15 de marzo de 2021

4 años tiene mi amor

Mi niño, BB, ha cumplido hoy 4 años.

Cómo ha podido pasar tan rápido? Cómo puede estar ya, hoy, hablando por los codos, si ayer mismo era pequeñito, vulnerable e indefenso?

El 15 de marzo se ha convertido en un día que vivo aquí y allá.
Cada vez que miro el reloj pienso en lo que pasaba a esas horas aquel mágico día. A las 7 íbamos a sala de partos, a las 13 me ponían la epidural, a las 20 entrábamos en quirófano... y así a cada rato. Hubo de todo, bonito y menos bonito, pero nada que eclipse el momento en que NB lo ponía en mis brazos, enorme y terriblemente pequeño, rosita, con los ojos medios abiertos y achinados, con aquel pelito negro que después desapareció para volverse rubio y aquellas manitas diminutas de dedos larguísimos. Aquel ser precioso que acaba de salir de mí.

Y aquí estamos, un suspiro después y ya es un niño. Divertido, listo, bueno, cabezon como su madre, que habla, te cuenta lo que ha soñado durante la noche, canta y baila. Trepa y corre. Escribe su nombre, me dice que me quiere y que soy la mamá más guapa del mundo. Que explora mis límites a diario y me ha enseñado muchas cosas que me tengo que trabajar, pero también que un abrazo mío es cura de casi todo mal. Que soy la mayor vengadora contra los monstruos y mis manos calman cualquier mal sueño.

No es sencillo criar hijos, requiere mucho sacrificio y es el mayor lío en el que te puedas meter, pero vale la pena, creedme, todo vale la pena.

13 de marzo de 2021

Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad; la lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia. -Simone Weil-


Habéis empujado hacia mí estas piedras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
por aquella ranura de poniente.

Certeza
-Carmen Martín Gaite-

10 de marzo de 2021

Cuanto más profunda es la herida, más privado es el dolor -Isabel Allende-

Cómo nos gustaban el frío y de la lluvia. Criticar a las ordas de urbanitas que ancoraban en tus tierras en verano y la envidia que me daba la nieve que acudía a visitarte en invierno. 

Demasiado a menudo me encuentro pensando en ti, en dónde estarás, pero sobre todo en si estarás bien, cómo habrás llevado todo esto de la pandemia, qué tal andarán tus líos de amores. Hay cantidad de pequeñas nimiedades que me gustaría compartir contigo. Sé lo bien que te lo pasarías con las historias de los chats de madres, con las anécdotas de BB y mis mil y un quebraderos de cabeza. 

¿Porqué no soy capaz de dejar ir? Tú no tuviste problema en hacerlo. 

Lo que más me duele, más que tu ausencia, es la pregunta recurrente de porqué? ¿Porqué te empeñaste en
derribar los muros que con tanto mimo y esfuerzo había levantado? ¿Porqué sabiendo como sabías el daño que ibas a hacerme, te esfumaste sin más? No eres egoísta, me niego a creerlo y combatiría a quien lo afirmase, aún hoy. Tampoco eres cobarde, así que... ¿qué costaba un adiós? La sinceridad parecía un acuerdo tácito entre nosotros, al 99%, algo poco usual de encontrar hoy en día.

¿En qué momento, por qué causa, dejé de ser tu puerto seguro, paño de lágrimas y compañera de cualquier locura y atrocidad que se nos ocurriera? ¿Porqué elegiste enrolarte en el barco de los que me dejaron atrás?

Lo nuestro era inocente, divertido, ni siquiera platónico! Eras mi gatito travieso, un ser de luz con risa de duende. Mi guardián de secretos inconfesables. Pozo infinito de sabiduría. Remanso de paz. ¿Qué mal podía hacerte? Esa es la espina que no logro arrancarme, la que escuece, se infecta y supura de vez en cuando. La que me patea por el filo de la duda y me hace caer en manos de esa araña fea y peluda de mil patas, que me enreda en sus hilos, que queman y escuecen. Que dicen que nunca soy lo bastante buena, que nunca soy suficiente. 

 

7 de marzo de 2021

La recompensa por la conformidad es que le gustes a todo el mundo, excepto a ti mismo. - Rita Mae Brown

Últimamente me estoy dejando llevar por el hedonismo. Me estoy entregando a mis places prohibidos con total impunidad. 

Sé que algunas de mis formas de... disfrute? No son adecuadas, de ahí que yo misma los considere prohibidos, pero... me da igual. Al fin y al cabo no hago daño a nadie y... quién decide qué es adecuado y qué no?

Por ejemplo, ¿qué si mi monstruo anda desatado y yo lo estoy gozando? Llevamos meses sometidas a la Razón sin obtener, seamos sinceros, ningún resultado deseable. Así que... ¿qué importa? Al fin y al cabo, no es que ella consiga someterlo y acallarlo. No. Simplemente lo encierra en una caja, en un rincón y lo deja ahí, mientras finjo que no existe, actúo como una persona normal, y no lo vigila cuando se escapa y trepa discretamente hasta mi hombro, clavándome sus afiladas y envenenadas uñas en la carne, para susurrar sus insidiosas ideas a mi oído. No. Eso no lo puede controlar. Ni el sufrimiento, ni la vergüenza, ni el asco, ni el desprecio, ni el dolor. 

No, prefiero hacerle caso al monstruo. Debo reconocer que con los años ha... suavizado sus métodos y la mirada de reproche y advertencia de la Razón es mucho más fácil de ignorar que las heridas infectadas que él me deja.

¿Qué dirían los demás si lo supieran?, me pregunta ella a veces, mirándome por encima de las gafas. Cómo si me importase lo más mínimo, como si el comportamiento de los demás no fuera muchas veces alimento del monstruo, en lugar de otra cosa. No, no... 

Aunque ella no lo crea posible, puedo controlarlo, hemos establecido cierto tipo de simbiosis y sabe que si se descontrola, me pierde, y mi monstruo no es nada sin mí.