17 de noviembre de 2021

​El arte de ser sabio es comprender qué vínculos es mejor dejar de alimentar sin tener ninguna carga de conciencia por haber dicho “no” a quien jamás se preocupó en decirnos “sí”.

Me encanta esa gente que está en mi vida de forma discontinua (no los elípticos), esos que igual no hablas en meses, como que te llaman de repente y parece que hablasteis ayer.

Puede parecer una forma extraña de relación humana, pero a mí me parece algo fruto de las buenas amistades. No necesitar mantener el contacto continuo (la dependencia...), llamarte tres veces por semana, whatsapp a diario.

Para poder charlar de la vida, de tus miedos, de lo que funciona y lo que no, sin que uno juzgue al otro, poder reirte aunque lleves un año - o más- sin escuchar la voz al otro lado de la línea o recibir un audio pidiendo perdón por su vida por que hace cuatro meses que le enviaste un mensaje y se olvidó de responder (A mí???? En serio???? Dejar mensajes en visto es una de mis faltas recurrentes) y, a raíz de ahí, iniciar una conversación de lo más cercana y personal. 

Quizá no lo sean, no lo sé, pero para mí son relaciones sanas, valiosas e importantes. 

Y me siento feliz de tenerles en mi vida.



15 de noviembre de 2021

Mi corazón se encoge de pena al verla en estas circunstancias, rodeada de arañas y moscas, ¿no deberíamos intentar devolverla al mundo de los mamíferos? -Penny Dreadful-

En mi mente hay una casa. A veces es bonita, a veces es siniestra.

A veces es enorme, es un castillo victoriano. A veces es una cabañita de madera.
Esa casa está en un bosque, en un lago o junto a él. Mi profe de psicología en Bachillerato decía que las casas simbolizan a la madre y los lagos, la muerte. Qué bonita y sencilla es mi simbología.

En esa casa habitan todas las versiones que fui, todas las que soy y supongo que el forjado de las que seré.

Suelo pensar o creer que tengo muy bien inventariadas a todas las voces que habitan esa casa, aunque a veces descubro a alguna intrusa haciendo travesuras. Otras veces pienso que no tengo ni idea de quién vive ahí.

No viven en democracia, siempre hay una que subyuga al resto, sería imposible vivir de otro modo. Que no me oigan, pero es que es muy difícil que se pongan de acuerdo en algo.

De un tiempo a esta parte, siento una enorme necesidad de rebuscar por esa casa, hasta dar con todas ellas. Atenderlas, reconciliarme. Hacer las paces. Quererlas.

Todas ellas me componen, ninguna es mala o menos valiosa que el resto, incluso la que repta por los rincones oscuros del sótano y la buhardilla.

Especialmente se lo debo a la niña que fui, y que aún soy. Ella, más que nadie, necesita y merece mi afecto, mi perdón y mi cariño.