(...) Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro...
Laberinto (segmento), J.L Borges
y el alcázar abarca el universo
y no tiene anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro...
Laberinto (segmento), J.L Borges
He estado pensando mucho en cómo compartir lo que la lectura de „ Laberinto Veneciano“ de Marina Gasparini Lagrange me hizo sentir. Podría, pensé, hacer un análisis meramente literario o periodístico. Podría hablar de voces sabías, citar conocedores y filósofos, sin embargo me permito acercarme al libro a través de lo humano, de ese contacto con el pensamiento sereno de la autora. Ella nos acompaña en ese andar por el espacio y el tiempo, al dialogar consigo misma tiende puentes de reflexión con el lector.
Así pues, Marina Gasparini abre la puerta de esa emoción queda, la del testigo silente, la de día de lluvia y neblina, la que ofrece Venecia en invierno. Al seguir su paso, me adentré en laberinto que esa Venecia me ofrecía y se abrieron infinitas puertas.
Marina Gasaprini Lagrange nos muestra en once ensayos diferentes laberintos. Como en una conversación interior que, poco a poco, se convierte en diálogo de paseantes que se adentran en los patios y las plazas de la ciudad; que se acercan a las galerías y a los museos y dejan que la obra de arte o la poesía los subyugue y los abrace... En cada contemplación existe un desplazamiento ya sea geográfico o temporal. El hecho de compartir una historia o un descubrimiento nos va dando luces, nos hace más sabios. En ese divagar nos sentamos en un banco o en una escalinata para solo mirar los fantasmas que todavía transitan esa ciudad inmortal.
Frente al objeto de cada ensayo la autora nos lleva amorosamente a la introspección. Cada discurso es un encuentro. El laberinto parece ofrecer una evocación de la vida, por lo tanto, del ser humano. El camino del hombre en la tierra se puede ver a través de las estructuras que ha construido, y en consecuencia, su relación con la naturaleza por medio de los símbolos que ha utilizado. Venecia, su historia, su gente, sus símbolos y los mitos son una invitación a la reflexión del sentimiento y la razón.
La autora relaciona la naturaleza del laberinto físico con otras ideas más profundas del arte, la literatura, de la filosofía. Para ello se basa en la contribución de una serie de discursos de la literatura, la semiótica, la historia y el arte. Lo que sigue son frases sueltas, escritas a la orilla de las páginas del libro. Mi gesto para luchar contra el olvido:
I
El de afuera, el de adentro ,el del tiempo y la distancia, La orientación y el camino que no hacemos sino que se va haciendo bajo nuestros pies. Entonces es el espacio el que sea abre y es perdida y encuentro y es de nuevo transitar. Como la entrada a una dimensión paralela que apenas nos deja ver la huella de paso del tiempo y de los que antes estuvieron allí también.
II
El creador y sus demonios, las cárceles que nos ahogan, el espacio definido por la luz y la sombra del artista. La cárcel en la que nos encontramos, la que construimos nosotros mismos. El carcelero que nos habita, el que vive dentro.
III
La vejez, la muerte y sus mitos. Un vislumbrar y una suplica en la que se convierte el oscuro y descarnado arte de Tiziano. El sello a través de la presencia. Firma punto final de la luz que se apaga en vida.
IV
Watteau, la comedia del arte...un estado del alma. Venezia la ciudad de las marcaras y de las mascaradas.
V
Los ojos, la mirada y los pétalos de una flor. Un cuadro y una tristeza.
VI
Los sueños de la ciudad y los nuestros anclados en lo profundo de las aguas de una laguna.
VII
Una campana que tañe con voz ronca o en lamento, llena el aire de algo más allá que sonido. Campana que sobrevivió el cataclismo mismo. El mundo paralelo, contraste de paisajes, Rulfo inmortal y Comala, otra ciudad tan irreal como la propia Venecia.
VIII
De la pieta como el amor filial: Exhaustos y cansados, adoloridos y rotos buscamos siempre aquel primer abrazo. El primordial
IX
Del amor a los lugares. Un escribidor y sus dos ciudades. Al final una sola por lo que nos hacen sentir. Brodsky. Pero también Venecia y Venezuela. las aguas que separan nuestras nostalgias y en sus fondo anclan nuestros recuerdos. El origen. la distancia, la presencia. la añoranza siempre ahí, cercana al alma.
X
Fortuna: personificación, símbolo y alegoría. Arriba y abajo: Tenía que ser el capitulo 10.
XI
El poeta y el instante de la vuelta. La nada y el dolor de la separación. El abismo y la palabra. Orfeo y Eurídice.
Finalmente, descubrimos un secreto a través de esos encuentros en cada bifurcación de laberinto. El relato o la reflexión detrás de la pintura o de la historia y el atractivo visual, hacen real la experiencia del „desandar“ la ciudad y sus infinitos tiempos. El secreto de esta fascinación perdurable es mucho más profundo y nos marca: Venecia es, en este caso, el lugar para el encuentro del simbolismo, la mitología, los ritos, la arquitectura y el arte.
Al evocar por asociación, se abren las puertas de nuestro mundo colectivo, ellas llevan primero al macrocosmos, a un universo en general y luego a los recuerdos primigenios, donde se guardan las imágenes puras, los misterios y secretos. Con ello vienen también los recuerdos personales, su sensibilidad y las respuestas que nos provoca como interlocutores del discurso. Pues sobrevive, ahí detrás, otro laberinto, ese que nos refleja, en el que vivimos los que dejamos la tierra que nos vio nacer. Un laberinto de nostalgias y de imágenes entretejidas con retazos de realidad y de ensueño. Las ausencias que nos viven y las imágenes que nos traen de repente un país que ya no existe.
Como caminantes al lado de la autora, somos espectadores silenciosos en una galería de espejos. Y es que un salón de los espejos es también un laberinto en el que no sólo hay rutas impredecibles, a veces engañosas e ilusorias, pero que al final siempre nos llevan a nosotros mismos.
Un laberinto es un intrincado tapiz, un camino a través de la urdimbre y la trama de tiempo. Una esfera que conecta otras por medio del artificio mágico de la palabra. Un viaje a través de él nos depara el conocimiento, la sensación de estar perdidos y encontrar el camino correcto. Cada personaje encontrado, cada mito, cada símbolo refleja alguna raíz fundamental dentro de nosotros mismos.