27 de julio de 2021

Buscar la felicidad es sólo otro pretexto para ser aún más infelices...

Algo a lo que no me acostumbro (ni me acostumbraré) por mucho que viva, que crezca, que pasen los
años y acumule vivencias en mi haber, es a ver sufrir a alguien por otro alguien que no merece su atención.

En este caso mi mejor amiga, a manos de un gañán.
Que es mi mejor amiga y yo la adoro, sí. Pero es que él es un gañán.

Él es un tío al que le gusta dormir caliente y que le ha vendido una historia de amor que no se cree.

Ver como periódicamente el susodicho se calienta la cabeza, por motivos x que solo él conoce y le dice lindeces como "te quiero pero no estoy enamorado de ti". Y ella venga a llorar. 

Y yo repitiendo las mismas cosas:

No te merece. Tendría que estar agradecido de lo que tiene.
Te mereces alguien que te quiera, que te cuide y te dé el tipo de relación que tú quieres tener.
No te quiere y no le importa hacerte sufrir.
No eres feliz, pasas más tiempo mal que bien.
No podrás seguir confiando en la relación después de esto.
Es mejor estar sola que con alguien que no te quiere.

Y ella dándome la razón en todo, pero acabando siempre con "si lo sé, pero no quiero estar sin él".

La quiero, la adoro y no se merece esto.
Pero yo también estuve ahí y sé que hasta que no lo vea por sí misma, poco importa lo que yo le diga. 

Todas hemos pasado por eso, pero como repatea ser espectador del sufrimiento de alguien a quien queremos y no poder hacer nada más que poner el hombro donde llorar.



23 de julio de 2021

Es lo que pasa con las etiquetas. Que se pegan. - Nathan Filer-

Fatiga pandémica lo llaman.

Qué bien se nos da a los humanos ponerle nombre a las cosas. Neumonía bilateral. Resiliencia. Reinventarse. Incidencia acumulada. Riesgo extremo.

Yo lo llamo ganas de llorar al ver las noticias. Cansancio mental. No poder más y saber que hay que seguir aguantando, que no queda otra que seguir adelante. Depositar una fe ciega en una vacuna no del todo eficaz y que no entiendo bien cómo funciona, pero que se supone me hace mayormente inmune al bicho o a sus peores efectos. No entender la relajación de medidas. Decir "ya te lo dije" por encima del tenedor. Buscar argumentos para explicar a un niño de 4 años porqué no puede salir de casa. Porqué, por millónesima vez, no puede tocar cosas en la calle y después hacer la pipa. Calcular el ángulo pitagórico respecto a la dirección del viento en la playa, para colocar la toalla.

También lo llamo ponerme de una mala leche increíble cada vez que alguien se me acerca demasiado por la calle. O dedicarle mirada inquisidora al que se me cruza sin mascarilla (me da igual que ahora se pueda ir sin ella). 

Vivimos en el eterno día de la marmota coronavírica. Las cosas han cambiado, claro, y ruego a todos los dioses nuevos y antiguos, que mis ojos no vuelvan a ver en la vida algo como el palacio de hielo de Madrid. Pero no se termina. 

Cataluña en riesgo extremo. Otra vez.
UCIS al 26%. Otra vez. 

La famosa quinta ola nos arrasa. De nuevo. 

Cuándo se acabará esto? Quién lo sabe? 

Solo sé que yo no lo sé y que estoy muy cansada. Quiero mi vida pero no vuelve, no esta mierda de nueva normalidad (ves? otro nombre), quiero la mía, la de siempre. Sin contacto físico de desconocidos o poco conocidos, eso puede quedarse, pero que vuelva todo lo demás.


20 de julio de 2021

Jamás había sentido a la vez tan profunda indiferencia de mí mismo y mi presencia en el mundo -Albert Camus-

Me sorprende, o más bien me preocupa, lo ajena que me siento a veces (últimamente) a mi entorno.

Sentada a la mesa, con personas a las que quiero, oír la conversación, desconectar, buscar en lo más profundo de mi cerebro la forma de volver con ellos, el hilo al que agarrarme, como quien araña la pared de piedra intentando no caer por el precipicio, sin encontrar asidero.

¿Se puede perder así la conexión con los seres queridos? 

Me siento una extraña, compartiendo su mesa, sentada sonriendo, como si fuera una sustituta, una intrusa, un ladrón de cuerpos ocupando el mío. O una cautiva, atrapada con seres que me son extraños, aunque no deberían.

¿En qué momento me caí de este tren? ¿Será así siempre?

Quiero pensar que se trata de una desconexión temporal, fruto de los meses de encierro, siendo solo seres 2D en pantallas de teléfono, sin mantener una conversación real (habéis intentado hacer videollamadas con niños de 2 a 4 años de por medio?), de más de un año sin contacto físico, etc.

No quiero pensar que la distancia ha puesto perspectiva y nada me une a esas personas más que el parentesco, ni aficiones, ni gustos, ni ideas. 


14 de julio de 2021

En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas -Gustave Flaubert-

Cómo le explicas a alguien que nunca ha tenido una relación virtual de ningún tipo (sí, aún hay gente así), que sí son reales?

Que los sentimientos que generan -da igual qué etiqueta pongamos amigo, novio, amante- son reales? 

Podrá entenderlo? 

Podrá saber que hay abrazos que se sienten a kms de distancia?

Que los silencios virtuales pueden ser peores que los en vivo?

Que se puede hacer el amor sin estar en la misma habitación? 

Que se idealiza mucho a los demás porque solo recibimos una versión de ellos pero, al mismo tiempo, esa versión puede ser más real que la que ven aquellos que están a su alrededor? 

Que quizá alguno de esos amigos/novios/amantes virtuales me conocen más -en algunos aspectos- que quien está sentado frente a mí?

8 de julio de 2021

En la vida casi todo proviene de casi nada -Henri Frédéric Amiel-

Cuando estoy de buen humor creo listas de reproducción en spotify con canciones bonitas o que me levantan el ánimo. Cuando estoy de bajón las escucho. Si eso no es amor...

Ponerme crema. Soy lo peor en cuanto a cremas se refiere. Me siento muy bien cuando lo hago.

Cuidar de mis plantas. Antes una plant killer brutal, me he corregido y confieso que me aporta mucha paz el rato que paso cuidando de ellas. Alguna se muere, por supuesto, pero en general la cosa funciona.

El champú de plátano. Su olor, mmm... no podría haber hecho mejor descubrimiento.

Encontrar tiempo para leer. Para viajar con la mente, alimentar la fantasía.

Olisquear a BB. Ya no huele a bebé, obviamente, pero sigue oliendo a él, a mío, a mi cachorro. Y me encanta y me da vida, sentarme en el sofá, con él entre mis brazos, y hundir la nariz en su cuello o en su pelo.

Salir cuando llueve. Como siempre. Disfruto además de que a mi pequeño también le guste. Calzarnos las botas de agua y salir a pisar charcos es actividad top en esta casa.