida al fin de año, le quedan pocos días al 11 del dos mil, pronto se iniciarán nuevos ciclos, levantaremos la gacha cabeza para seguir andando en este mundo que es tan nuestro como aquél que dejamos, al que también extrañamos cuando estamos lejos. Hasta que nuevamente la gran carencia se nos instale en el salón entre galletas y té de estación, entre pan de jamón y ponche crema, entre ese aquí y el allá, entre lo que se es y ya no se es.

La vida continua y no hay remedio.

17.12.11

Caesaria Evora

Se fue a cantar al Cabo Verde del cielo. Se quedó en mi corazón para siempre.