26 de junio de 2017

Siento como si mi piel fuese lo único que me impide flotar en el aire.



Soy lo que no entiendes
y simplificas
lo que no puedes cambiar
y limitas
lo que necesitas
y humillas.

Por más que te obedezca
no hago lo que deseas.

Por más que me anules te lastimo.

-Miriam Reyes-

23 de junio de 2017

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.



En este desierto insoportable
de palabras. Te pienso, te espero
a mitad de camino. Hagamos otoño
cuando no haya con qué
cubrirnos la piel
del silencio.

-Flor Codagnone-

18 de junio de 2017

La tribu

En todas partes, en los consejos para una recién mamá dicen que te busques una tribu, es decir, que te rodees de mamás recientes con las que poder compartir tu momento vital.
En mi entorno no hay mamás recientes, veo a un grupito por las mañanas sentadas cerca de mi casa pero, obviamente, no me sale acercarme en plan "¿puedo jugar con vosotras?" (Bebé crecerá y entonces socializar será más fácil e inevitable, pero por ahora no).
Algunas de mis amigas tienen hijos pero tienen casi tres años y la experiencia puerperial les queda ya muy lejos, una de ellas solo cuenta lo bonito y bello (no tengo claro si miente -voluntariamente o no- como hace la mayoría de la gente o si, por su visión happy flower de la vida, lo llevó realmente tan bien como cuenta) y la otra, simplemente, no se acuerda de casi nada, total que no salen de decir los manidos comentarios tipo "disfruta de cada etapa" y me trasladan las quejas de su momento actual que dista mucho del mío.
Mi cuñada sí que me ha ayudado un montón, la niña tiene ahora once meses por lo que todo está aún bastante reciente y es totalmente sincera con lo bueno y lo malo, además de una muy buena consejera, pero claro, no creo que nuestras conversaciones de descarga se puedan considerar "tribu".

La sorpresa se dio ayer, cuando al quedar con unos amigos de NB y una amiga de ellos a la que no conozco, comprendí el porqué es bueno buscarse ese grupo de mujeres con las que compartir todo esto. La conocida tiene una niña de dos años, la desconocida otra de nueve meses. Y tuvimos uno de esos momentos de sinceridad brutal y descarga absoluta, de esos llenos de "es muy bonito pero...".
Lo curioso es que se diera precisamente con esas dos mujeres a las que apenas conozco o directamente no conozco.

14 de junio de 2017

Crónicas maternas

Lo peor que me pudieron decir antes de tener a Bebé fue ese resabido (aunque no tengáis hijos si no lo habéis oído nunca debéis de haber vivido en una cueva todo este tiempo) "lo único que hacen los bebés es comer, cagar y dormir".
Fue lo peor porque me lo creí. Así, durante mi encantador embarazo, hacía planes de las cosas que haría para entretenerme en esos largos ratos que mi niñito pasaría durmiendo durante el día.
Y he ahí mi gran error, pues resultó que mi bebé de día no duerme. Me explico: a su pequeña edad debería dormir unas cinco o seis horas al día, lo cual sí, me dejaría una ingente cantidad de tiempo libre, pero no. En los mejores días duerme tres horas a ratitos de entre veinte y treinta y cinco minutos (alguna vez pueden ser cuarenta y algo, pero también hay otras que solo son diez), además el noventa por ciento de esas siestecitas, si no son en brazos no son, con lo cual, ni siquiera entonces, hablamos de tiempo libre la mayoría de las veces.
Eso sí (y me congratulo y lo firmo para el resto de mis días) me da unas noches de lujo, duerme como un bendito y solo se despierta una vez para comer desde hace ya semanas.

Lo malo es como lo minimiza toooodo el mundo cuando se lo comentas (y eso que siempre empiezo al revés de este post, elogiando lo afortunada que soy por el maravilloso sueño nocturno de Bebé), a veces me dan ganas de soltarle a algunos que sí, que sí, pero que prueben ellos a cuidar de un pequeño que requiere de ti las doce horas que vive de día, todos y cada uno de los minutos de esas doce horas. Porque no, no solo comen, cagan y duermen. Necesitan ser alimentados, limpiados y ayudados a dormir, pero también que los entretengas, que los mimes y los estimules. Pero entretener a un bebé tan pequeño hasta esta semana (cuando hemos alcanzado el importante hito de fijarse en los objetos y no solo en la cara de mamá) ha resultado un reto de difícil solución.

12 de junio de 2017

Me muero de amor



Si hay algo realmente fascinante en mi aún reciente maternidad, algo que me derrite por dentro y me hace morir de amor, es la forma en que Bebé me mira.
Ya ríe con más personas, no solo conmigo, pero cuando lleva unos minutos sin verme y me acerco sus ojos viajan por mí hasta que se encuentran con los míos y entonces se iluminan.
Es una mirada de pura inocencia, de verdadera felicidad de verme, de supongo yo amor.
Y no mira a nadie más así.
Y jamás nadie me había mirado de esa manera.

