
Lo peor es que peté en el lugar menos apropiado, el martes, en la oficina. Para un día que voy...
En una reunión estúpida e improductiva caí en un bucle destructivo, respasando los motivos por los que debería estar en otro sitio y haciendo otras cosas más urgentes, porque la lista de cosas por hacer es interminable, etc y empecé a acumular, algo así como la electricidad estática que precede a la tormenta. Cuando me acerqué a la mesa de mi amiga para irnos a comer, llevaba los ojos amenazando lluvias y cuando salimos por la puerta lloraba a lágrima viva.Vergüenza es la palabra que define lo que siento si pienso en ello. Pero la cosa va así, cuando se va llenando el vaso al final rebosa, cuando menos te lo esperas.
Después pasé tres días en la bruma, tratando de regresar, como en mis peores épocas.
¿Qué porqué peté? Pues por agotamiento, enfermedad y anticipación, creo.
La semana anterior había estado de "vacaciones" (ese término se ha redefinido) y tocaba volver a la oficina, a un trabajo que no me gusta (lo sé, a la mayoría de gente no le gusta el suyo y sobrevive, pues yo formo parte de ese extraño género a quienes sí les gustaba su trabajo, al menos, hasta llegar a este y adaptarse no está siendo fácil). Esta semana que empieza, NB vuelve a su trabajo y por mucho que me empeñe en hacer la cuadratura del círculo con el calendario y los horarios, la cosa no me sale. No, no me sale. Y la obsesión por el control no ha desaparecido de mi ADN, asumo que no puedo controlarlo todo, pero es que últimamente casi todo es caos. Además llevábamos una semana sin dormir lo necesario y estaba enferma. Con ese cóctel solo me faltó verme ante un par de tipas bastante bordes, encargándome de una tarea que ni me va ni me viene, con la mitad de los mails del regreso por resolver. Y un largo etc de lo no-laboral ocupando también su puesto en la lista de "to do".
Nunca me ha gustado llorar en público, ni explicarlo después. Sigue sin gustarme. Pero no todo son algodones de azúcar en mi mundo y, al igual que otras cosas, creo que hay que ir aceptándolo y normalizándolo. No hay emociones malas, solo hay malos momentos para expresarlas (jajaja).