
Ilustración: Benjamin Lacombe
FLORES EN LA NIEVE, Ana Yolour
Había una vez una princesa que se llamaba Celeste. La princesa vivía en un castillo.
Pero el castillo era más grande que mi casa. Había más lugar.
La princesa tenía muchos vestidos y tenía zapatillas nuevas. Era hermosa.
La mamá le cepillaba el pelo y le ponía hebillas bonitas. El papá no. Y no tenía hermanos. Era feliz.
Un día la princesa salió a caminar. Llegó más allá de las vías donde vivía un príncipe.
El príncipe no era malo, le regalaba caramelos y huevitos de chocolate que tenían sorpresitas.
Sorpresitas que esconde en un lugar secreto para que nadie la rete y se las quite.
La princesa se puso contenta cuando vio al príncipe. Ahora no tenía miedo, le gustaba jugar con él.
Antes no, pero el principe se enojaba y le quitaba los regalitos.
La esperaba detrás del galpón con la bolsa de huevitos de chocolate.
Jugó y jugó, la princesa.
Se hizo tarde y regresó corriendo a su castillo. Y escondió las sorpresas.
Las puso junto a las otras. Ya tenía muchas.
Su papá no sabe jugar. Porque juega con ella en la noche y no le regala nada.
El príncipe sí. Y no tiene hermano la princesa.
La princesa cuando sea grande, se va a casar con el príncipe y se irá a un castillo grande.
Mi abuela puede venir también.
Entonces la princesa pondrá las sorpresas sobre los escalones del castillo.
Los escalones estarán blancos de nieve, porque estará todo nevado como en la foto del almanaque.
Y las dejará ahí para que las vean y los que pasen dirán que son florcitas de colores.
Ella no les dirá que son las sorpresitas que tenía escondidas. No.
Y la princesa vivirá feliz porque nadie, nadie se las quitará.
Nadie las tocará. El príncipe tampoco.Flores que crecieron en la nieve.
Serán sus flores.
Almas Rotas, ropajes infantiles hechos en cerámica que puestos en inocentes maletas blancas, de lejos, se ven hermosos con su fondo verde de flores, pero si te acercas a la ropa verás que está rota, tiene cicatrices y dolores que se quedarna ahí para siempre.