31 de diciembre de 2012

Mi obsesión es insana, pero bueno, se dice que todas lo son


31. Fin de año. No se acabó el mundo. Toca y apetece reflexión.
Si algo siento al final de este 2012 es agradecimiento.

Por haber conseguido pasar a un segundo plano el desánimo que traía del año anterior, por las malas noticias o las muertes, especialmente la de H (no, no he escrito sobre ello). Aunque me sigue abrumando la simple posibilidad de que cosas así puedan suceder he conseguido no sumarlo al agujero negro de mis penas, a mi caja de Pandora.

Por haber tenido en octubre la suerte, la gran suerte, de conseguir este trabajo y, en concreto, a mi jefe por darme la oportunidad. Sé que me lo jugué todo en aquella entrevista. Y después valorarme como para ascenderme en un mes. Es un gran hombre y aprendo muchísimo de él y de mis compañeras. Tener la oportunidad de... desarrollarme, de aprender, me sienta genial. Casi todas las cosas que me mueven en la vida (viajar, leer, escuchar...) giran en torno a eso, a aprender.
El volver a relacionarme con otras personas más allá de mi círculo habitual -cerrado y seguro- me ha hecho mucho bien. Un nuevo ambiente, donde empezar de cero, donde nadie te conoce... abre una cantidad inmensa de posibilidades. ¿La más importante? Poder elegir cómo quiero ser. Dejar atrás algunos aspectos sumamente negativos de mi personalidad, retomar bonitas conductas como intentar ser sociable, simpática, divertirme. Confiar. Reír
Aunque no a todo el mundo lo conocí en el trabajo. Blogger ha resultado ser toda una fuente de afinidades. No tengo muy claras estas relaciones, no sabría cómo definirlas y a menudo me dan un poco de miedo, pero me gustan. Como me gusta ese relato aún inacabado que me tiene en ascuas todo el tiempo o esas largas y erráticas conversaciones filosóficas, sobretodo cuando son nocturnas.

Por haber crecido. En algunos aspectos estoy tan caótica como siempre o más, con mis debates y luchas internas, pero en otros he madurado. Me he enfrentado de forma adulta a cosas que antes me hubieran hecho esconder la cabeza. A la cara, con buenas palabras, pero siendo clara. Y está bien.

Por haber descubierto muchas otras cosas, sea por la introspección, sea por desahogarme aquí.
Tonteé con una gran tentación que hizo trastabillar algunas de mis propias normas aunque al final no pudo ser, pero tampoco he logrado descartarla... ya veremos.
Aniquilé a uno de mis fantasmas más feos, ya no me duele y es maravilloso, increíble librarse de esa carga. Incluso, no sé, he llegado a perdonarle. He descubierto que ya no importa.
Creo que esto se lo debo a otra persona más que a mí. Hace un año tan solo que le conozco -creo que hoy, precisamente- pero sin saberlo me está ayudando a comprender o comprenderme. Es desinteresado como ya no creí que la gente lo fuera, me contradice como los demás no hacen y me hace pensar de otra manera. Como que no hay nada de malo en ser frágil, contradictoria, diferente o mostrar cierto egocentrismo a veces. O en querer jugar.
Han entrado en mi vida hombres que me han hecho sentir bonita, interesante y especial. Evidentemente, me siento agradecida por ellos. Nunca he sabido hacerlo por mí misma, valorarme no se me da bien, pero me hacen creer que merezco sentirme así, sus halagos o su atención. Que no hay nada de malo en mí o en sentirme guapa por un día. Y es bonito. También me hacen creer en otras posibilidades, pero esas me dan dolor de cabeza.

También me siento agradecida por él. Ha aguantado estoicamente mi devacle, el bajón total en septiembre, mis cambios de humor, la rallada por la inactividad y después mi desconexión, mi exceso de tareas, mi ausencia. Sigue sobrellevando mis rarezas. Siendo comprensivo, generoso y abierto. Tuvo ese brote celoso que me dio repelús, pero tal como vino se fue. Me quiere y eso aún me sorprende.

Sigo teniendo mis desórdenes, claro está, pero sé que lo importante es intentar ser feliz. Si intentas eso ya estás medio salvado. Y no importa si tu forma de conseguirlo no gusta a los demás o es criticable. No hay porqué seguir la senda marcada. La máxima es no hacer daño a los demás en tu camino, a partir de ahí... lo que tú quieras que te ayude a ser feliz.

30 de diciembre de 2012

I heard that you like the bad girls honey, it's that true?


