
Tú eres culpable.
Y yo también y muchos otros que desde la comodidad de la distancia critican, se creen grandes y valientes, y se levantan como gallitos de pelea contra el régimen del mono que desde hace 12 años gobierna a Venezuela. Claro valientes desde la distancia, sólo desde la distancia.
Tú y yo somos culpables, tanto como los que están allá y no hacen nada. Aquellos que amparados en la apatía y del „qué si ya no hay compón“ se dejan quitar un país por un mono armado. Todos somos culpables.
Es muy fácil mandar a hacer a los que viven el diario desplomarse de un país; a los que el miedo se les mete en las casas y los agrede con una liturgia mediática; a los que salen a trabajar cada mañana sin saber si habrá regreso o secuestro exprés; a los que tienen como única diversión el peregrinaje de fin de semana por los centros comerciales porque es más seguro que ir al parque del Este o a los Caobos. Es muy fácil decir que aquél del que hoy quedan los despojos, ya no es nuestro país, es nuestro EX país.
No existen los ex-países, se es o no se es de un país. Como se es o no se es hijo de alguien.
Venezuela es nuestra patria, así la hayan malogrado, así la violenten día a día, así nos separen millones de kilómetros de distancia de su tierra un día bendita. Me llama la atención la cantidad de Venezolanos que ya en otras tierras, hacen como si la cosa, el milico y sus focas, no fuera problema de ellos. En sus mundos mayameros, o europeos de primer mundo, se habla poco del Esteban o si se habla es para contar como se sacaron los reales „justo a tiempo“ o como pues, se debería hacer para acabar con el hijo putativo de Fidel. Eso si desde el cómodo sofá mientras se bebe una cervecita y se juega Wii con los coterráneos. Así es muy fácil, demasiado.
El país que nos falta, nos los robaron hace ya mucho tiempo...el milico se ha encargado de llenarlo de escoria y ponerle la guinda a la torta. Pero no podemos olvidar que ese país de nuestros padres, el de orden y progreso, el de las nuevas autopistas de hace 60 años, el de la modernidad, tampoco fue conocido por nosotros. Nosotros nacimos en lo que dejaba de el el nuevo riquísimo petrolero y la corrupción. Crecimos en tierra que temblaba al paso de los petrodolares y de las SierrasNevadas, de los escándalos presidenciales, del rancherio que pululaba mientras los gobiernos de turno prometían no sé cuantas casitas por año, crecimos como Macondo mientra sucedía el saqueo de las potencias extrajeras, la corrupción tomaba cuerpo de los partidos políticos que se turnaban el poder blanco o verde mientras las clases bajas no conocian eduación sino pan y circo para que el poder permaneciera en manos de los que siempre lo habían tenido. Esa era la regla, eso era lo „normal“. Crecimos escuchando eso del „quítate tu pa‘ poneme yo“, "el cuanto hay pa‘ eso“ o el "ta‘ barato dame dos“. Nacimos cuando comenzó con el desangramiento del país.
Crecimos siendo la clase media pujante que va a la universidad y que piensa- eso nos decían - algunos teníamos antepasados ilustres que si le echaron bola a su sueño de país, otros hicimos lo posible entre las trincheras tirapiedras de la amada UCV para tiempo más tarde hacer las maletas y enterrar nuestros sueños en tierra de nadie. Crecimos pensando que las cosas aunque se cayeran a pedazos eran eternas, el petróleo era eterno, los minerales y el oro eran eternos, el agua de nuestros ríos eran eterna. Si claro en Venezuela todo es posible...Crecimos echándole la culpa de todos nuestros males al otro, llámese gobierno de turno o vecino de la cuadra y la retahíla se repetía cada 5 años: „La culpa no es mía yo no voté por él“, o lo que es peor „yo no soy culpable yo ni siquiera fui a votar“.
Extremo Surrealismo tropical. Hoy creemos que un día mientras nos sentamos a esperar llegará un SuperMan de la CIA y le hará la pesadilla realidad al mono con eso del magnicidio y la bala en medio de la frente. Y así seguimos creyendo que ya Venezuela no es de verdad problema nuestro.
Será verdad que merecemos tener es maldición como pago a la culpa de la apatía, del desapego y del egoísmo. Quisiera creer que no es así. Pero somos culpables de desidia, de ausencia, de tanto cerrar los ojos. No sólo en los últimos 12 años, sino siempre.
Sólo cuando se remueven las ausencias y las carencias del olor a patria, porque estamos lejos, somos capaces de mirarnos al espejo para darnos cuenta que no somos del lugar que escogimos como nueva existencia, sino que seremos eternamente del lugar que nos parió la vida, con sus siete estrellas, con sus noblezas y sus bajezas.