30 de noviembre de 2019
28 de noviembre de 2019
26 de noviembre de 2019
Un día más un día menos.
El 34 ha sido un año... cómo decirlo, intenso.
A la ajetreada vida de madre trabajadora uní la compra de un piso. Es algo que ya llevábamos tiempo buscando (otra de esas ideas que cambiaron con la llegada de BB) y al final la realidad se impuso: si queríamos comprar sin meternos en una hipoteca monstruosa, tenía que ser algo a reformar. Resignados pasamos el final de 2018 buscando y el día después de reyes hicimos una reserva. Entonces entré en un infierno administrativo y pasé hasta finales de mayo peleando con banco, vendedor y registro de la propiedad. No entraré en detalles, prefiero no reabrir ese melón.
Una vez comprado, iniciamos la reforma casi integral. Lo que tenían que ser dos meses, fueron casi cuatro. Dejamos el piso de alquiler a finales de julio, hicimos la mudanza a un piso en obras. Viví el mes de agosto en casa de mis suegros. Tuve que echar al paleta de casa y acabar la obra nosotros, más lo que ya habíamos ido haciendo para reducir presupuesto. Una empantanada de la virgen. En septiembre conseguí mudarme al fin. A de hoy aún no hemos acabado del todo, ni acabaremos a corto plazo (el dinero hace tiempo que se sí acabó), lo gordo sí, pero siguen habiendo cabos sueltos, como un pollo con el ayuntamiento o que nos den de una vez suministro los del gas. Aún así estoy contenta, está quedando exactamente como quiero. No es un palacio, pero es lo que necesitamos. He invertido mucho tiempo en diseñarlo, es mi proyecto y el resultado me está dejando muy satisfecha. De otro modo, estoy creando algo.
NB y yo hemos pasado de todo este año, sin duda ha habido tiempos mejores, pero el matrimonio sobrevive. A veces le miro y aún revolotean mariposas en mi estómago. Todas las adversidades recientes me reafirman en que él es el adecuado. Sigue siendo él.
BB crece sano y feliz. Lo adoro, lo quiero con locura y aunque a ratos me saque de quicio, es lo mejor que he hecho en mi vida. Es precioso, no dejo de preguntarme cómo hemos hecho algo tan bonito. Es divertido, es movido, es alegre. Como ya dije habla un montón y me sigue enseñando día a día. Sus ojos azules me enamoran y el solo hecho de tenerlo entre mis brazos me hace feliz. Me encanta que su forma de relajarse sea acariciando mi mano, que mis brazos sean su lugar seguro donde la pupa deja de doler y las cosas que asustan no dan miedo. La maternidad es dura, sigo sin tener tiempo para absolutamente nada, pero compensa. Ya lo creo.
Odio mi trabajo, pero el sueldo es decente y sigo trabajando desde casa. Nada me ofrece una mayor conciliación que eso.
Y yo... pues a veces me cuesta encontrarme. Con semejante percal ha faltado tiempo para casi todo lo que no fuera Madre, directora financiera, jefa de obra, paleta, decoradora, etc. Aún con eso, he tenido mis momentos, mis paréntesis de realidad. Mi imaginación sigue tan viva como siempre y existen los instantes para dejarme llevar, para ser otra, salvándome cuando la vida aprieta.
Aspiro a poco ir encontrándome más a menudo. Aspiro a volver a escribir algo, de vez en cuando.
Sigo librando batallas que ya hace tiempo que deberían estar perdidas o ganadas, pero intento no resistirme mucho. Hay sombras que nos definen, que son irremediablemente nuestras, o nosotros suyos. Quizá sin mi monstruo no sería quien soy.
He descubierto nueva música, he leído algún libro (lejos, muy lejos de los que me gustaría), he releído mi novela favorita. He disfrutado de alguna película, he pintado, he inventado. He descubierto que mis manos pueden hacer cosas que no imaginaba. Que mi lógica me hace buena en cosas que no hubiera imaginado.
