Llegar a la consulta del Oso ha sido una miniodisea: casi pierdo el autobús, el vuelo ha despegado a la hora a la que se suponía que debía de aterrizar, carreras por el metro... En fin, al final llamaba al timbre con apenas cinco minutos de retraso.
El Oso a veces me da miedo.
Me siento en la silla que me ha dado por llamar El Trono, entra, sonríe con esa calidez que yo solo soy capaz de guardar para los verdaderos amigos, me da dos besos.
- ¿Cómo estás? ¿Cómo te has encontrado?
- Bien.
- Bueno, es que tú nunca te sentiste mal -dice y me dan ganas de besarlo- a ver... dime, ¿has tenido alguna... vivencia, situación recientemente, que tú hayas percibido o sentido como injusta?
Rompo a reír y me mira con esa sonrisa suya.
- Sí, Oso sabio, sí... pero cómo lo sabes?
Se encoge de hombros y enarca las cejas.
Me habla de la necesidad de enfadarse, me pregunta esas cosas que no pregunta nadie (solo el gatito), me da buenos consejos, me dice que "Cuando todo esto pase, necesito que salgas de ello fortalecida", le hablo de la piscina y me mira con esos ojos de pura inteligencia cuando le digo que no, que yo dentro del agua no pienso, me habla de Houdini y tengo que reprimir otro ataque de risa.
Dice que estoy perfecta. No perfecta, perfectísima. Que "el de la bata blanca" no encontrará nada en la revisión. Solo tenemos que arreglar la rodilla y un ligero desorden en cierto triángulo orgánico.
Me dan ganas de apretujarlo, en serio, la rancia que no toca a casi nadie si no es necesario.
El Oso es de esas personas a las que te dan ganas de decirle "Por favor dame una neurona de tu cerebro, una sola".
Madrid está plomizo y fresco y ahora desearía haber hecho caso a mi impulso infantil y haberme cogido una noche de hotel. Bueno, aún me puede dejar tirada el vuelo de vuelta aquí...
Por ahora me voy a pasear...
Me dan ganas de apretujarlo, en serio, la rancia que no toca a casi nadie si no es necesario.
El Oso es de esas personas a las que te dan ganas de decirle "Por favor dame una neurona de tu cerebro, una sola".
Madrid está plomizo y fresco y ahora desearía haber hecho caso a mi impulso infantil y haberme cogido una noche de hotel. Bueno, aún me puede dejar tirada el vuelo de vuelta aquí...
Por ahora me voy a pasear...