Aunque lo hagas con un total convencimiento resulta en parte triste y te provoca cierta melancolía dejar el que, durante casi cinco años, ha sido tu hogar, tu primer nidito de amor.
Pasear por esas habitaciones ahora vacías donde antes estaban nuestras cosas, esas paredes ahora desnudas del color que en su día les di, sin cuadros ni fotografías.
El dormitorio donde tantas veces hemos hechos el amor, donde hemos tenido las peores charlas de nuestra vida común y lloramos juntos cuando la enfermedad se coló en nuestras vidas, donde tanto, tanto hemos reído y me vestí de "novia".
El despacho donde hemos tomado las mayores decisiones, planificado viajes, alimentado cerebros con información de todo tipo o cobijado a nuestros visitantes que se quedaban a dormir.
El descansillo de las escaleras donde tantas veces acabé sentada en un escalón por las malas noticias que salían de sus labios o, con mi boca abierta, ante la visión de su cuerpo semidesnudo de acá para allá entre el baño y la habitación.
Ese baño con su bañera enorme cómplice de mis inmersiones en agua calentita y copa de vino, la misma que siempre se quedaba pequeña para dos.
El comedor que ha presenciado y albergado cumpleaños, navidades, películas de todo tipo o una maratón del Señor de los Anillos en versión extendida con Dani, sesiones de estudio, donde la locura llegó a mí en forma de carta y donde, también, supe que se avecinaba el querubín de mi amiga C.
La cocina que me ha visto pelearme hasta renunciar a domar al horno, preparar manjares y platos precocinados. Donde me dejé vencer por el desánimo en brazos de mi Niño Bonito cuando la cosa se complicaba cada vez más en el tema de mi padre y donde incontables veces hemos bailado uno o el otro con la escoba o entre nosotros.
Y la terraza, oh la terraza. Principal protagonista de las reuniones familiares de mayo a septiembre, de mis mutaciones a lagartija, de alguna granizada escandalosa e incluso de alguna charla telefónica a horas intempestivas.
Sí, da cierta pena dejar atrás a estas pareces testigos de nuestro día a día, de alegrías, de tristezas, de sustos, de sorpresas, de nuestra rutina.