Te tengo frente a mí, cerca, teniendo que alzar la cabeza para mirarte. Con tus ojos clavados en los míos y yo atrapada en ellos, en esa mirada profunda que se cuela tras mis defensas, que exige, que sabe que me tiene.
Tus labios finos, suaves, entreabiertos, muy cerca de los míos. Tus manos delicadas me tocan, castigando mi piel con sus caricias, ascendiendo por mis brazos. Una se cuela por mi cintura hasta mi espalda, la otra acaricia mi mejilla mientras tu pulgar dibuja mis labios. Y yo quieta, tensa y expectante, sumisa. Sin atreverme a anticipar tus movimientos.
Levantas un poco más mi cabeza y te inclinas para besarme. Cierro los ojos y me pierdo en tu boca.
Tus labios son húmedos y cálidos. Tus besos expertos. Está claro que más que nunca tu edad prevalece sobre la mía, haces que me sienta como una niña en tus brazos.
Mi lengua roza tus labios y me estrechas contra ti en respuesta. Oprimes mis pechos contra el tuyo y siento en mi vientre la presión de tu erección.
Enredas tu mano en mi pelo y me echas la cabeza hacia atrás para besarme el cuello. Gimo. Tu barba me hace cosquillas y eriza mi piel. Acaricio tu pelo mientras tu lengua me recorre hasta volver a mis labios.
Me miras y lo que veo en tus ojos hace que me encienda aún más.
Reclamo tu boca y tus manos se cuelan bajo mi camiseta. El tacto suave de tus dedos me hace estremecer. Mis manos encuentran la abultada cremallera de tu pantalón y luchan por librarte de ellos. Cuando caen al suelo tiras de mi camiseta y la sacas por mi cabeza. Hago lo mismo con tu jersey.
Echas mi pelo hacia atrás y acaricias, por un momento, casi sin tocarme, mi cara, mirándome a los ojos.
Contengo el aliento y tus dedos empujan los tirantes del sujetador, cuando caen besas mi hombro izquierdo y tus manos se cuelan a mi espalda. Apoyo mi mejilla en la tuya y acaricio tu pecho y tu abdomen mientras me recorres a besos desde el hombro hasta el cuello. Tus manos vencen su pelea con el cierre y siento escurrirse el sujetador hasta el suelo. Una de ellas se cierra entorno a uno de mis pechos y vuelves a besarme. Nuestras lenguas se encuentran. Te estrecho contra mí, piel contra piel, mientras tus dedos descienden por mi espalda y se enzarzan con mi cremallera esta vez. Cuando mi pantalón corre la misma suerte que el tuyo retrocedes un paso, dejándome por un instante besando el aire.
Me miras, observas mi cuerpo. Me sonrojo al instante pero contengo el impulso de cubrirme con los brazos.
Estiras una mano y con un solo dedo trazas una línea que va desde debajo de mi oreja, por mi cuello, entre mis senos, por mi vientre hasta mi ombligo. Mi respiración se acelera cuando se cuela entre mi piel y la ropa interior, jugueteando con el borde. Enarcas una ceja y empiezo a temblar.
Me llevas hasta la cama y cuando me tumbo te metes entre mis piernas. Siento cómo te aprietas contra mí y busco tu boca. Cuelo una mano entre nuestros cuerpos y acaricio tu entrepierna, sonrío contra tus labios cuando gimes pero capturas mi mano y la llevas, junto a su gemela, por encima de mi cabeza. Me miras con fingido reproche y me dices que me porte bien, antes de morderme el labio. Sueltas mis muñecas con una mirada que deja bien claro que quieres que las mantenga ahí y desciendes por mi torso. Acaricias mis pechos y gimo cuando me muerdes un pezón. Siento tu sonrisa y me retuerzo bajo tu cuerpo. Sigues por mi vientre, lames mi tatuaje despacio, mirándome. Terminas de desnudarme lentamente y tus labios siguen su camino de besos por una de mis piernas.
Las separas y hundes tu boca entre ellas. Cierro los ojos y me dejo llevar por las sensaciones que tu lengua, tus labios y tus dedos provocan en mi cuerpo. Sé que me miras, te gusta verme perder el control. Soy tuya. Cuando me corro asciendes de nuevo hasta mis labios y me besas haciéndome probar mi propio sabor. Pongo cara de asco y te ríes.
Te empujo, tumbándote, y soy yo la que tiene su turno de saborear tu sexo. La acaricio, la chupo, juego con mi lengua, la meto y la saco de mi boca hasta que me dices que pare o se acabará la fiesta.
Tiras de mí y me aprisionas contra la cama, besándome con desespero. Rozas con tu polla la entrada a mi cuerpo torturándome, con una mano mantienes mi cadera contra el colchón para que no pueda acercarla más a ti. Susurro tu nombre implorando. Cuando crees que he tenido bastante sufrimiento te recolocas sobre mí y me miras muy serio.
Te gusta fingir que me cedes el control en ese momento, como si yo tuviera alguna opción.
Asiento y me penetras dolorosamente despacio. Gimo y me arqueo debajo de ti aferrándome a tu cuerpo.
Subo las piernas por tus costados levantando las caderas. Más adentro.
Te beso y jadeas en mis labios. Más rápido.
Muerdo tu mandíbula. Más fuerte.
Cuando te corres te apretas muy fuerte contra mí, gimes o gruñes, no lo tengo muy claro, pero te observo. Eres mío. Cuando termina la sacudida dejas caer, despacio, tu cuerpo sobre mí y apoyas tu frente en la mía. Los dos jadeamos.
Te retengo dentro de mí con las piernas y rodeo tu torso con mis brazos. Pasado un instante rozas mis labios. Abro los ojos para encontrarme con los tuyos, tan cerca. Rozo mi nariz con la tuya y te beso también. Cuando sales de mí hago pucheros, me gusta tenerte ahí adentro, pero no me resisto.
Te tumbas a mi lado y me rodeas con tus brazos.
Apoyo mi cabeza en tu pecho y lo acaricio. Besas mi pelo y dejas la mejilla apoyada en mi cabeza. Tus dedos juegan a crear caminos en mi espalda. Agarras la mano que jugaba en tu pecho y besas mis dedos.
Cierro los ojos.

29 de diciembre de 2012

Soñaba la niña con hadas y duendes... noches que desgarran el alma

Tantas dudas, tantos dilemas, son un síntoma inequívoco. Lo sabes bien, pero lo ignoras. O intentas ignorarlo.Preguntas insidiosas que surgen del fondo de tu mente, susurradas por esa voz que a menudo desprecias. Sensaciones evocadoras que sabes que te traerán problemas. Serios. Tentaciones. Deseos prohibidos. Cosas que sabes que no deberías hacer. Fantasías no del todo ficticias que, de acontecer, desmontarían casi por completo tu realidad. Siempre has sido tu más dura censora, pero últimamente no parece funcionar.
Despachas -o lo intentas con más o menos éxito- esas ideas no acordes a tu actual estilo de vida. El correcto, cabal, racional. El seguro.
Pero todo está a flor de piel y hace falta poco para que saltes (cuando nadie te ve, claro).
Como que te recordaran esa película y, por ende esa canción, y llorarses desconsolada sin tener muy claro el porqué. Como también te pasa con la de Amelie.

Juegas con fuego con cosas que no sabes a dónde te llevarán pero que alimentan tanto a la antigua tú. La que no murió por mucho que lo intentaras. La que aún quiere creer. La que, a pesar de todo, no perdió la fe. Y te da auténtico pavor dejarla ir, pero no puedes ahogarla porque la echas de menos, sí, reconócelo, añoras aquella inocencia, aquella emotividad desenfrenada. Aquella dulzura.
Has encontrado... cosas, que despiertan viejas ilusiones. Te dices que no son reales, como no lo fueron en el pasado, como la vida ya te enseñó, por las malas, además. Que sólo es la novedad, una falsa ilusión de realidad, que has aprendido de todo aquello. Pero no puedes... dejarlas, de hecho vas a más. Por primera vez en ¿años? no sabes hacia dónde va algo, has... cedido el control. Y eso te asusta pero te agrada. Maldita contradicción que también parece haber regresado.
A veces piensas que te gustaría dejar de ser todo aquello, otras sin embargo es precisamente lo que más deseas. Poder volver. Era... bonito, intenso. Especial.
Lo peor es que cuando eres capaz de... ser así por un momento... a pesar de que eso te haga frágil y vulnerable... y el enorme miedo que eso te da... te sientes más... tú.
¿Se puede olvidar? ¿Qué se hace con las cicatrices? ¿Cómo se desbesa un beso? ¿Cómo se borran palabras que quedaron tatuadas a tu corazón? ¿Cómo ignoro esa frase del otro día que me atormenta por su... belleza, por lo que despierta en mí, que hace que me estremezca?
O, en su defecto, ¿se puede cambiar de verdad? ¿Puede alguien dejar de ser como siempre ha sido? Me refiero a algo más que desarrollar una coraza o una actitud, que repriman y/o protejan lo que queda en el interior. ¿Se puede? ¿Alguien lo sabe, en realidad?

