23 de diciembre de 2019

Jou jou jou




No voy a recapitular, ya lo hice de sobra hace apenas un mes por mi cumpleaños.
Solo quiero desearos unas buenas fiestas, entrada de año y bla bla bla, a los poquitos que quedáis por aquí.

18 de diciembre de 2019

Ah, bendito olvido...

Había olvidado, muy convenientemente, la experiencia de estar esperando resultados de pruebas médicas. Propias.
Hacía ya año y medio (nena mala, me salté la revisión unos cuantos meses...). No había pensado en ella, en esa inquietud, hasta que el ginecólogo dijo, con su bonito acento "Los resultados te llegarán por email, si hubiera alguna cosa yo te llamo". Y el cerebro hizo click.
La cajita donde guardo todo aquello, la Locura, se abrió lo justito para dejar escapar el recuerdo de la llegada de La Carta.
No la he dejado abrir más y, cuando la idea asoma a mi mente, la descarto con facilidad. Pero es como las moscas en verano: insistente.
Sé que conforme avancen los días la mosca se irá haciendo más gorda y pesada y que, aunque mi mente racional será capaz de ignorarla, irá dejando un poso que se acumula ahí, a la derecha de la boca del estómago.
Luego llegará el email y lo abriré mientras en mi mente una repite como un mantra "tranquila, no pasa nada, todo estará bien" y otra aguarda en pánico con los ojos abiertos como un ciervo ante los faros de un coche.
Nunca, por muchos años que pasen, podré abrir esa notificación con verdadera tranquilidad. Lo sé. Pero nada, toca esperar, qué le vamos a hacer.

Keep calm and carry on, bitches.


15 de diciembre de 2019

Él solo, pobre ravioli.

Siempre llueve, en mi cabeza.
El invierno me ha traído la fría sorpresa de la soledad,
la de las arterias histéricas.
Y es una pesadilla, lo juro, mirarme al espejo.
Cada día más fea, más sola,
más enferma, más loca,
talmente una rana lejos del agua.
Me he cansado de mí misma,
allá a dónde voy, siempre me encuentro,
perdida y fuera de lugar.
Y soy como un ravioli
que se ha quedado el último por comer,
él solo, pobre ravioli,
en el fondo del rojo del plato.

Siempre llueve, en mi cabeza.
El invierno me ha traído el espasmo del tiempo,
la tuberculosis a los huesos, la desazón a los labios.
Y de tanto desgarrar minutos al día
me han salido padrastros en los dedos
para hacerme compañía.

 -Àngels Gregori-

8 de diciembre de 2019

Si no ves más allá de tu horizonte estaremos perdidos.




- Pero si quieres hablar de ello, me refiero a hablarlo de verdad, preferiría tener una conversación calmada y racional, ¿podemos hacer eso? ¿Es posible?
- Ya estamos, calmada y racional. Tú siempre dándotelas de ser el único calmado y racional mientras que yo soy la irracional, la histérica con las hormonas alteradas, porque yo tengo sentimientos. Sí, tú te apoltronas, empiezas a hablar y sientas cátedra, que implica que todo lo que dices es sensato y cierto.
-Antes del anochecer (2013)-

6 de diciembre de 2019

El mosquito del averno

A pesar de que hace semanas que hace frío y que estuvo lloviendo dos días sin parar, un mosquito ha logrado salir del averno en el que se escondía para masacrar a BB.
Cuatro picaduras en la mejilla izquierda, tres en el cuello, una en cada mano.
Por supuesto se han inflamado y están rojo chillón.

Conversación al respecto con él.
F- A ver déjame ver las picaduras... jo, cariño, te ha picado un montón el mosquito eh?
BB- Sí -pausa valorativa- coño.

No haré comentarios. (Finge seriedad mientras muere de la risa)

5 de diciembre de 2019

Dame un silbidito

Entre comunicarme con BB y descifrar los WhatsApp de mi padre me estoy ganando un título de criptografía o algo así.