Llego a los 35 sin proponerme nada, sin plazos, con más vivido, con mucho más aprendido. Eso es suficiente para mí.
A la ajetreada vida de madre trabajadora uní la compra de un piso. Es algo que ya llevábamos tiempo buscando (otra de esas ideas que cambiaron con la llegada de BB) y al final la realidad se impuso: si queríamos comprar sin meternos en una hipoteca monstruosa, tenía que ser algo a reformar. Resignados pasamos el final de 2018 buscando y el día después de reyes hicimos una reserva. Entonces entré en un infierno administrativo y pasé hasta finales de mayo peleando con banco, vendedor y registro de la propiedad. No entraré en detalles, prefiero no reabrir ese melón.
Una vez comprado, iniciamos la reforma casi integral. Lo que tenían que ser dos meses, fueron casi cuatro. Dejamos el piso de alquiler a finales de julio, hicimos la mudanza a un piso en obras. Viví el mes de agosto en casa de mis suegros. Tuve que echar al paleta de casa y acabar la obra nosotros, más lo que ya habíamos ido haciendo para reducir presupuesto. Una empantanada de la virgen. En septiembre conseguí mudarme al fin. A de hoy aún no hemos acabado del todo, ni acabaremos a corto plazo (el dinero hace tiempo que se sí acabó), lo gordo sí, pero siguen habiendo cabos sueltos, como un pollo con el ayuntamiento o que nos den de una vez suministro los del gas. Aún así estoy contenta, está quedando exactamente como quiero. No es un palacio, pero es lo que necesitamos. He invertido mucho tiempo en diseñarlo, es mi proyecto y el resultado me está dejando muy satisfecha. De otro modo, estoy creando algo.
NB y yo hemos pasado de todo este año, sin duda ha habido tiempos mejores, pero el matrimonio sobrevive. A veces le miro y aún revolotean mariposas en mi estómago. Todas las adversidades recientes me reafirman en que él es el adecuado. Sigue siendo él.
BB crece sano y feliz. Lo adoro, lo quiero con locura y aunque a ratos me saque de quicio, es lo mejor que he hecho en mi vida. Es precioso, no dejo de preguntarme cómo hemos hecho algo tan bonito. Es divertido, es movido, es alegre. Como ya dije habla un montón y me sigue enseñando día a día. Sus ojos azules me enamoran y el solo hecho de tenerlo entre mis brazos me hace feliz. Me encanta que su forma de relajarse sea acariciando mi mano, que mis brazos sean su lugar seguro donde la pupa deja de doler y las cosas que asustan no dan miedo. La maternidad es dura, sigo sin tener tiempo para absolutamente nada, pero compensa. Ya lo creo.
Odio mi trabajo, pero el sueldo es decente y sigo trabajando desde casa. Nada me ofrece una mayor conciliación que eso.
Y yo... pues a veces me cuesta encontrarme. Con semejante percal ha faltado tiempo para casi todo lo que no fuera Madre, directora financiera, jefa de obra, paleta, decoradora, etc. Aún con eso, he tenido mis momentos, mis paréntesis de realidad. Mi imaginación sigue tan viva como siempre y existen los instantes para dejarme llevar, para ser otra, salvándome cuando la vida aprieta.
Aspiro a poco ir encontrándome más a menudo. Aspiro a volver a escribir algo, de vez en cuando.
Sigo librando batallas que ya hace tiempo que deberían estar perdidas o ganadas, pero intento no resistirme mucho. Hay sombras que nos definen, que son irremediablemente nuestras, o nosotros suyos. Quizá sin mi monstruo no sería quien soy.
He descubierto nueva música, he leído algún libro (lejos, muy lejos de los que me gustaría), he releído mi novela favorita. He disfrutado de alguna película, he pintado, he inventado. He descubierto que mis manos pueden hacer cosas que no imaginaba. Que mi lógica me hace buena en cosas que no hubiera imaginado.