Me da tanto miedo vivir siempre así, con el dilema, la eterna dualidad... construir una realidad que nunca termine de encajar conmigo o en la que yo no termine de encajar.
Siempre anduve buscando mi sitio, por así decirlo, entonces el problema debo de ser yo, ¿no?
¿Y si todo lo que hago, en lo que sustento mi vida, sólo es una farsa que me cuento a mí misma y entonces, un día, aparece algo que despierta totalmente a esa que me empeño en oprimir? ¿Y si, realmente, entonces no me quedase otra que sucumbir a ello? ¿Qué sería entonces de todo lo que tanto esfuerzo me ha costado erigir?

Lo fatídico de esto es que son dudas que me corroen, sí, pero estúpidas por su indefinición, por su falta de realidad o de resolución. Por su ficción y realidad, contradictorias pero inherentes.
No soporto darle vueltas a cosas que no puedo, para bien o para mal, resolver.

28 de diciembre de 2012

Can anybody out there hear me? 'Cause I can't seem to hear myself...


El día de Navidad (fum-fum-fum) vi, en un video, a un hombre morir.
Lo peor es que lo vi sin saber lo que miraba, me dieron un móvil con un video en marcha, sin más. Se veía a un hombre andando por la vía del metro y yo, que a veces pertenezco al género tonto, creí que lo salvarían o algo, esos vídeos sí que me gustan, me emocionan, pero no.
En cuanto lo vi solté el móvil y miré iracunda a quien me lo había dado y ahora esa imagen me atormenta. Lleva dos días saltando a mi mente, como algo que todavía no he podido clasificar y reclama mi atención.
Nunca he sido morbosa en ese sentido, no soy la clase de persona que reduce la velocidad al pasar junto a un accidente intentando atisbar algo de carne. No. Por eso no me gustan las pelis de "miedo-asco". Siempre acabo tapándome la cara y esperando a que él me diga que ya puedo mirar. No es que la sangre me dé asco, que suelo ser la primera en salir corriendo hacia alguien que se ha hecho daño y más de una vez me ha tocado presionar para que deje de sangrar. No. Por eso casi vomito con "la escena" de El juego de Gerald de mi querido S.K.
Supongo que lo que no me deja archivarlo es no sé, la imagen... era realmente grotesco y horrible.
No es porque aquel hombre quisiera morir, comprendo la idea del suicidio completamente.
Es que alguien pueda encontrarle el morbo, querer verlo, compartilo. O como cuando hemos ido a algún entierro y todos querían ver el cadáver. No sé, llamadme cándida, inocente, ilusa, pero... no lo entiendo.
La muerte está ahí y tarde o temprano nos llegará a todos, pero...
Otra de esas cosas del ser humano que no logro comprender. Que me escandalizan y repelen.

27 de diciembre de 2012

Qué difícil intentar salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos

Primera fase de las fiestas superada. Cinco comida/cena en tres días. Dos familias. 15 personas, cuatro por un lado, nueve por el otro y nosotros dos, claro.
Comida, muchísimo chocolate, más coca-cola, nada de alcohol, largas charlas, peli de miedo, juegos de mesa.
Mi cuñada y mi prima política en una campaña pro-la-autoestima-de-F ligeramente alarmante. Y yo agradecida, mucho, pero también sorprendida y paranoide analizando mi comportamiento por si he dado indicios de. (¿No sería más fácil aceptar los halagos y ya? Probablemente).
Interés generalizado por mi nuevo trabajo, la crisis es lo que tiene, encontrar uno y encima bueno es como ir en busca del arca perdida y volver con ella. Momentos de esos en que todos callan y me miran y yo noto cómo me va subiendo el rubor.
Sus primos, explicándome sus respectivas historias de amor con la sonrisa tonta de adolescentes, por cierto ¿cuándo me he convertido en confidente?
Dejar que me hagan fotos e incluso hacer el tonto en ellas.
Muchas, muchas risas. Hasta llorar. Me fascina lo mucho que río últimamente. Con algunas personas, en el trabajo o con la familia. ¿Quién es esta F risueña y dónde estaba escondida?
También me gustaría saber qué ha despertado a esta persona cariñosa que era y que, se supone que ya no soy, que ha abrazado mucho, que ha mimado un montón. Pero de corazón, no por exigencias del guión. Cuando, precisamente el día de Noche Buena tuve una charla sobre las dificultades con el tema del contacto físico.
No, no es la Navidad, lleva meses gestándose.
Como acabar organizando una fiesta de Fin de año en casa -sí yo, la asocial- para que otros no pasen la noche solos en sus respectivos hogares. Renunciar a una noche tranquila que pensaba acompañar de una buena película y un buen vino a cambio de mojitos, fiesta y compañía.
¿Sigo siendo una buenaza? ¿Existe a caso esperanza para ese equilibro que tanto quisiera?

26 de diciembre de 2012

Cree el loco que todo lo que sueña es cierto.

El otro día me dijeron una de las cosas más bonitas que me han dicho en la vida... en una conversación de lo más normal, filosofando sobre la vida y todos sus menesteres, me dijeron algo precioso. No me di cuenta hasta un rato después cuando esas palabras resurgieron a la superficie de mi conciencia y lo peor no es de quién provino, que no es mi querido Él, sino la posesividad que se encondía tras esas palabras.
Debería haberme atemorizado o, por lo menos, desagradado, porque materizaliza aquello que se supone que no quiero que se repita nunca en mi vida, eso que tanto me ahuyenta... pero aún así, me sigue pareciendo algo sumamente hermoso y cuánto más lo pienso más me lo parece...
En otro contexto alguien se ha mostrado posesivo conmigo y, de igual manera, en lugar de molestarme o ahuyentarme, me ha agradado e incluso divertido.