10 de junio de 2017

Mírate al espejo con los ojos de quien te odia y te sentirás eufórico.

A veces me olvido y empiezo a verme con los ojos de los demás.
Y no está mal hacerlo de vez en cuando, saber qué proyectas al exterior, cómo les haces creer que eres, el problema es cuando te pones los ojos de quien no te sabe ver. Y, sin darme cuenta, llevo algún tiempo haciéndolo, viéndome a través de los ojos de una persona que no entiendo cómo, pero aún no me conoce, por ejemplo, se empeña en compararme con otro a quien, la verdad, no me parezco ni en pintura. Alguien para quien mi forma de ser es un problema, algo molesto, alguien que quisiera un cachorrito de labrador en vez de un gato. Y, de tanto hacerlo, casi llego a sentirme mal con mi carácter gatuno.
Desde que trabajo en casa, el embarazo y ahora la baja, me relaciono con poca gente y menos aún de forma recurrente. Ahí vino el fallo. Así hay pocas retinas en las que mirar y fui a fijarme en unas que, además, sé que traen equipaje del pasado y con él un sesgo desde el que parten para evaluarme.
Por suerte, si una busca, hay otros ojos en que mirarse y unos me han visitado recientemente, dándome otro punto de vista mucho más agradable. Alguien que supo comprenderme y que ve lo bueno y bonito que hay en mí. Sé que no soy perfecta y que algunos no están nada de acuerdo con cómo soy, pero bueno no a todo el mundo le gustan los gatos aunque no por ello uno va a dejar de serlo.

8 de junio de 2017

A veces no estoy para todos… porque yo también me hago falta.

Este texto de Valeria Sabater ha caído en mis manos hoy.
Ahora no aplica, para nada, a mi nueva vida como mamá. Ahora ni quiero, ni puedo, ni me imaginaría dejando a un lado a Bebé que me necesita para todo. Pero sí me aplica en general, a la que era antes de él y a la que puedo volver a ser algún día, por eso, ahí queda.


A veces no estoy para nadie porque también yo me hago falta, también necesito escucharme, remendar mis espacios rotos, limar mis esquinas afiladas. Por ello, si no contesto los mensajes o si pongo en silencio mi teléfono durante unas horas o unos días, no quiere decir que haya cerrado puertas al mundo, solo he ido de paseo conmigo mismo, con ese alguien que había largamente descuidado.

Resulta curioso cómo, casi sin darnos cuenta, acabamos dejándonos a nosotros mismos en la bandeja de “spam”. Nos relegamos al cajón de asuntos pendientes, a la última página de nuestra agenda o a ese post-it amarillo fosforescente que acaba perdiéndose en el ajetreo natural de nuestro escritorio porque siempre hay una prioridad que lo adelanta y lo posterga.

Vivimos en una sociedad tremendamente demandante y competitiva, lo sabemos. Hay muchas cosas que hacer, y los días a veces pueden ser tan trepidantes como agotadores. Por si no fuera suficiente, a ello se le añaden los nuevos sistemas de comunicación, ahí donde el trato y las interacciones son constantes e inmediatas.

Vivimos organizados en diversos grupos de WhatsApp, siempre estamos localizables y en las pantallas de nuestros móviles siempre hay un mensaje que responder, correo que atender, fotos a la que poner un like y un etiquetado al que responder aunque no nos apetezca.

Es como vivir en un epicentro donde nuestra mirada hipermétrope es incapaz de ver aquello que tiene más cerca. Nuestros ojos cansados pueden leer las necesidades ajenas pero son incapaces ya de descifrar las propias… Todo parece borroso, todo se ha hecho un ovillo que se enclava ahí, en nuestro corazón y nuestra mente como si algo fallara, como si algo no fuera bien y no supiéramos qué es…

Has llegado al límite y todavía no lo sabes.

Le haces falta a muchas personas, lo sabes. Cada día tienes diez montañas que encumbrar y decenas de obstáculos que sortear, y lo consigues, no hay duda. Sin embargo, nadie te da medallas por ello, casi nadie reconoce tus esfuerzos, tu dedicación o incluso todo lo que llegas a renunciar por quienes están a tu alrededor. Poco a poco, las cosas pierden su significado y las personas su sabor. El mundo ya no tiene música, ya no rima, ya no es ágil, y te acabas hundiendo en tus propias responsabilidades como la piedra que cae en un pozo sin fondo.

Estar para todos y para todo cada día y a cada instante, tiene una cuota de intereses secretamente elevada. Las señales de este proceso de estrés continuado en el tiempo puede muy bien derivar fácilmente en una depresión, por ello, debemos estar muy atentos a los síntomas:
Fatiga, un cansancio extremo que a veces no se recupera con el sueño o el descanso nocturno.
Dolores de cabeza, migrañas.
Dolor de espalda.
Malas digestiones.
Sensación de aburrimiento constante, la vida pierde casi todo nuestro interés.
Impaciencia e irritabilidad.
Frustración, comentarios cargados de cinismo, mal humor, apatía constante…

Por curioso que parezca, vivir en un entorno híper-estimulado e híper-demandante nos acaba narcortizando. Nos volvemos insensibles a las propias necesidades, extranjeros del propio corazón y vagabundos perdidos en esa isla de Circe donde uno ha olvidado por completo dónde está su hogar, dónde esa casa donde habita el propio ser.

