
Días atrás alguien me dijo que me pongo una barrera y no comparto mis problemas (como que eso es algo malo). Le dije que sí, que me pongo una barrera, pero no con ella en concreto, que es que yo soy así y en general, no obtengo alivio en compartir mi carga. Aún así lo hago, con determinadas personas de características muy especiales, soy capaz de hablar del tema y de explicar cómo me siento y echarme a llorar si hace falta (que hace), pero, al público en general, no me gusta contarle mi vida. Pero, a pesar de darle esa explicación, me quedé un poco dubitativa de porqué lo hago.
Pero poco a poco, conforme pasan los días, me voy acordando.
Lo más simple quizá, sea la presión mediática. Cuánta más gente lo sabe, más gente te pregunta. Quizá lo que tú quieres es no hablar más del tema (que bastante lo tienes zumbando todo el día en la cabeza), pero conforme el grupo se extiende, es imposible. Además, la gente sí comparte sus cargas por lo que la información se expande exponencialmente y, de repente, estás trabajando y te llama un amigo de tu novio, para darte ánimos. Agradeces el gesto de corazón, pero también te pilla tan a traspiés que te deja tocada un rato.
La gente, cuando sabe que tienes un problema, se siente en la obligación (o con el derecho) de dar su opinión. Lo cual lleva a veces a que recibas opiniones estúpidas (sé lo mal que suena pero, ya sabéis, soy una borde). Hay cosas en esta vida en las que no debes opinar. Es así de simple. A mí no se me ocurriría en la vida decirle a alguien si debe o no debe hacer determinadas cosas. Nunca. Y menos aún si no me ha preguntado mi opinión.
Cosas como "quizá no deberíais decirle a tu padre que tiene cáncer, porque esa palabra es muy dura, a mi abuela no se lo dijimos y ella nunca supo que lo tenía".
Ah, ya. Vamos a analizarlo un poco:
Tu abuela tenía 14 años más que él, comenzaba a mostrar demencia senil y el cáncer estaba en una fase tan inicial que el médico dijo que no la iban a tratar y que se moriría de cualquier otra cosa antes que de eso.
Mi padre tiene 14 años menos, está perfectamente desde un punto de vista psicológico, se entera de todo y pregunta por todo, su cáncer está muy avanzado y, si no se trata, se morirá de eso, no de otra cosa. Así que lo van a tratar.
Así pues... si, como tú dices, lo engaño para que "no se coma la cabeza", qué le digo cuando le den quimioterapia? Qué le explico? Qué motivo le doy para que lo enchufen a una máquina y todo lo que ese tratamiento le pueda provocar?
Yo lo veo muy claro, pero si tú no lo ves...
Por otro lado, hoy en día todo el mundo conoce a alguien que tiene cáncer (o lo ha tenido en alguien cercano), así que todo el mundo tiene historias. Pero no hace falta que me las cuenten todas. Sean de superación o fallo. Cada persona es un mundo, cada cuerpo lo es. Por cada historia con final feliz (aunque lo del final feliz también es relativo, porque me cuentan cada cosa que alucino) conozco otra que acaba mal, así que...
Luego también pasa otra cosa. Hay gente que te quiere. Y eso es genial, joder, es tremendamente genial sentirse querida. Pero el afecto conlleva también preocupación. Entonces suceden cosas como que te veas con alguien a quien hace meses que no veías y...
- ¿Cómo estás? -sonrisa de oreja a oreja de la persona que te quiere.
- Bien -sonrisa tuya- ¿y tú?
- Muy preocupada por ti -te abraza.
- Como todos! -dices tú riéndote, para quitarle hierro, pero se pone a llorar y se tiene que ir de la habitación.
O que te vigilen y, a la que te ven un poco más seria de lo habitual te pregunten si estás bien, agobiándote cuando tú estás tan pancha.
Y también está el efecto "galleta de la fortuna". Las frases manidas, usadas y requeteusadas de siempre. Que empiezas a oír en bucle. Y ves bocas repitiéndolas y tú dices "sí, sí, sí", porque qué les vas a decir? La gente siente que tiene que decir algo y lo dice, y tú dejas que lo digan y das las gracias. Así es como funciona.
Las dos mejores reacciones que he tenido fueron, la primera, "no te voy a decir que no te preocupes porque, a ver si me entiendes, es tu padre y sería una idiotez por mi parte, te tienes que preocupar, lo que te pido es que no adelantes acontecimientos y vayas haciendo conforme lleguen las cosas".
Y, la otra, "Qué necesitas de mí?".
Porque esa es otra cosa complicada en casos así, creerte que una persona necesita de ti una cosa que no es la que necesita y que te convierte más en parte del problema que de la solución.
Otro problema (este mío) son las expectativas. Cuento con muy poca gente, en serio, con muy poquita y suelo creer que los tengo bien seleccionados, pero a veces me equivoco, claro. Y cómo jode cuando te equivocas. Creer que puedes contar con alguien, que podrás esconderte en sus brazos si es necesario, que te ayudarán a poner orden en este caos reinante... y toparte de frente (de cabeza y acelerando) con un muro de piedra. Pero bueno, esto pasa siempre en los momentos chungos de la vida, todos tienen sus miedos, sus cosas inaceptables, la enfermedad puede ser una de ellas, lo comprendo. No por eso quiero menos a ciertas personas, las borro de la lista de apoyo pero las quiero. También, a la vez, borrar a esas personas hace que aprecies mucho, mucho más, a aquellas en las que sí puedes contar, porque son tan poquitas que se convierten en un tesoro aún más valioso de lo que ya eran.
Y, bueno, con esta vaciada, os dejo por hoy. Esta semana es muy, muy complicada y solo es lunes.