Algo está cambiando... de un tiempo a esta parte hay cosas en mí... no sé, algunas de mis ideas, mis valores, mi moral... cosas que creía irrebatibles que estoy empezando a cuestionarme.
Surgen en mi mente pensamientos que antes descartaba con la facilidad de quien ahuyenta moscas en verano y las rechazo, pero con algo más de esfuerzo.
Quizá sólo sea mi tendencia innata a cuestionármelo todo... o quizá se aproxime algún cambio.
Quizá sea que estoy forzando algunas cosas y eso alimenta mi caos interior.

El tiempo y mi loca cabecita dirán.

25 de diciembre de 2012

How, how, how























Un buen día Rudolph se cansó de tirar del trineo, dio media vuelta y se comió a Papá Noel.

24 de diciembre de 2012

I don't know if you know who you are until you loose who you are

Adoro las canciones que me hacen llorar. Qué le voy a hacer.
Escuchar una canción y sentirme morir.Sentir el escalofrío que asciende desde la parte baja de la espalda hasta la nuca poniéndome la piel de gallina allá donde pasa.
Algo se enciende en mí, todas esas emociones que guardo a buen recaudo, lejos del mundo. Lejos de mí, en cierto modo.
Las siento despertar en mi interior, no siempre son las mismas, a veces son bonitas, a veces...
A veces es el vacío. Ese que procuro ignorar, al que mantengo aislado del resto de mí. Ese agujero hondo, negro, podrido, que tengo en el alma.
Ese que me empeño en aparentar que ya no tengo.
Ese del que protejo las personas a las que amo. El que tiende a cobrar vida si no ando con cuidado, el que puede volverme loca de dolor.
El que la muerte formó en mi corazón cuando aún era muy joven, una niña que no llegaba a la decena, el que insidiosamente minó mi personalidad y me llevó, a menudo, a relaciones dependientes y autodestructivas. El que, cuando despierta, hace que crea que me partirá por la mitad.

Pero sea como fuere, ese momento mágico en que las emociones puras, no censuradas, se ponen en marcha, se desperezan... me hace sentir viva.
A veces supone dolor, puro y duro, y llanto. Pero ya lo dije no hace mucho, la vida, a veces, es dolor.

23 de diciembre de 2012

Mis disfunciones y yo


No ha empezado la Navidad y ya estoy saturada de eventos sociales.
Ayer tuvimos que ir a comer a casa de unos amigos de sus padres (WTF?).
Esta tarde con un amigo cuyos hijos aniquilan mi instinto maternal.
La semana que viene -mañana- está llena de reuniones familiares, sobretodo con su familia que son súper familiares, se llevan a las mil maravillas y les encanta juntarse. Cosa que me parece perfecta, pero me satura. A la otra toca fin de año con los míos, que también me da pereza, año nuevo con los de él y el día 2 se me ha acoplado su prima a dormir en casa...

Sé que es bueno para mí que él sea sociable y que sería sumamente contraproducente mantener una relación con alguien como yo, pero, por favor, que me den una tregua.
Entiendo que no pueda comprender el porqué soy así y bastante bien que lo lleva.
Pero es que yo no entiendo esa necesidad que ellos sí tienen por pasar, en tres días las máximas horas posibles juntos. Será porque las conversaciones absurdas no me van y, cuando has pasado cinco horas con alguien poniéndote al día, ya poco más te queda que parlotear.
No soy muy dada a dar mis opiniones y menos en política que es de lo que más se habla últimamente. No me gusta contar mi vida. No sé absolutamente nada sobre el mundo de la farándula española ni veo la tv (temas muy recurridos). Además no hablo alto, con lo cual, mi voz suele quedar ahogada por la de los demás o, si todos callan a escucharme, me ruborizo y me siento incómoda.
También me agota hacer el paripé. No porque me caigan mal, que no, adoro a su familia y a la mía, pero no sé cómo hacer esto. Soy disfuncional en este sentido. Bastante, lo suficiente como para tener que fingir que comprendo este espectáculo, que sé cómo se juega y que me gusta participar en él.

22 de diciembre de 2012

If it's hurting you...


El dolor.
La gente huye de él pues el ser humano es básicamente hedonista, busca el placer, la comodidad, el bienestar, la satisfacción.
Así que repudiamos el dolor, pero es un error.
El dolor es nuestro amigo.
Es un claro indicador de que las cosas no van bien, de que esa persona que añoras era especial, de que esa a la que adoras no es buena para ti o de que estás realmente equivocado.
Es él quien nos hace aprender, porque la verdad es que aprendemos más de lo que nos daña que de lo que no.
Es él quien nos hace huir de relaciones tóxicas, de situaciones peligrosas, de aquello que quizá no pueda matarte pero sí dejarte tocado, herido o roto, el resto de tu vida.
Es él quien nos hace recordar qué fue lo que nos hizo daño, qué es lo que no debemos repetir. Cuánto más duela, más fácil será no volver a caer en ello.

21 de diciembre de 2012

Solo por esta noche...


Dime que soy exactamente lo que buscabas, que pasaste toda tu vida esperando encontrarme.
Hazme creer que los para siempre sí existen, que es posible amar todos los días de tu vida como el primero, que las promesas pueden ser ciertas, que es posible olvidar las heridas y volver a creer.
Dime que la que te hirió a ti y el que me rompió a mí sólo fueron pruebas que puso la vida en nuestros caminos para prepararnos, para que cuando nos encontrásemos, fuésemos capaces de querernos con conocimiento de causa, con madurez, pero sin temores ni desconfianzas.
Escribe para mí, poesía o prosa, y yo te cantaré al oído las canciones más bonitas que conozca o las inventaré para ti.
Explícame la forma de recuperar la fe ciega, de volver a entregar un alma que ya di, de ensamblar los pedazos de aquél corazón que una vez tuve, de recomponer la inocencia y yo te prometeré hacerlo por ti.
Cuéntame cómo va ser nuestro futuro, que no necesitaremos nada más que nuestro amor, que si me tienes a tu lado nada de lo demás importa. Pídeme que nos fuguemos a algún lugar donde nadie nos conozca, inventaremos nuevos pasados y empezaremos de cero.
Vámonos a viajar, quiero estar contigo en cada rincón del mundo.
Levántame del sofá, estréchame en tus brazos y dame vueltas por la habitación, bailaremos una música que nadie más que nosotros escuche y reiremos como tontos.
Dame tus motivos para ser feliz y yo intentaré volver a creer en la Navidad y en la magia.
Vamos a bañarnos de noche en el mar, aunque me dé miedo, haremos el amor a la luz de la luna.
Dime lo bonita que soy y lo mucho que te gustan mis ojos, enreda tus dedos en mis rizos e intenta deshacerlos aunque sepas que no puedes. Yo acariciaré tu barba de unos días y te haré cosquillas al perfilar tus labios con mis dedos. No frenes tus miradas lujuriosas a mis pechos, de cualquier otro me ofenderían pero no de ti, quiero que me desees.
Párame de repente, cuando vayamos por la calle y bésame como en las películas, que nuestras miradas turben a los desconocidos que se crucen con nosotros.
Susurra mi nombre y vuélveme loca con la caricia de tus labios en mi oreja. Llévame a nuestra cama y se bruto, pero también haz que la vainilla valga la pena.
Retoza conmigo entre sábanas blancas todo el fin de semana con el sol entrando por la ventana.
Déjame pasar horas así, tumbada en la cama, jugando con tu pelo, perdida en tus ojos y en tu voz, mientras me explicas cada una de tus teorías sobre la vida, el amor, tus miedos y tus ilusiones.
Cuando la pena me pueda seca mis lágrimas con tus labios y no volveré a llorar.
Dibuja para nosotros otra realidad con tus palabras expertas, que piensen que sufrimos nuestra propia folie à deux.
Haz que vuelva a querer ser de alguien, que los pronombres posesivos dejen de atemorizarme.
Mañana volveremos a la razón y el pragmatismo, pero hoy miénteme, sólo por esta noche abriré esa puerta. Sólo por hoy, quiero creer.

