Incluso que es bueno para reavivar la llama, romper la rutina (y no sé qué otras cosas).
Yo, la verdad, pues no estoy de acuerdo.
El Niño Bonito y yo no nos peleamos.
En casi siete años de relación creo que hemos discutido una vez. A veces nos enfadamos un poco (yo más que él), pero se nos pasa enseguida.
En casi siete años de relación creo que hemos discutido una vez. A veces nos enfadamos un poco (yo más que él), pero se nos pasa enseguida.
Menos antes de ayer.
Aunque tampoco es que discutiéramos, que no.
Andaba yo liada con nuestra fauna recién estrenada (y macabramente difícil de mantener viva), le hice un comentario y entró en cólera. No sé qué le dio. Me pegó una mala contestación de esas de salida de tono lo mires por donde lo mires, (un bufido, un moco, un gruñido, un mordisco... llamadle como queráis) que me dejó planchada por lo inhabitual en él. Pasados cinco minutos se metió en la cama y hasta ayer.
Ayer, a la que entré en casa solté un simple pero siempre contundente "tenemos que hablar".
Nos sentamos en el sofá, dialogamos.
Reconoció la salida de tono, me pidió perdón y me explicó de dónde había salido aquel Niño Feito que lo había poseído.
Le dije lo que pienso y se quedó a cuadros con lo que le conté, pues nunca me ha visto realmente enfadada y ayer la Pelirroja estuvo todo el día calentándome la oreja hasta el punto de estar muy muy cerquita de liberarse de sus ataduras y ponerse en plan Super Guerrer (espero que no seáis lo bastante mayores/jóvenes para no saber qué es Bola de Drac/Dragón). Cosa que podría haber sucedido si se hubiera puesto en plan negación.
Así las cosas, aclarado, perdones dichos y dados, seguimos con la rutina habitual.
Pero no es tan fácil.
No es tan simple como ayer haber pegado un polvo de reconciliación, no. Ambos procedemos de relaciones donde discutir se convirtió en el Pan Nuestro de Cada Día, también supongo que por eso los dos intentamos siempre no hacerlo, porque lo aborrecimos en su momento y nos quedamos muy raros cuando sucede. No sé si son las maletas-de-vidas-pasadas o la falta de costumbre, pero nos lleva cierto tiempo volver a fluir.
En fin, que ya pasará. Que ayer fue un día triste y hoy seguimos un poco nublados, pero seguramente mañana brillará el sol.