A veces algo tonto como andar chafardenado twitter mientras esperas un mensaje te lleva a una situación inesperada.
Una chica que explica cómo su expareja la fue, poco a poco, manipulando para que dejara de hacer cosas, dejara de ver personas... lo cual es de primero de manual del maltratador. Leo su relato porque lo mínimo que podemos hacer a veces es estar ahí, presenciar, no correr el tupido velo de la ignorancia a lo que otros han vivido y porque algo me retiene ahí. Debo leerlo. Vale.
Solo que, cuando termino, tengo un cadáver en medio del salón.
Creía que te habíamos enterrado hacía tiempo, le digo pero su cabeza hace que no.
Lo miro, ¿qué voy a hacer si no? Si los metes bajo la alfombra acaban por oler mal y mi nueva filosofía vital no me lo permite: cuando la mierda flota le prestamos atención.
Al principio es que ese tipo de música, ese tipo de ropa, esa idea que tienes, ese plan... no es bueno para ti. Él lo sabe, en mi caso porque es mucho mayor que yo, ha vivido mucho, le han pasado muchas cosas y yo soy joven, inocente, demasiado buena... pero sobre todo, sobre todo, porque te quiere.
Así que, bueno, claudicas, porque nadie te ha querido como él y tú nunca has querido a nadie como a él. ¿Qué importan esas tonterías comparadas con él? Nada.
Después son los hombres que te rodean, porque todos ellos, solo se acercan a ti porque quieren acostarse contigo, no tienes otro valor. Ni voluntad para decir que no. Porque el solo pensamiento de los otros es una ofensa para él porque quieren lo que es suyo. No importa que tú jures hasta la saciedad que eso nunca ocurriría porque lo amas con locura, jamás le serías infiel. No. Porque si no dejas de quedar con esas personas o pones distancia con los que no puedes evitar (compañeros de trabajo) estás evidenciando que ellos te importan más que él, si no, ¿qué te cuesta? ¿Por qué lo haces sufrir de esta manera? Lo estás volviendo loco.
Así que, por supuesto, levantas un muro radical a tu alrededor ante cualquier hombre que no sea él. ¿Cómo vas a causarle ese sufrimiento si es lo que más quieres en este mundo?
Después son ciertas amigas las que no te convienen (las que te dicen que lo que te hace no es normal, claro), son envidiosas, no te quieren, no comprenden vuestra relación, somos nosotros contra el mundo... y tú sabes que cuando se mude y le conozcan todo se arreglará porque verán lo mucho que te ama y quedarán prendadas de él.
Así que empiezas a no explicar las cosas, no compartir, poner excusas, a dejar de verlas, a dejar a tu amiga tirada y salir en plena noche de la discoteca en la que estabas porque él te necesita.
Y de ese modo la araña va tejiendo su tela hasta que un día te despiertas y no sabes quién eres.
Porqué has tomado las decisiones que has tomado. Porqué tienes toda esta ropa que en verdad no te gusta. Porqué no tienes a nadie a quien llamar que no sea la única amiga que le baila el agua (ese es otro cadáver distinto). Porqué te sientes tan vacía, tan extraña, tan Ficticia, como un personaje de una novela o una obra de teatro, como una marioneta con alguien moviendo sus hilos.
Este cadáver ya no me da miedo. Asumo que de vez en cuando se desentierra y me toca mirarlo.
Igual algún día deja de hacerlo, igual no, no importa, sé que cada vez lo hago mejor.
Ya no hay miedo, ya no hay victimismo, ya no hay culpa, ya no hay rabia, ya no hay dolor, pero, sobre todo, ya no hay vergüenza (eso era lo peor! Y es mi mayor logro). He hecho las paces conmigo misma al respecto y, cuando ahora este zombie en concreto reflota, me lo tomo como un recordatorio y no como una ofensa. Son pequeñas cosas, gestos, tonterías, las que acumuladas, te dejan sola, encerrada, no son los grandes gestos los que destruyen tu entereza o tu amor propio. Esas pequeñeces son las que hay que vigilar, detectar. Y lejos de odiarte o avergonzarte por las cosas que dejaste que te hicieran (no culpo ni culparé nunca a alguien que sufra esto, pero sí me culpé muchos años a mí misma), hay que construir un escudo con todas esas cositas y, si alguien, algún día, intenta hacértelo otra vez, le das en las narices con él y le dejas bien claro que por ahí no vas a volver a pasar.