Para ti


Eres de lo que no hay y por eso, supongo, me tienes enganchada.
Me gusta ese modo que tienes de entenderme, o la forma en que sé de lo que hablas aún cuando no encuentras las palabras para definir cosas como la futilidad de la vida y el desapego hacia ella.
La ternura que me inspiras, haces que te diga cosas que... no sé... que quiera cuidarte.
Que conozcas rincones de mi ciudad, hablar contigo de ellos te hace más cercano.
La forma en que ríes casi todo el tiempo o cómo dices ciertas cosas para chincharme y hacer que sea yo la que ría. Lo cierto es que lo consigues a menudo.
Lo descabelladas que pueden ser nuestras conversaciones, que pueden pasar de la Navidad al suicidio en apenas dos comas. Poder hablar de algo así con total sinceridad, sin que cunda el pánico y haya que huir de los hombres de batas blancas.
Cómo nuestra primera conversación pasó de cinco minutos a dos horas sin que me diera cuenta y la manera en que haces que te hable de cosas realmente íntimas con una naturalidad en la que no me reconozco. Esas preguntas indiscretas que sueltas con total tranquilidad.
Tu voz grave y tu acento que para mí es muy gracioso.
La forma en que me llevas la contraria a veces parece que por inercia.
Tu vocabulario, no sabes cómo agradezco conversar con alguien que sabe hablar.
Que te empeñes en no complacerme. Como cuando te digo que me he dado por aludida en algo que parece muy obvio y tú nunca digas "Sí, hablaba de ti". Aunque esto en el fondo me da rabia, no creas.
Cómo consigues que te dé la razón en casi todo.
El tono que toma tu voz cuando inicias la despedida.
Que te ofrecieras voluntario el día que hablamos de El Tema, entre risas, sí, pero que lo hicieras.
La experiencia que destilan tus consejos y recomendaciones. En algún lugar teníamos que notar la diferencia de edad.
Que, a pesar de saber que ninguno de los dos puede ser lo que el otro querría, sigas aquí. Que te lo repensaras, por así decirlo.
Que accedieras sin pensártelo demasiado a hacer algo por mi maltrecho espíritu navideño.

18 de diciembre de 2012

Let's play


Jugar, la actividad infantil por antonomasia.
Creces y te dicen que no puedes seguir haciéndolo que eso es para los pequeños y tú ya eres mayor. Pero la vida es juego señores y nadie quiere crecer.

Por eso, cuando hace unos meses propuse un juego hubo alguien que respondió. Ahora nuestro divertimento ha cambiado, las normas son otras. A veces no sé si sigue siendo inocuo como cuando empezó o si, realmente, alguna vez lo fue pero sigo por que es divertido. Porque me gusta.
Ahora es a mí a quien otro propone jugar y, por supuesto, acepto gustosa cómo no. Y espero ansiosa su siguiente jugada, intrigada como me tiene. Porque, también es divertido y aséptico, aunque da más miedo. Alimenta una paranoia largamente arraigada y el miedo siempre es atractivo.

También es jugar lo que hago cada mañana frente al espejo. Elaboro con rímel y colorete un disfraz que me permita participar en esta representación en la que juego a ser una persona del todo cuerda, responsable, adulta. Entera, sin parches, rotos ni costuras.

O lo del viernes por la noche. El coqueteo, sobretodo con alcohol de por medio, es un tonteo con una llama que amenaza la integridad de tus dedos... pero jugué. Podría haberme quemado, una siempre puede quemarse con un hombre, nos guste o no sois más fuertes, especialmente uno grandote como éste, de haber querido hubiera hecho de mí lo que le hubiera dado la gana, pero en la nebulosa alcoholizada en la que se hallaba mi cerebro me sentí segura. Ahora veo el peligro, aún así arriesgué y, si bien no gané, tampoco perdí.

Y el amor... amar es el juego adulto por excelencia.
En una apuesta suicida te lo juegas todo a una carta. Todo. A una sola carta.
A pesar del riesgo, todos jugamos porque la apuesta es muy alta y nos va el morbo.
Es cierto que si ganas te llevas un gran bote y, por eso, olvidamos adrede que perder equivale a la ruina.

17 de diciembre de 2012

Las cosas claras



Él-¿Qué haremos el día 22, cuando veamos que no se ha acabado el mundo?
Yo- Follar, ¿qué mejor forma de celebrar que seguimos vivos?

15 de diciembre de 2012

Cena de empresa.