Hoy no estoy para nadie, hoy me hago falta.

Decir en voz alta “estos días no estoy para nadie, me hago falta a mí mismo” no es una falta de respeto. No se hace daño a nadie, no se descuida nada, el mundo seguirá girando y los ríos fluyendo. Sin embargo, acontecerá algo maravilloso: daremos paso a la sanación emocional, nos regalaremos tiempo, atención y un espacio propio donde refugiarnos. Será como introducirnos en el hueco de un árbol para tomar contacto con nuestras raíces, ahí donde reencontrarnos casi en posición fetal, para nutrirnos y permitir que nuestras hojas, nuestras ramas, crezcan altas y más libres para rozar el cielo.

A continuación, te proponemos reflexionar en unas ideas que pueden ayudarte a lograrlo.

Claves para tomar el control, para atenderte cuando te haces falta.

En medio de esta vasta rutina en la que acabamos cautivos de las obligaciones propias y ajenas, debe quedar un espacio, un pequeño hueco confortable y especial que nos pertenezca a nosotros solos. Es como una cápsula de salvamento, como un bote salvavidas al que acudir cada vez que percibamos que hemos llegado al límite.
Cuando percibas que las presiones externas te están impidiendo ser tu mismo, párate y visualiza esa cápsula o ese bote salvavidas: súbete a él.
Es momento de trazar un plan de salvamento. Benjamin Franklin solía decir que “si en el día a día no tenemos un plan de supervivencia estamos condenados a navegar eternamente a la deriva”.
Ese plan de supervivencia debe tener una meta y establecer qué es prioritario y qué secundario (hoy mi objetivo es cumplir con mi jornada laboral, mi meta es no estresarme y mi plan incluye tener dos horas para mí mismo. Quedar bien con mis compañeros de trabajo o familiares es hoy secundario).

Debemos tener muy claro por último, que habrá días en que la prioridad total y absoluta, seamos nosotros mismos. Dejarlo claro a quienes conforman nuestro contexto más próximo no es ningún acto de egoísmo. Apagar el móvil, salir a caminar, a respirar y a cobijarnos con nuestros propios pensamientos es un acto de auténtica salud mental. Porque lo creamos o no, esos días en que nos hacemos falta son muchos, y atenderlos, poner nuestro nombre en la lista “prioridades”, lejos de ser recomendable, es OBLIGATORIO.

7 de junio de 2017

Para ti, las personas son accidentes: de pronto te suceden.


Tú no eres mujer de horno y niños
no eres capaz de mantener con vida ni a un cactus.
No necesitas casa y semental
suéltalo y echa a andar de una vez.
Aquel amante tuyo tenía razón
para tí, las personas son accidentes:
de pronto te suceden.
-Miriam Reyes-

5 de junio de 2017

¿Y qué es, después de todo, eso que espera? -M Benedetti-


En el nuevo desorden mental en el que habito a veces pienso, últimamente, que no están bien algunas de las cosas que siento, que no son correctas, que no deberían de ser como son. Y está bien que no las verbalice, que no las comparta con nadie, que se queden donde están, todas toditas para mí. Pero sí necesito darles forma en mi cabeza (o en voz alta cuando no me oyen), ponerles etiquetas, dotarlas de significado, encontrar sus causas... puede que mis sentimientos no sean, quizá, los más apropiados, pero tengo que ser sincera conmigo misma, si no, ¿qué me queda?

3 de junio de 2017

La diferencia entre "querer" y "necesitar" es el autocontrol.


Otra cosa a la que te enfrentas tras el embarazo es a tu nuevo y (cruzas dedos) temporal cuerpo.
Que ya, que ya, que lo sabía, por supuesto, lleva como mínimo un año (o dos) que todo vuelva a su sitio, tanto por dentro como por fuera pero, aunque lo tenía más que claro y además, a los diez días ya había vuelto a mi peso preembarazo, la imagen del espejo me hace dudar (a mí y al monstruito que me habita y que maravillosamente había desaparecido durante todo el embarazo) de que esas nuevas carnes puedan ascender de nuevo a su lugar.

2 de junio de 2017

Decidí suavizar el impacto con un pequeño incendio. -Oliver Tate-



Corté los hilos limpié las huellas
detuve todo flujo que pudiera extenderse
del uno hacia el otro.
Barrí tu cuerpo de huesos y carne
fuera de mi cabeza.
Todo lo tibio también todo a la calle.
Y tú sigues repicando
incansable entre los tubos
vacíos de mis arterias.

-Miriam Reyes-

1 de junio de 2017

La magia...

 

Para mí, ahora, es mi mano sobre el pecho de Bebé y sentir latir su corazón.