En el fondo suena ella, mi „soundtrack“ del viaje a Santiago de Compostela. Se llama Silvia Perez Cruz y su canto me duele en el alma. Ella misma que esta noche de luna llena de enero en Cáncer, hace que me sienta desnuda y dolorosamente libre de ataduras. Ella canta, me recuerda las calles de Santiago y el dolor del inmigrante; el de ser venezolana de exilio y el encuentro con un cuatro que cantaba en una esquina. Otra historia, otro dolor.
Esta noche sigue brillando la luna como un sol en las penumbras. Es noche de luna en Cáncer y es Enero del 2015, hace un mes convoqué a cinco magas, más que magas compañeras de mis casi 17 años en Alemania. Son artistas todas, todas alemanas. Hermanas de encuentro, hacedoras también de mi vida en este mundo alemán. Quería agradecerles por tanto compartido, aunque ellas no supieran el por qué, esta noche se titula: „Angekomen sein“.
Después del susto inicial, que te dice: „abriste la caja de Pandora, niña, no te quejes de la sorpresa que te espera“. Viene la maravilla. La Silvia sigue cantando en su gallego querido y yo le abro la puerta a Monika, a Susanne, a Ute, a Maria y a Daniela y con ella les abro mi corazón y mi río de lágrimas.
Es que hay otra la invitada, otra alemana, una que se creció en el cielo tropical. Hace muchos años, Gego. Ella toma asiento entre nosotros y me abraza. Su historia es la mía vista desde otro lado. Ella inmigró hacia tierra caliente. Venezuela la esperaba y ella la hizo ser lo que fue.
Como yo hoy, que respondiendo a la pregunta inocente de Ute: „cuenta como fue todo esto, desde el principio, eso, el estar aquí, entre nosotros tan diferentes a ti“.
Y dale, y cuenta y has historia de tu historia . Y nada, que gracias, que no tengo país que áquel ya no existe, que me lo robaron. Que ustedes chicas son mi familia y que vienen las lágrimas y que coño, que ni pena dan.
Y sigue la Silvia cantando y Gego en su puesto me mira y me lleva a la que fui sin saber, a mis 16 años, áquel su apartamento que miraba al Avila, esa verde bestia dormida y hoy tan lejana. Y que, qué cosas todo muy Borges, todo cita y todo encuentro.
Afuera neva, y hace frío, adentro mi hogar es hoguera. Y mis querencias de aquí y mi dolor de allá. A eso le dicen haber arribado, „angekommen sein“, y sí, que he arribado, que mi mundo es este, no sin dolor por la perdida del otro, ése que también Gego conoció, y que hoy compartí con cinco magas teutonas.
Dios no me ha dejado nunca de lado, me las ha dado cercanas y amigas. Siempre ahí para seguir creciendo juntas, Y sí, „he arribado“, con lágrimas en los ojos, después de tanto tiempo, en un ejercicio de sinceridad que asusta, y si embargo muestra esa que soy, haciendo de tripas corazón, compartiendo mi mundo y orgullosa de ser quien soy. „Angekommen sein“, un verbo en dos palabras. ¡Este idioma alemán tan específico!.
Al final, son casi las dos de la madrugada, la despedida, el agradecimiento, los abrazos. Y Gego que esta noche de luna llena en Cáncer, es puente, maestra y casa.
Qué cosas a mis cuarenta y dele sigo aprendiendo. Sigo llorando como en plena adolescencia y sigo agradeciendo como se debe cuando después del largo camino se llega al otro lado del puente. Así pues.
Hoy aprendí, que después de un largo desandar, el peregrino llega al sitio de destino en el momento en que es capaz de desgarrarse las vestiduras y mostrar su corazón, ese, que le palpita en la mano, y es su más caro tesoro.
Esta es la que soy, terriblemente soy y a mucha honra. „Angekommen, bin ich“ Finalmente, he llegado.