Caí por la montaña rusa durante noviembre, diciembre y gran parte de enero.
Sobreviví a ella, salí bien parada a la primera caída. Ahora estoy en el ascenso hacia la segunda.
La vida es... curiosa.
A veces las lecciones llegan sigilosamente, como un ninja, y te las encuentras de repente cuando te dan en la cara. A veces (quizá solo hace falta estar atenta) las ves venir, como tener el libro abierto ante ti.
Ahora intuyo algunas. Veo más o menos por dónde van los tiros, veo cosas que se vienen claras cristalinas
- mismo puesto de trabajo, nuevo entorno laboral = nuevas personas = ir a la oficina = relaciones humanas para mi cerebro robot.
- jefa inepta con la que lidiar.
- pérdida de mi mayor pilar en el trabajo.
- nueva logística familiar (tras siete años... es un buen reto).
- distancia de la zona segura y de confort.
También tengo las revalidas dándome a diestro y siniestro. La indiferencia de quienes deberían mostrar interés... Los viejos miedos/inseguridades de siempre... El monstruo regodeándose en todas las nuevas cosas intentando convertirlas en arma arrojadiza... Los problemas de apego brillando en todo su esplendor... Pero las estoy llevando bien. Identifico al bicho y lo aniquilo.
El síndrome del impostor -nuevo monstruo desbloqueado- me está apretando de lo lindo, pero paso, apruebo de todos modos.
Con este panorama hay un sentimiento de... cómo llamarlo? Miedo no, quizá... duda? Cierta... incomodidad? A qué serán los ninjas esta vez, cuando lo visible ya está tan patas arriba. Pero no hay forma de saberlo.
Ayer apareció uno: una persona a la que quiero está sufriendo un montón. Sé lo que tengo que hacer y lo hago, pero sé que también es una revalida, que espero no se convierta en lección.
Vienen tiempos moviditos. Los esperamos con ganas.