31. Fin de año. No se acabó el mundo. Toca y apetece reflexión.
Si algo siento al final de este 2012 es agradecimiento.
Por haber conseguido pasar a un segundo plano el desánimo que traía del año anterior, por las malas noticias o las muertes, especialmente la de H (no, no he escrito sobre ello). Aunque me sigue abrumando la simple posibilidad de que cosas así puedan suceder he conseguido no sumarlo al agujero negro de mis penas, a mi caja de Pandora.
Por haber tenido en octubre la suerte, la gran suerte, de conseguir este trabajo y, en concreto, a mi jefe por darme la oportunidad. Sé que me lo jugué todo en aquella entrevista. Y después valorarme como para ascenderme en un mes. Es un gran hombre y aprendo muchísimo de él y de mis compañeras. Tener la oportunidad de... desarrollarme, de aprender, me sienta genial. Casi todas las cosas que me mueven en la vida (viajar, leer, escuchar...) giran en torno a eso, a aprender.
El volver a relacionarme con otras personas más allá de mi círculo habitual -cerrado y seguro- me ha hecho mucho bien. Un nuevo ambiente, donde empezar de cero, donde nadie te conoce... abre una cantidad inmensa de posibilidades. ¿La más importante? Poder elegir cómo quiero ser. Dejar atrás algunos aspectos sumamente negativos de mi personalidad, retomar bonitas conductas como intentar ser sociable, simpática, divertirme. Confiar. Reír.
Aunque no a todo el mundo lo conocí en el trabajo. Blogger ha resultado ser toda una fuente de afinidades. No tengo muy claras estas relaciones, no sabría cómo definirlas y a menudo me dan un poco de miedo, pero me gustan. Como me gusta ese relato aún inacabado que me tiene en ascuas todo el tiempo o esas largas y erráticas conversaciones filosóficas, sobretodo cuando son nocturnas.
Por haber crecido. En algunos aspectos estoy tan caótica como siempre
Por haber descubierto muchas otras cosas, sea por la introspección, sea por desahogarme aquí.
Tonteé con una gran tentación que hizo trastabillar algunas de mis propias normas aunque al final no pudo ser, pero tampoco he logrado descartarla... ya veremos.
Aniquilé a uno de mis fantasmas más feos, ya no me duele y es maravilloso, increíble librarse de esa carga. Incluso, no sé, he llegado a perdonarle. He descubierto que ya no importa.
Creo que esto se lo debo a otra persona más que a mí. Hace un año tan solo que le conozco -creo que hoy, precisamente- pero sin saberlo me está ayudando a comprender o comprenderme. Es desinteresado como ya no creí que la gente lo fuera, me contradice como los demás no hacen y me hace pensar de otra manera. Como que no hay nada de malo en ser frágil, contradictoria, diferente o mostrar cierto egocentrismo a veces. O en querer jugar.
Han entrado en mi vida hombres que me han hecho sentir bonita, interesante y especial. Evidentemente, me siento agradecida por ellos. Nunca he sabido hacerlo por mí misma, valorarme no se me da bien, pero me hacen creer que merezco sentirme así, sus halagos o su atención. Que no hay nada de malo en mí o en sentirme guapa por un día. Y es bonito. También me hacen creer en otras posibilidades, pero esas me dan dolor de cabeza.
También me siento agradecida por él. Ha aguantado estoicamente mi devacle, el bajón total en septiembre, mis cambios de humor, la rallada por la inactividad y después mi desconexión, mi exceso de tareas, mi ausencia. Sigue sobrellevando mis rarezas. Siendo comprensivo, generoso y abierto. Tuvo ese brote celoso que me dio repelús, pero tal como vino se fue. Me quiere y eso aún me sorprende.
Sigo teniendo mis desórdenes, claro está, pero sé que lo importante es intentar ser feliz. Si intentas eso ya estás medio salvado. Y no importa si tu forma de conseguirlo no gusta a los demás o es criticable. No hay porqué seguir la senda marcada. La máxima es no hacer daño a los demás en tu camino, a partir de ahí... lo que tú quieras que te ayude a ser feliz.