Escribo esto en el autobús de vuelta a casa junto a una desconocida que puede que lea mis palabras, pero no me importa, supongo que mi ligero estado etílico (cuya ligereza no me atrevería a cuantificar, aunque si puedo escribir supongo que tan malo no es) me envalentona.
La primera cena de empresa. Llevo mes y medio contratada.
Aparezco monísima de la muerte, según lo estipulado por el resto de mujeres... ropa oscura, un poco de escote, maquillaje un poco más osado de lo habitual, melena al viento y taconazos. Capto alguna que otra mirada sorprendida, a la que no le doy importancia, el look es lo bastante diferente como para poder causarlas.
La han organizado en un sitio demasiado pequeño, todos de pie, camareros contorsionándose para servir platos y tú en medio tratando de no rozarte con nadie... Total que, como apenas puedes moverte, bebes tres o cuatro copas de vino y apenas cenas nada. ¿Porqué será que el alcohol siempre encuentra la forma de llegar a tu mano mientras que la comida de queda en el plato?
After dinner en otro local cerrado para nosotros, lo cual podría ser muy guay pero no augura nada bueno. Mis dos primeros gintonics. Se suceden las mismas situaciones incómodas y patéticas de siempre: jefes en la cuarentena o más allá, que tontean con las jovencitas, entre las que me incluyo; tu jefe directo, que hasta hoy te parecía un tío brillante, soltando bromitas de carácter sexual cada vez que abre la boca (nota mental: trata de olvidarlo de aquí al lunes) mientras dice que hoy no hay jerarquías como si eso tuviese algún significado que a ti se te escapa, hombres serios y buenos en su trabajo tonteando entre ellos, el subdirector general pidiendo que pongan música para que las chicas bailen, alguno que otro haciéndose fotos rodeados de mujeres, en resumen, gente bebida haciendo cosas que generalmente no haría.
La proporción de una mujer cada tres hombres no ayuda, supongo. Que todas estén especialmente guapas esta noche tampoco, supongo. Ni el alcohol, claro.
Acabas compartiendo una tercera copa y baile con unas de tus compañeras con la que hasta hoy apenas habías establecido contacto físico alguno. Bailas, te ríes de lo gracioso, comentas con tus dos compañeras lo más llamativo... En fin todo ligeramente decadente aunque soportable.
El problema llega cuando un compañero te tira los trastos en un sitio apartado, le disculpas porque está borracho, haciéndote la tonta distraes su atención y, sobretodo, sus manos que no llegan más allá de coger una de las tuyas y deshacerte el lazo que llevas a la espalda aunque no sea eso lo que ellas pretenden, y logras salir incómoda pero airosa de la situación, hasta que un tercero aparece y hace bromas como si algo hubiera pasado. Te das la vuelta y te vas mientras el primero te llama tratando de disculparse.
A los dos minutos el resto de mujeres inicia la desbandada y tú con ellas. No los vuelves a ver.
Sólo te queda rezar para que el borracho uno pase del tema si es que lo recuerda, que lo más probable es que no, porque sería realmente incómodo si quiera que viniera a disculparse, y que al otro no le dé por contar lo que cree que ha visto pero no ha sucedido, a alguien.

13 de diciembre de 2012

Special needings

Yo lo que necesito es llorar. Sí, eso es. Pegarme una panzada de esas con hipo, de las que me dejan cansada y con dolor de cabeza. De las que abotargan mi mente y me permiten detenerla durante un rato, al menos.
Pero no es tan sencillo, no señor.
Yo era una niña triste que lloraba habitualmente y con facilidad, cuando nadie la veía, eso sí. Se escondía en su habitación, ponía música y ahogaba los sollozos con la almohada.
Muy joven aprendí lo que era la pérdida, la pena y el poder reparador de las lágrimas. Ellas expulsaban, cual exorcismo, todo aquel dolor, aquella incomprensión, aquella eterna melancolía.
Pero entonces llegó esa otra época y lloré tanto, tantísimo por aquél que las lágrimas perdieron el sentido, ya no me aportaban consuelo, no eran algo reparador, una vía de escape, no más. Se convirtieron en la expresión de mi estupidez y mi cobardía y, de algún modo, me lo prohibí a mí misma. A pesar del tiempo y de otras batallas contra mi mente ganadas, no he conseguido levantarme ese veto. Con los años he dejado de sentirme tonta por hacerlo, pero aún así necesito una excusa. No hace falta mucho, con una película triste, un texto sentido o una canción especialmente emotiva me vale.
Por otro lado está el problema logístico.
No puedo pegarme un panzón a llorar con él en casa por razones obvias, ni tampoco cuando va a venir, porque se me nota durante horas y ¿qué le digo? ¿Que llevaba tiempo sin hacerlo y ya tocaba? ¿Que la melancolía a veces me vence? ¿Que la navidad reabre mis más viejas heridas, las que más daño me causan? ¿Que no se preocupe que, aunque parezca destrozada no es para tanto? ¿Quién se creería eso?

11 de diciembre de 2012

Sobre retrasos


En esta vida hay retrasos y Retrasos en eso supongo que todo el mundo está de acuerdo, no es lo mismo llegar 5 minutos tarde a una cita que dos horas, retrasarse el reloj una vez para dormir un poco más o entrar al cine 2 o 20 minutos después del comienzo de la peli... Pero el retraso RETRASO es el de la regla.
Cuando se te retrasa la regla tu vida cambia.
Al principio te dices cosas como que has pasado muchos nervios este último mes, que es normal, que al volver a trabajar tu rutina, tus hábitos de sueño, de comidas etc han cambiado un montón y todo el mundo sabe (gran ley universal para validar conocimientos) que eso siempre influye... y, bueno, la primera semana pasas del tema sin pensar mucho, "solo son unos días" te dices, pero te aseguras veinte veces de haber calculado bien, solo por si acaso de repente no sabes sumar o al calendario le han añadido días y tú no te habías enterado. Pero la aplicación del ipad, el calendario de la black berry y la agenda de toda la vida no mienten: tienes un retraso.
La siguiente semana bromeas contigo misma. Miras el calendario disimuladamente y mantienes una falsa calma, queriendo aparentar que no te importa, que si no piensas en ello de manera voluntaria no cuenta. Porque claro, si te pones más nerviosa aún tardará más, como todo el mundo sabe, así que te dices que estás tranquila y evitas pensar en ello.
Pero cuando pasa la segunda y ya dejas de contar en días para hacerlo en semanas, vas pasando a la fase obsesivo paranoide: entras al baño rezando porque esté ahí, pero no, la muy puñetera te evita, empiezas a ver más embarazadas y/o bebés de lo normal, todas las conversaciones de tu entorno tienden a los niños o los embarazos como si tus hormonas provocaran una respuesta en las mujeres que te rodean, analizas cada cambio fisiológico en busca de indicios de un no deseado pasajero con momentos típicos frente al espejo de "Oh Dios mío, ¿estoy más gorda?¿se me han hinchado las tetas?", luego repasas cada encuentro amoroso indagando sobre posibles contactos o intercambios indebidos y no importa que todo se haya realizado de la forma más segura posible porque, salvo la abstinencia ningún método es 100% fiable, ¿quién no tiene una amiga que conoce a una chica cuya prima tiene una hermana que se quedó embarazada usando el DIU, preservativo, tomando la píldora y estando operada todo a la vez? Y aún así, se quedó! Y es que no hay nada seguro, todo el mundo lo sabe.

