¿Dos semanas que ya no le llevo en mi barriga? ¿Dos semanas tratando de entenderle, de cuidarle, de que no le falte de nada? ¿Dos semanas enamorándome cada día un poco más? ¿Derritiéndome cada vez que sus ojitos me miran? Sí, parece mentira.
Ser madre está siendo igual de precioso que abrumador y extenuante. Mi repertorio emocional abarca tal abanico de sensaciones que aún no me siento demasiado capaz de hablar de ello, de ponerle palabras que lo etiqueten o identifiquen. De organizar de un modo racional este meollo que tengo en la cabeza, supongo que las hormonas y la falta de descanso tampoco ayudan.
Por otro lado la recuperación física está siendo sorprendente, hoy me han quitado los puntos y todo va viento en popa, nada que ver con lo que me habían contado. Salvo las indicaciones propias de un postoperatorio, mi médico no ha añadido nada más. Dije que hablaría del parto, eso es algo sobre lo que también tengo que pensar, no guardo para nada un buen recuerdo de la experiencia y, si bien creo que me beneficiaría escribir sobre ello y hacer terapia, también creo que ya hay demasiado morbo en cuanto a partos y cesáreas en internet como para sumarme a ello. Ya veremos, cuando mi azotea recupere un poco de orden será el momento de tomar decisiones.
Por ahora solo quiero asegurar que todo va bien, estamos inmersos en pleno proceso de adaptación y creo que, de momento, salimos airosos.