Siempre hablo de Él, prácticamente todo este blog es un réquiem a nuestra relación o un inventario de las secuelas... Y creo que ha llegado el momento de hablar de esa relación. Aunque para eso, primero tengo que hablar sobre mí.
Yo... era una persona casi completamente emocional. Una enamorada del amor. Que no podía pasar más de tres días sin soltar una lágrima. Que siempre estaba triste de un modo enternecedor. La que intentaba encajar a pesar de ser rara. Impulsiva. Confiada. Alguien que estaba dispuesta a hacer un sitio en su corazón a quien lo quisiera. Cariñosa. La típica adolescente demasiado madura para su edad, pero aún así una niña que esperaba con anhelo la llegada del príncipe encantador que viniera a rescatarla de la pena provocada por una pérdida demasiado temprana, un hombre que la amaría por encima de cualquier cosa llenando ese vacío que atenazaba su corazón. Una chica incomprendida.
Y encontré una amiga, que se convirtió en una hermana. Otra chica rara, a quien también le apasionaban los libros y el cine, juntas escribimos una novela... A ella le conté mis secretos más íntimos, con ella hablé por primera vez de la muerte de mi madre y de todo lo que ello conllevó en mi infancia. Ella era racional, completamente opuesta a mí y eso nos complementaba. Y la quería.
Con ella cubría parte de ese agujero negro que me hacía sufrir. Ya sólo me faltaba el caballero andante... Y él llegó, contra todo pronóstico llegó.
Él era... hermoso, en serio, guapísimo. Mayor, claro. Tenía un acento andaluz precioso que me volvía loca al decir mi nombre. Romántico. Culto. La vida también había sido ingrata con él, mucho. Ambos entendíamos el amor del mismo modo. Nos enamoramos al instante. Fue como en las películas, como encontrar algo que te falta. Me adoraba. Me escribía poesía y me la susurraba al oído. Me mandaba correos obscenos al trabajo sólo para hacerme reír. Hizo cosas... que ni siquiera puedo explicar. Me necesitaba porque yo ponía color a su mundo. Y yo por primera vez en mi vida me sentí importante, necesaria y amada. Él me ofrecía amor incondicional para siempre a cambio de una sola cosa: que fuera suya, que me entregara a él. Y lo hice, lo amé con cada ápice de mi cuerpo, mente y alma. Le desvelé todos mis secretos, todos mis anhelos. Con toda la inocencia de una niña que en verdad no sabe nada, me faltaban dos meses para los 18 cuando le conocí!
Y me traicionaron. Ambos. Juntos. Y no, no se liaron. Eso lo habría podido sobrellevar... Todo fue un engaño, por un interés. Pero no fue simplemente eso. Podría haberme hecho enamorar perdidamente de él y haberme abandonado sin más. Pero no fue así.
Cuando llevábamos como un año juntos -un tiempo idílico- se fue transformando poco a poco en un monstruo.
Creo, en retrospectiva, que buscaba que yo le dejara. Nunca quería ser el malo de la película, él no.
Me engañó, llegó un punto en que mentía más que hablaba, me anuló totalmente, me fue infiel, me maltrató de todas la formas posibles. Pero yo no le dejaba. Le amaba... demasiado. Él era todo para mí.
Medio año después, más o menos, me abandonó por otra... pero no me dejaba ir. Y yo no podía irme, dependía emocionalmente de él y mi amiga,el otro pilar en mi vida, me animaba a luchar por su amor. Pasó un tiempo turnándose conmigo y con la otra, volvía conmigo-me dejaba por ella y así sucesivamente. Por entonces toqué fondo, tonteé incluso con la idea del suicidio -aunque no por primera vez- hasta que un día saqué valor de algún sitio y le dije que si me dejaba ir yo no iba a volver, nunca. Y me contestó con un bolero que dice "te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo quiera te detengo, yo sé que mi cariño te hace falta porque quieras o no yo soy tu dueño".
Pasó un año y, aunque no desaparecía de mi vida, yo no volvía con él. Ni me dejaba seducir, ardua tarea, lo aseguro. Seguía amándole pero había desarrollado de algún modo milagroso algo de amor propio. Desapareció unos meses y luego volvió como si fuera otro. El del principio. Como si hubiera cambiado. Yo no me lo quería creer pero coincidió que iba de viaje a Sevilla a la feria de Abril con unas amigas... e iba a estar tan cerca de él... que se lo dije "Voy a sevilla a la feria, si quieres verme, llámame. Nos tomaremos ese café que te debo". Prometió llamar pues él también iba a la feria.
Pero no lo hizo.
Y tengo que agradecérselo, porque sé aunque mi mente se fustigue al reconocerlo, que hubiera vuelto a él. Una cosa es resistirse a 1000km de distancia pero a cara a cara... No hubiera podido decir que no a esos ojos y esos labios.
Evidentemente tenía una excusa para no haber llamado, siempre hay una, ¿no?
Y, al poco tiempo me hice amiga de mi actual pareja, casualmente una amiga común nos presentó, precisamente en aquel viaje y, al volver, empezamos a salir mucho en grupo, juntos.
Él se enteró por la que era mi mejor amiga. Vio que me alejaba y pasó por todas las fases posibles: montar en cólera, amenzarme, tratar de seducirme, desacreditar al pobre chico que había conocido, darme lástima... Entró en una fase autodestructiva. Hasta que un día hizo algo -que no voy a explicar- que ni siquiera yo podía ignorar y rompí todo contacto con él.
Increíblemente mi amiga seguía insistiendo en que debía luchar por mi amor por él. Pero no cedí.
Al cabo de un tiempo me enteré de que ella le contó todo lo que yo quería de un hombre, le ayudó a ganar mi amor, a alimentarlo y a mantenerlo a pesar de todo. Y siempre estuvo al tanto de las mentiras que a mí me contaba.