Y... Oh querida! No cometas el error de decírselo a tu pareja porque los hombres para esto tienen dos respuestas.
La opción a es la indiferencia, que te diga "eso es porque estás nerviosa ya verás como, cuando te tranquilices te viene" como si tus nervios tuvieran un on/off. Y tú, con las hormonas de fiesta, haces un gran esfuerzo por no arrancarle la cabeza cual mantis religiosa.
La opción b es que se preocupe y eso es lo peor que te puede pasar. El chico preocupado se suma a tu sin vivir y lo incrementa formulando a diario, si no varias veces al día, la preguntita "te ha venido ya?" y tú, enternecida por su comprensión, contestas "no cariño, todavía no"... Las diez primeras veces, luego luchas contra la transmutación a un bicho verde con aspecto alienígena decapitador.

Compartirlo con otras féminas no es solución porque todas hemos pasado por ello alguna vez y hemos oído las leyendas urbanas, conocemos unos 20 remedios de la abuela diferentes, tenemos unas 200 anécdotas que contar al respecto y, por si fuera poco alguna dice "Pues el predictor tampoco es infalible porque si te dice que estás embarazada es que sí, pero si te dice que no a lo mejor sí lo estás porque hasta la no sé qué semana, no se detecta no sé qué hormona y te puede salir un falso negativo, todo el mundo lo sabe" y, para rematarlo hay otra que suelta "Y que te venga la regla tampoco garantiza que no estés embarazada porque la prima de mi peluquera tiene una amiga cuya prima tiene una nuera que estando embarazada la tuvo hasta dos veces" y tú consultas con tu mantis interior si lo de matar a otras mujeres está prohibido por la especie.

10 de diciembre de 2012

Conservadorismo

Sigo estando rota, muy rota y mi impostada racionalidad es lo único que mantiene unidas las piezas que me conforman.

7 de diciembre de 2012

Límites infranqueables


Nunca, nunca, mi amor, cometas el error de volverte posesivo.
Puedo entender que esta tontería iniciada una semana atrás te haya hecho replantearte tus límites, pero ya te lo he dicho: si tienes dudas no hay más que hablar.
Puedo renunciar a ello.
Igual que vivo en este pueblo de la periferia en vez de mi amada ciudad.
Igual que me obligo a ser sociable cuando tu agenda lo requiere.
Etcétera.
Pero no, nunca, te vuelvas celoso o posesivo.
En gran parte me enamoré de ti por la libertad que ofrecías, recuerdo perfectamente esas conversaciones en las que decías que los celos no tienen sentido porque tú no concibes a tu pareja como algo tuyo. Que soy tu compañera no tu complemento. Que sin confianza una relación no puede funcionar, pues es la base de todo lo demás. Sobre todo recuerdo las muchas veces que has demostrado esas palabras en tu actitud, en aquella discoteca de Ibiza para asombro mío y, sobre todo de tus amigos, los fines de semana que pasamos con D, las conversaciones que nos inspiran las actitudes posesivas de nuestros amigos...
Esa falta de cadenas fue como agua de mayo para mí que venía de una relación tan conflictiva, yo que acababa de escapar de mi jaula dorada. Hermosa sí, pero sumamente opresiva.
Vivir valorando si mis acciones o mis palabras, podían, de algún modo, ofender la sensibilidad de otro. Si, mi mirada triste o ausente en mis días negros eran capaces de provocar una crisis de inseguridad. Verme obligada a elegir entre la persona a la que amaba y otros. Frustrarme cada vez que mis argumentos chocaban contra una pared irracional de miedo vestido de desconfianza.
Sólo hay un contexto en el que tolero la posesividad y sabes que ahí sería tuya de cualquier forma que imagines, pero es algo extremo, un juego al que tú no quieres jugar. Y lo respeto.
Hay pocas cosas con las que soy realmente taxativa, lo sabes mejor que nadie, pero ésta es una de ellas. Los celos son mi límite infranqueable, siempre te lo dije y siempre te lo diré.
Siempre te he sido sincera, eres el único que lo sabe todo de mí y eso no va a cambiar ahora.
Puedo ver la inseguridad en ti. En la forma en que ayer estuviste pegado todo el día a mí, en cómo me mirabas cuando no decía nada, en lo complaciente que te mostraste, en cómo buscabas mis mimos y, lo puedo entender, pero recuerda que fuiste tú quien lo inició al no pensar bien lo que decías o al no tomarlo en serio.
Puedo ser paciente pero estos detallitos de, repentinamente, asomarte con disimulo a ver qué escribo en el blog cuando en todo este tiempo no has sentido ningún interés, o de mirar a ver porqué suena mi móvil se tienen que acabar. Llámalo consejo, advertencia, ultimátum.
No volveré, nunca, a una bonita jaula de oro.
Haciéndome eco de ese dicho que tanta gracia nos hace te diré que el día que tus celos entren por la puerta yo saltaré por la ventana.

6 de diciembre de 2012

Decepción, desilusión o razones para cortarse las venas...


No es fácil mantener el optimismo cuando tu naturaleza te empuja a ver lo negativo.
Luchas, procuras mantenerte alegre, ver el lado bueno de lo que sucede, lo bonito de la vida, buscas un rasgo hermoso en cada persona que ves.
Levantas tus defensas, eriges un muro de hormigón a tu alrededor para protegerte.
Procuras mantener tus ilusiones centradas en cosas únicamente delimitadas por ti o tu capacidad de conseguirlas (aprobar, ir aquí o allá, etc.). Nada que dependa de los demás.
Huyes de la decepción, que es tan amiga de tu ciclotimia.
Estructuras tu vida (estudios, trabajo, tiempo libre, relaciones) de la forma más racional que puedes, esa es tu mejor defensa. Limitas tus pasiones a actividades que sólo te incumban a ti.
Encierras tus emociones, limitándote a mostrar sólo aquellas deseables, ríes mucho, eres amable, tímida, complaciente. Eso gusta a la gente y no suscita preguntas, tu verdadero objetivo.
Te permites algunas excepciones a esas reglas estrictas que mantienen a todos asépticamente alejados de ti, porque, al fin y al cabo, te dices que no debería ser así, que deberías poder confiar, volver a creer en la bondad de las personas, como antes. Pero aunque no es posible, concedes algún indulto ocasional a este encierro al que sometes a, llamémoslo, tu corazón.
Pero aún así, a veces, alguien te sorprende colándose por detrás de la barrera. Hace o dice algo que alimenta alguna de tus ilusiones, de tus sueños, de tus anhelos.
Y, como en alguna parte de ti sigues siendo una ilusa, a pesar de las advertencias, la alarma de emergencia y las luces de neón, te dejas llevar, porque en el fondo sigues queriendo creer... pero, como siempre, llega la decepción, algo que no cuaja, alguien que se echa atrás, gente que habla a la brava sin tener en cuenta el efecto que tiene en los demás... En fin, desilusión.
Ahora échale ganas, venga, recupera tu optimismo, ignora las lágrimas que intentan ahogarte, mantén la calma, no grites, no patalees, sigue siendo la niña buena. Ríe ante las mismas tonterías de siempre, interésate por las chorradas habituales. No dejes que, bajo ningún concepto, puedan echar un vistazo bajo tu querida máscara.
No pienses en el sinsentido de lo que te rodea. No abras tu caja de pandora y liberes a los fantasmas.
Sobretodo no pienses en objetos punzantes, agua caliente y el color de tu sangre decorando la porcelana de la bañera.