Llego a los 35 sin proponerme nada, sin plazos, con más vivido, con mucho más aprendido. Eso es suficiente para mí.
24 de noviembre de 2019
El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.

Qué gracioso sería si esas personas (a menudo demasiado entrometidas) pudieran atisbar ese rincón secreto en el que me escondo. Si pudieran ver mi fragilidad, lo pendiente de un hilo que a veces está mi entereza (y mi cordura).
Que aparente que nada me afecta, no significa que no lo haga. Más bien al contrario, todo cala, todo deja un poso en mi filtro de la vida, del día a día y no es nada fácil para mí limpiar ese filtro. Cada cosa que queda ahí prendida requiere de mucho tiempo (y a veces mucho sufrimiento) para ser procesada y finalmente eliminada. Como la arenilla en el riñón, supongo.
Si no me gustan las bromas, no es porque sea una borde, es porque sé que a menudo, una broma es una verdadera pulla disfrazada, una forma amable de lanzar una crítica dañina a alguien, vestida de ji-ji-ja-ja. Un excompañero de trabajo me hizo un comentario jocoso hace cuatro años, la frasecita de marras acude recurrentemente a mi cabeza, todavía.
Si no confío en casi nadie no es porque, como he llegado a oír, soy muy dura. Es porque no soportaría otra decepción.
Si tengo pocos amigos es porque hoy en día pocas personas están dispuestas a darte (y recibir) verdades como puños y, sin eso, lo siento pero no entiendo la amistad.
Si no me gustan los halagos o los piropos es porque soy feliz, inmensamente feliz, cuanto más invisible parezco. Me encanta pasar desapercibida y, cualquier comentario sobre mi aspecto, significa que no lo logro.
Hace tiempo me rompí y hay cosas que simplemente no volvieron a estar bien.
22 de noviembre de 2019
Solo para tus ojos
En sus manos soy otra, soy bella, soy sucia, soy delicada, soy vulgar.
En sus manos me olvido de mí misma, mi peor enemiga.
Cuando sus ojos me miran me siento capaz de cualquier cosa.
Cuando su voz me ordena, no hay nada a lo que yo me pueda negar.
19 de noviembre de 2019
Descrifando a BB
Roro es roto.
Bubé es bombero, bomber, en catalán. Que ahora mismo es lo que quiere ser de mayor.
Muvi es móvil.
Cayú es que algo se ha caído, ese algo también puede ser él mismo. Creo que viene de caigut, en cat.
Tallu es cuchillo, supongo que por alguna asociación con tallar, cortar en cat.
Tilla es tenedor, forquilla en cat.
Patos, zapatos.
Tora, doctora.
Mema, es crema y quema.
Mamman vale tanto para Batman como Spiderman. Superman también lo era, pero varió a Perman.
Año es baño, que se quiere bañar, vamos.
Pina, es piscina.
Fa es sofá, durante un tiempo fue cama.
Yo ve, quiere ser yo ver, es decir, que le enseñes algo.
Nañas, arañas.
Sole, es el sol.
Platatan, plátano.
Yuyu, yogur.
Cheche, es desayunar. Creo que por asociación con leche.
Si le preguntas qué ha comido siempre responde Popa y chicha (sopa y carne), aunque haya comido otra cosa.
Palabras comodín:
Lia, sirve para ojo, gafas, pestañas y oreja.
Tita es galleta (galletita) o música (?), también es su pene (en catalán es normal llamarla así con los niños).
Cahco sirve para cualquier cosa que se ponga en la cabeza. Casco, gorro, gorra, diadema, pañuelo...
Toto es helicoptero o ventilador, también una hélice.
Domina los nombres de amigos y familiares, excepto el mío que, como NB me llama cari, él dice que me llamo "Cani".
12 de noviembre de 2019
Suscribirse a:
Entradas (Atom)