3 de diciembre de 2012

Hablemos hoy de ti.

 
Tranquilo, tenemos todo el tiempo que necesitemos.
Pero… no lo hagamos sencillo. Esta noche no quiero saber qué hiciste hoy, ayer o el mes pasado. Ni a qué te dedicas, dónde te criaste o que creencia comulgaban tus padres.
Quiero que me hables de esas cosas que no se dicen… cuéntame un secreto, ¿porqué no? ¿Sabes? Los guardo muy bien.
Háblame de los monstruos que te atemorizaban cuando eras pequeño, de quién te hizo reír o llorar; quiero que me expliques lo que sentiste cuando te besaron por primera vez, si recuerdas ese beso y, entonces, ¿quién te lo dio?
Explícame tu primer paseo de la mano de alguien, tu película favorita, un viaje con tus amigos, tu primer desamor…
Quiero que me digas cuáles son esas canciones que te hacían sentir en el pasado, que erizaban tu piel, te ponían de un exquisito buen humor o te hacían llorar a lágrima viva… después las cantaremos juntos y, finalmente, te preguntaré porqué no las escuchas ya y te diré que quizá deberías buscar aquel CD y remover el pasado, bien sabes que la música tiene un gran poder evocador.
¿Qué querías ser de mayor, cuando eras pequeño?
Y ahora que has crecido, ¿te gusta lo que eres? ¿Qué te gustaría ser, sino?
Vaya… qué pronto hemos llegado al presente…
En fin, cuéntame qué cosas tienes o cuales te faltan, ¿eres feliz?
Y, bueno, ¿puedo yo hacer algo para que lo seas más? Pongamos que quiero cuidar de ti.
Dime a qué temes ahora que ya no eres un niño.
Y, como los temores no suelen ser presentes, charlemos sobre el futuro.
¿Qué crees que te depara? Cuéntame tus sueños, tus ilusiones.
¿Dónde querrías ir? ¿Qué querrías hacer?
En resumidas cuentas, hablemos hoy de ti.

2 de diciembre de 2012

Principio de incertidumbre


Lo que ha empezado como una tonta conversación post-polvo ha acabado en una autorización expresa de Él a que yo haga algo que llevo mucho deseando.
Ha abierto para mí un camino que yo creía inviable.
Me ha dado su permiso para algo que deseo enormemente, aunque también me da mucho miedo. Algo que no podía hacer sin su consentimiento. Si eso no es amor, que me lo cuenten...

Y ahora se abre ante mí un nuevo mundo... en el que tienes que estar muy seguro antes de meterte... aprender, preguntar, indagar, asegurarte... porque puede ser peligroso.

Incluso tengo una puerta a la que llamar, o eso creo, pero si llamo no habrá vuelta atrás.
Si lo hiciera y la respuesta fuera afirmativa estaría condenada.
La pelota está en mi campo y no sé qué hacer con ella. Tampoco puedo pedir consejo... sin llamar a esa puerta.

¿Cumplir una fantasía que me reconcome desde hace años?
¿Meter un pie en el lado oscuro aunque eso suponga correr el riesgo de quemarme?
¿Descartarlo y vivir siempre con la duda de qué hubiera sido?
¿Y si me sale mal y salgo herida?
¿Y si me sale bien y resulta que lo hay allí me gusta más que lo hay aquí?
¿Podría compatibilizar ambas... formas de vida?
¿Y si esa puerta no está realmente abierta y tengo que asumir un riesgo aún mayor buscando en otros lugares?
¿Y si me la juego y encuentro una forma maravillosa de satisfacer a uno de mis monstruos interiores?
¿Qué puede salir mal? Muchas cosas, pero la única damnificada sería yo.
¿Y si me sale bien? Viviría una de las experiencias más gratificantes de mi vida.
Ahora que "puedo hacerlo"... ¿podría vivir con el "y si" de no haberlo intentado?
¿No me odiaría por haberlo ignorado?
¿No me arrepentiría horrores si al final la cosa fuera mal?

Decisiones... decisiones...

Si no creyera en la existencia de esa posibilidad... de conocer a alguien que comparte esta... idea... probablemente ni siquiera me lo plantearía en serio. No soy tan valiente. Pero... así...

¿Y tú? ¿Qué pensarías si te llamo y te pido que seas mi guía, mi maestro?
¿Dirías que sí?
¿Y si llamo a tu puerta, resulta que no estoy equivocada, pero aún así me das con ella en las narices? ¿Me despacharías sintiéndote utilizado? ¿Dirías que sólo soy una niña tonta que no sabe lo que se hace? ¿Aceptarías, por el contrario, y me guiarías por esta senda ignota?

Cuánta incertidumbre... ¿qué haré con ella?
¿Cómo la aparto a un lado para sopesar con frialdad las opciones, cuando no hay nada de frío en el asunto?

1 de diciembre de 2012

Pensamientos que una no debería tener

Cómo sería eso de jugar a ser dos gatos que no se quieren dormir.
Volver a ver esa película junto a alguien que entiende su magia.
Poder volver a creer en la posibilidad de que todo pueda ser cierto.
Ser capaz de entregarte de ese modo, ponerte completamente en manos de alguien, bajo la promesa del placer.
Abrir todas aquellas puertas que cerraste a cal y canto.
Eliminar todas las barreras.
Tener ganas de rescatar a alguien de si mismo y dejar también que te salven a ti.
Disfrutar de nuevo de aquella intensidad.


O darte cuenta, de repente, de que ahora ya sabes cómo suena tu nombre en sus labios.